El ir
a elecciones y por consiguiente votar, se ha convertido en un dilema diabólico
para los venezolanos; eso es así porque el gobierno chavista y la oposición se
han encargado de encharcar el proceso comicial de tal manera, que es
prácticamente imposible salir ileso de este ejercicio de la ciudadanía tan
común en las sociedades democráticas.
El
Consejo Nacional Electoral (CNE) se ha convertido en el esperpento más
oprobioso y maligno del régimen socialista bolivariano, una entelequia
antidemocrática vestida de ropajes democráticos, pero muy efectivo al momento
de provocar angustias, miedo, incertidumbre y desconfianza en los ciudadanos;
cualquier proceso que toca lo convierte en trampa, sea esta real o figurada, en
cualquier caso, mientras exista esta institución, tal como está conformada, no
importa si los procesos se realizan con las más sofisticadas computadoras o
utilizando ábacos o nudos para contar los votos, cualquier cosa que salga de
esa fracasada institución, huele irremediablemente a “guiso”.
Y
para los que pegaron un brinquito cuando puse como corresponsable a la
oposición, lo digo porque han sido en extremo complacientes en aceptar y
alcahuetear todas las marramuncias que esa organización en manos de adeptos al
régimen, ha creado y puesto en práctica para asegurarle al gobierno, a su amo,
su eterna pretensión de gobernar el país hasta el fin de los tiempos.
La
causa final que mantiene con vida a esa inmensa organización, que consume
toneladas del dinero de la nación para mantener su estructura “automatizada” y
de comunicaciones, cuyos directores ganan sueldos faraónicos, y que, se supone,
es árbitro imparcial de los procesos, es que permite el abuso del gobierno en
todo momento y le amarra manos y pies a la oposición antes de soltarlos en el
rin, sólo para llegar siempre atrás de los otros países que practican el conteo
manual, y anuncian sus resultados con prontitud (ya estamos acostumbrados a los
desagradables madrugonazos de sus voceros anunciando un nuevo y ominoso triunfo
del chavismo); la misión del CNE no es electoral, sino la de proclamar al único
posible ganador en la gran charada, al gobierno.
El
votante, la gran excusa de nuestro sistema democrático, es quien finalmente
debe decidir si sale de su casa a votar, a escoger los candidatos que prefiere;
finalmente, y es quien, según los partidos políticos, debe defender su voto.
Se
defiende el voto si hay alguien que quiere robarlo, o destruirlo, o cambiarlo,
o anularlo, cosa que en una democracia normal estaría descartada, pues se parte
de la premisa de que el voto es sagrado, que la voluntad del soberano es la
última instancia en la escala de poder de las repúblicas; el que alguien
quisiera manipular el voto del pueblo sería un anatema, el crimen máximo contra
las libertades. Hay algo de eso, de hecho, porque el CNE ha designado a la
Fuerza Armada como vigilante y garante de la pulcritud del proceso… esas mismas
fuerzas armadas que se declaran chavistas y socialistas mañana, tarde y noche.
El
votante, la voz del pueblo, es el gran juez de los procesos políticos, el que
premia con la continuidad, si el gobierno ha sido efectivo y ha traído
prosperidad a la casa, o dictamina su desalojo del poder por su pobre gestión y
malos resultados; el votante en democracia es quien decide si hay cambios en el
bullpen; el votante es finalmente el
que garantiza la alternabilidad en el poder, por aquello de que una misma gente
tanto tiempo en el poder tiende, inevitablemente, a corromperse y descuidar sus
deberes.
El
voto castiga o premia; el voto es el aceite que mantiene en funcionamiento los
motores de las instituciones, porque se vota en varios niveles y en diferentes
tiempos, a veces por el presidente, otras por sus representantes en la Asamblea
Nacional, otras por sus gobernadores y concejales, otras en referendos y
consultas populares… el voto es la opinión de los ciudadanos sobre el estado de
la nación y la administración de las diferentes instancias de poder, y de lo
que trata la democracia es de que ese voto sea claro, transparente, que esa voz
soberana se escuche sin presiones y en entera libertad.
Pero
basta de lo que debería ser, nuestra realidad es otra: tenemos una dictadura
que le conviene hacerse pasar por democracia, tenemos una oposición electorera
cuya única manera de entender la política es jugando a confeccionar listas y
repartirse entre ellos los puestos salidores; ambos se necesitan, ambos se
acuestan en la misma cama.
El
gobierno les dice: “Yo te doy una
oportunidad de poner tu gente donde hay, y tú me das el lustre de que soy
democrático, aceptando mi invitación a jugar a que en Venezuela hay
libertades”.
Porque
la única manera como puedo comprender tanto colaboracionismo de los partidos de
la oposición en lograr el CNE que hoy tenemos, es que el gobierno los haya
mantenido, cultivado, permitiéndoles algunas victorias que puedan exhibir ante
sus seguidores.
Contratos,
dinero, cargos, parcelas de poder (mínimas), salvoconductos, prebendas,
oportunidades, protección… ¿A cambio de qué? ¿Cuál es la ficha de cambio que
usan en este ignominioso intercambio de favores? Es nuestro voto, el que el día de las
elecciones nos tengan haciendo fila para ejercer nuestro derecho democrático a
expresar nuestra opinión, para que ésta termine siendo manipulada por el CNE y
convertida en victorias vacías para la oposición… y tiempo para seguir
usufructuando el poder, para el chavismo.
Maduro
tiene en este momento un arma formidable y son los dólares que tiene represados
(hambreando al país) para soltarlos en la campaña a Bs. 12, oo; dólares que,
convertidos al cambio libre, son una montaña de dinero, capaz de comprar no
sólo voluntades, partidos y votantes, sino a buena parte de la dirigencia de la
oposición, algunos de los cuales, no me extrañaría, pero no me consta, ya deben
estar disfrutando de estos dólares baratos y, empalagados, son capaces de
entregar al país.
Pero,
¿Cómo lo hacen? ¿Por qué no nos hemos dado cuenta? La estrategia es sencilla:
el PSUV le da a la MUD la oportunidad de tener más curules en la Asamblea Nacional,
pero no tantas para hacer la diferencia en el manejo del órgano (no importa que
vayamos todos a votar contra el gobierno, la magia del CNE hace realidad lo
imposible); al final, será un avance para la MUD y sus partidos asociados, los
partidos podrán enseñarle a sus clientes que ellos sí son efectivos, que sí se
puede hacer carrera con ellos, que sí pueden ser financiados, sus miembros sólo
tienen que esperar su turno y el día menos esperado el gran dedo los pondrá a
competir en la gran carrera.
El gobierno
estará contrariado, pero será puro show, mantienen el poder y han logrado algo
mucho más valioso, le podrán restregar en la cara a la comunidad internacional
que los partidos opositores, esos que denuncian al gobierno como régimen
autoritario en cada foro e instancia mundial, quedan convencidos de que en el
país hay democracia, que pueden competir libremente y hasta ganar algunas
curules, porque el pueblo está con la revolución.
¿Una
nueva teoría conspirativa? ¿Un fantasioso argumento de un venezolano enemigo de
los partidos políticos, anti demócrata y anti político? Vamos a dejar la duda
en el aire, sigan mi razonamiento.
Muy
astutamente, los partidos políticos que sólo saben competir en elecciones y que
sólo saben hacer política en los medios, manejan a los votantes bajo un dilema
moral; en este punto debo aclarar que, para no meterme en aguas profundas de
una moral basada en posiciones trascendentales, o metafísicas, o en
argumentaciones universalistas, me acojo a la concepción moral del británico
Alasdair MacIntyre, para quien la moral viene de mores, que significa costumbres y maneras de ser, y que estos mores sólo serían comprensibles si
tomamos en cuenta las circunstancias en las que nacen.
Nuestras
circunstancias son harto complejas y difíciles, se le ha permitido a la
dictadura chavista avanzar demasiado en el control del país, nuestros partidos
políticos han demostrado ser no sólo ineptos para detener este avance, sino que
se han aliado al gobierno para hacerle más fácil el camino hacia el totalitarismo,
jugando a que estamos en una democracia imperfecta; ellos parten de la falsa
premisa de que Cuba y sus agentes, que nos gobiernan, o los países de Unasur y
del Caribe, o Los Sin Tierra del Brasil que son sus clientes, van a aceptar que los chavistas dejen el
poder por perder en unas elecciones.
Todo
el esfuerzo que ha sostenido la sociedad libre venezolana, que ha puesto sus
muertos, sus presos políticos, sus sacrificios a todo nivel, está a punto de
perderse si aceptamos ir a unas elecciones tan falsas como las ilusiones de
algunos políticos electoreros, que uniéndonos a su comparsa legitimadora de un
régimen tan criminal como éste, vamos a poner el punto final a esta pesadilla.
El
asunto es que la MUD nos pone en un inexorable dilema diabólico: por una parte,
los verdaderos demócratas van a las elecciones, sin importar las
circunstancias; si éstas constituyen un chance de expresar nuestra opinión,
debemos aprovecharlo; el que no vote, que luego no venga a reclamar… y esto, en
boca de quienes han contribuido a llevarnos a ese callejón sin salida, donde si
votamos le damos un baño de democracia a este gobierno forajido, con toda la
seguridad de que el CNE nos va hacer perder. Por otro lado, si no votamos, pues
no somos ciudadanos, ni somos demócratas. Porque el voto es un derecho y es,
igualmente, un deber.
Todo
se resume aparentemente en el acto de votar, cuando en la realidad, lo que
importa es qué es lo que vamos hacer una vez que tomemos la decisión,
cualquiera que ésta sea, porque ambas tendrán consecuencias. Y aquí repito lo
que he afirmado varias veces, las elecciones son un frente de batalla más que
tenemos que dar, a pesar de toda la trampa y el plomo en el ala que llevamos;
debemos ir a votar pero, si votamos, es porque confiamos en que nuestros
dirigentes están resteados con que somos mayoría – por eso el asunto de quiénes
son nuestros dirigentes es tan importante -
y no hay vuelta a tras sino la victoria, porque estamos comprometidos a
salir de nuestras casas a votar y a no regresar hasta que esa Asamblea Nacional
sea nuestra por aclamación popular, ya que el CNE no nos va a reconocer el
triunfo (ni las FFAA, ni el Tribunal Supremo, ni cualquiera de los amañados
poderes públicos).
Si
por el contrario, no votamos, es porque tenemos un plan, porque estamos
demostrándole al mundo que en nuestro país hay una dictadura, porque contamos
con una estrategia de desobediencia civil (volvemos al asunto ineluctable de
que tenemos que contar con buenos dirigentes), porque sumamos a nuestras
ventajas una estrategia para informarle al mundo lo que nos está sucediendo… y
debemos continuar haciendo presión para que el gobierno no agarre aire,
debilitándolo hasta que la situación se haga insostenible para el chavismo,
evitando dejar libre el camino a los chavistas para que llenen la Asamblea
Nacional de sus peones.
Suceda
lo que vaya a suceder, la participación del pueblo es fundamental, la gran
pregunta es ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de la libertad? –
saulgodoy@gmail.com
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