“Castañeda dice que cierta vez don Juan le preguntó si pensaba que
los dos eran iguales. Aunque él realmente no pensaba que lo fueran, en un tono
condescendiente le dijo que sí. Don Juan lo escuchó pero no aceptó su
veredicto. "No creo que lo seamos -le dijo-, porque yo soy cazador y un
guerrero y tú no eres más que un "pimp" [proxeneta]. Yo estoy
dispuesto en cualquier momento a ofrecer la recapitulación de mi vida. Tu
pequeño mundo lleno de tristezas e indecisiones no, puede ser nunca igual al
mío"
Sam Keen, Voices and Visions (New York: Harper and Row, 1976)
Hay
una cita en el libro Corpus del
filósofo francés Jean Luc Nancy que corresponde a una narración que hace David
Grossman en su obra Voir ci-dessous:
amour (1991), y que transcribo íntegramente ya que retrata de manera
excepcional como en la cultura occidental el cuerpo es considerado, dice así:
“Del todo asombrado, Kasik descubrió que
estaba condenado de por vida a arrastrar un poco la pierna izquierda, que uno
de sus ojos distinguía a duras penas las formas y los colores, que, a medida
que envejecía, se multiplicaban sobre el dorso de sus manos, malignas manchas
marrones, y que se le caía el pelo y los dientes. Observaba estos cambios como
si leyese la historia de un extranjero, si bien la aflicción y el dolor
asomaban en él y lo torturaban: la aflicción del deterioro, el dolor de la
separación. Várices azules habían rápidamente cubierto su pantorrilla
izquierda- se inclinaba y las miraba como se mira el mapa de una región
desconocida. Sus ojos lagrimeaban tan pronto como se acercaba al heno recién
cortado, las cerezas le daban diarrea, atravesar el césped del zoo, picores, y
su párpado derecho guiñaba solo en los momentos de gran emoción; no eran más
que bagatelas, pero le envenenaban poco a poco la vida… Se enteró de que a
menudo cuando alguien dice –es mi lote- piensa, de hecho, en el amasijo de
carne que arrastra consigo. El propio Aharon Marcus, el farmacéutico, ha
difundido la especie de que después de miles de años de existencia sobre esta
tierra, el hombre era la única criatura viviente todavía imperfectamente
adaptada a su cuerpo, del cual a menudo se avergonzaba. Y a veces, apuntaba el
farmacéutico, se diría que el hombre espera ingenuamente la etapa siguiente de
la evolución en el curso de la cual su cuerpo y él serán separados en dos
criaturas distintas… Hay que señalar que Niegel no ha comprendido gran cosa de cuanto
se decía sobre la relación entre el hombre y su cuerpo: para ser admitido en
las SS el candidato debía estar en perfecta salud; bastaba un empaste para descalificar a un
aspirante.”
Leer Corpus,
es adentrarse en los intersticios de la dualidad cartesiana, el cuerpo como
vehículo del alma, como forma, límite y ser del hombre y ocurre un detalle,
tanto Nancy como otros dos escritores que he estado leyendo que son Susan
Sontag y Christopher Hitchens, los tres se vieron confrontados con penosas
enfermedades de las que solo sobrevivió Nancy, pero los tres dieron sus
visiones sobre el cuerpo humano en medio de aquellas crisis médicas y son, para
llamarlas de alguna manera, unas opiniones terribles, donde el cuerpo es
tratado casi que como un artefacto, como una prenda pré-a-porter, úselo-bótelo, en versiones que se parecen a las de la
narración de Grossman, conceptuando al cuerpo como algo inferior a la mente.
Pero Carlos Castañeda plantea por intermediación de
don Juan Matus, el brujo Yaqui del desierto de Sonora, quien fue su maestro, una
exaltación al cuerpo, retoma las tradiciones antiguas que valoraban nuestra
forma física, como la imagen perfecta que los mismos dioses preferían en sus
reencarnaciones.
El cuerpo humano era entendido y tratado de una
manera muy diferente que occidente (Europa) por las culturas amerindias, entre
ellas la cultura Tolteca, tan adelantada en su punto más culminante en las
ciencias astronómicas gracias a que eran brillantes matemáticos y muy perspicaces
observadores de los cielos, eran arriesgados constructores no solo de templos y
tumbas sino de complejos urbanos y obras públicas que todavía subsisten,
conocían la escritura, dominaban aspectos importantes de la agricultura al
punto que pudieron sustentar grandes conglomerados de gente en sus ciudades,
tenían su propio y muy original arte, pero por sobre todo eran guerreros.
El aprendizaje del guerrero Tolteca, entendiendo por
Tolteca no la adscripción que hace la antropología clásica y que nos informa
que esta cultura india ya estaba extinta cuando ocurre el descubrimiento de
América por parte de los conquistadores españoles, sino de una forma de ser y
actuar muy antigua, un conocimiento ancestral y autóctono de nuestra América
aborigen que todavía existe en pequeños grupos secretos de iniciados.
Para el investigador costarricense J. Armando Robles
Robles la obra de Carlos Castañeda es importante entre otras razones porque:
Carlos
Castañeda es culturalmente de los nuestros, es un latino; y que, para decir no
lo menos sino lo mínimo, su propuesta tiene inconfundiblemente el color y el
sabor generales de la cultura indígena de la que se reclama originaria, la de
los pueblos amerindios del suroeste de los Estados Unidos y del Norte de
México. Ambos aspectos culturales, lo latino y lo indígena, son muy importantes
en el pensamiento y en la teología latinoamericanos, tan inclinados todavía a
desconocer riquezas culturales y humanas propias y a pensar que para encontrar
riquezas parecidas hay que remontarse a las religiones y culturas orientales,
como si en el continente americano y en las culturas indígenas nada de parecida
envergadura se hubiera producido. Pero hay algo todavía más importante, que
venimos de afirmar y cuya importancia, si aceptamos que realmente existe, no se
puede discutir: el conocimiento del que nos habla don Juan Matus y Carlos
Castañeda es el fruto más granado de las culturas amerindias… Pero existe un
argumento más, el más importante de todos. Lo que Carlos Castañeda hace es,
aunque él lo niega, y con razón, una propuesta de verdadera y auténtica
experiencia religiosa o de espiritualidad, aunque laica. Y hay razones muy
fuertes para pensar que este es el único tipo de propuesta religiosa
culturalmente creíble en el mundo de hoy. Solamente por esta hipótesis merece
la pena desde la religión y la teología conocer la propuesta de Carlos
Castañeda.
Pero
yo agregaría que la propuesta de Castañeda tiene precisamente un componente
altamente positivo y de enorme significación en cuanto al papel que desempeña
el cuerpo en la conformación del ser, que va mucho más allá de la visión
aristotélica y heideggeriana que conforman la ontología clásica, que sólo en
filosofías orientales puede encontrarse paralelos a lo que Matus y Castañeda
plantean como conocimiento, y donde el cuerpo juega un papel preponderante en
la búsqueda de la superación del hombre.
La
retórica del cuerpo en occidente fuertemente influenciada por el pensamiento
judeocristiano, sucumbe a la noción del cuerpo como vehículo imperfecto del
espíritu, como fuente de pecado y bajos instintos, como pesado fardo que
debemos cargar con él hasta la liberación de una nueva vida más allá del mundo
físico, de la manera más positiva de tratarlo es la que nos habla de
convertirlo en templo de nuestra alma, pero siempre dándole ese papel
secundario y transitorio, de un refugio temporal para nuestra alma.
El
dualismo cartesiano privilegia el alma y la hace el centro de todas las
virtudes y valores de la vida humana, el cuerpo es mera imagen del alma, algo
así como un estuche de carne, sangre y huesos que se corrompe con el tiempo, al
cuerpo inevitablemente le está asociada la idea de la muerte y el sufrimiento,
para el materialismo europeo desarrollado posteriormente, el cuerpo sólo tiene
un valor económico y de trabajo que constituye su principal utilidad.
Como
bien dice Florinda Donner-Grau, una de las brujas de Castañeda en sus
presentaciones luego del deceso de éste- Debemos
tomar responsabilidad del hecho no negociable de que somos seres que vamos a
morir- por lo tanto ¿Qué vamos hacer al respecto?
Toda
la narrativa que Carlos Castañeda recoge en sus libros y que son atribuidas a
un conocimiento ancestral tolteca, al más refinado de los chamanismos
americanos, a un complejo montaje de energías cósmicas, personales y del mundo
interactuando, a un conocimiento de herramientas, creencias y vivencias con las
que se manipulan estos mundos de poder, constituyen sin lugar a dudas una de
las propuestas más audaces y originales de una religión plenamente amerindia, y
donde el cuerpo es redimido como parte fundamental ser ser.
No
voy a discutir en este artículo si se trata de una creación del tremendo
talento literario de Castañeda, o del interés de personas allegadas a él, o de
corporaciones que vieron un nicho de mercado para las necesidades espirituales
del hombre y la mujer del siglo XXI, tampoco voy a tratar de las
contradicciones antropológicas que se han suscitado entre las tesis de
Castañeda y lo que hasta los momentos conocemos de la realidad histórica tolteca,
lo que sí quiero destacar es de la enorme popularidad de sus ideas, de la
coherencia como fueron presentadas y de la utilidad que han tenido en
proporcionar un punto de vista sobre la vida, bastante original y que para
algunas personas, les ha prestado en resolver algunos de sus problemas.
El
mismo Carlos Castañeda se ha encargado, por recomendación de don Juan, de
borrar toda traza de su vida personal, no permitía ni fotografías ni
grabaciones de sus presentaciones, escogía cuidadosamente a quienes les daba
entrevistas, no era una figura pública reconocible, de hecho, hay testimonios
suficientes de personas que trataron de suplantarlo para beneficiarse
económicamente y él lo permitía, y de acuerdo a su testimonio, lo divertía; hay
serias dudas sobre su verdadero origen, que se debate entre si era peruano o
argentino, eludía la fama y los aplausos, famosos fueron sus desplantes ante
directores de cine y tentadoras ofertas de programas de televisión que lo daban
todo por tenerlo como invitado especial.
Lo
que sí sabemos es que se graduó como antropólogo en la Universidad de
California en Los Angeles, y que su tesis de grado fueron sus trabajos de campo
con el brujo Yaqui Don Juan Matus, que lo introdujo en el mundo de las plantas
alucinógenas en los rituales chamanísticos en el desierto de Sonora. Castañeda
ha escrito cerca de diez libros todos muy bien vendidos, entre ellos algunos
best-sellers y ha sido traducido en innumerables lenguas, varias universidades
le dedican cursos a sus ideas, e internet está plagado de artículos sobre su
vida y obra.
Una
de las ideas más importantes de Castañeda es que la brujería, tal y como la
entienden sus maestros Don Juan y Don Genaro, era una actividad y un arte cuyo
propósito era percibir la energía cósmica directamente, para estos brujos el
universo era una tupida urdimbre de hebras incandescentes de conciencia, estas
hebras formaban trenzas que eran mundos completos y diferentes del nuestro, y
su número era infinito, los brujos llamaban a nuestro mundo “la primera
atención”.
Los
brujos toltecas ven en la forma humana no a un antropoide de carne, sangre y
huesos sino a una bola de luminosidad en forma de huevo que llevamos como a un
metro de distancia detrás de nuestros omoplatos, y con el cual podemos viajar a
través de estas hebras a otros mundos, pero nuestra educación tradicional,
nuestro culto al ego y al mundo de las palabras, nos impiden percibir esta otra
realidad, y tal como lo expresa Bruce Wagner en un artículo que hizo en 1994: “Vamos hacia nuestras tumbas negando que
somos seres mágicos; nuestra prioridad es servir al ego en vez del espíritu. Y
antes que nos demos cuenta, la batalla ha terminado- morimos miserablemente
encadenados al ser.”
En
las enseñanzas de Don Juan el cuerpo es al mismo tiempo nuestra perdición y
nuestra liberación, el cuerpo tiene su propio lenguaje, sus centros de memoria,
su manera de percibir estas energías, es el medio por el cual podemos acceder a
estos nuevos planos del conocimiento, el cuerpo nos permite trascender sus
propias limitaciones e impulsarnos hacia planos superiores de consciencia.
El
cuerpo tiene una facilidad extraordinaria en aprender rutinas, razón por la
cual es común encadenarlo a malas costumbres y hábitos, a secuencias que se
repiten y se hacen monótonas, pero también puede enseñársele caminos novedosos,
nuevos movimientos, prepararnos para la acción, para lo inesperado, hay una
memoria corporal importante que muy poco usamos, los comandos que van a la
guerra saben de lo importante de que el cuerpo aprenda unas quinesias
automáticas de ataque y defensa, fundamentales para sobrevivir en ambientes de
combate.
En
algún momento Castañeda asegura que hay nostalgias acumuladas en el reverso de
su muslo, y que su pantorrilla tiene memoria, que sus pies recuerdan los
caminos recorridos, que su estómago presiente el peligro y su nuca sabe cuando
alguien lo mira, hay científicos hoy en día que aseguran que cuando se pierde
un miembro del cuerpo, se pierde una parte importante de nuestra memoria
personal.
El
entrenamiento que llevaban los jóvenes guerreros toltecas era fundamental para
prepararlos en esa percepción de las amenazas, el mundo real es un sitio maravilloso
pero muy peligroso, era necesario estar alertas, había que entender las
advertencias del cuerpo, que se da cuenta de situaciones que la mente no
percibe, hay otros planos de existencia que el cuerpo capta y procesa,
información clave para la sobrevivencia, pero que una vida domesticada, cómoda,
predecible y segura, simplemente condenan al desuso estas capacidades dejando
al hombre a mercedde las circunstancias.
Ejercicios
como caminar de espalda, ponerse prendas de ropa al revés, mortificar la carne,
aprender nuevos movimientos, participar en juegos con resultados altamente
aleatorios, hacer rutas nocturnas, llevar a los aprendices a lugares alejados
para que encuentre el camino de vuelta, seguir rastros de animales, despiertan
los sentidos adormecidos del guerrero y los hace entrar en una nueva etapa de
acecho, don Juan, un guerrero impecable, estaba siempre brindándole al cuerpo
de su pupilo Castañeda nuevas sensaciones a su cuerpo, algunas muy desagradables
pero que lo ubicaban en otros planos de la existencia.
Tal
como le explicó Castañeda a Graciela N.V. Corvalán en su entrevista Diálogo a Fondo con Carlos Castañeda
(1980): “Todo el universo está dividido
en dos mitades el lado derecho corresponde al tonal y el izquierdo al nagual,
la parte izquierda implica la ausencia de las palabras y sin palabras no
podemos pensar, allí sólo caben las acciones. En ese otro mundo el cuerpo
actúa, el cuerpo para entender no necesita
palabras”.
El
guerrero debe saber que lo debilita y que lo fortalece, para Don Juan la
actividad sexual consume demasiada energía y es difícil de reponer, tener hijos
los hace perder “filo”, se abren huecos que los hacen vulnerables, las mujeres
al tener sus órganos sexuales dentro de sus cuerpos les da una ventaja extraordinaria
para la resistencia física, en concordancia con la noción de los chakras
orientales, que necesitan ser activados por los maestros, de la misma manera
hay puntos en el cuerpo que son como antenas para ciertas energías y materias
que la mente no capta.
Saber
cómo y cuándo comer, ayunar, embriagarse, drogarse, curarse, sentirse triste o
cansado, percibir los dolores y señales del cuerpo cuando algo no marcha bien
son de vital importancia para un guerrero, todo tiene su tiempo, sus usos, y
dependiendo como se haga se obtendrán unos resultados y no otros, Don Juan pone
gran tiempo y cuidado en entrenar a su pupilo en el arte de dormir y soñar, de las
más importantes tareas de un guerrero.
Por
ello la importancia de ciertos movimientos, de “pases mágicos” que ayudan a
canalizar energía y a bloquear otras, la atención al cuerpo garantiza no solo
salud sino larga vida en las mejores condiciones posibles, tener el cuerpo en
buena forma y alineado con las energías cósmicas garantizan los próximos pasos
para el conocimiento, con un cuerpo en estado de acecho y una mente vaciada del
ego, enfrentando cada momento de la vida con autenticidad, con total atención
en lo que hacemos.
La
Tensegridad ha sido el desarrollo último de las enseñanzas de Castañeda, se
trata de un entrenamiento de movimientos del cuerpo, que ayudan a las personas
a canalizar energías es una especie de Tai Chí Tolteca, como le llamó Benjamin
Epstein, la gran diferencia con las otras disciplinas de los movimientos
corporales, es que la Tensegridad es chamánica, su intención es producir
cambios prácticos en los campos de energía por medio de un ritual del cuerpo.
En la
entrevista con Graciela Corvalán le cuenta de un período en su entrenamiento
donde tenía que vaciarse de todo orgullo y tuvo que experimentar con
situaciones adversas, entre ellas la discriminación, según su opinión algo muy
difícil de soportar, pero hay que aprender a sustraerse del impacto emocional.
Si uno reacciona está perdido “Uno no se
ofende cuando el tigre ataca, uno de hace a un lado y lo deja pasar”, aún
así tuvo que sufrir falsas acusaciones y hasta una noche tuvo que pasar en una
cárcel.
Por
último y para redondear las ideas en este cortísimo ensayo sobre un tema tan
complicado les dejo las impresiones de J. Armando Robles Robles sobre lo que
significa ser un guerrero:
Ser
hombre de conocimiento es una meta alcanzable, pero hay que alcanzarla, y para
ello se necesita tener la disposición, el valor, las actitudes y las cualidades
de un guerrero. Hay que ser esforzado, de intención rígida, tener claridad de
mente y un propósito bien claro. El guerrero se define por su comportamiento en
la batalla. Según la expresión clásica de don Juan Matus, «—Un hombre va al
conocimiento como va a la guerra: bien despierto, con miedo, con respeto y con
absoluta confianza. Ir de cualquier otra forma al conocimiento o a la guerra es
un error, y quien lo cometa corre el riesgo de no sobrevivir para lamentarlo».
Tan exigente es llegar a ser hombre de conocimiento. Hay que ser guerrero, no
se puede llegar de otra manera. Bien despierto, totalmente claro, plenamente
consciente de lo que emprende y, para ello, sano, sobrio, fuerte. Pero con
miedo. En verdad, puede ser que muera en ella y sea su última batalla. El
guerrero sabe que en cualquier momento puede morir. Por ello tiene siempre la
muerte presente, es su compañera, lo fortalece. Tiene que entrar a cada
batalla, y vivir cada momento, como si fuese la última. Y con respeto.
Valorando retos, obstáculos y fuerzas, almacenando energía, calculando las
fuerzas. El hombre guerrero es todo lo contrario de un hombre temerario. Este
en el fondo tiene miedo, es orgulloso, y, víctima del miedo y del orgullo, se
lanza de forma tan exhibicionista como no calculada y perece, es derrotado. Es
víctima de su “yo”. El guerrero tiene miedo pero lo supera, supera su “yo” y,
superado este, no tiene otro propósito que el de actuar «impecablemente», y así
actúa, sin miedo, sin interés, ejecutando una obra de arte.
saulgodoy@gmail.com
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