No
nos conocemos personalmente y quisiera hacerlo para presentarte mi respeto y
admiración por tu valiente posición ante este régimen oprobioso y
anti-democrático.
Hay
que tener “cojones” para entregarse en manos de estos demonios, que no conocen
la palabra humanidad, con el fin de demostrarle a los venezolanos, de
enseñarnos, que las dictaduras se enfrentan con valor y que estos chavistas, en
el fondo, son todos unos cobardes, sin ideas ni argumentos, y que la única
forma que tienen de enfrentar a una
oposición democrática y libre, es asesinándola o poniéndola presa.
Aunque
ya muchos conocíamos de las bajezas y mentiras de este socialismo bolivariano
del siglo XXI, fue con tu injusta prisión y el posterior proceso judicial que
te siguen, como ha quedado en evidencia, ante tus conciudadanos y el mundo, que
toda esa gente inscrita en el partido del gobierno, el PSUV, son todos unos
criminales, unos por acción y la gran mayoría por omisión, porque esos chavistas
de carnet, que pretenden pasar como inocentes ante el abuso y el crimen de sus
líderes, son cómplices ante Dios y la ley por su silencio encubridor, son
co-autores de cada ilícito que en sus nombres perpetran contra la nación.
Y
aquí quiero hacer una reflexión contigo, un análisis político de lo que nos
está sucediendo y, principalmente, de lo que debe estar pasando por tu mente en
ese encierro obligado, en tu celda de castigo por ser un hombre libre y un
ciudadano que ama a su país; porque aún cuando tu caso es extremo y físicamente
exigente, la mayor parte de nosotros, fuera de los muros de tu prisión, estamos
igualmente presos por esos energúmenos que han tomado el país y lo han
convertido en un inmenso campo de concentración.
Aquí
afuera todos estamos sometidos a la condición de enemigos del régimen, los
únicos que medio respiran con cierta libertad son los chavistas; pero aún así,
todos, sin excepción, estamos jugando a una lotería de la muerte, solamente aquí
en Caracas se rifan 300 números todas las semanas, y a quien le toque,
irremediablemente, muere en manos del hampa y la violencia, muchas veces de
manera atroz, esto si no tienes la mala suerte de contraer una enfermedad grave
o sufrir un accidente de consideración, pues seguro falleces por desahucio,
pues en el país no hay manera de atender esas eventualidades.
Este
país de pesadilla, con su injusta escasez de los bienes y servicios más
básicos, con una inflación creciente que devora no sólo los sueldos y entradas
de cualquier familia, sino que erosiona de manera continua su seguridad, la paz
en el hogar y hasta el amor entre sus miembros, es la receta que esos
comunistas nos aplicaron para complacer sus fantasías y utopías de izquierda.
Y
discúlpame si no te gusta escuchar mi reclamo, que tengo más de quince años haciendo
a viva voz, en cada escrito y en cada oportunidad que tengo, la situación que
vive Venezuela tiene una sola causa, su raíz se encuentra en esa detestable e
inhumana ideología socialista.
De
hecho, tú estás preso porque tus verdugos, tus jueces y fiscales, los que te
pusieron tras las rejas y que continuamente te torturan, se excusan tras ese
pensamiento de izquierda.
Sé
que vienes, por tus condiciones familiares, culturales y sociales, de personas
honestas y trabajadoras, que compartían ese ideario de los socialdemócratas,
que es un partido político de izquierda, socialista para más señas, y que hasta
hace poco le tenías simpatía y decías pertenecer o compartir afinidad con ese
pensamiento.
Míralos
ahora, en silencio, como convidados de piedra, ante tu caso y el de muchos
otros venezolanos, la mayoría jóvenes como tú, colaborando con el régimen,
reconociéndolo como legítimo, plegándose a sus políticas, defendiéndolo ante
posibles sanciones, quedándose quietos por no contradecirlo, entregados en
proteger sus pequeñas parcelas de intereses, negocios y poder… para ellos
fuiste un necio porque tuviste el guáramo de entregarte y enfrentar la
injusticia, de mostrarnos, al costo de tu integridad y la paz para tu familia,
lo que nos estaba sucediendo y que ante ese enemigo no se podía esconder la
cabeza en el suelo, porque esos comunistas y militares corruptos que hacían sus
fechorías en nombre del “bien común”, de la “justicia social” y del bienestar
del pueblo, estaban destruyendo el país, nuestro único hogar en el mundo.
Samuel
Johnson, uno de los intelectuales que más he admirado, decía algo que me parece
es una de las verdades universales más importantes: “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.”
Y
es que, Leopoldo, somos humanos, tenemos sentimientos y queremos “ser buenos”,
pero si dejamos que esos sentimientos por la humanidad se interpongan en
nuestro camino al conocimiento del mundo real, nos vamos a extraviar en una red
de demagogia y populismo, que por lo general termina en la adoración a un
nacionalismo ramplón y en una dictadura.
Es
cierto, hemos tenido grandes hombres que tenían un pensamiento de izquierda,
muchos de los precursores de nuestra democracia lo fueron, la mayoría
integraban nuestros partidos tradicionales, todos socialistas, y lo hicieron
bien, dentro de lo que cabe.
Y
lo hicieron bien porque ellos eran personas honestas y correctas, tenían
valores, pero principalmente porque había instituciones, existía un estado de
derecho, imperfecto, pero existía y se respetaba, al igual que reconocían
ciertas libertades, aunque a veces eran violadas, pero excepcionalmente.
De
lo que quiero que te percates, Leopoldo, es que quien cree en esa basura
socialista, aunque sea un demócrata, siempre tendrá la tendencia irreversible
de imponer a los demás su sentido de bondad y de justicia. Todo socialista, aún
el más moderado, cree en sus principios morales, basados en un colectivismo a
ultranza, en la ley de los grandes números, en una irremediable fe de que el
socialismo puede acabar con la pobreza, que la caridad cristiana que practican
con los dineros públicos y desde el poder puede llevar la felicidad al pueblo,
no al individuo, no, eso es muy poco, tiene que ser al colectivo, a la masa
informe, sin rostro, esa es la bondad que hace felices a los socialistas.
Hacer
el bien para sentirse estupendamente, esos principios que supuestamente los
mueven, los hace sentirse no sólo generosos, superiores e indispensables; pero
aquí viene lo más grave, porque creen tener las mejores intenciones se sienten
en la obligación de imponerlas, de utilizar la fuerza, si fuera necesario,
porque el socialista parte de una premisa fundamental: quien no esté de acuerdo
conmigo está equivocado, ciego y confundido, por lo que cualquier cosa que haga
o diga es producto de mi error y como el socialista siempre tiene la razón,
debe obligarte no sólo a entender su razón, sino a vivirla.
Todo
se reduce a un sentimiento y, aunque no lo creas, los chavistas te tienen
preso, ellos creen, por tu bien, te torturan, te caen a palos y ellos dicen que
es por amor, ellos son los buenos, tú estás equivocado.
El
sádico que tienen como director de la prisión de Ramo Verde, donde te tienen
encerrado, cree que todo lo que hace es bueno, es por la revolución, por los
compañeros, por el nuevo mundo que están pariendo en Venezuela; él es
socialista, lo que quiere decir que no importa el crimen que cometa es inocente
porque es socialista.
Cuando
un grupo de personas se hacen con el poder, destruyen la institucionalidad y
disuelven el estado de derecho, se están saltando todos los controles sociales
y políticos que mantenían a raya esa locura socialista; cuando eso pasa, lo
único que queda es el sentimiento de los brutos, y bajo la excusa del bien
común sucede lo que sucedió en la Alemania de Adolfo Hitler, en la China de Mao
o la Rusia de Stalin: la muerte se hace una actividad industrial, al por mayor.
Está
sucediendo en nuestro país, es el socialismo que se escapa de los límites de la
convivencia democrática y se convierte en culto a la muerte y a los muertos,
porque al socialismo, al igual que las religiones milenaristas que predican el
fin del mundo y el comienzo de una nueva era, es una ideología nihilista que
tiende al suicidio colectivo.
Para
el socialismo bolivariano del siglo XXI, que no es otra cosa sino la
exacerbación del socialismo, hay que destruir todo lo que existe, incluso a los
humanos, para darle paso a lo nuevo que viene, que para ellos, siempre es
mejor.
Y
por ese sueño vale la pena sacrificarlo todo, se experimenta con lo más
sagrado, no hay nada prohibido, todo vale y se perpetran los más horribles crímenes.
Piensa
un poco en mis argumentos, de modo que, cuando salgas de ese hueco en el que te
tienen, puedas gobernar con justicia más que con bondad, con la razón más que
con el sentimiento y con un gran aprecio a la libertad más que a la igualdad…
esta última sólo se puede conseguir ante la Ley.
Estoy
seguro que pronto te veré en libertad y podremos intercambiar impresiones, ni
estás solo ni estamos solos, y el final, la esperada salida, está enfrente de
todos nosotros. – saulgodoy@gmail.com
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