La apreciación de arte es una actividad fundamental en el ser humano, forma parte de ese paquete que llamamos “felicidad” o sea, conforma uno de los fines que justifican una vida bien vivida; apreciar el buen arte, disfrutarlo, comprenderlo y hacerlo parte de nuestro entorno está considerado como uno de los placeres fundamentales que le dan justificación a nuestro esfuerzo y sacrificio de trabajar “con el sudor de nuestra frente”.
Y
apreciar el arte es fundamentalmente una actividad racional, el llegar a la
conclusión de que un concierto, obra de teatro, un buen libro, una película o
un cuadro nos gusta, pasa por una evaluación de la experiencia, donde se
conjuga una serie diversa de criterios que concluyen en un juicio de valor,
pero para ello debemos primero tener un conocimiento previo de estos objetos de
nuestra valoración.
Hay
que adquirirlos o pagar para estar expuesto a ellos; hay que informarnos para
tener una opinión educada; hay que pensarlos, discutirlos, analizarlos, lo que
es precisamente una de las actividades sociales más reconfortantes; ir al cine
con amigos y discutir luego sobre el film es una actividad enriquecedora y
divertida, y que puede ser muy interesante, a medida que estos criterios se hacen
más profundos. Hay personas que se sienten tan movidas por la experiencia
estética que son capaces de invertir grandes sumas de dinero para ser parte de
ellas, y así entramos en el mundo de los coleccionistas y patrones del arte.
El arte
nos hace humanos y, mientras mejor formados estemos sobre lo que nos gusta,
derivaremos mayor placer y satisfacciones; en este punto intervienen los
críticos de arte, que son profesionales con una formación académica y que,
supuestamente y debido a su continua exposición a las obras de arte y a los
artistas, son personas que no sólo han desarrollado un conocimiento técnico
sobre las artes sino que, quizás lo más importante, tienen buen gusto.
Para
tener buen gusto hay que exponerse al arte de manera continua, sobre todo en
los aspectos estéticos, hay características de una obra de arte que no son
fáciles de aprehender, que son tan elusivos y dependen de una apreciación más
sensible que lo intelectual, cosas como el balance, la intención, la atmósfera,
el sentimiento… que trascienden el conocer de la historia de la obra, o de las
técnicas empleadas.
Para el
filósofo F. Sibley las características estéticas de una obra no pueden ser
inferidas de su carácter no-estético, es decir, hay valores en una fuga de Bach,
por ejemplo, que trascienden la forma y
la técnica de una partitura, o de la ejecución de un instrumentista o de la
manera como fue dirigida, tanto en el conjunto como en los detalles hay un
carácter que trasciende las formas y se eleva sobre las partes, y hay que tener
cierta sensibilidad y conocimiento no sólo para captarla sino, más importante
todavía, para articularlo en palabras.
Los
críticos de arte, los buenos, son una guía indispensable en entender y examinar
esos valores estéticos; educan al público para una mejor percepción de las
obras, descubren para el neófito caminos que se deben transitar para
desarrollar el buen gusto.
La apreciación estética es altamente valorada; en
palabras de Matthew Kieran, en su artículo Conocimiento
estético (2011): “Nos gusta la
apreciación estética por sí misma porque pensamos que involucrándonos con el
arte cultivaremos nuestras mentes de manera de tener una mejor comprensión de
nuestro mundo. La embrujadora elegancia de una pintura o un diseño puede ser
absorbente por derecho propio, pero a medida en que el trabajo se hace
expresivo, profundo o nos pone a pensar, potencia nuestro entendimiento. Las obras de Shakespeare serían mucho menos
importantes si no expresaran y exploraran esos aspectos fundamentales de la
naturaleza humana de la manera como lo hacen.”
Una cosa es la intención del artista con su obra, lo
que quería lograr, otra el efecto real que ésta produce en el público; a veces
coinciden, otras no, en ese extremo de la apreciación artística se encuentra el
crítico de arte, del lado de nuestra época, intereses, tendencias; el crítico
educa al público, lo orienta, le explica lo que debemos buscar, lo que está
bien y lo que está mal, si una obra alcanzó sus metas o quedó corta, si un
artista es un maestro o un aprendiz a brujo, el crítico inclina la balanza en
los valores del arte, en sus cotizaciones, en los mercados, da fama o arruina
carreras, mueve al público a las galerías y museos.
Un buen crítico es un árbitro de excepción en las competidas
variantes artísticas. Los críticos son especialistas en sus áreas; como lo
pudiera ser un cirujano cardiovascular, el que sabe de cine, sabe de cine, el
que critica música entiende de música… no son artistas, ni productores, ni
compositores, pero tienen un olfato altamente desarrollado, como los catadores
de vino, saben cuando un caldo es superior a otros y porqué, detectan el genio
cuando lo ven, saben cuando hay trampa y fraude, pueden explicar lo que otros
no, de allí su valor.
Por supuesto, como en todas las profesiones, hay
grados de excelencia y mucho farsante; no son pocas las veces que hemos leído
críticas aburridas, insulsas, a veces incomprensibles debido al oscuro lenguaje
en que están escritas… también nos encontramos con “snobs”, personajes que se creen
los árbitros del buen gusto y pretenden dictar pauta porque tienen buenos
padrinos que los apoyan, con estos individuos la que pierde es la cultura, se
hace vulgar, se retrasa.
Al final de todo este esfuerzo se encuentra el gran
público, la gente, quienes son los que finalmente deciden si un crítico tenía o
no la razón, y a medida que un público se cultiva, se hace más exigente y
refinado, por lo que los críticos deben elevar sus estándares, que a su vez
exigen más de sus artistas y gana la cultura.
Afortunadamente, en Venezuela hemos tenido, más por
suerte que por designio, una serie de brillantes críticos de arte; estos
terribles y oscuros años de revolución no han evitado que contemos con pocos,
pero muy finos, críticos de arte, cuya oficiosidad nos afina en criterios y
gusto y que, en algún momento, será reconocida. -
saulgodoy@gmail.com
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