Nota: Publico esta reseña que
apareció en algunos medios hace un tiempo, lo reproduzco porque la decisión de
Simonovis de hacer una huelga de hambre es ya su despedida de nosotros, su
ejemplo es la de un hombre de honor que se ha negado de todas las maneras de
bajar la cabeza ante el tirano, y si sucede lo que todos tememos, no habrá
ningún chavista sobre la faz de la tierra que pueda salvar su responsabilidad
sobre este sacrificio por la libertad.
Si algo le queda de humanidad a este régimen de torturadores, liberen a
Simonovis o llevarán la marca de Caín en sus frentes hasta el fin de los
tiempos.
Conozco
personas que, cuando están pasando por un mal momento, piensan en la situación
del preso político Iván Simonovis y toman fuerzas para sobrellevar sus
penurias, “Simonovis está peor que yo y
allí está, guapeando”. A su familia,
a su esposa e hijas, el pueblo las tiene por heroínas, ejemplos de la mujer
venezolana ante la adversidad. El proceso judicial, que se le sigue a este
ciudadano venezolano, representa lo más perverso y grotesco del proceso revolucionario
bolivariano; no hay día que pase que esta víctima del socialismo rojo rojito
nos recuerde la verdadera naturaleza del régimen, retando cualquier impostura y
engaño de los que se llaman a sí mismos cristianos y humanistas.
Este
caso desafía cualquier intento de comprender el término crueldad, pues no hay
ningún justificativo para seguir torturando hasta la muerte a un ser humano, a
una persona enferma, que en nada puede significar peligro o riesgo para el
gobierno de Maduro, es tal el grado de depravación en que se encuentra el alto
gobierno con respecto a este hombre, que juegan a pasarse la bola unos a otros,
con comentarios que dicen mucho de sus bajezas, excusándose ante una supuesta
“separación de poderes”, acusando a la oposición de maniobra política por pedir
clemencia, y Maduro, quien tendría en sus manos el poder de perdonarlo, con un
indulto, se va a Cuba a pedirle a Fidel permiso y regresa con la orden de
dejarlo preso, a manera de ejemplo, para que no le pase por la mente a ningún
venezolano la idea de sacar a los cubanos de Venezuela.
De
lo que no se dan cuenta Fidel, en sus últimos días de vida, ni Maduro, ni el
PSUV, es que ya hace mucho tiempo el supuesto ejemplo del preso político
enterrado vivo en una prisión, dejó de hacer el efecto intimidatorio que una
vez se propusieron, ahora actúa de manera contraria, es tan cobarde y absurdo
tener a Somonovis preso que se está alimentando en la población un odio social
hacia sus torturadores, extendiéndose a todos los que simpatizan o colaboran
con este régimen, que exhibe de manera tan obscena el cuerpo que se apaga de un
verdadero mártir, porque su voluntad está intacta, sigue siendo un opositor,
sigue creyendo en la democracia, sigue siendo un venezolano libre, quizás el
más libre de todos nosotros.
Pareciera
ser que Maduro quisiera competir con su predecesor en el poder. Chávez dejó
morir al agricultor Franklin Brito, en un episodio absurdo de brutalidad
militar contra el clamor por la justicia; Maduro quiere en su sala un trofeo
más grande y significativo, a pesar de sus ínfulas budistas de su creencia en
los karmas, quiere la sangre de Simonovis en sus manos, creyendo que, con este
ritual de sufrimiento y muerte, va a poder gobernar bajo los signos del terror.
Craso
error. Simonovis no es emblema de la justicia socialista, ese profesional del
orden público se está convirtiendo en la bandera y símbolo de la resistencia,
su nombre y figura es razón de lucha, su estatura como padre de familia, como
ciudadano, como ejemplo del temple de los venezolanos ante las dificultades lo
están transformando en blasón de la libertad.
Mientras
más días pasen sin que sea liberado, mientras más vejámenes se le haga a su
familia, amigos, abogados y dolientes, mayor serán las ganas del 90% de los
venezolanos de acabar, de una vez por todas, con esa patraña de sistema de
justicia que se nos ha impuesto. El nombre de Simonovis está en todos los
informes de violaciones de derechos humanos en todas las oficinas
presidenciales del mundo, lo tiene el Papa en su orden del día, lo tienen
pendiente los tribunales de justicia internacional, lo tenemos cada uno de
nosotros, los verdaderos venezolanos, grabado en nuestros corazones; en nuestro
país no puede haber navidad feliz mientras los Simonovis se encuentren en esta
situación inhumana.
Toda
la propaganda del régimen, para tratar de demostrar las muertes y los crímenes
que le atribuyen a este oficial de la policía, se han caído por falsas e
inconsistentes; todos esos abusos de poder, negación del debido proceso, trampas
y falsos testimonios que prepararon con la maldad como norte, se han vuelto
humo, lo que queda ahora son los nombres de sus jueces, fiscales y captores, los
mismos que le aplicaron la pena máxima a este hombre inocente, y son los que
van a responder, en algún momento, por sus crímenes.
Todo
ese aparato de medicina legal que se ha montado, de médicos cómplices de los
verdugos, que niegan una y otra vez la debida asistencia a un paciente grave,
quedará como ejemplo de la burda y vacía alma de sus torturadores; todo ese
manejo administrativo por parte de los cuerpos de seguridad, sus traslados a
tribunales, el teatro del horror en que convirtieron su juicio, su estada entre
las mazmorras del SEBIN, porque son tan abyectos, que todavía hoy pretenden
asustarnos con el caso de Simonovis con el supuesto mesaje a la oposición de
que “esto les pasará si no nos besan los pies a Maduro”.
Lo
que ha demostrado el chavismo con este repudiable acto es que algo no está bien
en su psique colectiva, que hay patrones de un enorme desajuste
socio-patológico de esos hombres y mujeres que todavía apoyan este acto de
barbarie, que tratan de justificar entre los delgadísimos límites de la
legalidad, queriendo darle un significado político justo y hasta humanitario
(porque no lo desaparecen, como antes – dicen - los desaparecían a ellos cuando
caían en manos de la policía), toda una argumentación que trata de engañar a
los más imbéciles, poniéndose ellos como víctimas cuando en realidad son los
victimarios.
Y
a Simonovis, a su esposa Bony, a sus hijas, mis respetos y solidaridad, a sus
abogados, que han demostrado un valor y un profesionalismo fuera de serie, mi admiración;
no estoy tranquilo, ningún venezolano debe estarlo mientras se mantenga esta
situación que atenaza el corazón de esta patria.
Liberen
a Simonovis, dejen de poner leña debajo de sus propias piras, la justicia
terrenal está alerta, la divina está a la espera, el karma que ya tienen que
pagar los condena igualmente y es demasiado pesado para seguir agregando
maldades. – saulgodoy@gmail.com
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