Los chavista tienen una visión de la agricultura excesivamente romántica y fuera de la realidad, empezando por asumir, sin razón que lo soporte, que el campesino venezolano es un ecologista, y que la agricultura, es una actividad que no produce daños al ambiente.
He
escuchado las charlas de inducción de funcionarios del Ministerio del Ambiente
a jóvenes en edad escolar y jamás advierten sobre los riesgos de una
agricultura sin control, de las malas prácticas de cultivo que no respetan las
limitaciones de los suelos, no mencionaban los problemas del uso indiscriminado
de fertilizantes, plaguicidas y herbicidas (aunque hay ciertos cultivos y áreas
del país donde sin estos químicos la agricultura es imposible, pero ya este
problema fue erradicado pues no se consiguen los productos desde que el estado
se hizo cargo de su distribución), de la posible contaminación de las aguas,
del problema de la desertificación, del uso intensivo de la maquinaria agrícola
(tampoco se consigue las maquinarias), del no respetar los ciclos de siembra y
recolección, del problema de los incendios, de la deforestación indiscriminada,
del abuso de la tierra sin dejarla descansar.
La
agricultura es vital en la producción de alimentos que sustenta la vida humana,
no menos cierto es que dicha producción es parte de un complejo intercambio
energético con el medio ambiente que es regido por las leyes de la
termodinámica, lo que significa que sembrar, criar animales, cosechar los
productos del campo tienen un costo ambiental y energético, hay un agotamiento
de recursos que va involucrado en la actividad, principalmente en nutrientes
del suelo y en el uso del agua.
Para
empezar, en el lugar donde se va a preparar la tierra con fines agrícolas, se
debe despejar de las especies vegetales autóctonas del lugar, esto implica
deforestar, limpiar para luego preparar la tierra, romperla con el arado,
preparar los surcos de siembra, luego se acostumbra fortalecer el suelo con
fertilizantes, complementar los nutrientes con químicos, cuyos residuos y
subproductos penetran el suelo y con la lluvia alcanzan los acuíferos
contaminándolos.
El
agua que se usa para la agricultura invariablemente se degrada y su disposición
final, al menos que se recicle con un proceso de tratamiento, queda
definitivamente inservible para el uso humano, el consumo de agua limpia para
la agricultura es enorme, de cada diez litros que gasta cada hombre en el
planeta, siete son para la agricultura.
La
recomendación de variar las cosechas en un lote de tierra productiva no es en
vano, diferentes especies consumen diversos nutrientes de la tierra, el maíz
necesita componentes orgánicos diferentes al sorgo, el café absorbe distintos
minerales que la naranja, si un cultivo se hace permanente en un lugar consume
con mayor rapidez los recursos del suelo que si hay rotación de cultivos, de
igual forma, a la tierra hay que dejarla descansar, que se recupere, para que
no pierda su valor productivo.
La
física juega un papel importante, la inclinación de los terrenos cultivables es
clave, sembrar en terrenos de mucha pendiente aceleran los procesos de erosión
por el viento y las lluvias, técnicas como hacer terrazas siempre ayuda pero,
inevitablemente las laderas de las montañas perderán sus puntos de apoyo y en
algún momento cederán, por ello es importante obedecer las regulaciones sobre
las pendientes permitidas para la agricultura.
Hay
buenas y malas prácticas en el uso de la tierra, hay técnicas y conocimiento
suficiente para alargar la vida de las tierras cultivables, siempre conscientes
que la agricultura intensiva terminará por agotar los suelos y finalmente no
producirán, la agricultura y la ganadería son de las principales causas de los
procesos de desertificación en el planeta.
Lo
que ha sucedido con la agricultura en Venezuela durante esta mal llamada
revolución socialista, fue la promoción, por parte del estado, de las peores
practicas posibles en el manejo de la tierra, esa situación se multiplicó en
todo el país, la terrible tradición de la agricultura de conuco fue reeditada y
aplicada indiscriminadamente, las mejores tierras agrícolas del país fueron
entregadas a colectivos ignorantes de la agricultura a mediana y gran escala,
hatos en plena producción, a cuyos legítimos dueños les tomó décadas fundar y
hacer productivos, fueron llevados a la ruina en cuestión de semanas.
Todo
empezó por el irrespeto a la propiedad privada, esa ola de expropiaciones,
ocupaciones y simples robos de predios productivos por parte del estado
socialista, le propinó un duro golpe a nuestra agricultura tradicional, pero
también fue la inseguridad jurídica que se propició para hacer un reparto
“equitativo” de las tierras, que terminó en ocupantes y supuestos campesinos
que no tenían ni la menor idea de cómo se manejaba una siembra de papa.
Esta
guerra al latifundismo tal y como la propaganda comunista la promueve, fue la
peor excusa para meter en un solo saco a los grandes propietarios de tierras
productivas del país, sin ninguna otra consideración que el tamaño de los
fundos, obviando que en nuestro país, sólo con grandes extensiones de tierras
es posible una agricultura sustentable sobre todo en la ganadería y agricultura
extensiva cuya necesidad viene dictada por los rubros a producir, condiciones
medioambientales y costo por hectárea.
Bosques
protegidos y reservas naturales fueron pasadas por el hacha y el machete para
parcelarlas, se destruyeron hectáreas de sistemas de riego, se desecaron
lagunas y ríos, se incendiaron vastos cañaverales en plena producción y sabanas
de pastos para la cría extensiva, se cambiaron las vocaciones de las tierras
por sembradíos que las empobrecieron, la contaminación y la destrucción fue
lugar común en esta fiebre del comunismo agrario. Tal vendaval de calamidades
afectó de igual manera la ganadería, la pesca, la agroindustria, todo lo que el
estado tocaba lo convertía en empresas quebradas y en cierres por falta de
financiamiento y atención al sector.
El
resultado lo tenemos a la vista, un país más pobre y desabastecido, la seguridad
alimentaria enterrada junto a las toneladas de alimentos podridos que se
tuvieron que importar y se importan, una agricultura arrasada y sin futuro a
corto y mediano plazo.
Nuestras
penurias se multiplicaron al aparecer el fantasma de la inflación desbocada,
nuestros problemas monetarios y de cambio afectaron de manera profunda nuestra
capacidad de compra de bastimentos en el extranjero, el desabastecimiento se
hizo crónico y la calidad de los productos que entran por nuestros puertos para
el consumo, apenas rayan en lo apto para el consumo humano.
Las
fuentes de financiamiento, seguros y garantías para la actividad agrícola se
redujeron a su mínima expresión, tampoco se cuidaron los mercados, las vías de
comunicación, los almacenes en frío, la cadena de silos y graneros se
convirtieron prontamente en ruinas inservibles, los arrime de cosechas a los
puntos de recepción de las grandes empresas procesadoras empezaron a
desaparecer a medida que las políticas económicas interventoras y reguladoras
impidieron el negocio.
Lo
que hizo Chávez y su movimiento político con nuestra agricultura es
imperdonable, porque fueron advertidos, pero no escucharon, embriagados por el
mesianismo y el voluntarismo se creyeron capaces, en su ignorancia, de
declararse ambientalistas y parte de la revolución verde, solo para entregarnos
un país degradado y con gravísimos problemas ecológicos.
Maduro
parece no haber aprendido la lección, si bien se han dado casos de colectivos
que han sido exitosos en la actividad agrícola a pequeña y mediana escala, son
insignificantes ante las necesidades del país, se sigue manteniendo una
terrible política de puertos, los insumos agrícolas están en manos de una mafia
bolivariana que trafica con ellos en su propio beneficio, no existen programas
serios de acompañamiento técnico ni supervisión con los créditos agrícolas, se
desmantelaron centros de investigaciones y experimentación agrícolas, bancos de
semillas, procesadoras de semen para razas vacunas, eso sí, se gasta dinero en
promocionar la agricultura familiar, el nuevo nombre para el conuco, que está
comprobado, no resuelven nuestros graves problemas alimentarios.
Quizás
lo más ha impactado nuestra capacidad de auto sustentación alimentaria haya
sido el desmontaje de los mercados naturales de nuestra economía agrícola,
principalmente esa insolente e inoperante manía del estado socialista de querer
regular los precios de los productos por medio de esos listados de “precios
justos”, que lo que ha hecho ha sido hacer inviable la producción de alimentos.
La
gran lección de estos años de abuso es que, una actividad tan importante y
vital como la agricultura, mal hecha y peor entendida puede convertirse en
cuchillo para nuestra garganta, recuperarnos va a costar mucho tiempo, trabajo
y hambre... si es que logramos
sacudirnos al socialismo. – saulgodoy@gmail.com
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