domingo, 27 de julio de 2014

Carta pública a Leopoldo López


No nos conocemos personalmente y quisiera hacerlo para presentarte mi respeto y admiración por tu valiente posición ante este régimen oprobioso y anti-democrático.
Hay que tener “cojones” para entregarse en manos de estos demonios, que no conocen la palabra humanidad, con el fin de demostrarle a los venezolanos, de enseñarnos, que las dictaduras se enfrentan con valor y que estos chavistas, en el fondo, son todos unos cobardes, sin ideas ni argumentos, y que la única forma  que tienen de enfrentar a una oposición democrática y libre, es asesinándola o poniéndola presa.
Aunque ya muchos conocíamos de las bajezas y mentiras de este socialismo bolivariano del siglo XXI, fue con tu injusta prisión y el posterior proceso judicial que te siguen, como ha quedado en evidencia, ante tus conciudadanos y el mundo, que toda esa gente inscrita en el partido del gobierno, el PSUV, son todos unos criminales, unos por acción y la gran mayoría por omisión, porque esos chavistas de carnet, que pretenden pasar como inocentes ante el abuso y el crimen de sus líderes, son cómplices ante Dios y la ley por su silencio encubridor, son co-autores de cada ilícito que en sus nombres perpetran contra la nación.
Y aquí quiero hacer una reflexión contigo, un análisis político de lo que nos está sucediendo y, principalmente, de lo que debe estar pasando por tu mente en ese encierro obligado, en tu celda de castigo por ser un hombre libre y un ciudadano que ama a su país; porque aún cuando tu caso es extremo y físicamente exigente, la mayor parte de nosotros, fuera de los muros de tu prisión, estamos igualmente presos por esos energúmenos que han tomado el país y lo han convertido en un inmenso campo de concentración.
Aquí afuera todos estamos sometidos a la condición de enemigos del régimen, los únicos que medio respiran con cierta libertad son los chavistas; pero aún así, todos, sin excepción, estamos jugando a una lotería de la muerte, solamente aquí en Caracas se rifan 300 números todas las semanas, y a quien le toque, irremediablemente, muere en manos del hampa y la violencia, muchas veces de manera atroz, esto si no tienes la mala suerte de contraer una enfermedad grave o sufrir un accidente de consideración, pues seguro falleces por desahucio, pues en el país no hay manera de atender esas eventualidades.
Este país de pesadilla, con su injusta escasez de los bienes y servicios más básicos, con una inflación creciente que devora no sólo los sueldos y entradas de cualquier familia, sino que erosiona de manera continua su seguridad, la paz en el hogar y hasta el amor entre sus miembros, es la receta que esos comunistas nos aplicaron para complacer sus fantasías y utopías de izquierda.
Y discúlpame si no te gusta escuchar mi reclamo, que tengo más de quince años haciendo a viva voz, en cada escrito y en cada oportunidad que tengo, la situación que vive Venezuela tiene una sola causa, su raíz se encuentra en esa detestable e inhumana ideología socialista.
De hecho, tú estás preso porque tus verdugos, tus jueces y fiscales, los que te pusieron tras las rejas y que continuamente te torturan, se excusan tras ese pensamiento de izquierda.
Sé que vienes, por tus condiciones familiares, culturales y sociales, de personas honestas y trabajadoras, que compartían ese ideario de los socialdemócratas, que es un partido político de izquierda, socialista para más señas, y que hasta hace poco le tenías simpatía y decías pertenecer o compartir afinidad con ese pensamiento.
Míralos ahora, en silencio, como convidados de piedra, ante tu caso y el de muchos otros venezolanos, la mayoría jóvenes como tú, colaborando con el régimen, reconociéndolo como legítimo, plegándose a sus políticas, defendiéndolo ante posibles sanciones, quedándose quietos por no contradecirlo, entregados en proteger sus pequeñas parcelas de intereses, negocios y poder… para ellos fuiste un necio porque tuviste el guáramo de entregarte y enfrentar la injusticia, de mostrarnos, al costo de tu integridad y la paz para tu familia, lo que nos estaba sucediendo y que ante ese enemigo no se podía esconder la cabeza en el suelo, porque esos comunistas y militares corruptos que hacían sus fechorías en nombre del “bien común”, de la “justicia social” y del bienestar del pueblo, estaban destruyendo el país, nuestro único hogar en el mundo.
Samuel Johnson, uno de los intelectuales que más he admirado, decía algo que me parece es una de las verdades universales más importantes: “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.”
Y es que, Leopoldo, somos humanos, tenemos sentimientos y queremos “ser buenos”, pero si dejamos que esos sentimientos por la humanidad se interpongan en nuestro camino al conocimiento del mundo real, nos vamos a extraviar en una red de demagogia y populismo, que por lo general termina en la adoración a un nacionalismo ramplón y en una dictadura.
Es cierto, hemos tenido grandes hombres que tenían un pensamiento de izquierda, muchos de los precursores de nuestra democracia lo fueron, la mayoría integraban nuestros partidos tradicionales, todos socialistas, y lo hicieron bien, dentro de lo que cabe.
Y lo hicieron bien porque ellos eran personas honestas y correctas, tenían valores, pero principalmente porque había instituciones, existía un estado de derecho, imperfecto, pero existía y se respetaba, al igual que reconocían ciertas libertades, aunque a veces eran violadas, pero excepcionalmente.
De lo que quiero que te percates, Leopoldo, es que quien cree en esa basura socialista, aunque sea un demócrata, siempre tendrá la tendencia irreversible de imponer a los demás su sentido de bondad y de justicia. Todo socialista, aún el más moderado, cree en sus principios morales, basados en un colectivismo a ultranza, en la ley de los grandes números, en una irremediable fe de que el socialismo puede acabar con la pobreza, que la caridad cristiana que practican con los dineros públicos y desde el poder puede llevar la felicidad al pueblo, no al individuo, no, eso es muy poco, tiene que ser al colectivo, a la masa informe, sin rostro, esa es la bondad que hace felices a los socialistas.
Hacer el bien para sentirse estupendamente, esos principios que supuestamente los mueven, los hace sentirse no sólo generosos, superiores e indispensables; pero aquí viene lo más grave, porque creen tener las mejores intenciones se sienten en la obligación de imponerlas, de utilizar la fuerza, si fuera necesario, porque el socialista parte de una premisa fundamental: quien no esté de acuerdo conmigo está equivocado, ciego y confundido, por lo que cualquier cosa que haga o diga es producto de mi error y como el socialista siempre tiene la razón, debe obligarte no sólo a entender su razón, sino a vivirla.
Todo se reduce a un sentimiento y, aunque no lo creas, los chavistas te tienen preso, ellos creen, por tu bien, te torturan, te caen a palos y ellos dicen que es por amor, ellos son los buenos, tú estás equivocado.
El sádico que tienen como director de la prisión de Ramo Verde, donde te tienen encerrado, cree que todo lo que hace es bueno, es por la revolución, por los compañeros, por el nuevo mundo que están pariendo en Venezuela; él es socialista, lo que quiere decir que no importa el crimen que cometa es inocente porque es socialista.
Cuando un grupo de personas se hacen con el poder, destruyen la institucionalidad y disuelven el estado de derecho, se están saltando todos los controles sociales y políticos que mantenían a raya esa locura socialista; cuando eso pasa, lo único que queda es el sentimiento de los brutos, y bajo la excusa del bien común sucede lo que sucedió en la Alemania de Adolfo Hitler, en la China de Mao o la Rusia de Stalin: la muerte se hace una actividad industrial, al por mayor.
Está sucediendo en nuestro país, es el socialismo que se escapa de los límites de la convivencia democrática y se convierte en culto a la muerte y a los muertos, porque al socialismo, al igual que las religiones milenaristas que predican el fin del mundo y el comienzo de una nueva era, es una ideología nihilista que tiende al suicidio colectivo.
Para el socialismo bolivariano del siglo XXI, que no es otra cosa sino la exacerbación del socialismo, hay que destruir todo lo que existe, incluso a los humanos, para darle paso a lo nuevo que viene, que para ellos, siempre es mejor.
Y por ese sueño vale la pena sacrificarlo todo, se experimenta con lo más sagrado, no hay nada prohibido, todo vale y se perpetran los más horribles crímenes.
Piensa un poco en mis argumentos, de modo que, cuando salgas de ese hueco en el que te tienen, puedas gobernar con justicia más que con bondad, con la razón más que con el sentimiento y con un gran aprecio a la libertad más que a la igualdad… esta última sólo se puede conseguir ante la Ley.
Estoy seguro que pronto te veré en libertad y podremos intercambiar impresiones, ni estás solo ni estamos solos, y el final, la esperada salida, está enfrente de todos nosotros. – saulgodoy@gmail.com




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