Hoy
vamos a sumergirnos en aguas turbias, en un tema que constantemente es referido
a la política pero que se hace muy difícil de entender, primeramente porque
nadie sabe lo que realmente significa aunque es de uso común, es un
calificativo que se intercambia como moneda corriente en el debate político, a
veces como insulto, otras como bandera de las mayorías, el populismo es una de
esas palabras que sirve para todo y enrarece todo intento de comunicación.
Según la Enciclopedia Británica (2010) populismo
es: “Programa o movimiento político que se constituye en adalid de las
personas comunes y corrientes, habitualmente en contraste con las elites. El
populismo suele combinar elementos de la IZQUIERDA y
de la DERECHA ; se opone a los grandes intereses
económicos y financieros pero también, frecuentemente, es hostil a los partidos
obreros y socialistas establecidos. En EE.UU., el término se aplicó al programa
del movimiento populista de la década de 1890.”
En el libro Reflexiones sobre el poder popular
(2007), copilado por Miguel Mazzeo y Fernando Stratta, surgen varias acepciones,
todas ellas desde el campo de la izquierda, siempre desde lo popular… Dicen en la introducción de esta reunión de ensayos
que: “…podemos identificar entonces un
modo populista y un modo popular de la intervención política popular. Para no
confundir, denominaremos al segundo modo socialista. Pero aclaramos que, en
sentido estricto se trata de modalidades con proyección socialistas…en el caso
del populismo se instituye un conflicto falso o de segundo orden, o un
conflicto cuya -¿politicidad?- termina siendo velada, preservando la armonía de
fondo y la reproducción del sistema… concibe al pueblo como sujeto pre-político
y recurre al esencialismo o a las articulaciones meramente discursivas.”
Aparte de estar
muy mal escrito, lo que esta ristra de palabras supuestamente científicas
quieren decir, es que los socialistas y los populistas son ambos socialistas,
pero los populistas son más complacientes con el sistema que los socialistas,
es decir, quieren caerle bien y complacer tanto a las élites como “al pueblo”.
En cambio que
para el historiador argentino Omar Acha, en su escrito Poder Popular y Socialismo desde abajo, el populismo fue: “…una forma democrática de integración social de las clases populares y
de refiguración de la relación entre economía y Estado después de la crisis
política de 1929 (en Argentina). Para lograrlo los líderes populistas apelaron
al nacionalismo y a cierto igualitarismo, que para algunas vertientes de
izquierda constituían- como “segunda independencia”- el inicio de un camino
que, más adelante y superando al propio populismo, realizaría sus promesas
plebeyas para transformarse en socialismo. Las condiciones históricas de esa
política ya no existen. Baste pensar en que fue la promesa de - construir una
burguesía nacional- que hizo el presidente Kirchner apenas asumió su mandato.”
Se entiende de
esta lectura que los programas “progresistas” de Néstor Kirchner y Luís Ignacio
Lula da Silva eran populistas porque fueron concebidos en una lógica que baja
desde el Estado, pero que Evo Morales y Chávez eran diferentes, es decir, no
eran populistas, porque contaban con el respaldo de las mayorías populares
desde un inicio y estos líderes sólo articulaban la voluntad popular.
La verdad sea
dicha, se confunden objetivos con medios, y peor aún, popularidad, con voluntad
política, creo que ni los bolivianos ni los venezolanos estaban en capacidad de
comprender el verdadero contenido de los programas de ambos candidatos, primero
porque nunca fueron explicados, segundo porque para el momento de sus victorias
electorales no estaban debidamente desarrollados.
Lo que yo sí
creo es que en el populismo, y Chávez y Evo eran unos populistas de profesión,
se dieron a la tarea de hacer promesas falsas, a engañar a la gente con
ofrecimientos que sabían jamás cumplirían, con posiciones, valores y principios
que traicionarían a la primera oportunidad, una vez que estuvieran en el poder,
que efectivamente, su interés era ganar corazones y voluntades para su
victoria, pero que estaba cantado, que tan pronto asumieran el poder, muchos de
aquellos que les brindaron su favor, sería demolidos por sus intereses de
conformar una nueva élite de poder y empezaran a satisfacer los deseos de las
masas hambreadas y excluidas.
El populismo es
efectivamente una estrategia política mas no un programa político, el populismo
no se puede sostener eternamente, empezando porque consume demasiada energía y
esfuerzo, no hay país que resista un plan populista a largo plazo, empezando
porque las relaciones de poder, de clase, los intereses, las necesidades y las
formas de producción y mercados empiezan
a variar de manera acelerada.
Quitarle a los
que tienen para darle a los que no, es una medida populista, crear alternativas
de producción y nuevas relaciones entre consumidores, otro que el libre mercado es un programa socialista, el populismo puede
servirle como herramienta al socialismo, pero va a llegar un momento en que
debe desarrollar otras actividades y sectores, aún dentro del estatismo, para
que pueda haber cierta sensación de progreso en la sociedad.
En el
interesante artículo de Jan-Werner Muller, Capitalismo en una familia (2016), en la que analiza porque cree
que Donald Trump es un populista, nos dice cuando se pregunta por lo que define
a un populista los siguiente: “Los
populistas alegan que ellos, y sólo ellos, pueden hablar por lo que definen, la
gente de verdad o la silenciosa mayoría. Este alegato a un monopolio moral por
la representación tiene dos consecuencias negativas para la democracia. Los populistas acusan a los contendientes
políticos de ser ilegítimos. Pero no hablan en términos de estar de acuerdo o
no sobre sus políticas, que en democracia es la naturaleza misma del accionar
político- de presentar al elector con opciones y no solo discutir si están
capacitados, al contrario lo llevan todo al plano personal, sus oponentes
tienen que ser unos pillos y embaucadores. Trump es extremo en este sentido
pero no excepcional. Lo inusual en este sentido era que sus seguidores tomaban
muy en serio, casi literalmente, estos asaltos sobre la persona de Hillary
Clinton. No eran los cantos del auditorio – Enciérrala tras las rejas- pero el
hecho, por ejemplo, que las encuestadoras registraron en el estado de Florida, 40%
de los seguidores de Trump estaban de acuerdo en que Clinton era un demonio… La
segunda consecuencia es que el populismo fomenta el anti-pluralismo, ya que
quienes no apoyan al populista o no comparte su visión de quien es la gente de
verdad, pues se excluyen del concepto de pueblo… pasó en Inglaterra durante el
Brexit, cuando Nigel Farage dijo que la victoria del refrendo fue la victoria
de la gente de verdad, quería evidenciar que el 48% de los que votaron en
contra de la salida de la Unión Europea no eran gente, ni siquiera auténticos
británicos.”
Es interesante
hacer notar que para el escritor Jan-Werner Muller, ni Clinton ni Obama aparecen
en su lista corta de políticos con estilo populista, lo que indica claramente
donde reposan sus simpatías, pero ambas figuras del partido Demócrata se
distinguen, en sus formas de hacer política, como mucho más populistas que
socialistas, que se dice de ellos, es su verdadera naturaleza.
El populismo
está muy ligado a aquellas personalidades que son estrella en los medios de
comunicación de masa, que acaparan abundante centimetraje en la prensa escrita
y los ratings de sintonía de medios electrónicos, pueden ser artistas
incursionando en la política, o empresarios, como Berlusconi, con su actitud de
disgusto en contra del Estado siendo el mayor propietario de medios de
comunicación privados de su país.
Juan Perón fue
un buen ejemplo, un militar de alta visibilidad en las esferas del poder que hasta
se buscó a su Evita (una artista profesional) para mantener el poder en familia,
Chávez se comportaba más como una estrella del beisbol que como un golpista
ante los medios, Trump era una personalidad de la televisión por propio derecho,
antes de su carrera política, los venezolanos podríamos hacernos la pregunta de
algunos de nuestros políticos ¿Es Maduro un populista o un tocador de conga, o
un pésimo bailarín de salsa? ¿Lo es Julio Borges, el juez mediático y su combo
de Primero Justicia? ¿Lo es Chúo Torrealba, el defensor de los pobres barrio
adentro?
El principal
propósito del populismo es capturar la atención de las masas y esto lo hace con
ofrecimientos fantásticos y poco realistas, no dicen nunca como lo van a
lograr, pero lo prometen, una vez capturada la atención de su público, los
separa del resto, les atribuye condiciones únicas de la que los otros
ciudadanos carecen, los hace sentir especiales y porque comparten sus ideas, los
integra como el pueblo elegido.
El populismo de
acuerdo a la experiencia mundial es costoso, engañoso y mueve pasiones más que
inteligencia, parecieran una serie de trucos retóricos que funcionan en
escenarios de promesas vacías e impactos publicitarios, sirve para muchas cosas
y es igual de útil para la derecha como para la izquierda, lo importante es en
lo que deriva, una vez que el impulso populista se agota y a veces, lo que
viene, es oscuro, violento y opresor. -
saulgodoy@gmail.com
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