Hay verdades que son tan obvias y de una enormidad tan
descomunal que no pueden ocultarse así se utilice la retórica más convincente y
la propaganda más intensa, aquella máxima goebbeliana de la propaganda nazi que
postulaba: “una mentira dicha mil veces
se convierte en verdad”, indudablemente tiene sus límites, su efectividad
se diluye no sólo en el tiempo, sino que las propiedades de adherencia que
tienen estas engañifas prefabricadas en las mentes del público, se pierden, y
los memes caen al piso como hojas secas.
Llegó un momento en que la cancillería del Tercer Reich
ya no pudo sostener que sus intenciones para con sus vecinos europeos eran
pacíficas y de respeto al principio de la no intervención; cuando sus tropas se
movilizaron y tomaron la Renania, en 1936, aquel movimiento ha debido encender
las alarmas en Europa, pero la propaganda manejada por Goebbels y los mismos
discursos del Führer, que enmascaraba sus planes de ocupación de lo que él
llamaba, “su espacio vital”,
adormecieron a los líderes democráticos, quienes dieron fe a las mentiras
elaboradas por aquel aparato de propaganda, que pagaba editoriales en las
primeras páginas de los diarios del mundo, que hacía traducir las arengas
pacifistas de Hitler, que utilizaba a periodistas para que mostraran una
Alemania dedicada a sus asuntos internos y a la concordia.
Ni siquiera cuando se anexaron Austria y Checoslovaquia
despertaron alguna inquietud, y cuando hubo la invasión a Polonia y, poco
después, a Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Finlandia, ya era muy tarde, la
Segunda Guerra Mundial había comenzado.
Lo mismo ha estado sucediendo en Latinoamérica con los
gobiernos, primero de Chávez y luego de Maduro; el socialismo del siglo XXI,
que ha cabalgado encima de un prodigioso aparato de propaganda mundial,
predicando paz, amor, solidaridad y democracia revolucionaria, le permitió al
comunismo internacional, sobre todo al castrocomunismo, avanzar en el
continente Americano casi sin ninguna oposición, pero esta vez, y aquí llamo la
atención, con la concurrencia de las mafias criminales del narcotráfico, el
terrorismo fundamentalista, enemigo de occidente, y la guerrilla armada más
extremista de la región.
Casi que celebrándolo, el mundo asistió al asalto y la
demolición de la democracia en Venezuela, considerándolo un asunto local sin
mayores consecuencias, pero igual que una pandemia de coranavirus, el
socialismo del siglo XXI penetró profundamente en toda Latinoamérica y el
Caribe, contagió a los EEUU y Canadá, llegó a Europa y tomó por asalto a
España, contagió a Italia y a Francia, contagió a Suráfrica y mutó en el Medio
Oriente entre las facciones extremistas islámicas; logró con éxito posicionarse
en puestos claves en las principales organizaciones multilaterales en la región
y en muchas oficinas importantes de instituciones mundiales, sobre todo en el
tema de derechos humanos, donde sabían, estaba su talón de Aquiles.
Esto demuestra que la propaganda engañosa, cuya intención
es substituir la realidad por una versión interesada y tendenciosa de la misma,
sigue funcionando… hasta un punto, y ese punto es cuando la verdad es tan
pesada e incontrovertible, que la propaganda deja de ser eficaz, e incluso,
contraproducente hacia los intereses que la promueven, como es el caso del
chavismo.
Ya es muy tarde para Venezuela, Nicaragua, Cuba, México y,
si los descuidamos, para Colombia y Chile, donde el socialismo del siglo XXI
sigue cobrando víctimas y promoviendo desmanes; España tiene la fortuna de que
aún tiene una derecha fuerte y en alerta, pero para los que lamentablemente se
han contagiado y están en desahucio, la intervención tiene que ser heroica y
definitiva.
Es lo que está sucediendo con las medidas tomadas por el
Departamento de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica contra Maduro y
su pandilla de malhechores; le puso precio a sus cabezas y los busca para
llevarlos a la justicia, y están siendo fundamentalmente acusados de dos
crímenes que la sociedad norteamericana no perdona, que les inunden el país con
drogas para dañar a su juventud, y que utilicen su aparato económico para
corromperlo con dinero sucio.
Y esto fue lo que hicieron los narcotraficantes del
Cartel de Los Soles, una banda de militares en conchupancia con la guerrilla
colombiana, para llevar drogas a los EEUU y blanquear esos capitales, producto
del crimen en inversiones y cuentas millonarias en instituciones
norteamericanas, una organización de delincuentes asociados al alto gobierno de
Venezuela, que utilizó todos los privilegios diplomáticos y las empresas
petroleras y comerciales de la nación, para traficar con sustancias ilícitas y
peligrosas.
Estuvieron todos estos años atacando a la potencia
económico y militar más grande del mundo, día tras día, insultando su estilo de
vida y gobierno, burlándose de sus principios y valores, despreciando a sus
líderes, haciéndole daño a su pueblo, creyendo que porque eran socialistas y
pertenecían a los revolucionarios del mundo iban a salir impunes de sus actos…
Es un hecho que, a través del tiempo, los órganos de
seguridad de las principales naciones del mundo civilizado han ido capturando,
investigando y desmontando algunas de esas conexiones y actividades criminales
que funcionan como transnacionales, y que, gracias a la corrupción, el chantaje
y el asesinato, han logrado infiltrar otros gobiernos e instituciones que les
sirven de mampara, creando una red de alcances mundiales.
Cuando el crimen se asocia a los gobiernos, o peor,
cuando el crimen se hace gobierno, se convierte en una animal muy peligroso
para la paz y el orden mundial; es verdaderamente lamentable, y da pena ajena,
como una institución como las Fuerzas Armadas Nacionales de Venezuela se
transformó en un reducto de hampones ocultos tras los uniformes, los símbolos, la
tradición y las armas de nuestro país; se trata de criminales que son capaces
de violar, torturar y secuestrar a ciudadanos nacionales y extranjeros con el
fin de proteger sus bastardos intereses.
Pero esto ha ocurrido a todo nivel, en nuestros círculos
diplomáticos, en nuestras empresas petroleras, en nuestro sistema educativo, en
nuestras industrias y comercio, en los partidos políticos, en el sistema
financiero, en nuestros órganos de seguridad y documentación… todo nuestro
aparato estatal y una buena parte de nuestro sector privado está podrido por la
corrupción, el peor daño que el chavismo le ha propinado al país no fue
arruinarlo económicamente, sino haberlo envenenado en su moral.
Nos encontramos entonces en una etapa muy difícil y peligrosa
de esta sangrienta y penosa historia; Venezuela aún cuenta con una reserva
moral, que no se ha doblegado ni bajado la cabeza ante las ofertas de traición
a nuestra civilidad, pero muchos de los políticos de la mal llamada oposición
venezolana han cohabitado y ayudado a que esta situación se haya prolongado más
de lo necesario y soportable; esos políticos y sus partidos se enfrentan ahora
al terrible dilema de tener que deslindarse de quienes fueron sus socios y para
quienes hacían el llamado a entregarnos en las manos de este cartel de narcoterroristas
para que nos gobernaran, pero ahora se les ataruga la lengua buscando las
excusas.
La verdad prevalece, ahora con todo su peso, los
expedientes de la DEA y de los demás órganos de investigación norteamericanos
están soportados por pruebas recabadas durante años de paciente investigación,
y lo que dicen esos expedientes está reflejado en la realidad venezolana, pero
ahora desnudos y en la mira pública; los implicados siguen mintiendo, utilizan
ese aparato de propaganda para tratar de disimular lo que es obvio, para
ideologizar el tema y buscar salidas por la tangente… ahora veremos cómo van a
querer seguir arropándose con la bandera nacional, llamándose patriotas,
diciendo que ellos son la verdadera Venezuela, descalificando a sus acusadores
y elaborando excusas, señalamientos, traiciones, delaciones, vamos a presenciar
el derrumbe de un régimen fétido y violento sostenido por un inmenso engaño.
Visto de esta manera, que es la única manera de ver
nuestra realidad, ya no tenemos gobierno, no hay instituciones, sino un grupo
de criminales aterrorizados y sus bandas armadas haciéndose pasar por
revolucionarios atrapados y dispuestos al sacrificio máximo, por unos ideales
que se resumen en trapos costosos, colonias, relojes, carros, licores, cuentas
bancarias llenas de dinero ensangrentado, mansiones y apartamentos de lujo,
yates y putas prepago… todo a costa de la vida de millones de venezolanos, que
han perdido sus existencias en la miseria, la enfermedad y la violencia más
inmerecida de que se tenga memoria.
Apoyar a estos criminales, asociarse con ellos, es
simplemente repugnante. Creo, en lo personal, que a nuestro país le ha llegado
la hora de la verdad, de las decisiones que hacen a los seres humanos ser lo
que son, entes libres, racionales y principalmente con ética, capaces de
embarcarse en posiciones trascendentales que los diferencien del barro y del
limo del cual vinimos.
Venezuela encara una verdad que todos conocíamos desde
hace mucho tiempo y sobre la cual nos hacíamos “los chinos”, nuestro país se
había convertido en la cueva del cuento de Alí Babá y los Cuarenta Ladrones;
ahora que los tenemos identificados, con sus fotos rodando por el mundo y
buscados con recompensas por su captura ¿Qué vamos hacer? -
saulgodoy@gmail.com
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