jueves, 21 de julio de 2016

La cobardía chavista


Conseguir una definición de cobardía en los diccionarios y enciclopedias es difícil, excepto aquella descripción negativa que recurre a la ausencia de valor o coraje, siendo el concepto de valor lo que es digno de algo, que se refiere principalmente a lo que es bueno, placentero, que enriquece una cosa o experiencia, y es asociado a la verdad.
Cobardía es la falta de ánimo al momento de actuar.
Etimológicamente cobardía viene del bajo latín codardus que pasó al francés derivando en couard que significa cola, por aquello que el cobarde al huir da la espalda a la situación que teme, o los animales con temor que meten la cola entre las piernas.
Coraje deviene de ponerle corazón a una situación, de valentía, que es todo lo contrario a la cobardía cuyos sinónimos son: miedo, temor, timidez, recelo, pavor, flaqueza, pusilanimidad, irresolución, apocamiento, se aplica a las personas que le hacen daño a otros sin dar la cara.
La cobardía está asociada al miedo y como toda conducta animal esta o es innata o es aprendida ¿Es la cobardía un comportamiento innato que ayuda a la sobrevivencia al huir de situaciones peligrosas? ¿Se vence el miedo con la práctica del coraje?
Muchas de estas preguntas se responden con el valor que el individuo le asigne a la situación a la que se le teme, si vale la pena enfrentarla, el premio de un supuesto triunfo puede ser un mayor incentivo a la huída, otras depende de la dignidad de la persona, de los valores internos en las que ha sido educado el sujeto, la dignidad puede ser incluso mucho más valiosa que la vida y es cuando se dan los actos de heroísmo y sacrificio.
Es común en personas de poder, mandar a otros a enfrentar las situaciones peligrosas o comprometidas, retrayéndose ellos a la retaguardia, lejos del verdadero peligro y mostrándose corajudos en la seguridad de su posición de jefe.
Es por esta situación, de rodearse de anillos de seguridad, que un líder verá muy poca acción al momento de enfrentar una situación difícil o peligrosa, se le protege porque es el que dirige y ordena, y perderlo, sería equivalente a una derrota, pero vivir la realidad dentro de estos anillos de seguridad, lejos de las situaciones críticas, enviando a otros a enfrentar los problemas y conflictos, puede suceder que la cobardía eche raíces en el alma del líder, acostumbrarse a que otros hagan el trabajo sucio, a que otros arriesguen sus vidas ante el peligro, va ablandando la voluntad y el coraje del líder, si es que lo tuvo en alguna ocasión.
Es por ello que el liderazgo implica estar al frente de los acontecimientos, correr los riesgos que sus tropas corren para no perder la perspectiva, enfrentar al enemigo cuerpo a cuerpo para dar ejemplo y sostener la dignidad y el valor de la causa que se está decidiendo.
Esconderse detrás de discursos y arengas es muy fácil, puede convertirse en una notoria señal de que la cobardía se ha adueñado del líder, la gestualidad del jefe, los gritos, las amenazas de los puños, los desplantes e insultos son muestras de una pose cuando no hay presencia efectiva en los frentes que se intentan contener y dominar.
El abandono de la calle o de la línea de batalla, el pelear frente a una cámara de televisión o unos micrófonos es evidencia que se ha perdido el coraje, un supuesto líder que se la pase amenzanado es en realidad un cobarde.
Tratar con un cobarde es un asunto delicado ya que se enfrenta a una reprecentación, una puesta en escena de alguien quien se sabe débil y derrotado pero aparenta fuerza y resolución, no es extraño que el cobarde “huya hacia adelante”, ordene más represión y violencia en el último momento, es peligroso pues es impredecible, la desesperación es mala concejera.
Uno de los escenarios más comunes en situaciones de cobardía son los ataques de pánico y pueden ser espontáneos o situacionales, son de poca duración pero pueden afectar de manera definitiva de decisiones importantes, de vida y muerte, estos picos de ansiedad son comunes en situaciones de suicidio y masacres.
Preso de la depresión y la histeria de que nada le sale bien, de que lo que recibe son derrotas tras derrotas, burlas y descalificaciones, un cobarde puede convertirse en asunto de peligro para quienes quieran sobrevivirlo, el caso más famoso de la historia y quizás el más estudiado, haya sido el de Adolfo Hitler,  durante la caída de Berlín.
Un cobarde atrapado lo primero que hace es desvirtuar la realidad de una derrota inminente, todas las noticias malas, las críticas, las perdidas y errores estratégicos son convertidas en triunfos y avances de la causa, depositan la culpa de malas decisiones sobre otros, apartan de sí toda responsabilidad, se inventan escenarios fantasiosos y se refugian en el pasado glorioso.
Un cobarde atrapado se aísla, va delegando poder, no como un plan, sino forzado por las circunstancias, le da pavor presentarse entre un público desconocido, por saber que no ha cumplido sus ofrecimientos, que no estuvo a la altura del cargo, quienes confiaron en su palabra y protestan su incumplimiento los toma como unos malagradecidos, es muy difícil que acepte su fracaso.
El cobarde trata hasta el último momento en parecer valiente, quiere dejar la impronta de que sacrificó toda su fuerza y pensamiento en hacer posible un proyecto que nunca tuvo el coraje de revisar, criticar, modificar aún sabiendo que estaba equivocado.
Nada peor puede sucederle a unas fuerzas armadas que tener entre sus líderes a cobardes, que se esconden detrás de los uniformes, banderas, autoridad, que no les importa usar sus armas para reprimir a su propio pueblo cuando clama por alimentos y medicinas, que se dan gusto explotando sus miserias y comerciando con sus carencias, que hacen de la carrera militar un negocio, todo esto y más ha ocurrido con el chavismo, quienes privatizaron a nuestras FFAA para que les sirvieran de capataces, explotando al país como si fuera de su propiedad.
Todas estas características y tendencias definen al chavismo como fuerza política y como patología, un movimiento que nace de traiciones, de golpes de estado, de violación de juramentos, de personalidades fracasadas, de insuficiencias morales solo conducen a su propia destrucción.
El legado de Chávez es el legado de un cobarde que actuaba a mampuesto y sobre seguro, jamás arriesgó nada, siempre dejó a sus compañeros en la estacada, se montaba sobre sus derrotas para hacerse él el único portador de la verdad; su prédica revolucionaria siempre involucraba a la masa, a la comuna y a la tropa, entidades colectivas donde se diluían las voluntades, cuando algo salía bien, era gracias a su conducción, cuando salían mal era porque no le hicieron caso, Chávez tenía por costumbre solo rendir honores y reconocimientos a quienes morían, porque ya no le hacían sombra.
Ningún hombre valiente se regodea en el culto a su personalidad, y evita la publicidad de sus éxitos, el cobarde se revuelca en la adoración pública, se engrandece más allá de lo humano para confundirse con los dioses, dice de sí mentiras, exagera su leyenda, se presenta como héroe de causas inexistentes, aparece como lo que no es.
Maduro es peor, es el cobarde oportunista, el truculento estafador que roba identidades, el trabajo de otros, la nacionalidad de otro, se hace pasar como hijo de otro, como candidato del otro. Se dice obrero y tiene a los obreros pasando hambre, cerrándole las empresas para dejarlos sin trabajo, castigándolos con sueldos de miseria.
Los chavistas son tan cobardes que recurren a tribunales vendidos, para que emita sentencias prohibiéndole a la gente, que pronuncie el nombre del responsable de la crisis alimentaria en el país, un general desvergonzado que se oculta tras la toga de los jueces, violando la mayor parte de las garantías constitucionales sobre libertad de expresión, sobre el control social que debemos ejercer sobre las gestiones de los funcionarios, este acto de ocultamiento ilegal hace difícil seguir sus actuaciones diabólicas de utilizar la comida como arma política, en contra del pueblo libre y soberano de Venezuela.
El chavismo es la encarnación política de una de las peores taras de nuestra personalidad colectiva, de ese acomodo cobarde e indigno que caracteriza a ciertos venezolanos, del oportunista, de quien no sabe qué hacer con su libertad y que por unas monedas está dispuesto a venderse al mejor postor.
El PSUV, ese partido político y sus líderes pasarán a la historia como un club de miserables, y debe contar con todo el repudio de quienes hemos sido testigos de su indolencia y maldad en su labor de destrucción del país.   –     saulgodoy@gmail.com



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