domingo, 31 de enero de 2016

La filosofía oriental y la naturaleza.


Dedicado a la memoria de mi amigo Javier Nieves Croes.


"Tu eres la abeja azul-oscura, tu eres el loro verde con ojos rojos, tu eres la nube de tormenta, las estaciones, los mares. Tu eres sin principio, porque eres infinito, tu del que todos los mundos nacen".
                                                               Svetasvatara Upanishad
                                                                     Cuarta Adhyaya

La antiquísima religión del hinduismo encierra en su extenso y complejo cuerpo de doctrinas (en forma de poemas, narraciones y libros de filosofía) una visión del mundo que le tomó al hombre occidental veinte siglos descubrir.
El hombre moderno al caer en cuenta de que la naturaleza es parte de nosotros y nosotros parte de ella y que el mundo no puede concebirse sin  Dios, coincidimos con la base del pensamiento ecológico de la India; todas los elementos del mundo interactuando, cada una dependiendo de la otra, no hay mejores ni peores, todos somos sagrados.
Tomemos el término madhu o miel, que en el libro de Brihadaranyaka Upanishad significa causa y efecto, en el instante en que las cosas dependen unas de otras; la tierra presupone los seres vivientes y para cada uno de ellos, la tierra completa es necesaria.
Para estudiosos del hinduismo como Raymond Van Over, se trata de uno de los postulados centrales de la visión ambientalista más antigua de la humanidad.
Los Upanishads fueron escritos 900 años a. de J.C., el hinduismo tiene 6.000 años, con raíces en la antigua civilización Mohenjo-daro.
La religión hindú, a veces llamada "sanatana dharma": la religión eterna, es hoy consultada y discutida en los foros mundiales sobre ética y ambiente.
Una de los símbolos místicos que constantemente aparece tanto en los Vedas como en los Upanishads es la rueda de la vida.
Una rueda que tiene tres bandas exteriores y que simbolizan las tres esencias del prakriti (un principio de energía; aquello que hace que acaezca): lo bueno, la energía y la obscuridad son los componentes de la fuerza generadora que hace posible el eterno presente.
Son extraordinarias las coincidencias entre la nueva física cuántica y el contenido de esta maravillosa filosofía, muchos de los fenómenos que en estos momentos se reproducen en laboratorios en todo el mundo, son expresados en términos que rayan en el misticismo hindú.
En Venezuela el hinduismo tiene sus seguidores gracias a los trabajos desarrollados por el naturalista Keshava Bhat y el economista Frank Bracho entre otros, quienes han roto con ese molde racionalista occidental y han descubiertos las lecciones del buen vivir.
Es imperativo que la naturaleza deje ser enseñada en nuestras escuelas como naturaleza-objeto, como "lo otro", y que todo lo bello y absurdo de nuestro ambiente, lo feo y lo inútil, lo bello y la variedad de la existencia se integren a nuestro mundo personal y podamos hacerlo parte integral de nuestro ser.
Si la naturaleza se convierte en parte del ser humano y nos desaprendemos esos conceptos tan manidos de naturaleza= recurso, o que se vista como medio para lograr cosas, entonces habremos adelantado un paso importante en nuestra comprensión del mundo, en este sentido occidente le debe mucho a uno de los orientalistas británicos más importante del siglo pasado que se convirtió en el divulgador más apasionado del Budismo, otro de los sistemas de cosmogonía más importantes de la humanidad.
Alan Watts es un escritor y teólogo que siempre estará emparentado al movimiento hippie de los 60, década donde destacó como estrella del pensamiento de una juventud polémica y revolucionaria en California.
Watts introdujo de manera sistemática y profunda las claves del budismo Zen en las cátedras de religión comparada en los claustros académicos.
Su relación personal con los grandes estudiosos del pensamiento oriental del momento como fueron Aldus Huxley, Susuki Daisetsu y Reginold H. Bleyth y con científicos de la talla de Arthur Koestler y Robert Oppenheimer lo convirtieron en uno de los primero investigadores en tender puentes entre la ciencia y el misticismo.
El maestro, Alan Watts
Su interés por la experiencia mística lo llevaron junto con Huxley y Timothy Leary a ser los pioneros en someterse a experimentos clínicos controlados con sustancias psicotrópicas con el propósito de encontrar las puertas de la percepción.
En el prefacio de su obra El Gran Mándala (Editorial Kairos, 1979, Barcelona, España) nos revela: "Necesitamos ser plenamente conscientes de nuestra ecología, de nuestra interdependencia y virtual identidad con otras formas de vida que los egocéntricos métodos de nuestro habitual sistema de pensar, nos impide experimentar como un hecho real"
En su fabuloso ensayo Asesinato en la Cocina expresa lo siguiente: "En el mundo de las abstracciones y de los símbolos -mundo discontinuo y separado del mundo- la persona humana es una cosa aislada en medio de otras cosas. Uno se experimenta a sí mismo como un solitario centro de conciencia y acción. Inquilino de un envoltorio de piel y huesos. Este envoltorio es el límite entre uno mismo y un universo extraño y la principal tarea de la vida consiste en aunar fuerzas con otros solitarios para proceder a la "conquista de la naturaleza"… por eso estamos destruyendo cuanto nos rodea y hacemos inhabitable nuestro ambiente".
Watts creía en que el universo y la persona compartían un mismo flujo de energía cósmica y que se trataba de una conexión muy real, alegaba: "Tan necesario es tener aire, agua, plantas, insectos, aves, peces y mamíferos como tener cerebros, corazones, pulmones y estómagos. Los primeros son nuestros órganos externos en la misma medida que los últimos son nuestros órganos internos".
Watts viajó incansablemente por todo el oriente buscando el conocimiento y llevándolo al gran público occidental, su relación con yoguis, santones, iluminados y maestros de las religiones más disímiles le dieron una perspectiva única de la vida del hombre moderno, confrontado con una materialismo y una forma de pensar antropocéntrica.
Watts pudo poner el dedo en la llaga del malestar cultural, de una alienación, que a su juicio tenían a la humanidad prisionera y enferma, era ese afán de sentirse aparte, y a la vez, dueño del universo.
Este pensador contradice aquellos que pretenden dirigir el curso de la naturaleza, acusa a quienes pretenden jugar el papel de ingenieros cósmicos, manipulando sus elementos: "La aspiración de dirigir la evolución es ni más ni menos que la aspiración de ser como Dios y, por tanto -tal como Dios en concebido en occidente- a convertirse en dictadores del mundo".
El creía que el universo en su conjunto eran una serie de planos, una infinita jerarquía de seres y procesos que abarcaban desde las moléculas hasta los seres humanos, pasando por las bacterias y los insectos, y que quizá se extendía hasta los ángeles y los dioses, y que en su conjunto se trataba de un solo y único ser que hace una misma cosa, pero de todas las maneras posibles.
Una pregunta que Watts solía hacer a su público ávido de luz en sus conferencias era: “¿Por tanto, no son  todos nuestros pretenciosos proyectos de dominio sobre las circunstancias, más que una especie de juego que, si se toma en serio, conduce a la violencia y al asesinato, productos estos de la rabia que tenemos por no ser capaces de resolver un problema absurdo desde un principio?"
Como muchos otros antes y después de Watts, apuntaba a la filosofía oriental como formula complementaria y necesaria para comprender nuestro lugar en el gran esquema de la naturaleza, sus ideas contrarían y ponen en entredicho las posibilidades del hombre contemporáneo de manipular las bases de la existencia y hacer del hombre natural un hombre diferente, un cyborg, que no tiene lugar en el sistema sagrado de la vida.   -   saulgodoy@gmail.com



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