Hace
poco me obsequiaron el DVD original (me lo trajeron como regalo del norte) del
film Ghost in the Shell (2017), del director Rupert Sanders y con la
actuación de Scarlett Johanson, me había negado verla porque no quería
desilusionarme, tengo en muy alta estima la obra original, el anime japonés
(1995) dirigido por Mamoru Oshii, y basado en el manga original (1989) escrito
e ilustrado por Massamune Shirow.
Desde
que supe que estaban haciendo la película con actores reales me hice la idea
que sería una mala versión de la de dibujos animados, pero me equivoqué, no
contaba con el muy buen trabajo que hicieron los guionistas Jonathan Herman y
Jamie Moss, con el despliegue tecnológico detrás de la gente de Dreamwork y
Reliance Entertaiment y las fabulosas actuaciones de la bellísima Scalett y del
“duro” Michael Pitt, la película colmó todas mis exigencias, razón por la cual
la recomiendo para todos aquellos que les guste la ciencia ficción.
Quise
hacer esta breve reseña porque la historia toca uno de los temas fundamentales
para mi comprensión de la vida, y que todavía es un misterio, pero creo, será
finalmente resuelto en esta centuria, y es sobre la naturaleza de la conciencia.
Y
viene al caso, porque estuve leyendo un interesante artículo (2018) del
periodista Steve Volk sobre la sorprendente teoría del médico anestesiólogo
Stuart Hameroff, quien sostiene una teoría que afirma, que el grueso de la
conciencia se produce a niveles cuánticos, donde los protones y electrones se
comportan de una manera extraña en un universo subatómico donde existen estos
microtubos, hechos de una substancia llamada tubulin, que son unas proteínas
flexibles y que se juntan en cadenas formando estos microtubos, miles de veces
más pequeños que una célula roja de la sangre.
Estos
microtubos están presentes en toda estructura biológica actuando como soporte,
como si fuera un esqueleto muy básico de toda organización celular.
Y es
en ese mundo de nanoescalas en donde la energía cuántica es Reina, son sus
dominios, y nuestro cerebro está lleno de estas estructuras, es un inmenso
colador de microtubos conectando a las neuronas a escalas aún mucho más
pequeñas, y allí es donde se produce la conciencia.
Hameroff
tuvo la fortuna de contar con el respaldo de uno de los físicos matemáticos más
prestigiosos del mundo, nada menos que Roger Penrose, y entre ambos, han
desarrollado un modelo conocido como Reducción Objetiva Orquestada, o Orch-Or
(siglas en inglés) que para su buena fortuna, están consiguiendo evidencia en
laboratorios alrededor del mundo que apoyan sus ideas, y cada vez más
científicos están montándose en esa carreta, Penrose no estaba equivocado, la
conciencia tiene sus raíces en el universo cuántico.
Pues
la historia de Ghost in the Shell,
tiene un largo antecedente de carácter filosófico, que ya hemos tratado en
algunos artículos cuando elaboramos sobre el pensamiento de John Searle y
Daniel Denett, y que el investigador y filósofo de la Universidad de Ljubljana,
el doctor Mirt Komel, lanza su red aún más atrás en la historia para traernos a
Plutarco, a Descarte, a Julien Offray, a Spinoza, a Hegel, Kolster, Gilbert
Ryle… el problema de la dualidad en el hombre, entre cuerpo y alma, que es el
punto central en la historia que un día se inventó Massamune Shirow, sigue
dando qué hacer.
En la
historia original (que se llamaba La
Policía Armada Móvil Anti-motines) en una ciudad de nombre Niihama, en el
siglo XXI en Japón, el jefe de la llamada Sección 9, de Seguridad Pública
maneja un equipo que combate el ciber-terrorismo, en ese tiempo existía la
posibilidad y la tecnología para que cualquier persona pudiera tener sus
cerebros conectados, por medio de una serie de interfaces, a servicios de
información y memoria de alto rendimiento, incluso podía reemplazar partes de
su cuerpo con piezas electromecánicas muy eficientes, desde ojos, órganos
internos, extremidades, y había quienes podían migrar a un cuerpo enteramente
sintético, que eran los cyborg.
De
este estado de cosas se desprendían varias cuestiones de orden filosófico, ya
que la persona conservando su “fantasma” (conciencia, algunos le dicen alma)
conservaba su individualidad, su personalidad no importando el vehículo que
usara, o sea el cuerpo.
Esto
lo diferenciaba de los robots, que eran simples máquinas con un programa que
los hacía funcionar, los fantasmas no se podían duplicar, venían como parte del
paquete humano y eran originales, pero entonces surgía la duda (la paradoja de
la nave de Teseo) ¿Cuánto puedo cambiar de cuerpo y conservarme yo, tal cual
soy?
Me
recuerda la historia que acostumbraba a contar el general y padre de la patria
Norteamericana, George Washington, decía que conservaba consigo el hacha de su
bisabuelo, lo único es que le habían tenido que cambiarle varias veces el
cabezal por desgaste, y luego el palo que le servía de cabo porque se rompía,
pero seguía siendo el hacha de su pariente y lo exhibía con orgullo sobre la
chimenea.
Arthur
Koestler creía que el fantasma es un atributo del cuerpo, su obra El espíritu en la Máquina así lo
explica, el alma es un subproducto de la biología, de modo que no era extraño
que la eficiente Comandante Motoko Kusanagi entrara en unas profundas crisis de
identidad y existenciales, luego de varios accidentes en su línea de trabajo,
su cuerpo había sido totalmente reconstruido, la pregunta que le atormentaba
era ¿Quién soy?
Pues
bien, resulta que en aquella organización de seguridad pública había una
Sección 6, que estaba encargada del tema de la Inteligencia Artificial, y que
en uno de sus experimentos habían creado un programa experto en jaquear los
cuerpos artificiales y tomar control sobre sus funciones, el problema fue, que
el programa ya no respondía a los comandos que se le deban, se hizo
independiente y para colmo de males, se escapó y empezó a cometer crímenes
desde la clandestinidad, el programa saltaba de cuerpo en cuerpo en las grandes
fábricas de prótesis sintéticas.
Le
tocó a la Comandante Motoko la misión de encontrar y neutralizar al programa
rebelde que se hacía llamar El Titiritero, se da entonces en la historia una
interesante disyuntiva hegeliana, Motoko se encuentra en una profunda
depresión, donde se siente como un cuerpo sin fantasma, y el Titiritero actúa
como un fantasma sin cuerpo.
Tienen
que ver la película, bien el animé, o la última versión con Scarlett Johanson,
la historia es tan buena que luego de su gran éxito como Manga (revista de
comic japonés), la hicieron un animé (película de dibujos animados), luego
produjeron en Japón dos series de televisión de mucho éxito, después vinieron
los video juegos, una primera versión en PlayStation (1997), y una nueva en
Nexon (2016), Ghost in the Shell se
convirtió en una mina de oro que no ha dejado de sorprender en el mundo del
entretenimiento, y sigue siendo una historia de culto para los amantes de la
ciencia ficción, con el agregado que ahora, hay escuelas de filosofía que la
están utilizando como introducción al problema sobre la conciencia, ¿Qué tal? -
saulgodoy@gmail.com
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