domingo, 13 de mayo de 2018

La democracia para los venezolanos



Hoy quiero hacer un ejercicio de dibujo libre sobre lo que significa la democracia para el grueso de nuestro pueblo; entre otras cosas, porque, definitivamente, lo que tenemos, lo que estamos viviendo o, más bien, padeciendo, no es democracia, aunque el gobierno de Maduro se empeñe en decirnos que sí lo es, y algunos venezolanos, incluyendo a algunos políticos de oposición, se lo crean.
De los primeros e importantes problemas que debemos afrontar es que no hay educación cívica en nuestro país, con lo que el concepto o conceptos de democracia no se enseñan en las escuelas; y dudo mucho que se enseñe en los hogares venezolanos, donde, me temo, impere el modelo autocrático, patriarcal y machista de los venezolanos.
Cuando hay una figura masculina en la jefatura de la casa, por lo general, no hay democracia; con la figura de la mujer como eje de la familia, y que parece ser el caso predominante, depende mucho del carácter y de la cultura de esa madre y, sobre todo, de sus necesidades y entorno social.
No tenemos una cultura que nos enseñe la democracia; nuestra historia está preñada de militarismo y caudillismo, a pesar del gran esfuerzo que han realizado los nuevos historiadores académicos, para enfocar nuestro devenir en otros valores y personajes de carácter civil y liberal; apenas estamos montándonos en ese bongo para navegar el río de nuestra historia.
Los medios de comunicación y la cultura popular tampoco se ocupan mucho del asunto; tienen que sobrevivir, a como dé lugar, en esta jungla socialista, que los quiere sumisos y autocensurándose; para que puedan accionar de manera coherente y sostenida en estos quehaceres, los acontecimientos y las noticias del día son primordiales para vender sus escasos espacios y sobrevivir.
De modo que la principal fuente de sabiduría democrática la encontramos en el hecho político cotidiano, en las declaraciones de nuestros políticos, en las situaciones que se presentan, casi todas de confrontación, de crisis y de resolución de conflictos… por un lado tenemos a las instituciones de gobierno y, por otro, las de la sociedad civil, prácticamente en un constante choque de opiniones, acciones y críticas, que se producen de manera tan confusa y tumultuosa, que el público difícilmente puede sacar nada en claro.
Por supuesto, tenemos a una muy pequeña clase de intelectuales que, desde su mundo de privilegios sobre la información, tratan de darnos luces sobre complejísimos asuntos; eso implica, cuando menos, contar con una licenciatura en estadística o en economía para poder entender porqué el jabón para lavar ropa, que hoy nos costaba millón y medio de bolívares, amaneció costando el doble, o porqué hoy no hay dinero para el pasaje para que mamá vaya a trabajar.
Tenemos unos muy buenos analistas políticos que, cuando saben lo que sucede, no pueden explicarlo, o que, cuando pueden explicarlo, ya no importa, porque algo nuevo y más urgente está pasando, o escriben demasiado largo para gente de la cultura del twitter, o demasiado complicado para la gente que lee un poco más… total, hay una orfandad inhumana sobre la idea de qué es democracia.
Pero insisto, el venezolano medio sí tiene una idea, más o menos, de lo que es democracia, gracias principalmente a los voceros que más se escuchan y se leen por los medios de comunicación masiva, que son, casi todos, socialistas.
Y los socialistas tienen una muy particular idea de lo que es democracia
¿Por qué los socialistas tienen prevalencia en los medios de comunicación masiva en Venezuela? Lo primero, porque el estado tiene una implacable hegemonía comunicacional en el país; la mayor parte de los medios radioeléctricos, prensa escrita y medios digitales le pertenece; además domina y controla la televisión por satélite, los medios en internet, editoriales y medios gráficos, empresas de publicidad y medios alternativos.
Pero también porque los empresarios privados e independientes en el ramo de las comunicaciones, provienen casi todos del campo socialista, o tienen su corazoncito en el enramado marxista, o simplemente, actúan obligados por el rating, que son esas mediciones de lo que la gente quiere escuchar, lo que vende, lo que la gente le gusta ver...
De modo que hay un darwinismo comunicacional, ineludible, en la imposición del concepto de democracia más popular y decadente, el concepto de democracia según los socialistas y la ausencia notoria y eficaz de todos los otros conceptos de democracia; eso explica el fenómeno del meme tan popular “los mal llamados colectivos”, al momento de referirse a las bandas armadas y violentas, que los socialistas tratan desesperadamente de diferenciar de esa ficción de que hay “colectivos buenos”. Y llaman “colectivos buenos” a todas esas organizaciones socialistas que responden al comunismo “light” de los cuadros ideologizados, y que se ponen a la orden de un candidato cuando el soviet supremo lo decide, sin chistar y sin preguntas.
Y es aquí donde empiezan a vérsele las costuras a ese concepto tan particular de democracia, igualitaria, electorera, pacífica, solidaria, disciplinada, acrítica, cuando se trata de los hermanos socialistas, contrarios al individualismo y a la persona humana… pero orgullosos de la masa, de los barrios, de los que no tienen voz, de los grandes números, de los votos gruesos y en cambote, de los partidos populares que no son partidos, y de los políticos socialistas que sólo son comunicadores sociales en la lucha por la libertad y la democracia.

Cambiar nuestro pasado socialista

Ahora es que hemos descubierto que todo nuestro estamento político, excepto algunas tibias excepciones, tiene raíces profundas en el pensamiento de izquierda, en el modelo autoritario del estado fuerte, benefactor, presidencialista, de justicia social, igualitario, electorero (que no electoral), intervencionista, militarista rentista, que cree en otros tipos de propiedad aparte de la privada y la pública, soberano, nacionalista, centralista, solidario, cristiano de la teología de la liberación, que cree en el estado-empresario y, para más señales, es anti imperialista, anti globalización, anti mercado libre y practicante en la fe de que el cambio climático es culpa de actividad del hombre, principalmente por el uso de los combustibles fósiles.
Y, aunque vamos saliendo del chavismo-madurismo, si esa es la ideología de los demócratas de relevo, estamos fritos.
Debo reconocer que, en estos últimos años, ha habido un interés por parte del pensamiento liberal clásico, el mundo empresarial de verdad (no los empresarios chavistas), de algunos medios y universidades, de impartir mayor información sobre ese otro mundo de democracia y libertad, que se encuentra en las antípodas de nuestro país; debo conceder que hay gente seria y preocupada por los senderos que se bifurcan a partir del 20-5, y algunos se lo han tomado tan en serio, que han abierto sus cofres de guerra y sacado algunas monedas para financiar la prédica de esa otra democracia, de la que muchos no quieren escuchar y que, en lo personal, creo, es la única vía para salir de este marasmo espantoso en donde hemos caído.
Pero no es suficiente, no veo un verdadero esfuerzo, coordinado, con objetivos claros, no veo las reuniones ni a los nuevos líderes tomando posiciones, la centro derecha y la derecha venezolana es un paisaje yermo… ni siquiera los EEUU están financiando a los verdaderos líderes de nuestra real democracia, que no es la socialista, y los que dicen estar representándonos, y que en estos momentos ejecutan su acto, como plañideras en entierro de pueblo, rogando por financiamiento en las puertas del Capitolio, jurando ante la estatua de Lincoln que son capitalistas de corazón.
No veo a María Corina con un comando de la gente de Blackwater sirviéndole como anillo de seguridad, ni a la NSA protegiendo sus comunicaciones, ni siquiera veo esas capsulas de ayuda humanitaria que arroja en paracaídas el ejército norteamericano sobre las zonas a liberar (creo he visto demasiadas películas y a lo mejor eso no eso opción posible, ni una sola ha caído sobre mi parcela con algo de chocolate Hershey, leche condensada, pilas para mi linterna y bolsas de comida para mis perros); quizás sea porque ella no lo quiere, no tengo manera de saberlo, pero sí creo que es el momento de apoyos de verdad, ante un gobierno de criminales de pacotilla.
Porque hoy, más que nunca, está claro que Maduro no es un demócrata; por el contrario, es un tirano asesino, dispuesto a sacrificar al pueblo de Venezuela de las maneras más efectivas, con tal de satisfacer sus pulsiones más primitivas, entre las que se encuentran su desvergonzado amor por el oro, la comida opípara y la imposición de su voluntad salvaje sobre el prójimo… sus discursos y menciones a la democracia no son creíbles, entre otras cosas, porque hace lo contrario a lo que dice.
Pero me estoy desviando del tema, vamos a tratar de responder a la pregunta ¿Qué es la democracia para un socialista?  Lo que sería lo mismo que decir ¿Qué es democracia para un venezolano?
A los venezolanos nos encanta un estado fuerte, es decir, sentir y ver que “alguien manda”, que hay un hombre que concentre en su persona el poder del estado, esto nos viene del inveterado caudillismo y la necesidad de hombres providenciales en nuestra historia, y hay una especie de infantilismo muy marcado que nos dispone a cultivar tiranos, la democracia que entendemos no es la de la división de poderes, sino, más bien, la de su concentración.
Con eso ya, de entrada, debilitamos a la democracia; en vez de convertirla en la ocasión y la necesidad de buscar alianzas, negociaciones, pactos con los diversos poderes, con los del estado central, con los partidos políticos, con los de las distintas regiones, por medio de sus representantes… preferimos dejar a un solo hombre, que sostenga la espada del poder político, con lo que, incluso, nuestro mismo derecho ciudadano de tranzar con el estado, se ve debilitado.
Otro factor es el complejo de Adam, cuya tentación todos sufrimos, porque nos encanta creer que el mundo empezó con nosotros; y lo normal es que creamos que nuestra versión de la democracia sea irrebatible y su más auténtica expresión, no nos interesa la historia de la democracia (bueno, en realidad, no nos interesa la historia del todo y concedemos que se nos invente), eso de que nació en la Grecia antigua nos parece una leyenda, ni siquiera recordamos que tuvo su precio, que en su nombre se derramaron ríos de sangre, pueblos enteros fueron sojuzgados e incontables revoluciones cambiaron los mapas de naciones en la tierra… para nosotros, si acaso, la democracia nace con Simón Bolívar, aunque hay un gran grupo que piensa, nace con Rómulo Betancourt.
Esta superficialidad al entender el complejo devenir de la democracia en el mundo, sus ideas, conceptos, doctrinas e historia, ha sido aprovechada por los socialistas pacifistas para hacernos creer que la democracia es sinónimo del movimiento de la no-violencia, que democracia es un ramillete de virtudes dignas de un hippie: amor, tolerancia, convivencia, paz, solidaridad… y que todo lo que tiene que ver con defender nuestros ideales y libertades es problema de otros.
Nuestros pacifistas endógenos, que son expertos en falsificar la historia, presentan claros casos de violencia política, como fueron la independencia de la India y la lucha por los derechos civiles en USA, episodios llenos de grandes sacrificios, pérdidas de vidas y mucha violencia, como producto de la acción de Gandhi y el pastor Martin Luther King, pacifistas que llegaron en el último momento de unos procesos históricos, y donde las partes en conflicto,ya estaban cansadas de matarse, aprovechando para colectar, para sí, el triunfo de innumerables acciones, episodios y mártires que fueron olvidados, en aras de la promoción de esa ideología de la no-violencia, que los suplantó como causa real de estos importantes acontecimientos. 
Para el pueblo, la democracia es un dechado de ilusiones muy parecidas a los ideales que predica la Iglesia Católica para los creyentes: los pobres, aunque algunos no hayan hecho cosa alguna para merecerlo, serán los primeros en ese banquete, el estado benefactor velará porque a cada uno le corresponda lo justo de acuerdo a sus capacidades, tendrán de todo: educación, salud, seguridad, derecho alimentario, de vivienda propia, seguridad social… Todo gratis, porque el petróleo es del pueblo y los gobiernos democráticos se encargarán en llevarle a cada uno su parte hasta la puerta de sus hogares.
El gobierno proveerá en cuanto a los servicios públicos y el transporte con tarifas solidarias, al calendario laboral le asignaron un montón de fechas conmemorativas para que descansen o disfruten de los asuetos, el trabajo, entendido como un castigo cuando fuimos expulsados de paraíso, será el mínimo, y con todos los derechos a tener sindicatos, prestaciones, contrataciones colectivas, derechos adquiridos, tribunales laborales, aumentos de salarios todos los primeros de mayo, aguinaldos y vacaciones y más vacaciones, y los famosos permisos médicos, días laborables con cada vez menos horas de trabajo… el trabajo, en realidad, no es prioritario en la democracia a la venezolana, y tanto la empresa como el empresario son vistos como males necesarios.

El cambio de piel en la política

Los partidos políticos no se quedaron atrás, construyeron verdaderas maquinarias electorales bajo el principio del clientelismo político, “si me das tu apoyo serás el primero en beneficiarte, y si trabajas para mi, podrás gozar conmigo de las mieles del estado como funcionario público, siempre y cuando tu lealtad sea para nuestra organización y su liderazgo”.
Los liderazgos fueron construidos por turnos, por tribus, por favores, y sus más encumbrados abogados constitucionalistas, se decidieron por el camino de una democracia procedimentalista, se concentraron en las “reglas del juego”, para ellos democracia era seguir correctamente los procedimientos, en las elecciones, en las normas parlamentarias, en las intervenciones, en lo que publicaba la Gaceta Oficial… esto, conjugado con la idea de participación democrática, le abrió las puertas al populismo y a la agenda de la justicia social, lo que significaba una catarata de programas sociales para los más pobres y los más débiles de la sociedad, sin importar del costo y la improductividad de los mismos (en realidad se convirtieron en apestosas corruptelas).
Todo lo concerniente a la defensa de las libertades, de los mercados, de las empresas, de la innovación, competencia, globalización, fue desestimado; sólo quedó para una empresa, PDVSA, cuyo dueño era el estado.
El problema fundamental de los socialistas es que, debido a la naturaleza de sus convicciones sobre sus programas y soluciones para enfrentar los problemas de pobreza e injusticia, se sienten infinitamente superiores, moralmente intachables, hagan lo que hagan, piensan que sus ideas no tienen rival, y que están históricamente justificados para imponerlas en la sociedad. Nadie, en su sano juicio, creen ellos, debería contradecirlos y quien lo hiciere habría que eliminarlo para favorecer a la mayoría.
Ahora tenemos, gracias a la revolución socialista del siglo XXI, el sueño de igualar a todos los venezolanos en su miseria, tenemos un país petrolero quebrado, del que buena parte de su población sale huyendo, y no hay ningún tipo de institución con la cual defendernos ante un gobierno que todavía tiene la desvergüenza de llamarse “democrático”.
Hay una tensión que el socialismo no ha terminado de resolver entre la verdadera naturaleza humana, que es real, egoísta, acumuladora, que se desgasta en el lujo y la opulencia que trae el poder político a la mayor parte de su clase dirigente, y la utopía socialista a la que obligan al resto de la humanidad, a vivir en la carencia, compartiendo sin protestar el trabajo y las exigencias de un estado opresor, imponiendo una felicidad ficticia a la masa que trascurre su existencia entre la pobreza y las dadivas del estado benefactor, un contraste vergonzante, contradictorio y absurdo.
El gobierno chavista sigue asesinando a los venezolanos, pretende quedarse en el poder por medio de elecciones ilegítimas y diciendo que todos los problemas del país son culpa de una guerra económica planteada desde el extranjero…  y sólo contamos con una oposición política que tardó veinte años en reconocer que el chavismo era, por convicción, cualquier cosa menos democrático.
Nuestro concepto de democracia ha sido y es sumamente limitado, parroquial y hasta pueril. Apenas ayer nos percatamos de que democracia es otra cosa, que hay que luchar por ella, a diario, sin descanso, que tiene muchos enemigos y hay que defenderla, a veces con guerras… y de que mantenerla y hacerla funcionar es una tarea obligada para todos. -   saulgodoy@gmail.com





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