lunes, 28 de octubre de 2019

Tiempo y lenguaje




Volví a ver la película Arrival (La llegada, 2011), con la actriz Amy Adams, y Jeremy Renner y Forest Whitaker, dirigida por el mismo de Sicario, Denis Villaneuve, es una cinta de ciencia ficción y trata de la llegada a La Tierra de unos visitantes del espacio exterior, y de esta lingüista, Louise Banks, que trabajando para la Fuerza Aérea, trata de descifrar el lenguaje alienígena antes de que ambas civilizaciones entren en conflicto.
La película la recomiendo, es un poco lenta pero es una formidable puesta en escena de un problema que pronto tendremos los humanos cuando “los de allá arriba” entre en contacto con nosotros ¿Cómo nos vamos a comunicar? Un problema que ya había abarcado ese otro gran director, Steven Spillberg y otros muchos autores del género, pues el problema es fundamental, la mayoría de la gente piensa que no habrá problemas, pues una civilización superior tecnológicamente e interesado en nosotros, debería tener ese problema resuelto, una manera muy chavista de pensar… pero y si no, como muestra la película, si los sistemas de lenguaje son diametralmente diferentes, no solo vamos a necesitar un tiempo precioso en hacernos entender, sino que en el ínterin pueden surgir malos entendidos y pasar la impensable.
El asunto es que la tesis que se maneja en el film es que el lenguaje determina con mucho el sentido del tiempo en el hablante, el significado de pasado y futuro cambia de manera notable entre los lenguajes terrícolas, el tiempo significa y se percibe de una manera diferente en chino que en castellano, en inglés que en náhuatl, estos alienígenas no percibían el pasado y el futuro de manera lineal como nosotros los humanos, ellos vivían el pasado y el futuro de manera simultánea.
Cuando la doctora Banks empieza a descifrar aquella lengua, su percepción del pasado y el futuro empiezan a cambiar y se da cuenta de una tragedia personal que está empezando a desarrollarse en su vida; no se pierdan la película es interesante el manejo que se hacen de estos conceptos, y como los ponen en función de la historia que cuentan, hay una frase que resume de manera genial lo que sus creadores tratan de explicar “aprender una nueva lengua extranjera, reconfigura el cableado de tu cerebro”.
Desde hace mucho tiempo estoy dedicado a entender y a resolver varios problemas fundamentales de la vida, eventos como la muerte, la naturaleza de la realidad, el tiempo, son algunos de los enigmas que me gustaría comprender antes de abandonar este mundo, dudo que siquiera llegue a aproximarme lo suficiente para abarcarlos y plantearme las preguntas correctas, pero por lo menos me voy a ir con una buena idea sobre ellos y la convicción de que por lo menos traté de comprenderlos, hay gente a la que estos asuntos ni siquiera les quita el sueño.
Y el tiempo, como lo percibimos, lo vivimos y lo utilizamos es clave en nuestro devenir, de hecho marca de tal manera nuestras vidas que las planificamos de acuerdo a unos estimados de disponibilidad que tenemos de él, aunque nada ni nadie nos garantiza que lo tendremos, lo vivimos de diferentes maneras, no es lo mismo el tiempo cuando nos aburrimos sin tener nada que hacer, que cuando estamos en medio de un accidente de tránsito, dando vueltas de campanas en un carro, sostenidos apenas por el cinturón de seguridad y una bolsa de aire que nos ahoga, entre los golpes y el ruido.
No es el mismo tiempo el de nuestra infancia que el que tuvimos ayer reunidos con abogados e inversionistas, ni es el mismo que tienen los astronautas cuando viajan al espacio que el de los que vivimos y que no nos hemos desprendido de la fuerza de gravedad del planeta, no es el mismo tiempo el de nuestras mascotas que el de nuestros hijos, y el tiempo definitivamente cambia de cualidad a medida que envejecemos.
Y la única manera que tenemos de pensar en el tiempo, de medirlo, de administrarlo, de tratar de descubrir porque no podemos viajar al pasado o hacer un salto hacia el futuro, es a través del lenguaje, nuestra herramienta para pensar, en palabras o en números, pero es la única manera que tenemos de describirlo, porque para colmo, no sabemos de qué está hecho, no se puede ver ni tocar, lo que sabemos del tiempo lo sabemos por su paso, por sus consecuencias, por la velocidad con que ocurren o no los hechos, por las ruinas y monumentos, por la historia, por cosas que hemos escuchado de gente que ya no está aquí, por los resultados de un plan a futuro que hay que trabajarlo, lo que medimos es la duración de los eventos, no al tiempo en sí.
El profesor de lingüística e investigador, Panos Athanasopoulos, de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido, ha estado trabajando con personas bilingües como sujetos de sus estudios sobre lenguaje y tiempo, aquellos que tiene la facilidad de pasar de un lenguaje al otro sin un esfuerzo notorio, lo que llaman “switche de código”, y tomando en cuenta que cada lengua es una manera distinta de pensamiento, se concentró en la percepción del tiempo y descubrió cosas bien interesantes.
Debido a lo abstracto que resulta el concepto de tiempo, la mayoría de las lenguas en occidente hacen uso de referencias espaciales para referirse a él, el futuro está “adelante” y el pasado “atrás”, los tiempos que vienen y los que pasaron, pero para los indios Aimara del Perú la lógica cambia, el futuro está atrás y el pasado adelante, al pasado lo conocemos por lo que lo ubican adelante, como quien camina por un territorio en el que ya ha estado, por lo mismo, porque el futuro es desconocido se encuentra atrás, y es lo que marca la gestualidad Aimara, para atrás es el futuro, muy al contrario de la gestualidad occidental.
En la lengua Mandarin china, las cosas se complican, el chino actúa sobre un axis vertical y horizontal, nos dice Athanasopoulos en su artículo Language alters our experience of time (2017)

La palabra xià (abajo) se utiliza para hablar sobre eventos futuros, de modo que cuando se refieren a “la próxima semana” un hablante en Mandarín estaría diciendo, “la semana de abajo”. La palabra shàng (arriba) se usa para hablar sobre el pasado, de modo que “la semana pasada” se convierte en “la semana de arriba”. Esto afecta la manera como los observadores percibe el desenvolvimiento especial del proceso de envejecer.  En un estudio, personas bilingües en Chino-Ingles se les pidió que acomodaran fotografías de los actores Brad Pitt y Jet Li cuando jóvenes, maduros y viejos, a Brad Pitt lo ordenaron horizontalmente, de izquierda a derecha de joven a viejo. Pero el mismo grupo ordenó las fotos de Jet Li de manera vertical, empezando arriba con el joven, y el viejo en la base.

Estos pequeños cambios afectan de manera modesta nuestra percepción del tiempo, no al punto de permitirnos conocer el futuro o viajar al pasado, pero sí hay un suceso que afecta esa percepción, y que viene desde el lenguaje.
La investigadora VyVian Evans por medio de sus experimentos y observaciones ha llegado a la conclusión de que existen unos ritmos o pulsos propios de nuestro sistema nervioso, ubicados principalmente en el cerebelo y la corteza, que imponen unos límites y unas direcciones en nuestra percepción de los estímulos o sensaciones en general.
Hay una continua actividad de actualización de nuestra percepción por medio de unos intervalos temporales, en los que las informaciones que recogemos del mundo, son ubicadas en sus respectivos lugares en un marco perceptivo, a estos mecanismos se les conoce como momentos perceptivos.
Estos momentos perceptivos van desde una milésima de segundo hasta aproximadamente tres segundos, que es el mecanismo temporal en que ocurren estas actualizaciones; con el lenguaje ocurre algo parecido, hay también un ritmo que se aprecia de manera evidente en la poesía, y en todas las lenguas hay poesía, y hay cantos, cuando hablamos en lenguaje coloquial hay también ritmos que tienen su propio tiempo, lo que significa que debe existir una serie de influencias temporales que hacen que percibamos el tiempo en el mundo de una determinada manera, pero, y aquí está lo importante, toda la evidencia de estos y otros muchos experimentoas en el campo de la neurobiología y la lingüística apuntan a que la percepción del tiempo, tal y como los humanos la experimentamos, sucesiva, lineal, irreversible y con una dirección, lo estamos produciendo nosotros, entre nuestras dos orejas, viene ya preinstalado en nuestro aparato neural, el tiempo no está allá afuera, ni pertenece al universo, lo creamos nosotros.
En otros artículos discutiremos el concepto de tiempo para la física, sobre todo para la cuántica, de la que se desprenden unas muy interesantes propuestas teóricas.   -    saulgodoy@gmail.com


 



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