Uno de los libros fundamentales para comprender el arte y que toda biblioteca especializada debería tener es Arte y Ciencia (1986) del autor catalán Lluis Racionero, una verdadera joya de erudición en la que nos retrata el fenómeno creativo, en sus dos expresiones fundamentales, arte y ciencia, en contra del telón de la historia.
Racionero
empieza por descartar toda idea de progreso, dice: “En la evolución de la creatividad no existen progresos sino cambios de
propósitos; el hombre tantea a ciegas para asegurar su improbable supervivencia. Sólo en el camino hacia la libertad es
indiscutible el progreso de la creatividad.
En la creatividad el hombre realiza sus aptitudes potenciales y se
expresa en libertad; paralelamente, la libertad es el marco necesario para el
despliegue- sin trabas ni censuras- de la creatividad.”
Y se
hace la pregunta del millón de dólares: “¿Qué
otra finalidad podrían tener la política, la economía, la cultura, si no la de
proporcionar el marco adecuado para que la creatividad, realizadora del hombre,
germine?”
La
creatividad es construir nuevas relaciones con elementos preexistentes, no
significa crear de la nada, no somos dioses, conectamos los puntos que ya están
dados y que tenemos delante de nosotros.
El escritor y filósofo español Lluis Racionero |
Sigue
explicando Racionero: “Si una conexión
tal se expresa mediante una forma, y dicha forma causa emoción en el
espectador, diremos que se trata de arte; si la conexión se formaliza a través
de un lenguaje simbólico y genera conocimiento, diremos que se trata de
ciencia. Arte y ciencia son dos
modalidades dialécticas del proceso creativo.”
Y
durante todo su libro Racionero nos muestra como el arte y la ciencia
interactúan de manera estrecha, explicando con sendos ejemplos de literatura,
pintura, escultura, cine como la realidad que nos descubre la ciencia influyen
de manera determinante en los estilos, temas, movimientos y experimentos en las
artes y como estos, a su vez, influyen a los científicos en sus búsquedas por
resolver los misterios del universo, proporcionándoles posibilidades
impensadas, puertas secretas, relaciones imposibles y derroteros inexplorados.
Nos
explica como en los grandes momentos de la civilización humana, las artes y las
ciencias estaban estrechamente relacionadas, al punto que convergían en una
misma persona, escuela u orden, el artista y el científico.
¿Cuántas
conexiones no se hicieron entre elementos de la tabla periódica durante la
ensoñación de un químico escuchando a Mozart? ¿Cómo explicar la furia de mil
soles explotando sin tener que recurrir a un poema hindú, tal como lo hizo el
físico nuclear Oppenheimer? ¿Qué mejor forma de explicar la teoría del caos que
con una pintura de Jackson Pollock, o entender el flujo de conciencia que
leyendo a Joyce?
Cuando
Racionero nos explica el arte del siglo XX nos pasea por los avances en el
psicoanálisis, principalmente en el descubrimiento del inconsciente, igualmente
nos remite a la teoría de la relatividad de Einstein, a la física cuántica, de
esas nociones se desprendieron una serie de manifestaciones artísticas como el
surrealismo y el cubismo, la música atonal, arte y ciencia bailaban un tango
apretado, era un juego de espejos.
Pero
de pronto se encuentra en ascuas con los movimientos vanguardistas que miran
hacia el nuevo milenio, para el escritor como para mucha gente es un arte
incomprensible, Racionero lo explica diciendo que nos encontramos en una atapa
intermedia, de cambios, que el arte se encuentra sumido en medio de
experimentos, de propuestas y tentativas que todavía no cuajan.
Para
que un vigoroso movimiento artístico sea reconocido debe ser popular, tiene que
emocionar al público porque si no hace, simplemente quedará como una rareza,
algo incompleto, como lo es precisamente la música atonal o el nouveau roman, que no pasaron de ser “curiosidades”
para diletantes o especialistas, jamás llegaron a calar en el gusto del gran
público y ser parte de la cultura popular.
El
panorama actual del arte se complica debido, entre otros cosas, porque los cánones
estéticos ya no existen, no hay reglas de oro, todo el mundo trabaja como le da
la gana bajo esa única norma que obliga “porque necesito expresarme”, de allí
que exista tanto arte de pacotilla, sin sentido, sin estímulo y hasta vulgar.
¿Cómo
juzgar al arte contemporáneo? ¿Cómo valorarlo? Porque de hecho hay un mercado
del arte funcionando, donde se cotizan obras por cantidades astronómicas, donde
hay artista que son superestrellas y reciben el trato de celebridades,
Racionero nos descubre los mecanismo que en su opinión están moviendo el
mercado del arte mundial, un complejo entramado de grupos financieros,
galeristas, críticos de arte, medios de comunicación y publicistas que
controlan los valores del arte actual.
Lo
que le queda a la gente realmente interesada en descubrir el verdadero arte
dentro de este alud de propuestas, estilos y movimientos artísticos es recurrir
a las herramientas críticas existentes, que para suerte o penuria de muchos
observadores interesados, se trata de una inmensa panoplia de escuelas que han
desarrollado sus instrumentos a un alto grado de sofisticación.
Y es
aquí donde la ciencia y el arte se vuelven a dar la mano, pues según Racionero
: “Las numerosas maneras de establecer
criterios para criticar obras de arte están sistematizadas en algunos tratados
para las artes plásticas y la teoría estética en general, E.F Carrit de Oxford
o Bosanquet han resumido los diversos enfoques: teorías moralistas-hedonistas
de Platón, Tolstoy y Ruskin, teorías realistas de Aristóteles y la Ilustración,
teorías intelectuales de Kant, Coleridge y Hegel, teorías emocionalistas de
Schopenhauer y Nietzsche, teoría expresionista de Croce, teoría de la empatía
de Lipps, gestalismo de Khöler…” En
teoría crítica para la literatura hay otro montón, al igual que en cine,
fotografía, y en artes menores como podría ser el arte gourmet (de la buena
mesa) hay otro lote de corrientes críticas.
Racionero
pone la lupa sobre dos corrientes críticas muy populares en la actualidad y que
son usadas con mucho rigor por algunos “expertos” que son, la teoría semiótica de Humberto Eco, y la teoría matemática de la comunicación de
Shanon y Weaber, ambas en extremo complicadas, analíticas y que según Racionero
se pierden en el laberinto de sus formulaciones sin ayudarnos a entender lo que
verdaderamente mueve al arte.
Para
quienes desean obtener un panorama del arte hoy, éste libro de Lluis Racionero
es de gran ayuda, lo recomiendo. - saulgodoy@gmail.com
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