Hay personas que se crecen en el momento de las
adversidades, que sorpresivamente dan lo mejor de sí en las situacioness más
difíciles, creo que el presidente de los Estados Unidos, el Sr. Donald Trump es
uno de ellos; no sólo está acostumbrado a los retos, de variadas naturaleza y
de manera continua, sino que prevalece sobre la gran mayoría de ellos a fuerza
de su experiencia, inteligencia y voluntad.
Quien le haya seguido sus pasos por el mundo empresarial
no podrá negar de que el hombre es de pelea, no cede, no se rinde, logra sus
fines; en política, lo mismo, ganó su primer término en la presidencia en
contra de todo pronóstico, sobrellevando cada uno de los obstáculos que se le
presentaron, siendo un “outsider”, sin mayor experiencia en el arte de gobernar
que la de capitanear sus empresas, pero hay un rasgo en su personalidad que lo
separa del resto de sus contendores, le gusta que lo reten, le atraen los
desafíos y resolverlos a su favor.
Su presidencia ha sido controversial por decir lo menos,
su estilo no se le parece a ninguno de los anteriores presidentes, su visión y
compromiso con la idea de una Norteamérica grande, libre y próspera es
contagiosa a pesar de las críticas y reclamos a su comportamiento, a las cosas
que dice y como las dice; indudablemente en el mundo de lo políticamente
correcto, Trump es como un elefante en una cristalería, y no es que sea una
persona ruda o falta de civilidad, simplemente es la manera como se maneja en
el complejo mundo de sus decisiones, en la realidad que le ha tocado vivir.
Cada segundo, cada minuto debe estar tomando posición
frente a los eventos, debe discriminar entre un enorme cúmulo de factores,
opiniones, personas, crisis y afectos, y lo hace por el primer medio a su
disposición, en una rueda de prensa, en una convención, en un discurso, por
twitter o por teléfono, puede parecer impulsivo, que a veces lo es, sigue su
instinto, el mismo que le ha permitido sobrevivir y triunfar en la jungla,
igual, se mete en problemas, es mal entendido o no se explica bien, pero jamás
se detiene, su vivencia es un presente que va construyendo y modificando a
medida que avanza, si hay que pedir excusas o rectificar, lo hará, es claro que
como buen gerente corregirá las equivocaciones y perfeccionará algunas
políticas que no hayan madurado, todo es cuestión de afinar resultados… pero
como buen perfeccionista, no tiene la paciencia para aceptar lo que está hecho
a medias o por salir del paso, exige resultados y punto.
Pero es un líder, eso nadie lo discute, arrastra,
convence, concierta y cierra negociación tras negociación, con uniones de
países, con naciones, con minorías, con empresas, con individuos, con amigos y
enemigos, la gente que lo ve en su día a día, pudiera obtener una imagen errada
de su persona si le hace caso a los medios y las opiniones de los que están en
su contra, pudieran hacerse la idea de que es alguien autoritario, egoísta, de
mal carácter pero el hombre más poderoso del mundo tiene muy claras su prioridades,
sabe hacer equipo, escucha a sus asesores, que son legión (sobre todo mujeres),
inspira respeto, sabe compartir los problemas y los triunfos de los demás,
entiende la angustia de su pueblo y porque está en constante movimiento,
visitándolos, rodeándose de ellos, lo principal nunca se les escapa, todos
estamos luchando por tener una vida decente y digna, todos queremos compartir
una idea de pertenencia y grandeza, aun los que vivimos fuera de las fronteras
de ese gran país.
Sus enemigos y contrarios se han ensañado en su contra de
una manera descarnada y abiertamente hostil, principalmente los pertenecientes
al partido demócrata y especialmente los miembros de la academia izquierdista
radical, tomemos el caso del columnista del periódico Washington Post, E.J.
Dionne, quien acaba de publicar un libro titulado Código Rojo: Como Progresistas y Moderados pueden unirse para salvar
nuestro país (2020), que se ha distinguido por su particular ferocidad en
contra de Trump y sus seguidores.
Este libro supuestamente se trata de un llamado a la
concordia de sectores políticos enfrentados y cuyo objetivo debe ser derrotar a
Trump quien es caracterizado como una amenaza, pero en una entrevista que le
hizo la Harvard Gazette el 18 del presente mes, empieza diciendo lo siguiente: “Escribí este libro no sólo porque Donald
Trump es un presidente con el difiero de manera clara, no simplemente es un
presidente que dice cosas terribles y trata a otra gente, particularmente gente
vulnerable, muy mal. Lo escribí porque creo que Trump representa, especialmente
si es reelecto, una amenaza a los valores democráticos básicos e incluso al
estado de derecho. Y pienso que la intervención el pasado mes del Fiscal
General William Barr, en el caso de Roger Stone, que provocó la renuncia de los
abogados del caso en protesta por la decisión de Barr, que refleja la
politización de la justicia que es uno de los primeros pasos en la ruta hacia
el autoritarismo.”
Este tipo de opinión sesgada, aun tratando de aparecer
convivencial y amistosa, es el típico ataque que los medios de comunicación
controlados por la izquierda norteamericana, dispara en contra de su propio
presidente, el mismo a quien tuvieron en contra de la pared bajo la amenaza de
un proceso de impeachment para despojarlo
de su investidura presidencial, los mismos que lo han denunciado de confabular
con los rusos para manipular las elecciones, quienes lo acusan de misógino,
racista, supremacista.
Por cierto, William Barr es el mismo funcionario quien
tomó la decisión de ofrecer recompensa por Nicolás Maduro Moros bajo cargos de
narcoterrorismo, y quien ha tenido el valor de actuar frente a las tribus
judiciales que se han venido conformando en el sector de la justicia
norteamericana, tribus de jueces, fiscales y magistrados que obedecen
ciegamente a las directrices partidistas de los demócratas y que han corrompido
al sistema judicial.
Esto tiene una explicación, desde el gobierno del
presidente Carter, pasando por los de Clinton y Obama, el partido demócrata ha
estado sembrando a toda la administración pública nacional y estatal con
personas leales al partido, ha estado haciéndole “favores” a una serie de
personajes que comulgan ciegamente con la ideología socialista y que obedecen
al instante a las órdenes de los líderes de esa izquierda totalitaria que
quisieron imponer el Obamacare y el
cambio de patrón energético en los EEUU, trataron, pero no pudieron por que las preferencias de los norteamericanos
dio un vuelco y eligieron a Donald Trump.
Los demócratas andan pidiendo sangre porque Trump se
atrevió a descubrirles el juego de poder que manejaban con sus adeptos
estratégicamente colocados en los grandes medios de comunicación, entre los
ambientalistas, en las cortes, en los órganos de seguridad, en los gobiernos
locales y gobernaciones, la idea era que llegara quien llegara al poder en
Washington iba a tener que negociar con los progresistas comunistas una alianza
de gobernabilidad, es decir, hacer lo que ellos querían.
Los comunistas tienen a su disposición una enorme red de
instituciones, sobre todo en el área de la educación media y universitaria
desde donde imparten las líneas estratégicas para terminar con la enorme
popularidad de Donald Trump, en un principio despreciaban ese electorado al que
se referían como rednecks y
campesinos sin educación, trabajadores de braga azul y toda la “basura blanca”
que despreciaban en el sur, eso fue un gran error que ahora tratan de
rectificar con posiciones como la de E.J. Dionne.
La estrategia demócrata ha cambiado, ahora tratan de
rescatar para la izquierda a ese gran sector de los moderados, que no están
incluídos en sus bandas de radicales que están en contra de la libertad de
portar armas, que vociferan a favor de los derechos de los inmigrantes como la
organización United We Dream, que
están dispuestos a quemar la pradera a favor del cambio climático, como la
gente de Sunrise Movement quienes
tienen en la figura de Trump como un destructor ambiental, el problema es que
no pueden ocultar a sus propios extremistas como Bernie Sanders, y que quiere
hacer de los EEUU una nueva Cuba, más grande y más triste, y que junto a todas
esas mujeres fundamentalistas que andan buscando incautos para sumarlos a su
bando.
Esa gran segmentación que hicieron del público electoral
en donde ubican a las grandes minorías, hispanos, negros, asiáticos, feministas
pro-aborto, los gay y transgénero, indígenas, entre otros, con sus promesas
reformistas y de igualdad, lo que han logrado es todo lo contrario a la idea de
igualdad que promocionan en sus reuniones y marchas, han dividido a la sociedad
para doblegarla por sectores.
Pero la figura de Trump les trancó el juego, no sólo les
ha impedido avanzar, sino que les está desmontando pieza por pieza su
estrategia de dominación en los EEUU, de allí sus ataques tan desesperados, y
ahora con la pandemia del coronavirus chino, están tratando de inyectarle miedo
y desconfianza al trabajo del presidente, proyectarlo como culpable de la
enorme crisis en que pudiera resultar esta nueva peste en el mundo.
Y aquí viene la parte que me importa destacar en este
breve artículo, la estrategia de comunicación que los demócratas están
utilizando para tratar de derrotar a los republicanos.
Se trata de la vieja estratagema comunista leninista de
derrumbar toda referencia de realidad en la mente de los votantes, porque el
segundo término de la administración Trump se va a decidir en las mesas de
votación, no en la campaña, por primera vez en la historia de la humanidad se
está dando una verdadera guerra en el campo de lo simbólico, del lenguaje y de
las imágenes, están intentando cambiar nuestra percepción de la realidad
torciéndola de manera tal que no se sabe cuál es el revés y cual el derecho
como la cinta de mobius.
Me explico: Los medios de comunicación, los voceros de donde
proviene la información sobre la campaña acusa y destruye la integridad del
oponente, cuando es a su vez atacada y acusada de ofrecer información de
guerra, se defiende acusando al agresor de querer destruir su integridad
comunicacional, es decir, se defienden alegando que el contrario miente y que
lo que busca es quebrar su credibilidad como medio de comunicación, fundamental
para que la gente esté informada de la verdad, y lo hace tratando de demostrar
que lo que viene del bando contrario son Fake News, es decir, mentiras
especialmente elaboradas como si fueran verdad de modo que cualquier ataque en
su contra son pruebas de más mentiras que se parecen a la verdad,
estableciéndose una cinta sinfín de información que nadie sabe que es mentira y
que es verdad.
El resultado: el votante, el público, no sabe que creer,
el precio a pagar es alto, los medios de comunicación se suicidan, arruinando
su credibilidad, los candidatos todos son vilificados, el clima electoral se ve
adulterado, la confianza se pone en entredicho y en ese ambiente de caos y
contradicciones triunfa el que se hace víctima, el que da más lástima.
Esa es la imagen que quieren dar los demócratas, quieren
victimizarse, están tratando de despertar en el público norteamericano ese
sentimiento de solidaridad hacia los más débiles y desafortunados, quieren
ganar dando lástima, no importa que estén utilizando todo ese arsenal de guerra
informática por e-mails, de Farm Trolls, de bots, de robots, de micro
propaganda, de censura por exceso de información, al cual se han acostumbrado
para destruir al adversario.
Ellos, los comunistas, están tratando desesperadamente de
destruir la imagen del presidente Trump y para hacerlo, recurren a poner en
entredicho todo el discurso con el que describimos la realidad,
están utilizando herramientas del postmodernismo, del neomarxismo relativizando
nuestra capacidad de comunicación, vean éste ejemplo que tomo de una
publicación de la izquierda norteamericana llamado Mother Earth, dice así:
Sin
ninguna sorpresa, Trump está empleando todo el poder que tiene en alimentar por
Twitter los ataques a los medios de comunicación durante la epidemia del
coronavirus. Horas antes de iniciar su campaña de
no-crean-en-lo-que-dicen-los-e-mails, él twitió: “Los medios de los fakes news
y sus socios el Partido Demócrata, están haciendo todo lo posible en su
semi-considerable poder (antes era mucho mayor) para incendiar la situación del
CoronaVirus, más allá de los hechos. Más tarde, ese mismo día él insistió en
que era por culpa de los fake news
que la bolsa se había desplomado (que no era una respuesta a la crisis)… El
largo asedio de Trump a la prensa siempre ha sido cuestionable… Trump y su
campaña ha optado por embasurar y destruir a las organizaciones necesarias para
mantener al público informado acerca de una emergencia nacional que tiene el
potencial de convertirse en un desastre nacional.
La estrategia es clara,
descubiertos en su juego maligno de desinformación y ataque al gobierno
legítimo de los EEUU, algunos medios prefieren suicidarse inmolándose en la
hoguera de una supuesta defensa al derecho de la información, atribuyéndole a
su contrario sus propios pecados y faltas.
El presidente Trump tiene
varias ventajas en todo este ambiente enrarecido en donde los representantes
del Partido Demócrata todavía no han podido armar una coalición creíble que le haga
frente en las elecciones, la primera, su incansable labor en hacer un buen
gobierno con hechos y logros que pueden ser constatados en la realidad.
Segundo, su respaldo en un
Partido Republicano fortalecido y con todos sus recursos y profesionalismo encausado
en constituir un gobierno que le dé respuestas efectivas a la gente, no importan
las circunstancias, tercero, Trump no está sólo, tiene uno de los equipos de
estado y de asesores mejores preparados que se hayan visto en la Casa Blanca y
en el Congreso en toda la historia de ese país, y cuarto, pero no menos
importante, cuenta con el apoyo y la confianza de la mayoría del pueblo de
Norteamérica quienes en este momento de emergencia mundial, saben que cuentan
con un líder fogueado en las crisis y como resolverlas de la mejor manera para
sus intereses, que es principalmente hacer a Los EEUU, de nuevo, un gran
país. - saulgodoy@gmail.com
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