De
las cosas que hago a fin de año es recopilar todas las listas que aparecen en
la prensa mundial y revistas especializadas sobre los libros más exitosos del
año y las recomendaciones para el próximo; es una de las maneras para
mantenerme al día con mis lecturas, de allí puede deducir cuáles son las
tendencias en el mercado de lectores y cuales la de la industria editorial, que
no siempre coinciden.
Allí
encuentro información sobre los best-sellers,
sobre lo mejor en cada rama de la literatura de ficción que está sonando entre
los críticos; le pongo especial atención a las publicaciones académicas de las
grandes universidades del mundo, que tienen sus propias cánones; me paseo por
los obituarios de los escritores fallecidos en el año, buscando esas obras
póstumas que no han sido impresas, por los premios concedidos, por las obras de
escritores que no habían sido traducidas… en fin, es un momento propicio para una
puesta al día, que ahora, gracias a internet, es posible hacer; hace unos años
atrás eso era imposible, y ahora, que puedo, no sé cómo pude vivir sin esta
extraordinaria herramienta del conocimiento.
Por
ejemplo, salió una lista de los libros, las películas y las canciones favoritas
del presidente Obama durante el año; diez selecciones en cada rubro, yo estaba
allí con tres de cada una, de su selección, había leído, visto y escuchado (no
necesariamente gustado), tres de cada selección, nada mal para un hispano que
vive en un país que él ha ayudado a arruinar al permitir la dañina injerencia
cubana en los asuntos hemisféricos.
De las
cosas que me sorprenden es la popularidad que ha adquirido la literatura sobre
viajes, de las crónicas de turismo a los lugares más apartados del planeta, de
cómo algunas editoriales le pagan a los escritores para que viajen y escriban
sobre el recorrido… y la verdad es que esa literatura testimonial y descriptiva
ha roto con todas las expectativas de ventas mundiales.
He
sabido de autores como Franz Hessel y su bellísimo libro Berlín que, aunque escrito en los años veinte del pasado siglo, se
traduce al castellano recientemente y se publica, convirtiéndose en un éxito de
librerías. Hessel, amigo de Walter Benjamin y un perspicaz observador, nos
ilustra sobre un Berlín que desapareció con la Primera Guerra Mundial; según
Benjamin, el autor fue un arqueólogo de la modernidad, poseedor de una
bellísima y estilizada prosa; el libro es un banquete, incluso para aquellos
que no hemos tenido la oportunidad de conocer esa gran metrópoli.
O qué
decir de esa inmersión en el curso del río Mekong que hizo el español Javier
Nart, en su libro Viaje al Mekong, donde
navega por uno de los más importantes ríos de Asia, tocando puertos en
Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, en un viaje magistral que deja sin aliento
ante tanta cultura e historia exótica y desconocida.
La gente
está ávida de aprender sobre lo que no han visto y probablemente nunca verán, y
aprovechar a las buenas plumas para que lo hagan por ellos y sean sus sentidos los
que los lleven en unas aventuras que tienen mucho de antropología, de
psicología, buenas dosis de conocimiento geográfico y natural sobre las
regiones, pero, sobre todo, mucha poesía, esto sin contar con todos esos libros
de cómo viajar por Europa con un presupuesto de 50 euros, o pidiendo cola
(autostop) en Latinoamérica, o atravesando la Manchurria china en bicicleta o
las reimpresiones de los siempre muy bienvenidos reportajes del recientemente
desaparecido Antony Burdain, denudando para nosotros cocina, maneras y yantares
tan extraños que parecen venir de otro planeta.
Otra
cosa sorprendente es la profusión y la popularidad de la novela negra, repleta de
crímenes, detectives y asesinos, que reafirma, una y otra vez, la tendencia
inequívoca del realismo social que se describe en sus páginas; creo que no hay
mejor manera de saber cómo funciona una sociedad que leyendo sus novelas
policiales y de intriga… desde cómo funciona la familia, un vecindario, que le
da vida a las grandes ciudades, que hace que las ruedas de las instituciones se
muevan.
La
novela romántica nunca ha estado en un mejor momento; impresionante la
popularidad de la Lit-chic,
literatura escrita por jovencitas sobre sus avatares en la vida urbana o rural,
sus amores imposibles, su encuentros con la maldad y con el sexo, leídas con
igual fruición por las jovencitas de todo el mundo; la literatura para
adolecentes tiene su nicho, la aventura y la fantasía han evolucionado hacia
unas formas bastante sofisticadas, y los éxitos de escritores como J.K. Rowlan
y su serie sobre la escuela de brujos de Howard, y la primera etapa de la narrativa
de George R.R. Martin, el padre de la saga
Game of Thrones, vienen de
hacerse un lugar en ese difícil público.
Por
ejemplo, estoy sorprendido de que en uno de mis géneros favoritos, como la
ciencia ficción, se esté abriendo paso una especialidad como lo es la llamada
“Solarpunk”, una literatura optimista sobre tiempos apocalípticos,
aparentemente una contradicción en términos, pero hay una creciente corriente de
autores nóveles que, partiendo de la crisis ambiental que enfrenta el mundo
actual, sobre todo de la tragedia climática que muchos de ellos ven como un
hecho en pleno desarrollo, se esmeran en presentar su lado optimista; porque
los que queden habrán no solo aprendido una gran lección en carne propia, sino
que serán herederos de tecnologías que harán del mundo un mejor lugar para vivir…
“utopismo práctico” le dicen algunos.
La
mayoría de los escenarios que se describen en esas obras son posteriores al
2030, comunidades rurales disgregadas en Canadá y los EEUU, que luchan por
sobrevivir en un mundo destrozado en su ecología, con gente optimista, que cree
en un futuro mejor y lucha por levantar una nueva civilización, porque se asume
que, luego del apocalipsis, quedarán sobrevivientes y éstos tendrán que hacer
algo para continuar con sus vidas.
Tengo
en espera para su lectura dos antologías de cuentos, Sunvault: Stories of Solarpunk and Eco-Speculation y Glass and Gardens: Solapunk Summers ,
ya les comentaré al respecto.
En
psicología me topé con un autor que no conocía; estoy leyendo su libro (voy por
el segundo capítulo), que me ha impresionado por lo bien escrito que está, pero,
sobre todo, por su coherencia, se trata de la obra del Dr. Jordan B. Peterson, 12 Reglas para la Vida (no está
disponible aún en castellano), profesor de la Universidad de Harvard y de
Toronto (es canadiense) y es su respuesta a una de las preguntas fundamentales
que nos hacemos los que vivimos en estos tiempos inciertos ¿Qué hace a la vida significativa?; no se lo pierdan, ni tampoco su
anterior libro, Mapas de Significados,
la arquitectura de las creencias (1999), del cual creo que sí existe una
traducción. No me gustan mucho los libros de autoayuda, pero les aseguro que
Peterson tiene algo importante qué decirnos y que todos deberíamos conocer.
De
los clásicos, y para quienes quieren hincarle el diente a algo mucho más
sustancioso, les recomiendo una obra muy poco conocida del filósofo alemán
Martin Heidegger, que, en realidad, es el trabajo de su asistente, Eugen Fink,
sobre el pensamiento de Heráclito,
de hecho ése es su título, y se trata de un seminario que dictó Fink, a
mediados de los sesenta, del pasado siglo en la Universidad de Friburgo, y que
estaba bajo la dirección de Heidegger; supuestamente iba a ser algo mucho más
amplio y profundo, pero el esfuerzo quedó allí, como casi todo el trabajo de
Heidegger llenas de obras en construcción pero, tratándose de un trabajo que se
enfoca directamente sobre los fragmentos originales del cosmólogo griego, y contando
con la capacidad hermenéutica de Heidegger, deviene en una interesantísima
reinterpretación de Heráclito y es primera vez que se traduce al castellano.
Estas
son algunas de las lecturas que se me han presentado en mis primeras
investigaciones, y algunos de los libros que he conseguido de esta reciente
cosecha y que apenas estoy manoseando. Espero que esta breve reseña les sea de
alguna utilidad y les tiente para hacer una lectura con consecuencias. -
saulgodoy@gmail.com
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