domingo, 8 de mayo de 2016

El monumento a la corrupción


En una reciente lectura que hice de unos de los libros de Fernando Sabater me recordó lo dicho por Baudelaire: somos conscientes de la matanza que nos rodea y del encanto de Bach.
Para los venezolanos del momento, esta coexistencia del horror con lo bello y lo sublime es pan de todos los días (aunque uno de los horrores es que no hay pan), coexistimos en este absurdo país donde lo maravilloso nos toma de una mano y el horror de la otra, mis artículos han sido un compendio de esta ronda de luz y oscuridad, esa es nuestra realidad.
Los venezolanos hemos descubierto nuestro lado más perverso, ese donde todo en esta vida en canjeable como fichas de un casino, por dinero vil, dinero que no se ha trabajado, lleno de sangre y dolor, y lo hemos hecho sin titubeos, sin remordimientos.
Hay venezolanos, de buenas familias y hay otros que vienen de la miseria de los cerros, que han vendido lo más preciado por unas monedas, muchas monedas, millones y millones de monedas atesoradas en un banco extranjero, justificadas de mala manera, si acaso, rodeados de una serie intrincada de documentos y empresas de maletín en eso que ahora llaman ingeniería financiera, con el solo propósito de ocultar sus orígenes y complicar su seguimiento.
¿Qué compraron esas monedas? Dignidad por un lado, para hacer esos negocios turbios era necesario renunciar a ser humano, lo que significaba que triunfara el ánimo de lucro, la avaricia, esa pasión rastrera por garantizar las necesidades inmediatas por muchos años, en algunos casos, por varias generaciones, porque ha sido tanto el dinero acumulado con el engaño y la trampa, que si se quisiera gastarlo todo en una vida, no se pudiera.
A que otra cosa renunciaron estos venezolanos, a su patria, un cliché, quizás, pero era el nomos de sus antepasados, donde reposan sus restos mortales, era también el templo de nuestras querencias como país, de nuestras familias y amistades, de nuestra mejores memorias cuando éramos inocentes y creíamos en la patria, en el país que nos vio crecer y convertirnos en estos raros animales que hoy somos, con el alma podrida por la angustia y los remordimientos.
Hoy es otro idioma el que ellos escuchan en su entorno, otras las costumbres y la gente, tratan en lo posible de no notar las diferencias, de resaltar lo positivo de vivir en un país del primer mundo, que importa si como extranjeros o a lo sumo como nacionalizados, lo que importa son esas gigantescas cantidades de dinero que se han robado en nuestro país y que tanta falta les hace, que es la razón por la que cortan todo vínculo con Venezuela, no ven sus noticias, no quieren conocer de sus desgracias y mucho menos ser reconocidos como uno de los causantes de la tragedia nacional.
Algunos piensan que todo pasará en algún momento, que el país tiene suficiente riquezas para volver a empezar, que se olvidarán de ellos y quién sabe, hasta podrían, más adelante, pensar en hacer algunas inversiones en Venezuela, abrir alguna fundación caritativa y hacer trabajo social.
No piensan ni los atormentan todos esos seres humanos que perdieron la vida por sus acciones, todas las familias que pusieron en trace ante la ruina y el hambre, todos esos empresarios que sí trabajaron, que sí arriesgaron, que sí se sacrificaron por el país y tuvieron que cerrar sus negocios y perder sus inversiones y ahorros.
Ellos se dirán a sí mismos, pero si yo no tuve la culpa, lo mío fue un pellizco, fue el país entero el que decidió el gobierno que tuvieron, fue su incapacidad de lucha lo que los llevó a la ruina, parecieran no darse cuenta, que nunca en la historia de nuestro país, tan poca gente robó tanto y arruinó a muchos.
Es más, hoy quiero proponerle al país que una de las cosas que debemos hacer, una vez que salgamos de este gobierno infame, es hacer un monumento a la corrupción y que sería un gran espacio de terreno, un parque hermoso, para que la gente vaya a pasear y a descansar, donde se coloquen de un lado unas pirámides blancas contentivas de todos los nombres de las personas que murieron durante estos últimos 17 años de gobierno chavista, no importa su causa, si fue por una enfermedad, por mengua, por ser víctima del hampa, por tener un accidente de tránsito, lo que fuera, ¿De cuantos millones estamos hablando? ¿De dos o tres millones de personas? Y en frente, en unos obeliscos negros, los nombres de todos aquellos corruptos que le robaron la vida a esos venezolanos ¿Cuántos pudieran ser? ¿8.000 o 10.000 personas?, en esos obeliscos incluiríamos a todos los altos funcionarios del gobierno, a todos los directores registrados en el PSUV y en todos los partidos del Polo Patriótico, a los Bolichicos, a los militares cooperadores con el gobierno cubano, a todos los empleados de confianza, ministros, vice ministros, diputados, gobernadores, alcaldes, directores de empresas del estado, alto mando militar, periodistas, intelectuales y artistas en nómina del gobierno chavista.
Que quede el registro infame de sus nombres para la posteridad, que les recuerde que ese dinero tiene el horror y el sufrimiento de mucha gente que ellos contribuyeron a liquidar y que ese crimen tiene un precio muy alto, el desprecio de un país.
Lo importante con éste monumento es no olvidar, para que nunca más se repita este episodio de desgracia e inmoralidad que le permitió a las fuerzas del mal hacerse con el país y destruirlo, que quede constancia para las futuras generaciones que llevamos dentro, muy dentro a unos demonios irreconocibles que pudieran volver a salir si la educación, la moral y el amor por el país no se renuevan y se atienden con esmero.
Tiene que existir una sanción moral para estos criminales, tiene que haber un repudio masivo de este tipo de crímenes, los destructores de un país deben ser recordados para que jamás se repita la ordalía de unos “vivos” montados sobre los cuerpos sin vida de sus conciudadanos, que la vida loca que quieren vivir a costa de la miseria de su país quede grabada en piedra para que nadie nunca olvide, que se puede ser tan criminal como un  bandido con pistola y capucha, y hacer mucho más daño que un asesino en serie, solamente doblegándose ante el oro y el poder mal avenido.
El monumento que propongo es un recordatorio para el futuro de que la avaricia y la sensualidad sin restricciones enferman y destruyen, de que la ignorancia es el peor enemigo de un pueblo.  -  saulgodoy@gmail.com







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