lunes, 14 de enero de 2019

Las llaves que hay que cerrar



Luego de la inundación, hay que cerrar las llaves que continúan abiertas, para poder secar las habitaciones y volver a poner orden en la casa; mientras algunas de las llaves continúen abiertas, el agua seguirá botándose, causándole daño al inmueble, socavando sus fundaciones e impidiendo que la gente pueda retornar a su cotidianidad.
Es, más o menos, lo que tenemos que hacer con el chavismo; hay que cerrarles las oportunidades de que continúen haciendo daño; dejarles las llaves abiertas significa que no habrá paz, que no van a permitir la limpieza del hogar, o sea, del país; mientras ellos permanezcan en sus lugares de poder, mientras convoquen y llamen a la revolución, si dejamos que en nombre de Fidel, Chávez o Maduro continúen distorsionando la realidad, instigando el odio social, alimentando esa infinita sed de venganza contra la sociedad, no habrá manera de reconstruir nuestras vidas.
Sé que hay algunos venezolanos que, en su afán de equidad, de ser los máximos exponentes de la tolerancia, de su muy confusa idea de lo que significa ser un demócrata y de su paupérrimo concepto de libertad, que no incluye la responsabilidad, van a pretender defender al chavismo como ideología, partido político, grupo social o pensamiento… se trata de personas que no han aprendido ni van a reconocer el peligro de dejar a la bestia suelta, que son ciegas a la destrucción y el sufrimiento que el chavismo ha ocasionado a los venezolanos… y en ese querer ser los más puristas, perfectos y virtuosos que el más perfecto de los ángeles, van a querer que estas ideas nocivas sigan haciéndose públicas, atrapando incautos y poniendo en peligro nuestra posibilidad de existir como nación.
Al chavismo hay que ilegalizarlo, por la sencilla razón que es antidemocrático, porque atenta en contra de las libertades y es promotor de la corrupción y del delito; hay que vetar la divulgación de sus ideas y programas, poner en autos a sus promotores, o dejan de hacer proselitismo de esas ideas criminales, o van presos.
Debemos abrir un período especial de estricta censura hacia las ideas comunistas y militaristas, que debería ir paralelo a la reconstrucción del país; nuestra crisis se inició con las ideas y puede revivir con esas mismas ideas. Al finalizar ese período especial se podrá retomar el estudio académico y crítico de esa ideología, porque olvidar es un error, para poner las cosas en su justa perspectiva; esas ideas totalitaristas triunfaron como un producto de la debilidad y, en muchos casos, la ausencia de otras ideas que le hicieran contrapeso; estoy absolutamente claro en que el triunfo del chavismo en Venezuela se produjo, justamente, porque los gobiernos, los partidos, todas las instituciones y hombres probos, se olvidaron de alimentar el alma de los venezolanos con las ideas y los ejemplos civiles y atinados sobre la libertad, la civilidad, el trabajo, la honestidad, la responsabilidad… que  brillaron por su ausencia.
En principio, no estoy de acuerdo con ningún tipo de censura, pues la censura es un atentado contra la libertad humana, pero esa libertad está garantizada cuando hay un equilibrio de conocimiento, experiencia e intuición, es decir, conviven las ideas en competencia y en una crítica constante, lo que significa que la gente está suficientemente preparada para no rendirse al fanatismo; en nuestro caso, saliendo de un holocausto del tamaño y características como el que hemos sufrido, no podemos permitir, porque atentaría en contra de nuestra propia supervivencia, que esas ideas desatinadas y oportunistas tengan el mismo rango, derecho y promoción que las que nos permitan virar hacia un mejor destino, en nuestra cultura no contamos con el metabolismo suficiente para digerir tales ideas sin que nos afecten de manera negativa.
.Durante largos años, hemos experimentado de una manera despiadada la llamada hegemonía comunicacional; los medios fueron copados por el régimen y los que trataron de mantenerse independientes sufrieron el feroz ataque de la intolerancia, de modo que el país ha sido bombardeado de manera intensiva con una serie de ideas, ejemplos y motivaciones que atacaban directamente al centro vital de nuestros principios y valores, ésos que instituyen el cuerpo ideológico de nuestra nación, para destruirlos.
Así fue como la familia, el trabajo digno y honesto, las relaciones de pareja, de comunidad, las relaciones laborales, económicas, nuestros hábitos consumistas, nuestras creencias religiosas, el respeto a nuestros mayores, los mismos derechos humanos… todo, absolutamente, fue degradado y desfigurado para debilitar nuestro ethos, nuestra cualidad como seres humanos.
Estamos sobre una ruta de cambio y no podemos ser débiles; en medio de nuestro drama, estamos obligados a acumular coraje y a no dejarnos llevar por sentimientos inútiles, como la lástima y el perdón; ya habrá tiempo para quienes quieran hacerlo. Por los momentos, en este tránsito peligroso y delicado, hay que tener mucha fuerza y carácter, y debemos tenerla razón muy clara: para distinguir las amenazas y peligros, tratar de evitarlos o enfrentarlos para vencerlos.
A los chavistas se les debe dar la oportunidad de cambiar esa programación mental que le han impuesto, no es fácil, pero hay que hacerlo; a los fanáticos les costará más que a otros, pero igual, o se hacen parte del cambio o sufrirán sus consecuencias. Lo que sí debemos evitar, a toda costa, es equivocarnos; por eso, no hay que darle respiro al chavismo derrotado, porque es una ideología que nos extinguiría, si sigue corrompiendo, porque tiende a destruir todo lo que está su paso… y eso es inaceptable.
Con el chavismo no se puede convivir, ni negociar, y mucho menos lanzarle un salvavidas; ese pensamiento es veneno puro y no vamos a repetir la triste historia de familias divididas, de amistades perdidas, de relaciones fracturadas por culpa de una sarta de quimeras y lóbregas fantasías, a las que permitimos, en un momento de debilidad, arruinar nuestras vidas.  -   saulgodoy@gmail.com



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