jueves, 19 de septiembre de 2019

Lo que perdimos



Es terrible ser testigos de situaciones tan vergonzosas como la protagonizada por algunos de nuestro políticos de la decadencia este pasado 16 de septiembre, no importan tanto los actores, ni la componenda, ni los discursos y declaraciones; lo terrible es lo que queda en evidencia, que nuestro país ha perdido totalmente su brújula moral, no hay rumbo en el comportamiento de nuestros hombres y mujeres públicos, ya no distinguen entre lo bueno y lo malo, tienen un revoltillo entre el interés público y sus propios intereses privados, no distinguen entre lo que es del estado y lo que es de sus partidos, a estas alturas no les importa lo que es verdad de lo que es mentira.

El problema fundamental de este autismo moral para propios y extraños, es la perdida de la confianza, no hay manera de que los venezolanos podamos salir de este atolladero sin un soporte moral e institucional de nuestros aliados, ya nuestra palabra no vale nada, no podemos garantizar siquiera nuestro propio sustento alimentario, ni estabilidad, ni orden, ni paz, mucho menos posibilidad de prosperidad económica dentro de un estado de derecho.
Hemos quedado ante la comunidad internacional como los propios irresponsables, si el mundo pudiera obviar nuestra triste existencia lo hubiera hecho, pero no pueden, estamos situados sobre uno de los sitios estratégicos más importantes, con riquezas naturales y posibilidades de crecimiento que muy pocos países tienen, nuestra situación geográfica nos convertiría en uno de los centros de distribución y de tráfico más importantes de ambos hemisferios y de ambos mundos, oriente y occidente.
Para que Venezuela pueda recuperarse debemos hacer grandes sacrificios, una vez que el chavismo haya sido extirpado, removido todas sus manifestaciones del país, se hayan sometido a sus responsables a la justicia y desmontado su aparato represor, vamos a necesitar un fiador o un club de garantes para que por un tiempo manejen ellos nuestros asuntos, entre otros, nuestra delicada deuda externa, los fondos necesarios para la reconstrucción y la crisis humanitaria que va a tardar unos años en resolverse.
Volver a rescatar nuestra credibilidad como nación, luego de décadas de incumplimientos, trampas y malas prácticas (corrupción) no es tarea de un día para otro, ser tomados de nuevo en serio, como una sociedad responsable, luego de tanto discurso vacíos y excusas banales va  a ser lo más difícil, pues necesitamos demostrarle al mundo que dejamos de ser pródigos con nuestros recursos, fanáticos con nuestra creencias y unos locos revolucionarios, nuestros anteriores socios, clientes y amigos van a requerir de pruebas, no de promesas.
Una de las cosas que no podremos asegurarle a nadie es que el chavismo estará enterrado y muerto, que no va a ver una nueva oportunidad para que resurja y vuelva hacer desastres con el país y dentro del concierto de naciones, que no va a venir de nuevo un militar bruto y fanático a tomar el país como si fuera su caja chica, o un político intoxicado de ideología a ensayar fórmulas experimentales de organización social.
La democracia venezolana ha quedado agotada, sus instituciones hay que rehacerlas y sus ciudadanos volver a aprender los usos y maneras de vivir honestamente en una comunidad global, nadie va a invertir un centavo en nuestra economía si no hay unas garantía mínimas de estabilidad en el tiempo, de orden para reactivar el desarrollo, de capacidad de respuesta si hay que volver a enfrentar los peligros que asechan a las sociedades abiertas.
El chavismo y la oposición colaboracionista pasó coleto con la reputación del país, el mundo se ha dado cuenta durante estos veinte años de desastre administrativo y político los venezolanos no somos confiables, decimos una cosa y hacemos otra, somos fáciles para cambiar lealtades, y nos gusta ponernos varios sombreros al mismo tiempo en nuestro afán por complacer a todos y embaucarlos, nuestros políticos, que es lo mismo que decir, nuestros representantes han demostrado ser gente venática e inestable en sus posturas, les encanta el relativismo, no les gusta el compromiso, “escurren el bulto” con facilidad, carecen de principios y de una moral sólida, no les gusta castigar a quienes han cometido un crimen y merecen una pena, somos muy dados a la compasión y la generosidad, que muchas veces puede ir en contra de los intereses en una negociación con terceros… en fin, nuestra fama nos antecede, débiles en la participación cívica, irracionales en las elecciones, malos pagadores, consumidores natos, pródigos con el dinero ajeno, pacifistas a ultranza, de modo que no vamos a defender lo que es nuestro en caso de peligro, menos aún, el patrimonio de inversionistas extranjeros.
La mayoría de nosotros sabemos que ese no es nuestro carácter, fundamentalmente somos gente honesta y trabajadora, con honor y palabra, que cumplimos con nuestros compromisos y que tenemos el coraje necesario para defendernos, de hecho, no sucumbimos al castrocomunismo por nuestra resistencia a la opresión, pero eso no basta, la imagen que el mundo tiene de nosotros es otra, y debemos trabajar muy duro para cambiarla, con hechos, no con discursos.
Muchos de nosotros nos sentimos capaces, de enfrentar nosotros solos, nuestro futuro inmediato, no necesitamos de chaperones ni de un policía que nos esté vigilando, y en este punto nos enfrentamos a una encrucijada, una vez que el chavismo haya sido derrotado y su sistema de mundo cancelado dentro de nuestro país, nos enfrentamos a dos vías para nuestra reconstrucción, una lenta, trabajada con sangre, sudor y lágrimas y sin ayuda de nuestros aliados, es la vía voluntarista, heroica, creyendo en nuestra soberanía y el gran destino que la historia nos tiene reservado, con un nacionalismo integral y una fe en nuestras propias reservas creativas que nos permitirá superar todas las dificultades y amenazas y dentro de unos cien o ciento cincuenta años, estar a los niveles que estábamos en desarrollo económico del año 2000.
En este escenario que es el plan de los partidos socialistas como Voluntad Popular o PJ o AD, basta que el estado tenga bajo control las empresas productoras petroleras y de otros minerales para que reanudemos nuestro modelo del monopolio estatista, planificación central, creación de grandes fondos sociales, el ideal de la gran locomotora arrastrando a todos los demás carros de la economía hacia un futuro de felicidad, orden y progreso.
Nosotros somos unos genios y todo lo podemos, no necesitamos de nadie más y creemos que todos los bancos, inversionistas y financistas se rendirán a nuestros pies, los venezolanos sí podemos.
La otra vía es la rápida, vamos a conseguirnos un socio, solvente y poderoso, que ponga no solo el dinero para la reconstrucción, las armas, la experiencia, el mercado, sino que nos administre la casa mientras nos recuperamos de la tremenda borrachera de veinte años de socialismo salvaje, mientras nos curamos de todos nuestros vicios y alucinaciones, de los golpes recibidos, de las inflamaciones de nuestro órganos internos y nos de tiempo de convalecer y aprender a ser gente de nuevo.
Y digo que es la vía rápida porque el país no se va a detener a la espera de que nuestro tratamiento funciones, no, todo lo contrario, vamos a entregar un poder para que nuestra economía la levanten en el menor tiempo posible, que paguemos nuestras obligaciones con el mundo, que pongamos la casa en orden, vamos a contratar a un administrador de buena reputación, suficientemente fuerte, solvente y hábil para que levante nuestra industria petrolera en un pestañeo, para que haga caja y el país pueda ir costeando su reconstrucción… eso cuesta dinero, mucho dinero, y eso es lo que el país va a producir a toda máquina.
El socio que escojamos se va a sentir muy bien porque estará haciendo el negocio del siglo, y nos está dando algo importantísimo de lo que carecemos, y eso se llama confianza.
Y para lograr esa confianza del mundo hacia nuestro país, vamos a tener que permitir que ese socio ponga una o dos, bases militares, con tres fines fundamentales, que sirvan de garantía para que nuestros enemigos no vuelvan a intentar una aventura y nos vuelvan a arruinar, para asegurar las inversiones de los otros socios e inversiones del mundo, sabiendo que allí hay seguridad y fuerza no dudarán en venir y apostar sus dineros, y nuestro socio se asegurará de que no suframos una nueva recaída socialista, porque admitámoslo, somos débiles, todavía hay personas creyendo en “pajaritos preñados” y en líderes mesiánicos, el socialismo es una enfermedad, como la ludopatía o el alcoholismo, podemos recaer, necesitamos alguien con nosotros que nos obligue a la abstinencia, por lo menos hasta que dos generaciones de venezolanos se hayan formado en la verdadera democracia y estén dispuestos a defenderla.
Vamos a recibir el mismo tratamiento que se le aplica al marido que le gusta violentarse en el hogar y golpear a la esposa, vamos a estar un tiempo en período de prueba, con nuestras libertades restringidas, con un tribunal administrando nuestros bienes y con la obligación de ir a sesiones de rehabilitación, debemos probarle al juez y al resto de los ciudadanos que podemos resumir nuestra vidas en normalidad y no en un espeluznante homicidio pasional.
Somos nosotros los que deberíamos aceptar nuestra debilidad y pedir la ayuda adecuada, sobre todo esto último es importante, nosotros somos los que debemos requerir de esta intervención y someternos al tratamiento que haga falta, en un acto de voluntad que nos engrandezca, no como anda hoy el pobre Juan Guaidó, creyendo a estas alturas de la historia, que el sólo puede con todo, que su partido tiene la fórmula mágica para un gobierno exitoso e incluyente del chavismo, mientras tengamos a representantes dando tan lamentables señales al mundo, dudo mucho que podamos salir de esta tragedia, la gran pregunta es ¿tenemos las bolas (los ovarios)?    -    saulgodoy@gmail.com





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