viernes, 20 de octubre de 2017

La retórica del cuerpo en Castañeda



“Castañeda dice que cierta vez don Juan le preguntó si pensaba que los dos eran iguales. Aunque él realmente no pensaba que lo fueran, en un tono condescendiente le dijo que sí. Don Juan lo escuchó pero no aceptó su veredicto. "No creo que lo seamos -le dijo-, porque yo soy cazador y un guerrero y tú no eres más que un "pimp" [proxeneta]. Yo estoy dispuesto en cualquier momento a ofrecer la recapitulación de mi vida. Tu pequeño mundo lleno de tristezas e indecisiones no, puede ser nunca igual al mío"

Sam Keen, Voices and Visions (New York: Harper and Row, 1976)

Hay una cita en el libro Corpus del filósofo francés Jean Luc Nancy que corresponde a una narración que hace David Grossman en su obra Voir ci-dessous: amour (1991), y que transcribo íntegramente ya que retrata de manera excepcional como en la cultura occidental el cuerpo es considerado, dice así:
“Del todo asombrado, Kasik descubrió que estaba condenado de por vida a arrastrar un poco la pierna izquierda, que uno de sus ojos distinguía a duras penas las formas y los colores, que, a medida que envejecía, se multiplicaban sobre el dorso de sus manos, malignas manchas marrones, y que se le caía el pelo y los dientes. Observaba estos cambios como si leyese la historia de un extranjero, si bien la aflicción y el dolor asomaban en él y lo torturaban: la aflicción del deterioro, el dolor de la separación. Várices azules habían rápidamente cubierto su pantorrilla izquierda- se inclinaba y las miraba como se mira el mapa de una región desconocida. Sus ojos lagrimeaban tan pronto como se acercaba al heno recién cortado, las cerezas le daban diarrea, atravesar el césped del zoo, picores, y su párpado derecho guiñaba solo en los momentos de gran emoción; no eran más que bagatelas, pero le envenenaban poco a poco la vida… Se enteró de que a menudo cuando alguien dice –es mi lote- piensa, de hecho, en el amasijo de carne que arrastra consigo. El propio Aharon Marcus, el farmacéutico, ha difundido la especie de que después de miles de años de existencia sobre esta tierra, el hombre era la única criatura viviente todavía imperfectamente adaptada a su cuerpo, del cual a menudo se avergonzaba. Y a veces, apuntaba el farmacéutico, se diría que el hombre espera ingenuamente la etapa siguiente de la evolución en el curso de la cual su cuerpo y él serán separados en dos criaturas distintas… Hay que señalar que Niegel no ha comprendido gran cosa de cuanto se decía sobre la relación entre el hombre y su cuerpo: para ser admitido en las SS el candidato debía estar en perfecta salud;  bastaba un empaste para descalificar a un aspirante.”

Leer Corpus, es adentrarse en los intersticios de la dualidad cartesiana, el cuerpo como vehículo del alma, como forma, límite y ser del hombre y ocurre un detalle, tanto Nancy como otros dos escritores que he estado leyendo que son Susan Sontag y Christopher Hitchens, los tres se vieron confrontados con penosas enfermedades de las que solo sobrevivió Nancy, pero los tres dieron sus visiones sobre el cuerpo humano en medio de aquellas crisis médicas y son, para llamarlas de alguna manera, unas opiniones terribles, donde el cuerpo es tratado casi que como un artefacto, como una prenda pré-a-porter, úselo-bótelo, en versiones que se parecen a las de la narración de Grossman, conceptuando al cuerpo como algo inferior a la mente.
Pero Carlos Castañeda plantea por intermediación de don Juan Matus, el brujo Yaqui del desierto de Sonora, quien fue su maestro, una exaltación al cuerpo, retoma las tradiciones antiguas que valoraban nuestra forma física, como la imagen perfecta que los mismos dioses preferían en sus reencarnaciones.
El cuerpo humano era entendido y tratado de una manera muy diferente que occidente (Europa) por las culturas amerindias, entre ellas la cultura Tolteca, tan adelantada en su punto más culminante en las ciencias astronómicas gracias a que eran brillantes matemáticos y muy perspicaces observadores de los cielos, eran arriesgados constructores no solo de templos y tumbas sino de complejos urbanos y obras públicas que todavía subsisten, conocían la escritura, dominaban aspectos importantes de la agricultura al punto que pudieron sustentar grandes conglomerados de gente en sus ciudades, tenían su propio y muy original arte, pero por sobre todo eran guerreros.
El aprendizaje del guerrero Tolteca, entendiendo por Tolteca no la adscripción que hace la antropología clásica y que nos informa que esta cultura india ya estaba extinta cuando ocurre el descubrimiento de América por parte de los conquistadores españoles, sino de una forma de ser y actuar muy antigua, un conocimiento ancestral y autóctono de nuestra América aborigen que todavía existe en pequeños grupos secretos de iniciados.
Para el investigador costarricense J. Armando Robles Robles la obra de Carlos Castañeda es importante entre otras razones porque:
Carlos Castañeda es culturalmente de los nuestros, es un latino; y que, para decir no lo menos sino lo mínimo, su propuesta tiene inconfundiblemente el color y el sabor generales de la cultura indígena de la que se reclama originaria, la de los pueblos amerindios del suroeste de los Estados Unidos y del Norte de México. Ambos aspectos culturales, lo latino y lo indígena, son muy importantes en el pensamiento y en la teología latinoamericanos, tan inclinados todavía a desconocer riquezas culturales y humanas propias y a pensar que para encontrar riquezas parecidas hay que remontarse a las religiones y culturas orientales, como si en el continente americano y en las culturas indígenas nada de parecida envergadura se hubiera producido. Pero hay algo todavía más importante, que venimos de afirmar y cuya importancia, si aceptamos que realmente existe, no se puede discutir: el conocimiento del que nos habla don Juan Matus y Carlos Castañeda es el fruto más granado de las culturas amerindias… Pero existe un argumento más, el más importante de todos. Lo que Carlos Castañeda hace es, aunque él lo niega, y con razón, una propuesta de verdadera y auténtica experiencia religiosa o de espiritualidad, aunque laica. Y hay razones muy fuertes para pensar que este es el único tipo de propuesta religiosa culturalmente creíble en el mundo de hoy. Solamente por esta hipótesis merece la pena desde la religión y la teología conocer la propuesta de Carlos Castañeda.

Pero yo agregaría que la propuesta de Castañeda tiene precisamente un componente altamente positivo y de enorme significación en cuanto al papel que desempeña el cuerpo en la conformación del ser, que va mucho más allá de la visión aristotélica y heideggeriana que conforman la ontología clásica, que sólo en filosofías orientales puede encontrarse paralelos a lo que Matus y Castañeda plantean como conocimiento, y donde el cuerpo juega un papel preponderante en la búsqueda de la superación del hombre.
La retórica del cuerpo en occidente fuertemente influenciada por el pensamiento judeocristiano, sucumbe a la noción del cuerpo como vehículo imperfecto del espíritu, como fuente de pecado y bajos instintos, como pesado fardo que debemos cargar con él hasta la liberación de una nueva vida más allá del mundo físico, de la manera más positiva de tratarlo es la que nos habla de convertirlo en templo de nuestra alma, pero siempre dándole ese papel secundario y transitorio, de un refugio temporal para nuestra alma.
El dualismo cartesiano privilegia el alma y la hace el centro de todas las virtudes y valores de la vida humana, el cuerpo es mera imagen del alma, algo así como un estuche de carne, sangre y huesos que se corrompe con el tiempo, al cuerpo inevitablemente le está asociada la idea de la muerte y el sufrimiento, para el materialismo europeo desarrollado posteriormente, el cuerpo sólo tiene un valor económico y de trabajo que constituye su principal utilidad.
Como bien dice Florinda Donner-Grau, una de las brujas de Castañeda en sus presentaciones luego del deceso de éste- Debemos tomar responsabilidad del hecho no negociable de que somos seres que vamos a morir- por lo tanto ¿Qué vamos hacer al respecto?
Toda la narrativa que Carlos Castañeda recoge en sus libros y que son atribuidas a un conocimiento ancestral tolteca, al más refinado de los chamanismos americanos, a un complejo montaje de energías cósmicas, personales y del mundo interactuando, a un conocimiento de herramientas, creencias y vivencias con las que se manipulan estos mundos de poder, constituyen sin lugar a dudas una de las propuestas más audaces y originales de una religión plenamente amerindia, y donde el cuerpo es redimido como parte fundamental ser ser.
No voy a discutir en este artículo si se trata de una creación del tremendo talento literario de Castañeda, o del interés de personas allegadas a él, o de corporaciones que vieron un nicho de mercado para las necesidades espirituales del hombre y la mujer del siglo XXI, tampoco voy a tratar de las contradicciones antropológicas que se han suscitado entre las tesis de Castañeda y lo que hasta los momentos conocemos de la realidad histórica tolteca, lo que sí quiero destacar es de la enorme popularidad de sus ideas, de la coherencia como fueron presentadas y de la utilidad que han tenido en proporcionar un punto de vista sobre la vida, bastante original y que para algunas personas, les ha prestado en resolver algunos de sus problemas.
El mismo Carlos Castañeda se ha encargado, por recomendación de don Juan, de borrar toda traza de su vida personal, no permitía ni fotografías ni grabaciones de sus presentaciones, escogía cuidadosamente a quienes les daba entrevistas, no era una figura pública reconocible, de hecho, hay testimonios suficientes de personas que trataron de suplantarlo para beneficiarse económicamente y él lo permitía, y de acuerdo a su testimonio, lo divertía; hay serias dudas sobre su verdadero origen, que se debate entre si era peruano o argentino, eludía la fama y los aplausos, famosos fueron sus desplantes ante directores de cine y tentadoras ofertas de programas de televisión que lo daban todo por tenerlo como invitado especial.
Lo que sí sabemos es que se graduó como antropólogo en la Universidad de California en Los Angeles, y que su tesis de grado fueron sus trabajos de campo con el brujo Yaqui Don Juan Matus, que lo introdujo en el mundo de las plantas alucinógenas en los rituales chamanísticos en el desierto de Sonora. Castañeda ha escrito cerca de diez libros todos muy bien vendidos, entre ellos algunos best-sellers y ha sido traducido en innumerables lenguas, varias universidades le dedican cursos a sus ideas, e internet está plagado de artículos sobre su vida y obra.
Una de las ideas más importantes de Castañeda es que la brujería, tal y como la entienden sus maestros Don Juan y Don Genaro, era una actividad y un arte cuyo propósito era percibir la energía cósmica directamente, para estos brujos el universo era una tupida urdimbre de hebras incandescentes de conciencia, estas hebras formaban trenzas que eran mundos completos y diferentes del nuestro, y su número era infinito, los brujos llamaban a nuestro mundo “la primera atención”.
Los brujos toltecas ven en la forma humana no a un antropoide de carne, sangre y huesos sino a una bola de luminosidad en forma de huevo que llevamos como a un metro de distancia detrás de nuestros omoplatos, y con el cual podemos viajar a través de estas hebras a otros mundos, pero nuestra educación tradicional, nuestro culto al ego y al mundo de las palabras, nos impiden percibir esta otra realidad, y tal como lo expresa Bruce Wagner en un artículo que hizo en 1994: “Vamos hacia nuestras tumbas negando que somos seres mágicos; nuestra prioridad es servir al ego en vez del espíritu. Y antes que nos demos cuenta, la batalla ha terminado- morimos miserablemente encadenados al ser.”
En las enseñanzas de Don Juan el cuerpo es al mismo tiempo nuestra perdición y nuestra liberación, el cuerpo tiene su propio lenguaje, sus centros de memoria, su manera de percibir estas energías, es el medio por el cual podemos acceder a estos nuevos planos del conocimiento, el cuerpo nos permite trascender sus propias limitaciones e impulsarnos hacia planos superiores de consciencia.
El cuerpo tiene una facilidad extraordinaria en aprender rutinas, razón por la cual es común encadenarlo a malas costumbres y hábitos, a secuencias que se repiten y se hacen monótonas, pero también puede enseñársele caminos novedosos, nuevos movimientos, prepararnos para la acción, para lo inesperado, hay una memoria corporal importante que muy poco usamos, los comandos que van a la guerra saben de lo importante de que el cuerpo aprenda unas quinesias automáticas de ataque y defensa, fundamentales para sobrevivir en ambientes de combate.
En algún momento Castañeda asegura que hay nostalgias acumuladas en el reverso de su muslo, y que su pantorrilla tiene memoria, que sus pies recuerdan los caminos recorridos, que su estómago presiente el peligro y su nuca sabe cuando alguien lo mira, hay científicos hoy en día que aseguran que cuando se pierde un miembro del cuerpo, se pierde una parte importante de nuestra memoria personal.
El entrenamiento que llevaban los jóvenes guerreros toltecas era fundamental para prepararlos en esa percepción de las amenazas, el mundo real es un sitio maravilloso pero muy peligroso, era necesario estar alertas, había que entender las advertencias del cuerpo, que se da cuenta de situaciones que la mente no percibe, hay otros planos de existencia que el cuerpo capta y procesa, información clave para la sobrevivencia, pero que una vida domesticada, cómoda, predecible y segura, simplemente condenan al desuso estas capacidades dejando al hombre a mercedde las circunstancias.
Ejercicios como caminar de espalda, ponerse prendas de ropa al revés, mortificar la carne, aprender nuevos movimientos, participar en juegos con resultados altamente aleatorios, hacer rutas nocturnas, llevar a los aprendices a lugares alejados para que encuentre el camino de vuelta, seguir rastros de animales, despiertan los sentidos adormecidos del guerrero y los hace entrar en una nueva etapa de acecho, don Juan, un guerrero impecable, estaba siempre brindándole al cuerpo de su pupilo Castañeda nuevas sensaciones a su cuerpo, algunas muy desagradables pero que lo ubicaban en otros planos de la existencia.
Tal como le explicó Castañeda a Graciela N.V. Corvalán en su entrevista Diálogo a Fondo con Carlos Castañeda (1980): “Todo el universo está dividido en dos mitades el lado derecho corresponde al tonal y el izquierdo al nagual, la parte izquierda implica la ausencia de las palabras y sin palabras no podemos pensar, allí sólo caben las acciones. En ese otro mundo el cuerpo actúa, el cuerpo para entender no necesita  palabras”.
El guerrero debe saber que lo debilita y que lo fortalece, para Don Juan la actividad sexual consume demasiada energía y es difícil de reponer, tener hijos los hace perder “filo”, se abren huecos que los hacen vulnerables, las mujeres al tener sus órganos sexuales dentro de sus cuerpos les da una ventaja extraordinaria para la resistencia física, en concordancia con la noción de los chakras orientales, que necesitan ser activados por los maestros, de la misma manera hay puntos en el cuerpo que son como antenas para ciertas energías y materias que la mente no capta.
Saber cómo y cuándo comer, ayunar, embriagarse, drogarse, curarse, sentirse triste o cansado, percibir los dolores y señales del cuerpo cuando algo no marcha bien son de vital importancia para un guerrero, todo tiene su tiempo, sus usos, y dependiendo como se haga se obtendrán unos resultados y no otros, Don Juan pone gran tiempo y cuidado en entrenar a su pupilo en el arte de dormir y soñar, de las más importantes tareas de un guerrero.
Por ello la importancia de ciertos movimientos, de “pases mágicos” que ayudan a canalizar energía y a bloquear otras, la atención al cuerpo garantiza no solo salud sino larga vida en las mejores condiciones posibles, tener el cuerpo en buena forma y alineado con las energías cósmicas garantizan los próximos pasos para el conocimiento, con un cuerpo en estado de acecho y una mente vaciada del ego, enfrentando cada momento de la vida con autenticidad, con total atención en lo que hacemos.
La Tensegridad ha sido el desarrollo último de las enseñanzas de Castañeda, se trata de un entrenamiento de movimientos del cuerpo, que ayudan a las personas a canalizar energías es una especie de Tai Chí Tolteca, como le llamó Benjamin Epstein, la gran diferencia con las otras disciplinas de los movimientos corporales, es que la Tensegridad es chamánica, su intención es producir cambios prácticos en los campos de energía por medio de un ritual del cuerpo.
En la entrevista con Graciela Corvalán le cuenta de un período en su entrenamiento donde tenía que vaciarse de todo orgullo y tuvo que experimentar con situaciones adversas, entre ellas la discriminación, según su opinión algo muy difícil de soportar, pero hay que aprender a sustraerse del impacto emocional. Si uno reacciona está perdido “Uno no se ofende cuando el tigre ataca, uno de hace a un lado y lo deja pasar”, aún así tuvo que sufrir falsas acusaciones y hasta una noche tuvo que pasar en una cárcel.
Por último y para redondear las ideas en este cortísimo ensayo sobre un tema tan complicado les dejo las impresiones de J. Armando Robles Robles sobre lo que significa ser un guerrero:
Ser hombre de conocimiento es una meta alcanzable, pero hay que alcanzarla, y para ello se necesita tener la disposición, el valor, las actitudes y las cualidades de un guerrero. Hay que ser esforzado, de intención rígida, tener claridad de mente y un propósito bien claro. El guerrero se define por su comportamiento en la batalla. Según la expresión clásica de don Juan Matus, «—Un hombre va al conocimiento como va a la guerra: bien despierto, con miedo, con respeto y con absoluta confianza. Ir de cualquier otra forma al conocimiento o a la guerra es un error, y quien lo cometa corre el riesgo de no sobrevivir para lamentarlo». Tan exigente es llegar a ser hombre de conocimiento. Hay que ser guerrero, no se puede llegar de otra manera. Bien despierto, totalmente claro, plenamente consciente de lo que emprende y, para ello, sano, sobrio, fuerte. Pero con miedo. En verdad, puede ser que muera en ella y sea su última batalla. El guerrero sabe que en cualquier momento puede morir. Por ello tiene siempre la muerte presente, es su compañera, lo fortalece. Tiene que entrar a cada batalla, y vivir cada momento, como si fuese la última. Y con respeto. Valorando retos, obstáculos y fuerzas, almacenando energía, calculando las fuerzas. El hombre guerrero es todo lo contrario de un hombre temerario. Este en el fondo tiene miedo, es orgulloso, y, víctima del miedo y del orgullo, se lanza de forma tan exhibicionista como no calculada y perece, es derrotado. Es víctima de su “yo”. El guerrero tiene miedo pero lo supera, supera su “yo” y, superado este, no tiene otro propósito que el de actuar «impecablemente», y así actúa, sin miedo, sin interés, ejecutando una obra de arte.


saulgodoy@gmail.com

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