lunes, 26 de septiembre de 2016

Un escritor con clase


El rostro de William Sumerset  Maugham (1874- 1965) en su vejez asemeja el de un bulldog de raza, muchas de los retratos que le hicieron los mejores fotógrafos del mundo al escritor inglés, recogen a un hombre mal encarado y elegantemente vestido, belfos colgantes, ojeras profundas, arrugado como una pasa pero con una mirada atenta, inteligente, siempre en guardia.
No solo fue uno de los escritores de novelas y cuentos más populares de su época, sino un prolífico dramaturgo que llegó a tener hasta cuatro obras diferentes, simultáneamente, en teatros de Broadway y Londres.
Escribió incontables guiones para películas y sus obras fueron llevadas  al cine en producciones de Hollywood que batían records de taquilla, no solo fue un millonario por sus ganancias en el mundo del entretenimiento, también fue un inversionista sagaz, que pudo multiplicar su fortuna en las bolsas financieras del mundo, fue un gran coleccionista de obras de arte.
Era amigo de los más famosos artistas, desde Greta Garbo, Bette Davis, Douglas Fairbanks, Bill Murray que se peleaban por interpretar algunos de sus personajes, era invitado constante de las casas reales europeas, amigo personal del Agha Khan, un viajero incansable que vivió los últimos y esplendorosos momentos de colonialismo ingles en el mundo.
Manejó ambulancias en el frente francés durante la Primera Guerra Mundial junto con Hemingway, John Dos Pasos, E.E Cummings, era médico graduado, siempre escritor, fue reclutado por el Servicio de Inteligencia Británico y enviado a Rusia durante la Revolución de Octubre y viajó extensivamente por la India, el sureste asiático y China, memorias que quedaron plasmadas en incontables obras, entre ellas, su famosa obra El Velo Pintado, de la cual se hizo una versión cinematográfica  reciente (2006), con las memorables actuaciones de Noemi Watts y Edward Norton, sobre el romance de un doctor y una frívola joven inglesa en la china de 1920 (buena película).
El mundo de la suntuocidad colonial que conoció Maugham
Sus novelas más famosas son El Mago (1908), La Condición Humana (1915), Sobre el filo de la navaja (1944), The Moon and Sixpence (1919, sobre la vida del pintor Paul Gauguin), y otras muchas, fue pionero de las novelas negras y de espionaje, y un popular escritor de libros de viajes.
El escritor Ian Flemming, el autor de las aventuras del agente 007, James Bond escribió el cuento Quantun of Solace como homenaje al estilo de Maugham quien marcó a los espías como personajes sofisticados y de mundo, tal como el mismo lo fue durante su participación en ese medio de intrigas y mentiras, para quienes estén interesados en leer sus historias de espionaje les recomiendo su colección de cuentos Ashenden, o el agente británico (1928), estoy seguro se van a dar banquete.
Esta rápida y somera introducción es para decirles que me acabo de terminar un libro de cuentos que suceden en Borneo y Malasia, cuatro historias que se agrupan bajo el título en inglés The Letter y que están formidablemente traducidas al castellano bajo el título, Fruto Prohibido, y solo puedo decirles, que desde hace varios años soy un gran admirador de este escritor, tenía tiempo sin leer algo de Maugham, y estos cuentos, sin que me quede nada por dentro, son sencillamente “deliciosos”, no tengo otra manera de describirlos, muy bien escritos, interesantes y muy gratos, incluso aquellos relatos que terminan en tragedia.
El autor en la cresta de su fama
Somerset Maugham es un escritor que se pierde de vista y ha escrito tanto, que leer su obra completa es un trabajo que puede tomar toda una vida, y su biografía es tan interesante o más que sus ficciones, fue un escritor que vivió de su oficio y se dio unos gustos exquisitos, su villa en la Riviera francesa era la meca del buen gusto, atendida por un pequeño ejército de empleados entre mucamas, choferes, chefs, mayordomos, jardineros, recibía al jet set del momento, a jefes de estado que querían conocerlo, a los dueños de los estudios y a grandes artistas, pero lo más impresionante fue su disciplina en el trabajo, su afán de perfección estilística y su gigantesco apetito por la lectura.
Dominaba a la perfección cinco idiomas, a pesar de ser tartamudo y una persona en extremo reservada, logró utilizar este defecto del habla a su favor y hacer de sus presentaciones en público un éxito, al punto que, durante la Segunda Guerra Mundial, y aprovechando su bien ganada fama como escritor, el gobierno británico le encomendó la tarea de hacer relaciones públicas y ganar simpatías en el público norteamericano para que se involucrara en el esfuerzo bélico a favor de Inglaterra.
El Imperio Británico en Asia
La mayor parte de su vida la pasó tratando de ocultar que era un homosexual a pesar de que contrajo matrimonio y tuvo una hija, sus secretarios privados eran sus amantes y solo fue al final de su vida que se vio en el centro de unas demandas judiciales y protagonizando unos escándalos, que lamentablemente pusieron el foco de la opinión pública sobre su vida secreta, en una época donde ser gay era una enfermedad y un pecado.
Durante los últimos años de su larga y productiva vida los terminó en un sanatorio privado en Francia, aquejado por una demencia degenerativa.
Sus críticos y detractores no le perdonan el éxito comercial que tuvo, un autor que hizo tanto dinero con sus obras inmediatamente es estigmatizado como un artista llano y frívolo, si bien es cierto que su capacidad lexical era limitada y el mismo lo reconocía, su penetrante mirada sobre el alma humana era sin duda alguna portentosa y hasta clínica, su capacidad de observación era sencillamente un don natural que supo llevarlo a la literatura de la manera más económica y directa posible, y para mí, como lector, aprecio esa maravillosa facultad de poder describir la esencia de una persona solo con dos o tres líneas.
Cuando uno lee a Maugham convive con personajes de carne y hueso, les roba el alma y las encadena en palabras para sus lectores, leerlo es no solo una experiencia extraña, en el sentido que, he allí un artista, que como Miguel Ángel Buenarroti, capturaba la chispa divina de sus personajes y les daba vida con sus artes de demiurgo, sino que lo hacía de la manera más efectiva posible, de allí la riqueza del mundo psicológico y afectivo que creaba, y debió ser producto de su indefinida sexualidad, pero Maugham es uno de los escritores que mejor retrata el alma de los personajes femeninos, sobre todo de sus apetitos sexuales y eróticos, pura magia.
Pocos colegas le reconocieron en vida su arte, pero en mi opinión bastó el comentario que hizo el escritor norteamericano Theodore Dreiser, otro de mis héroes intelectuales, quien dijo de Maughan, que sólo era comparable a un Beethoven de la literatura.
Sus cuentos orientales, de los que Fruto Prohibido es parte, están considerados de lo mejor que existe sobre literatura exótica, como buen británico nacido en los valores Eduardianos, Maughan nos presenta una visión muy particular de aquellos tiempos coloniales del Imperio, no era aquella exaltación de Kipling, ni la velada crítica de un Conrad, era ese mundo de contradicciones humanas y contrastes de valores tan marcados que existían entre la supuesta civilización y la barbarie, es por ello que las obras de Maugham son referencia obligada en los estudios coloniales y postcoloniales, tan populares en el mundo actual.
Para quienes quieran iniciarse en la lectura de éste autor, les recomiendo empezar por sus cuentos, este librito que reseño es un excelente punto de partida, es corto, sumamente potable y estoy seguro los va a introducir en una larga relación con William Sumerset Maugham, lo mejor es que la editorial La Oveja Negra de Colombia tiene una edición popular de esta obra, que la he visto en los tarantines de libros usados en Caracas.  -  saulgodoy@gmail.com



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