miércoles, 3 de junio de 2015

Crítica a los políticos venezolanos


Parto de la siguiente premisa, nuestros actuales políticos en la oposición venezolana no supieron, no saben, están aprendiendo, o se hacen los locos, sobre cómo trabajar desde la democracia enfrentados a tendencias políticas totalitarias, que buscan la destrucción de la democracia, mimetizándose como organizaciones y sujetos democráticos.
La función, de todo político en democracia, debe ser, en primera instancia, preservar el sistema democrático sin el cual le es imposible actuar, por lo tanto, es su deber identificar, denunciar, tratar de anular por todos los medios posibles estas tendencias u organizaciones con propósitos totalitarios, y si las ocultan, una vez que afloran a la superficie o se tenga la sospecha de sus intenciones, esto, para evitar que se hagan sujetos del juego democrático.
Es sin duda difícil, mas no imposible, identificar un elemento disruptor del sistema que se disfraza de democrático y pretende vivir del sistema de libertades que otorga la democracia.
Para un político demócrata, que sabe los peligros que corre una sociedad abierta ante el apetito de poder de las ideologías totalitarias, es parte de su mecanismo de defensa y sobrevivencia el detectar estos grupos fascistas y militaristas que adoptan la pose y el discurso democrático para finalmente revelar su verdadera catadura, que no es otra sino llegar a posiciones de poder y acabar con el sistema democrático.
Una vez que el totalitarismo se hace de posiciones neurálgicas dentro del sistema, por la falta de previsión de los políticos democráticos (o porque cayeron en el engaño, o por debilidad del sistema, o peor, porque creen que en democracia todo el mundo puede jugar el juego democrático sin importar sus intenciones) la estrategia lógica a seguir, sería la de oponerse de manera firme a sus designios, no participando ni colaborando con sus fines, denunciado sus propósitos, pidiendo sanciones internacionales y ayuda para frenar su avance, pero jamás, negociar con el totalitarismo.
Hay en nuestra cultura una errónea creencia sobre el papel de negociador del político demócrata, se supone que el político debería negociar hasta con el demonio mismo, si esto contribuye al logro de sus metas (que el político siempre las vende como benignas y a favor de su electorado), y no se pone límites en cuanto a que, y con quien negociar; esta fórmula, harto primitiva y egoísta ha resultado en la historia, una fórmula para el desastre.
Nuestros políticos de oposición que son los peores políticos con que el país ha contado en su historia contemporánea, los peores preparados, los más cobardes, los más personalistas (egoístas) y los que asumen la política como un negocio personal o para beneficio de una organización (con la honrosa excepción de Antonio Ledezma, María Corina Machado, Leopoldo López , todos nuestros presos políticos que han demostrado que tienen principios y que no son negociables, las nuevas figuras en el paisaje Mitzi de Ledezma, Patricia de Ceballos y Lilian Tintori convertidas en guerreras de la democracia por la violencia del régimen).
Cuando escucho a estos políticos en entrevistas en los medios de comunicación no salgo de mi asombro en la poca estructura de su pensamiento que se traduce en un discurso pobre, confuso y sin profundidad alguna, la mayor parte de ellos marcados por un pragmatismo de verdulero, sin ninguna noción de ideología, sin una visión coherente de nuestra sociedad, de su estructura, de su funcionamiento.
Pero no son solo los discursos, vayamos a la realidad del país y constatemos la praxis de esta generación política, nos encontramos con mucho trabajo que ellos denominan “social” que es simplemente una labor de mercadeo electoral realizada en estratos de población C,D y E, con una amplia organización partidista de base, con algunas destacadas gestiones administrativas (burocráticas) en medio de un país que se cae a pedazos, y lo más evidente, con la ausencia absoluta de una política o visión del país.
Nuestros llamados políticos profesionales en la oposición venezolana, no tienen la menor idea de lo que significa tener una política nacional que no necesite de un estado fuerte y controlador de la sociedad, saben gobernar sobre la sociedad, mas no saben cómo se gobierna con la sociedad organizada.
Lo que han hecho hasta el momento, y malamente, es reaccionar a las acciones y omisiones de un grupo de mafiosos que se ha apoderado del gobierno, que tampoco son políticos y que actúan como banda de malhechores, y que un acto de sobrevivencia, los que deberían ser nuestros políticos democráticos, actúan más bien como segundones en esta mala película de gánsteres que nos ha tocado vivir.
Pero política, ni siquiera con “p” minúscula existe.
Gracias a la propensión nacional socialista del chavismo y su gusto por las tesis del jurista nazi Carl Schmitt, la política se ve irremediablemente ligada a la figura del Estado, lo que circunscribe la política a los partidos políticos, y en esta concepción, a las fuerzas antagónicas que giran en torno a los conceptos de amigo-enemigo.
La cultura política venezolana, incluyendo la de oposición, se desenvuelven en esta medida corta del utilitarismo a ultranza, no tiene otra perspectiva ni ratio, obvian las minorías, los movimientos emergentes, las subculturas, los regionalismos autonómicos, las posibilidades rizomáticas del poder, los desplazados y comunidades étnicas, los movimientos de género, las nuevas estructuras federativas, entre otras manifestaciones políticas de nuevo cuño.
Por esto, es que el discurso de la unidad, se ve a leguas, es un truco elaborado por algunas organizaciones políticas cuyo fin es confundir el número de sus militantes con el propósito de aumentarlo de manera artificial, para tener algo que ofrecerle al Capo y poder negociar sus pequeños intereses, esas mínimas parcelas de poder burocrático y presupuestos, esos contratos con el gobierno y algunas de las prerrogativas de las que gozan (entre ellas no ir a la cárcel, o poder salir del país), pero política, como manera de resolver el acertijo de nuestra realidad histórica, de eso, nada.
Tanto Primero Justicia como lo que queda de Acción Democrática, el partido Un Nuevo Tiempo están retornando peligrosamente a una posición hegemónica y polarizante, acaparando para ellas el poder de decisión y representación de una mayoría que no les pertenece, imponiendo sin consulta la vieja fórmula del poder de las maquinarias, haciendo que sus intereses electorales se privilegien sobre todos los demás en la agenda del país, y esto ha creado un malestar en la oposición.
El manejo poco transparente de la MUD, la lista secreta que tienen de candidatos elegidos a dedo de sus organizaciones políticas, su prácticamente nula oposición para que el CNE vuelva hacer fraude en las elecciones parlamentarias parecieran indicar, que los vicios del pasado subsisten, que lo que quieren es atrapar al elector venezolano en una decisión diabólica, “entubarlos” en una estrategia antidemocrática.
Y la verdad, es que si vemos de donde vienen nuestros actuales políticos ya se resuelven muchas interrogantes, decía Ortega y Gasset: “Comencemos por reconocer nuestra terrible limitación: tras una generación inepta no puede venir una generación potente, tras una generación de distraídos, sólo es probable una generación de vanidosos.  Considerad, hermano Sancho- decía con unción Don Quijote- que nadie vale más que otro mientras no haga más que otro” (Discursos Políticos,1909)
Para Aristóteles en su tratado La Política, era fundamental aclarar en primera instancia cual es la vida más deseable tanto para el individuo como para la comunidad, para luego preocuparse cual era el régimen mejor, preguntas básicas que deben tener respuestas en una política que se distinga por la virtud y la prudencia y que trate de alejar de sí, las perturbaciones propias de la vida en sociedad, los desordenes, las protestas y las revoluciones.
Las ideologías en estos trópicos no son el motor de la acción política, lo que hacen es servir de excusa a los intereses personalistas de nuestros políticos, a la toma del poder, teniendo entre sus elementos constitutivos y asimilados “la vida más deseable” como ingrediente dado, es decir, las ideologías presumen conocer la respuesta a esta pregunta sin preocuparse siquiera en saber, si esa vida es en realidad, la más deseable para un pueblo o sociedad.
Pero si usted le pregunta a uno de nuestros políticos de oposición, cual es su ideología, lo más probable es que le salga con un pastiche de ideas inconexas, tomando de una un argumento, y de otra un pedazo para terminar diciendo, que las ideologías están todas superadas, pensar en ellas es arcaico, que lo que importa, es lo que funciona.
He escuchado a asesores políticos, gente estudiada, que con desfachatez única, le niegan a la historia su función formadora no solo de la realidad que vivimos, sino como vivero de la experiencia, “no queremos dirigir el país hacia el progreso mirando por el retrovisor”- dicen con orgullo, la consideran un lastre para sus propuestas “innovadoras” que no son sino componentes de las ideologías que existen, cortadas a cuchillo y vueltas a remendar, en un monstruo desarticulado que no tienen ni pies ni cabeza.
Lo peor de esta docta ignorancia, es que ni se les pasa por la cabeza que la aplicación de las ideologías a la realidad tiene sus consecuencias, si usted permite la libertad de expresión o impone un control de precios, o el establecimiento de un sueldo mínimo, todas estas políticas tienen repercusiones en el cuerpo de la organización social, que van a requerir de otras medidas y ajustes para reparar y controlar los efectos, que en cascada, provocan medidas como estas.
Pretenden nuestros políticos ser tan originales, que negando el socialismo, o el comunismo, o las teorías políticas liberales, con los principios y valores que cada ideología trae consigo, creen, van a sacarse debajo de la manga soluciones originales y todo esto lo hacen en nombre de la “eficiencia”, sin tener la menor idea que la eficiencia, es parte de una ideología que corresponde al mundo de la técnica y la tecnología, que tiene sus propias reglas, principios y valores.
Nos dice Leo Strauss, el gran filósofo de la política moderna: “Se da por supuesto que ese hombre de la calle posee un conocimiento político más reducido que aquellos otros hombres despiertos que gozan de una larga y variada experiencia política. En lo más alto de la pirámide encontramos  al gran político, que posee conocimientos políticos, comprensión política y habilidad política en el más alto grado”.
Strauss diferencia la opinión política del conocimiento político, este último mucho más depurado de errores, suposiciones, creencias, prejuicios, predicciones, etc., y por ello, porque tiene método, porque es verificable, porque está sujeto a normas, porque el fenómeno político puede modelarse, ser medido y ser estudiado, es la razón de que existan unas ciencias políticas.
Pero como todo en la vida, un grado profesional no hace al político, el olfato y el instinto político viene en dos presentaciones, el que se aprende con la experiencia y el que se tiene de manera natural, si en una misma persona confluyen el conocimiento y la disposición, la sociedad debe darse por afortunada de contar con esa rara avis.
Pero hagamos algunas precisiones, los gobiernos son organizaciones encargadas de dirigir, vigilar y mantener los servicios y actividades que un estado necesita para atender las necesidades de sus ciudadanos y las de su propia preservación, la política son las decisiones que se toman para hacer de ese gobierno, un gobierno descentralizado o benefactor, competitivo o inspirado en objetivos, interventor u orientado al mercado, grande o pequeño, de izquierda o de derecha.
La política se orienta por una ideología, es decir, por principios y valores que prevalecen sobre otros para lograr unos fines concretos, la política orienta la actividad del gobierno, organiza y le da objetivos a la burocracia para que consiga resultados.
La política en democracia, implica que sus responsables, los políticos, concierten , discutan, presenten ideas, planes y propuestas conjuntamente con los grupos de interés, la sociedad organizada, los ciudadanos, los otros partidos y gobiernos locales para alcanzar esa vida más deseable que el pueblo, la nación toda quiere y espera.
Con esto, lo que quiero destacar, es que la ideología le da un mapa de ruta a la política y la política le marca la pauta de acción al gobierno, y el político lidera a la gente en la construcción de esos objetivos.
La mayoría de nuestros políticos han sido educados y entrenados en alguna escuela de gobierno y políticas públicas, que los convierte en burócratas informados, no en políticos, el estudio de la política es algo mucho más específico y arduo, y tiene que ver más, con una actitud y un instinto que con una escuela; en algunos países del mundo el cultivo de la política está altamente desarrollado, esto, sin desmeritar los estudios académicos que son harto importantes, y su falta se hace tan obvia como en el caso de la mayor parte de nuestros políticos, que no rebuznan porque no tienen la laringe para ello.
La tradición venezolana es conformarnos con lo que tenemos, no podemos pedirle peras al olmo- dicen algunos, pero sucede que en nuestro país tenemos mucha gente capaz y preparada que por varias circunstancias no se prestan a incursionar en la política, pero están allí mirando desde la barrera como nuestros políticos yerran una y otra vez ante un formidable enemigo.
Creo que estamos muy cerca del momento de la verdad en nuestro país y viene una caída muy dura de la cual, no sé si podamos sobrevivirla completos, creo que el momento es decisivo y clama porque los mejores ciudadanos den el paso al frente y asuman el reto, so pena que nuestro “políticos” de la oposición nos sigan hundiendo hasta la inopia.
Y a los políticos actuales les recuerdo, que las críticas son hechas para ser tenidas en cuenta o para refutarlas con argumentos, no para acusar al crítico de anti político. – saulgodoy@gmail.com







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