sábado, 23 de enero de 2016

El más elegante de todos


Uno de los momentos de mayor esplendor en las cortes de Europa se vivió en Inglaterra, en el período conocido como La Regencia, en la figura de un hombre llamado George Bryan Brummel (1778-1840), fue conocido como "beau", el bello, en él se concentró en la figura y el genio de lo más avanzado de la moda en su tiempo, de hecho, algunos historiadores como Ian Kelly, lo personifican como la primera celebridad del mundo moderno, un famoso que lo era por ser famoso.
Brummel nació en 1778 y desde muy joven resultó un hombre muy apuesto y de extraordinario porte, alto y con una abundante cabellera rizada. 
Provenía de una familia de clase media acomodada, que le permitió estudiar en los mejores colegios del Imperio; fue así como llegó a ser compañero y amigo del Príncipe de Gales que sería luego el Rey Jorge IV.
Del colegio Eaton pasó a la Universidad de Oxford y de allí ingresó al exclusivo Décimo Regimiento de Húsares, que era el regimiento personal del Príncipe de Wales y al cual accedía los apellidos más ilustres y los más ricos de Inglaterra.
Ya para ese momento y con apenas dieciséis años, el joven Brummel destacaba por su buen gusto al vestir, de hecho, fue el primero en dejar atrás la elegancia recargada de brocados y tafetas, de calzadas y medias, para incorporar el uso del pantalón largo pegado a las piernas, chaqueta ajustada a la cintura con faldón, sombrero de copa, finas botas de montar y las elaboradas corbatas sobre camisas de lino fino.
Todos querían lucir como él pero el problema era que la ropa que usaba no se conseguía en las tiendas sino que eran pensadas por el joven dandi, mandadas a cortar a la perfección por los mejores sastres, utilizando las más finas telas del mercado y combinadas en diseños originales de éste revolucionario esteta, en conjunto, la ropa que vestía Brummel era de una simpleza de diseño que desafiaba la moda suntuosa y exagerada del momento, de líneas austeras, combinaciones de colores discretos pero hecha para destacar la figura varonil del portador.
No contento con esto, Brummel desarrolló todo un estilo, una manera de comportarse, de moverse con estas nuevas ropas que, aprovechando su enorme capacidad de relacionarse, su conversación fluida e inteligente, su sentido del humor, su “charm” natural que venía adjunto a un excelente bailarín y un estratega de juegos de salón, que lo convertían en un elemento clave en toda reunión social.
He leído comentarios de modistas y diseñadores que aseguran que fue Brummel el responsable de conformar los principios del traje moderno para el hombre, el llamado flux de tres piezas o “power suits” y el padre de la corbata actual, por lo menos quien se atrevió a buscar variedad en formas y colores en este ornamento alrededor del cuello.
Brummel era un destacado jinete y jugador de criquet, tenía el cuerpo de un deportista y la gracia de movimientos de un jaguar, parte del estilo que desarrolló era pasar como indiferente de la atención que atraía, que indudablemente era total, en cualquier reunión destacaba precisamente por esa diferencia de aspecto y maneras, ni el mismo Principe de Wales, futuro Rey de Inglaterra escapó de la atracción de Beau, quien era uno de sus favoritos.
Pronto se destacó como amena compañía.  Su fácil conversación y maneras impecables, unidas a su exhibicionismo y atrevimiento, lograron convertirlo en el centro de atención en todos los eventos sociales. Entre los años de 1811 a 1820 dictó la moda masculina no sólo en Inglaterra sino en toda Europa.
El Rey lo favoreció, viniendo de una familia sin apellidos distinguidos y de fortuna limitada, Brummel entró al regimiento como simple corneta, el último rango, pero muy pronto fue ascendido, sus compañeros lo buscaban para que les diera consejos en sus vestuarios, el regimiento se distinguía por tener una vida social de gran intensidad, no solo eran parte de los más importantes actos oficiales y desfiles sino que eran invitados a fiestas importantes todo el tiempo.
Los miembros del regimiento pagaban por sus gastos de vida, mantenían sus monturas, viajes, comidas y sobre todo financiaban sus vestuarios, los Húsares tenía uniformes distintos para cada ocasión, los unos más vistosos que los otros, enfrentar estos gastos sólo era posible disponiendo de cuantiosas fortunas familiares, estar al servicio del Rey era un asunto costoso, pero dada la amistad que unía al Príncipe Regente con Brummel, buena parte de sus gastos eran asumidos por la corona.
La vida cortesana que llevaba Brummel era deslumbrante, todos vestían lo que él vestía, sus ropas y maneras eran copiadas. Impuso el uso de las camisas bordadas tanto de día como de noche y exaltó el pañuelo al cuello (la precursora de la corbata) con formas diversas, llegando a complicar sus formas de tal manera que, se cuenta, uno de sus valets se pasaba toda la mañana trabajando para darle la apariencia correcta, igualmente exigía que sus botas fueran lustradas con champaña.
Una de las costumbres que impuso fue la del aseo diario del cuerpo, Brummel no gustaba de perfumes y joyas en su indumentaria, se afeitaba diariamente, se cuidaba la dentadura con esmero, se bañaba hasta dos veces al día para mantener el aspecto fresco y sin malos olores, esta rutina de higiene personal prendió entre sus admiradores y la copiaron.
La ropa, se tratara de un uniforme, un traje de gala o una simple bata de casa la llevaba con distinción; su escogencia de colores y accesorios era siempre atrevida y de buen gusto; para las recepciones dejaba a los invitados boquiabiertos con sus trajes nunca repetidos, era un excelente anfitrión al punto, que los clubes privados y familias de alcurnia lo buscaban para que les organizara las fiestas.
Cuando mudaron la sede del regimiento de Londres a Manchester, Brummel renunció sin pensarlo dos veces, no cambiaba Londres por nada en el mundo, con rango de capitán y siendo uno de los más cercanos confidentes y amigo del Rey, a Brummel se le abrieron las puertas de los más suntuosos palacios y mansiones.
Brummel, de vida dispendiosa y poco productiva, pronto derrochó la fortuna que había heredado de su familia, dos eran sus debilidades, el juego y el sexo, ambas muy costosas en el nivel que se manejaba.
La vida de un dandi en Londres se podía resumir de la siguiente manera, la mañana era para la higiene personal, acicalarse e ir de compras, luego en la tarde para montar caballo en Hyde Park donde se enteraba de lo que sucedía en la sociedad y hacer unas rondas por los principales clubs privados de caballeros, temprano en la noche ir al teatro o a fiestas privadas para luego terminar en el Almack’s, especie de casino y club de gran lujo donde se apostaba para terminar la noche en los más costosos burdeles de la City. Fue esta vida loca la que terminó por arruinar a Brummel, pescó una sífilis y su deuda de juego fue creciendo.
Pero lo peor estaba por venir, su mala costumbre de hablar más de la cuenta y de manera mordaz, lo mal pusieron con el Rey, quien le retiró sus favores, el episodio de sucedió de la siguiente manera, se daba un baile de máscaras en el club Watier’s conocido como el Club de los Dandis, junto con Brummel, tres otros amigos eran los organizadores, cuando el Rey hizo acto de presencia ni saludó ni le dirigió la palabra a Beau, molesto por algún desplante de su amigo, el imprudente anfitrión se acercó a sus socios quienes conversaban con su alteza y de manera despectiva le preguntó a uno de ellos –Alvanly ¿Quién es tu gordo amigo?
El Rey le quitó sus favores y lo que usualmente significaba un desastre social, Brummel lo sobrellevó gracias a su fama y contactos, pero el destino lo alcanzó en 1816, cuando tuvo que abandonar su amada Inglaterra huyendo de sus acreedores, existía para ese entonces la cárcel por deudas y dejaba tras de sí acreencias por miles de libras.
Se radicó en Francia, en Calais, donde sin pasaporte y sin amigos conoció la pobreza, su situación se hizo desesperada y pidió ayuda a sus amigos en Inglaterra quienes intercedieron ante el Rey y éste lo nombró Cónsul en Caen, con el sueldo que recibía pudo capear el temporal pero ya lo aquejaba la demencia precoz, producto de la sífilis avanzada.
Lo interesante de este período es que su fama en Inglaterra crecía, se escribieron artículos sobre su vida y la moda que había impuesto, por primera vez un hombre del común imponía reglas en la alta sociedad inglesa
Volvió a endeudarse con las apuestas y luego de dos años en el cargo y creyendo que sería asignado a uno de mayor nivel, recomendó al servicio exterior de su país que cerrara el consulado en Caen, medida que fue ejecutada, pero sin la promoción esperada, quedó sin empleo y fue encarcelado por sus deudas.
Amigos influyentes en Londres lograron que lo liberaran pero ya su estado físico era lamentable, parecía un pordiosero, alucinaba y sufría de incontinencia, al poco tiempo tuvo que ser internado en el asilo Le Bon Sauveur en las afueras de Caen donde murió en la miseria.
Con Brummel parece morir lo romántico en el buen vestir, toda una época de la moda y el estilo desaparecen con él.
Una vida como la de Brummel es motivo de muchas interrogantes e investigaciones, se escribieron libros sobre su vida, poemas, obras de teatro y se hicieron películas y series de televisión, dos películas destacan como clásicos, Beau Brummel, de 1924, con las actuaciones de John Barrymore y Mary Astor, y luego en 1954 con el mismo título, el film protagonizado por Steward Granger y Elizabeth Taylor.
En 1931 el compositor venezolano residenciado en París, Reynaldo Hahn, escribió una opereta de tres actos sobre su vida, , el compositor Edward Elgar tiene un minuet en su honor, escritores de la talla de Balzac, Virginia Wolf, Conan Doyle lo han tenido como referencia en sus obras.
Una estatua de Brummel fue develada en la calle Jermyn en Londres en el 2002, su nombre está asociado a perfumes, colecciones de ropa, joyas, automóviles, hasta hojillas de afeitar.
Quizás con mucha razón el gran poeta inglés Lord Byron escribió: “Hay tres grandes hombres de nuestra época, mi persona, Napoleón Bonaparte y Brummel, el más grande de todos es Brummel.”




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