lunes, 17 de junio de 2019

Cuando el crimen se hace gobierno



“Política y mafia son dos poderes sobre el mismo territorio; o hacen la guerra o llegan a un acuerdo”.
Paolo Borsellino, Fiscal anti-mafioso italiano, asesinado por la Mafia cumpliendo su deber.

“Más de un quinto de las ganancias de la Mafia vienen del sector público”.
Giovanni Falcone, juez italiano que lideró los llamados Maxi-juicios contra la Mafia Siciliana en 1987, asesinado en 1991.

La lucha internacional contra el crimen organizado pareciera estar atravesando por un cambio que, en lo personal, me preocupa, pues  se están dando situaciones muy confusas, que se originan en países del primer mundo, naciones supuestamente avanzadas, con un grado superior de civilización, cuyas instituciones y ciudadanía han madurado, al punto de ser considerados ejemplos de sociedades avanzadas en temas sobre desarrollo humano, el respeto al estado de derecho y la protección de las libertades y la democracia.
El caso de Venezuela es un ejemplo crítico e ilustra, de manera clara, el cambio de paradigma que se está llevando a cabo en el delicado asunto de ayudar a los países del tercer mundo que han perdido su rumbo democrático, a reencontrar su senda y propósito en un esfuerzo internacional por ayudar a estados fallidos a reparar sus tejidos institucionales, coadyuvar en el esfuerzo de paz y reconstrucción de sus aparatos productivos, economías y estabilidad social; el caso de Suráfrica pareciera ser el último ejemplo exitoso de este tipo de esfuerzo, antes de que otras consideraciones empezaran a enturbiar estas difíciles iniciativas de auxilio multilaterales.
En Venezuela se venía dando un lento giro de lo que había sido una de las democracias más antiguas de Latinoamérica, más sólidas y con las mejores perspectivas para su desarrollo, pero hubo un golpe de timón hacia un camino más inseguro de participación de militares en la política, de cambios de modelo económico, y de un protagonismo más libre del capital privado y dentro del juego del libre mercado, en esta nueva etapa revolucionaria se enrumbó hacia un modelo de intervencionismo estatal, centralización y socialización de las principales empresas productivas.
Y aunque antes de la llegada del chavismo, la democracia venezolana ya mostraba signos de decadencia y debilidades estructurales, no fue sino hasta la llegada del nuevo milenio cuando definitivamente el país se embarcó en un cambio profundo, tanto de ideología como de estrategia de desarrollo; Venezuela dio un giro radical hacia la promoción e internacionalización del llamado Socialismo del Siglo XXI, una doctrina creada por el castrocomunismo, cuyo fin era la colonización del subcontinente Latinoamericano, para la consecución de un bloque de países unidos bajo el supuesto pensamiento de Simón Bolívar, liderado aparentemente por el presidente Hugo Chávez, pero en realidad motorizado desde Cuba, y ésta, a su vez, influida por el comunismo internacional.
Este experimento político resultó ser muy exitoso en la implantación de gobiernos socialistas por toda la geografía de la América del Sur, e incluso en la exportación de su franquicia a Europa y África, con importantes contactos en el Medio Oriente y Asia, pero fue muy negativo en el combate contra la corrupción y la proliferación de actividades ilícitas, provenientes de las actividades del crimen organizado internacional.
De hecho, durante veinte años, las mafias internacionales del crimen organizado se hicieron cercanos aliados y socios de los principales partidos socialistas y comunistas de la región, explotando esta relación en jugosas participaciones en negocios ilícitos, mercados negros, tráfico de influencias y establecimientos de redes mundiales de lavado de dinero proveniente del delito; no fue muy difícil que los distintos movimientos terroristas y subversivos tuvieran su participación en esta construcción de un “mundo alternativo” y “liberado de la opresión y las mentiras del capitalismo”.
Organizaciones como el Banco Mundial, las Naciones Unidas y toda una serie de institutos y ONG’s dedicados al monitoreo y control de las actividades ilícitas, han estado advirtiendo sobre el incremento de la influencia de mafias, carteles de la droga, traficantes de personas, armas, sustancias peligrosas, que, por medio de su poder económico, pueden entrar en países en vías de desarrollo y modificar sustancialmente las estructuras y fines de sus gobiernos, para adecuarlos a sus actividades e intereses, pudriendo las bases éticas y de valores tradicionales de los pueblos, debilitando la democracia y sembrando conflictos.
De acuerdo a un informe de la ONU, para 2015 el crimen organizado transnacional generaba 870 billones de US$, cerca de la mitad de estas mafias utilizaban las economías formales de los países para lavar estos volúmenes de ganancias ilícitas, creándose en el ínterin una relación entre los criminales y la clase política de estos países con el fin de: “distorsionar la planificación por medio de transferencias y lavado de capitales ilícitos y… para debilitar la fábrica social y de seguridad por medio de la aplicación de amenazas y actos de corrupción”.
La clase política venezolana fue en su gran mayoría seriamente dañada en este largo contubernio entre el crimen organizado y los partidos políticos tradicionales, una cultura de la corrupción se ha desarrollado y adueñado de la vida ordinaria del país, se nota en el discurso apaciguador, pacifista, que pretende la molicie y la inactividad, la aceptación fatal de la realidad inducida por unos medios en manos de empresarios corruptos y colaboradores, se nota en el discursos de los líderes que pretenden ser guías de la oposición y que lo que desean es llegar a términos con el enemigo.
Durante veinte años, billones de dólares se canalizaron para la compra de conciencias, de candidatos, de resultados electorales, de decisiones de organismos y funcionarios internacionales, se compró puestos en todo nivel de las principales instituciones multilaterales, se pagaron campañas, se promovió políticas públicas y ordenamientos legales, que favorecían abierta y veladamente estos intereses oscuros… y, silenciosamente, se colocó en puestos claves a personas que estaban al servicio de estos carteles del crimen y organizaciones políticas bajo su control.
Esto pudo hacerse gracias a que se conjugaron varios factores; por una parte, la atención mundial estaba concentrada en otros asuntos, hubo mucha tolerancia debido, entre otras causas, a vinculaciones políticas y afectos ideológicos, a la debilidad de propósitos y compromisos con el orden internacional, por miedo, por impotencia, por consideraciones pragmáticas de algunos intereses corporativos y estatales… el resultado fue uno solo, se bajó la guardia sobre la defensa de la integridad, de los valores de la libertad y la democracia y se permitió, en nombre de una supuesta soberanía y autodeterminación de los pueblos, que estos antivalores y enemigos del occidente prevalecieran en algunas regiones.
El caso venezolano fue particularmente virulento, debido a su enorme capacidad de contagio hacia el mundo; por su naturaleza de país exportador de petróleo y su posición activa en los foros internacionales, el crimen organizado utilizó su disfraz de socialismo humanista para alcanzar países lejanos y utilizarlos como agencias para el lavado de dinero sucio, o como puentes para los envíos de sus productos ilícitos y actividades criminales, una fachada que por  varios lustros le sirvió a grupos violentos y terroristas para acrecentar su poder de penetración.
Cuando los países de occidente, garantes del orden y la paz mundial, tomaron cartas en el asunto, ya la perturbación que venía desde Venezuela era inocultable y estaba haciendo un daño tremendo en algunas sociedades y economías regionales; de allí una serie de medidas de control, la imposición de sanciones, la congelación de cuentas, la denuncia de ciertos personeros del gobierno, pero cuando pensábamos que se le iba a poner coto definitivo a la destrucción del país y a la amenaza contra la seguridad mundial, para nuestra sorpresa, prevaleció la tesis de la negociación con los factores criminales y el argumento de hacerlos parte de una posible transición hacia la reconstrucción y estabilización del país.
Esta posición de tolerancia hacia el crimen organizado internacional no era nueva; se estaba discutiendo en algunos escenarios políticos y se creía que era posible lograr un rescate de los gobiernos fallidos y estados fracasados involucrando a estos criminales, en la vana esperanza de que estos grupos podrían ser reconducidos para promover la estabilidad de sus sociedades, en la creencia que era de su interés lograr un mejor ambiente socioeconómico en el país, legalizar en negocios formales esos capitales manchados de sangre e, incluso, que cambiaran de actividad y legitimaran sus emprendimientos.
Esto lo trataron de hacer en Mali, Ucrania, Guatemala, Afganistán y Colombia, entre otros experimentos, sentando a los criminales, causantes del deterioro democrático y destructores de las economías sanas, en mesas de diálogos con factores formales y democráticos, para provocar acuerdos de convivencia y cohabitación, con grandes márgenes de impunidad y supuesta reinserción de los criminales en los gobiernos de transición.
Los resultados no han sido buenos; el haber construido acuerdos a espaldas de la ética y del orden jurídico han provocado el surgimiento de unos gobiernos híbridos, en los que se está obviando el orden natural de las sociedades,  sembrado estos esperpentos que han contaminado con desesperanza e inquietud a una mayoría de la población, corrompiendo lo que quedaba sano, y fomentando desaliento en la población que desea vivir en paz y en orden, del trabajo digno, de la participación pacífica y de la existencia de un estado de derecho igual para todos… pero ha sucedido todo lo contrario, el crimen ha aumentado, así como la violencia y el clima de desorden, lo único positivo, si se puede calificar de esa manera, es que se minimizaron las intervenciones militares multilaterales y el costo de tener al país bajo vigilancia mientras durara la transición.
El error fundamental en estos experimentos de inserción de las mafias en los gobiernos ha sido darle legitimación al crimen organizado, que en ninguno de los casos han renunciado a su enormes recursos económicos, que los tienen a buen resguardo, y los usan ahora para fomentar más negocios ilícitos y aumentar sus poderes políticos, que usan para cambiar la legislación y las normas y para favorecer sus actividades, que, aspiran, pronto serán lícitas, que pagan su entrada a donde antes no les era admitido su presencia por indeseables.
Los socios nacionales de estas organizaciones no son autónomos, ni pueden decidir por ellos solamente, una vez que se ingresa en estas mafias es imposible salir de ellas, y los intereses transnacionales van a continuar a pesar de lo que quieran sus asociados venezolanos, los vínculos con los carteles son para siempre, si alguien recibió dinero de estas organizaciones será su esclavo por el resto de sus días, y probablemente su familia deba responder bajo la amenaza de plomo o plata, pero el vínculo continua.
Lo que está sucediendo en Colombia, con el ascenso de narcotraficantes a posiciones dentro del Congreso, está instaurando un clima de malestar social sin precedentes, y esto ha sido el resultado de este cambio de actitud ante el crimen organizado, porque han preferido no combatirlo y hacerse socios de sus negocios, traerlos hacia las instituciones claves del país con el sólo fin de ahorrase sacrificios y costos de una lucha que había que librar o resignarse a dar la civilización por perdida… prefirieron creer en las buenas intenciones y la suerte.
Lo que quieren hacer con Venezuela va a ser mucho peor si logran una negociación con las familias involucradas en esta trampa; están creando un precedente monstruoso del cual sólo habrá mucho dolor y lágrimas al final del camino. En mi humilde opinión, los EEUU se están jugando su futuro en nuestro país, no puedo creer que el país más poderoso del planeta, el defensor histórico de las libertades y la democracia, sucumba por temor o pragmatismo a su rol de ser la última línea de defensa de la civilización occidental, y le entreguen sin pelea su espacio vital a unos facinerosos… simplemente, porque no lograron reconocer hasta cuándo una negociación funciona.    -   saulgodoy@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario