Dicen
sus contemporáneos que como pianista era de los mejores, reconocido en su
España natal como el “Rubinstein español” , era un virtuoso y podía interpretar
casi que cualquier género de música con una maestría sin igual, a los veinte
años de edad, un periodista británico luego de sus presentaciones en Londres
(1889) reseñó: “Registremos el éxito
prodigioso del señor Issac Albéniz, pianista de la Reina de España, quien, en
su recital en el Princes Hall ha tocado no menos de 27 obras, entre ellas dos
grandes sonatas de Beethoven y Chopin, con una maestría y expresión
absolutamente fuera de serie. El virtuosismo desplegado en la ejecución,
reflejo notable de los efectos orquestales de tres transcripciones hechas por
Brassin de Los Nibelungos de Wagner,
incluido la famosa Cabalgata de las
Valkirias, bastarían para situar a Albéniz en la primera fila de los
pianistas contemporáneos. Añadamos que diversas y muy bonitas piezas de su
propia cosecha denotan, aunque pertenecen al género ligero, el saber hacer de
un músico serio”.
No sé
cómo ha podido tomar el artista este comentario quien siempre estuvo atrapado
en el dilema de ser un gran intérprete del piano, que lo fue en vida, o un
compositor de valía, como fue reconocido luego de su temprana muerte, y que
varias veces en su carrera provocó serios disgusto entre el maestro y su
público.
Lo
que sí podemos decir es que Isaac Albéniz (1860-1909) es una de las figuras
fundamentales de la música española, y pieza clave en el movimiento romántico
europeo.
Pero
fue este genio catalán igualmente culpable de desmeritar su propia obra, aunque
siempre la trabajó con denuedo e invirtió tiempo y estudios en construir sus
partituras, algunas de una finísima tesitura que más bien parecen obra de un
orfebre, se refería a ellas como “porqueriitas” y les daba poco valor, de hecho
una cantidad respetable de obras para piano de su autoría, se perdieron en su
juventud de aventurero y viajero incansable.
Pero
de igual manera, la figura de Albéniz como compositor y uno de los pioneros en
formalizar la música española, de incorporar los elementos locales y
folclóricos íberos como parte del lenguaje musical, de la misma forma que las
rapsodias son parte importante de la música húngara, las mazurcas laten en el corazón
musical polaco, los leader importan para los austríacos y las dumkas para los
de Bohemia, Albéniz incorporaba lo que le venía de naturaleza, las habaneras,
la zarzuela, los oratorios, los cantos andaluces, los madrigales, los fandangos
y las jotas, que para su buena suerte, contaba con una muy buena voz y gustaba
cantar, algo que le ayudaría en sus trabajos para el teatro y los musicales
ingleses en los que trabajó, y para su incursión como empresario de la zarzuela
en España.
Llegados
a este punto es necesario hacer un “flashback” como dicen en el cine,
retrotraernos a su infancia para comprender un poco mejor la vida de este genio
musical; nació en 1860 en la provincia de Gerona, Cataluña, el mismo año que
nació Mahler y que Norteamérica enfrentaba la Guerra de Secesión.
Su padre
trabajaba para el gobierno y que dada la precocidad de su hijo para la música,
le dedicó tiempo para presentarlo en locales públicos, su debut musical fue más
temprano que el de Mozart, a los cuatro años de edad dio su primer concierto
ante el asombro de un público, que buscaba detrás del escenario el pianista que
tocaba por el niño, no podían creer tal habilidad de parte de la criatura.
A los
siete, iba a ser admitido en el Conservatorio de París, pero el famoso
incidente de arrojar una pelota en contra de uno de los vitrales del
establecimiento mientras jugaba, le costó posponer su entrada por dos años.
Estudia
en Barcelona y luego en Madrid bajo la tutela de los maestros Mensizábal y
Ajero, con quienes empieza a desarrollarse técnicamente, a los diez años y
debido a una falta de su parte que generó un reclamo a su familia, aborda un
tren como polizonte y escapa, sin rumbo; en el tren conoce al Alcalde de El
Escorial a quien le dice que su familia es muy pobre, y él, con su arte, quiere
ayudarlos financieramente, el funcionario se apiada del muchacho y le organiza
una presentación en el Casino, que fue todo un éxito junto al organista de la
Capilla Real, que no salía de su asombro con el habilidoso muchacho, con dinero
en el bolsillo lo montan en un tren y lo devuelven a Madrid, pero vuelve a
escapar.
Convertido
de repente en su propio empresario realiza presentaciones en cafés, pequeños
teatros, ferias, ganándose su propio sostén y ahorrando algo de dinero, toca en
Ávila, en Peñaranda de Bracamonte, en Salamanca donde unos salteadores de
camino lo roban, parte de nuevo desde cero y sigue su tour por Valladolid,
Palencia, León. Logroño, Zaragoza, Barcelona y en Burgos, donde luego de varias
semanas, finalmente lo agarran, su padre había leído de sus andanzas por el
periódico y le pidió a un amigo que lo retuviera y se lo llevara a casa.
Pero
ya con el sabor de la aventura en la boca, y explotando su increíble capacidad
para la improvisación vuelve al poco tiempo a escapar, y esta vez, la emprende
hacia Andalucía la tierra que lo embrujaría para siempre, en Cádiz el joven
prodigio pone nerviosa a la policía y antes de que pudieran atraparlo, se embarca
en un buque con destino a América, su intención era llegar a Puerto Rico y
luego dirigirse a Cuba, ambas eran todavía colonias españolas, de nuevo iba de
polizón, tuvo la suerte que en el barco había un piano y se ganaba sus propinas
por entretener al pasaje, pero fue descubierto y lo desembarcaron en Buenos
Aires.
Su
biógrafo André Gauthier nos relata:
Por desgracia, también nos faltan
detalles de este viaje, mucho menos novelesco que el precedente, y que haría
las delicias de la pequeña historia, la anecdótica. A los doce años, perdido en
la soledad de un país lejano, en donde el paquetito de recomendaciones
resultaba prácticamente ineficaz, Albéniz conoció probablemente días crueles.
La vida musical en Buenos Aires estaba todavía en sus primeros balbuceos y
pocos establecimientos públicos poseían un piano. Fácilmente imaginamos las
dificultades con que podía tropezar la modesta ambición del niño prodigio de
hacerse oir, aunque fuese por un puñado de consumidores a la hora del
aperitivo. No obstante fue allí donde un compatriota suyo le descubriría,
simpatizando con él hasta el punto de ayudarle a organizar conciertos en el
Uruguay y en el Brasil.
De vuelta a España, el padre le impone un riguroso
plan de trabajo que lo obliga a ocupar todo su tiempo, la situación política
había favorecido al jefe de la familia quien tenía planes de llevarse a su hijo
a La Habana una vez que saliera su nombramiento como inspector general de
Aduanas.
Cuando cumple los quince años Albéniz decide irse a
probar suerte en los EEUU, esta vez el padre le permite viajar solo, sabía que
era inútil detenerlo, contaba con quince años cuando desembarca en New York en
1874, se lleva el chasco de su vida, un adolecente que toca Schumann y Liszt en
los cafés de Gothan no es nada especial, se requiere de mucho más para llamar
la atención y competir, de modo que no tiene otra opción que unirse a un troupe
de vodevil y tocar dándole la espalda al piano, o cruzando los brazos sobre el
teclado y hasta saliendo al escenario disfrazado, y tuvo que recurrir a otros
trabajos como el de cargar equipajes y hacer encomiendas, pero nada de esto lo
desanimaba, se fue hasta San Francisco donde pudo, por fin, ofrecer un recital,
pero a pesar del trabajo pesado y a veces absurdo, regresaba a Europa con una
buena cantidad de dólares en los bolsillos.
En esta siguiente etapa de su vida, sigue dando
conciertos por Europa pero decide establecerse en Leipzig en Alemania para
estudiar en su conservatorio bajo la tutela de Karl Reinecke y Salomon Jadassohn
quienes le enseñaron los principios de instrumentación y composición
desarrollados por el gran maestro Hauptmann, se le acaban los dólares y regresa
a España ya convencido que nada más tenía que aprender sobre el piano y que
había llegado el momento de componer, de poner por escrito sus ideas y
sentimientos, aunque le quedaba un sueño que no había cumplido, conocer y
estudiar con el maestro Franz Liszt.
Durante buena parte de su juventud compuso piezas
para piano, muy poco de ese trabajo ha llegado hasta nosotros, pero ahora tenía
las herramientas y la seguridad de poder lograr un trabajo mucho más
profesional y desarrolla una intensa actividad de búsqueda de su propia voz.
Empezó a aceptar alumnos en su mayor parte de la
nobleza madrileña, consiguió una bolsa de estudio de manos del secretario del
rey Alfonso XII, el conde Murphy, volvió a viajar a los EEUU esta vez como
pianista del Teatro Lírico belga en el verano de 1878, ganó un primer premio
por su ejecución al piano en Bruselas, otorgado por los tres mejores pianistas
de Europa para el momento, Rubinstein, Planté y
Hans Von Bülow.
Con el dinero ganado y una carta de recomendación
del rey, fue en pos de su gran sueño, conocer a Liszt, con tal propósito viajó
a Hungría y el 15 de agosto de 1880 es recibido por el maestro sexagenario,
convertido en un austero sacerdote, consultor de los grandes compositores del
mundo, conversaron largamente y le pidió al joven que improvisara algo de su
tierra en el piano, y sabiendo que el maestro era un avezado interprete
conocedor de todos los trucos del instrumento, prefirió entregarse a sus
exploraciones del alma española, al terminar Liszt le habló de la importancia
del nacionalismo, del espíritu vivencial de la tierra.
Cuando regresa a España tiene el gusanito de
búsqueda del espíritu nacional y hace una inmersión profunda en la zarzuela, y
tiene la fortuna de conocer a Felipe Pedrell, uno de los motores fundamentales
de lo que sería La Escuela Española,
teórico cultural de la españolidad en la música, incansable luchador y promotor
de la música autóctona entre los nuevos compositores.
Para sostenerse acepta escribir las partituras para
unas operas del banquero inglés Francis Money-Coutts, quien quería incursionar
en el teatro, desde París le pone la música a los libretos de su patrón y salen
al estreno Henry Cliffort, Pepita Jiménez
y Merlín con mediano éxito.
Debemos explicar que para aquella época los
pianistas de todo el mundo buscaban piezas españolas que se hacían populares
por su novedosa técnica, su ritmo, las extrañas coloraturas que impregnaban sus
temas y las piezas de Albéniz, reunían todo eso, la historiadora de la música
Ann Livermore lo explica en su obra Historia
de la Música Española (1972):
La reputación de Albéniz quedó
consolidada bajo las manos de muchos pianistas, que hallaron en España de los
primeros tiempos en sus Cantos de España,
Danzas Españolas, Recuerdos de Viaje, Obras para Piano, las dos Suites Españolas, Piezas Características,
España, Recuerdos de España y la apoteosis de su deseo y búsqueda
incansable, plasmada en su Iberia,
que siguió una trayectoria creciente en pos de la liberación con sus piezas
para orquesta Rapsodia Catalana, La Vega,
Azulejos y Navarra. El primer
cuaderno de Iberia, Evocación, El Puerto
y Corpus en Sevilla apareció en 1906,
el segundo y tercero Triana, Almería,
Rondeña, El Albaicín, El Polo y Lavapies
en 1907-1908, Málaga, Jeréz y Eritaña, en 1909. En unos cuantos meses
Albéniz, que había estado enfermo por algún tiempo, empeoró y abandonó París.
Pasó los últimos días de su vida en Cambo, lugar melancólico cercano a tierras
vascas, en donde halló no pocas amistades. La obra de Claude Debussy Iberia apareció en 1907, poco después de
la publicación en 1906 del primer cuaderno de la Iberia de Albéniz.
Hubo siempre un una incomprensión y cierto rechazo
de los españoles hacia este compositor, y siendo de un carácter sensible, éste
sentía el abismo que lo separaba de su patria, razón por la cual la última
parte de su vida lo hizo en un autoexilio en París, justo en el momento en que
los grandes músicos del modernismo hacían vida allí, Albéniz conoció y
compartió con Cesar Franck, con Claude Debussy, tenía amistad con Saint-Säens,
con Falla, con Gabriel Fauré, Paul Dukas, Vicent d’Indy y tantos otros que le
visitaban y compartían veladas musicales. Ya enfermo, con graves dolencias del
corazón tuvo la oportunidad de ver publicada Iberia, su muy personal y espectacular despedida a la España de sus
recuerdos. - saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario