lunes, 12 de febrero de 2024

La Ciencia Ficción en Latinoamérica y, particularmente, en Venezuela.

 




El siguiente artículo está dedicado a la valiente activista de derechos humanos, Rocío San Miguel quien fue secuestrada y desaparecida por el régimen de terror que impera en Venezuela, y que tiene bajo amenaza continua  los derechos fundamentales de todos los venezolanos. En honor a la mujer venezolana.

 

 La Ciencia Ficción en Latinoamérica y, particularmente, en Venezuela.

 

Tengo103 años, firmes como erecciones/ Recuerdo el día en que fui injertado de la glándula taumaturga/ El cirujano sembró en mí  la astilla de eternidad/ Para injertarme/ trajeron un gorila de timidez resuelta/ como la que da el ojo de un inmigrante joven/ Era un hermoso cuadrohumano/ un segundón de selva/ el hermano de leche de mi resurrección/ Al concluir el injerto/ quedé dormido/  Pero aquella misma noche/ empecé a sentir a mi huésped moverse/ Se aclimataba a mis vías urbanas/ con torpeza de criado pueblero/ Lo sentía saltar de rama en rama/ hasta la copa de mi árbol circulatorio/ Lo sentía colgado por el rabo en mis nervios/ y al fin se fue asomando al sabor de mi boca/ cuando la carne del balneario se desgajó sobre la arena/ Tengo 103 años/ firmes como erecciones/ y digo que la vida es buena de beberla/ Tengo cien hijos míos/ y en mi próximo plano/ seré el mejor logrado de mis nietos/Tengo cien hijos míos/ y uno que tuve en nombre de mi hermano el gorila/ porque puse en tenerlo mi pedazo de él…

 

Extracto del poema Autorretrato de Andrés Eloy Blanco (1929), de su obra Baedecker 2000, escrito en las bóvedas del Presidio de Puerto Cabello mientras cumplía la pena de trabajos forzados.

 

La Ciencia Ficción es un lugar en el universo donde todo es posible, aún lo imposible; creo que en sus espacios ocurren situaciones límites para el ser humano y tantas otras especies que comparten la vida, en todas sus manifestaciones y dimensiones, con nosotros. Es, ultimadamente, el gran telón de fondo donde se pueden desarrollar los grandes conflictos y esas pequeñas vanidades que nos dominan y nos convierten en monstruos, yo creo, sin que me quede nada por dentro al decirlo, que se trata del verdadero futuro de la literatura.

Es prácticamente imposible imaginar al hombre despojado de sus relaciones con las cosas y el paisaje que le rodean, de esa “razón instrumental” de la que hablan los filósofos y que relacionan al hombre con la tecnología que encuentra o crea, que inventa en los laboratorios y talleres o trata de entender, por medio de la ingeniería en reverso, desde la cura para enfermedades mortales y contagiosas,  medios de transporte que permiten trasladarnos a enormes distancias, hasta armas de destrucción masiva.

Ese “viaje hacia lo maravilloso” no está exento de sus riesgos y peligros, y porque somos humanos estamos siempre en manos del azaroso destino, de incontables prejuicios, ideas equivocadas, creencias infundadas y siguiendo a “mesías” que terminan siendo nuestra perdición… pero, aun así, el viaje vale la pena, la aventura no se detiene sino al final del partido - parafraseando a un filósofo del beisbol - y nos encontramos con ganadores y perdedores.

Por eso, cuando miro hacia ese rico entramado que es la literatura fantástica y de ciencia ficción en nuestro continente americano, no me queda la menor duda de que estamos enfrente de un continente ignoto y misterioso, casi inexplorado, que bien merece la pena de abrirnos paso en su espesura que algunos expertos han situado en el siglo XVIII, y los más alucinados aún antes.

Los tres motores fundamentales de la Ciencia Ficción en Latinoamérica se encuentran en Argentina, Brasil y México, todos ellos marcados por la ideología, por una particular manera de ver al mundo, no sólo por su alta producción sino por la tradición que se han labrado en el tiempo; toda una constelación de autores y obras pueblan el universo de la fantasía, el horror y la ciencia ficción en nuestro continente; esto no quiere decir que no haya producción, y de la buena, en los otros países, Centro América y el Caribe están viviendo uno de sus mejores momentos con audaces propuestas. Cuba es un caso admirable pero mediatizado por una ideología totalitaria que se hace demasiado obvia, Chile nunca ha cejado en su esfuerzo de estar a la cabeza con sus grandes estilistas, Colombia y Venezuela no se quedan atrás. Perú es una mina de ricas vetas, Paraguay, Uruguay, Bolivia… no quiero que se me quede alguno afuera en este conteo, trato de estar al día en mis lecturas, pero simplemente es imposible, siempre salta un autor o una pieza que son verdaderas joyas de la imaginación y son grandes desconocidos.

Es de destacar el papel que han jugado nuestras mujeres en la construcción de nuestro templo a la imaginación, nombres como Elena Aldunate Bezanilla, Angélica Gorodischer, Marcela del Río, entre otras muchas, dejando nuestro poder creativo muy en alto, a la par de las mejores autoras del mundo.

Internacionalmente, hay un interés creciente en los círculos académicos y el mundo del entretenimiento en explorar el rico bagaje de nuestra literatura fantástica y de ciencia ficción, no pasan los meses sin que nuevos estudios y colecciones de obras salgan a la luz, o nuevas historias en películas o series que son consumidas con voracidad.

Uno de los problemas que surgen, al precisar las formas que adquiere la CF en nuestro continente, es el enorme peso que ejerce la literatura fantástica en la moldura de este importante género para nuestra región. Para quienes creen que la CF es parte de la literatura fantástica, su más reciente vástago, junto a la literatura sobre mitos, la folclórica, los cuentos de hadas, las narraciones sobre viajes, los escritos utópicos, se  trata de una especialidad que está lejana a la llamada literatura “realista” o naturalista, que como bien apunta  el especialista Darko Suvin en su obra Metamorfosis de la Ciencia Ficción (1979):

 

Si se logra… reproducir fielmente las texturas y las superficies empíricas apoyadas en los sentidos y en el sentido común del ser humano, llamaré al resultado narrativa naturalista. Si, por el contrario, se preocupa eliminar esas relaciones creando un marco de referencia formal radical o significativamente distinto-una ubicación espacio-temporal o unas figuras centrales diferentes, no verificables mediante el sentido común- llamaré al resultado narrativa de extrañamiento.

 

Y si vamos a una conceptualización mucho más práctica y menos académica, me gusta la aproximación que tiene el reconocido escritor de CF,  Orson Scott Card, quien en su práctico manual   , nos lleva directamente a la fuente, las librerías donde comprábamos los libros:

 

Había algunas categorías generales que eran útiles, como Ciencia Ficción, Fantasía, Históricas, Romances, Misterios y del Oeste. Cualquier cosa que no encajara en estas categorías las apilaba bajo la etiqueta de Ficción. Los editores podían pegarle estas denominaciones a sus libros y ya que los dueños de librerías no podían familiarizarse con esta avalancha de publicaciones, y menos aún leer cada obra de cada autor, de esta manera sabían cómo colocarlas en la tienda para que los lectores pudieran buscarlas con facilidad.

 

Definir a la ciencia ficción es un asunto complejo, aún en la cultura anglosajona y de los países como Rusia, Japón; China, India y la Comunidad Europea, entre otros, que tienen programas de investigación y desarrollo de tecnologías avanzadas, sobre todo espaciales, de inteligencia artificial y genética, por mencionar algunos, y donde este género literario es popular; y no es fácil conceptualizar la Ciencia Ficción, entre otras cosas, por la multiplicidad de subgéneros que la conforman, tales como “hard fiction”, operas espaciales, cyberpunk, “world building”, historias de robots, distopías, ucronías, magia y espadas, viajes en el tiempo, etc… lo que hace muy difícil el deslinde entre Ciencia Ficción y Fantasía, y no es extraño que los autores migren de un subgénero a otro en el transcurso de sus carreras literarias.

Durante el siglo XIX, Latinoamérica buscaba modelos a los que imitar para embarcarse en una ruta de progreso y prosperidad, y miraron hacia el norte de Europa sobre todo a Inglaterra, Francia y Alemania, pero fue Estados Unidos el que impresionaba por haber incorporado lo mejor de estas culturas a su sistema político y social, asociado a esto, el componente literario, con un marcado acento utopista, gustaba de los llamados viajes fantásticos y de la novela científica, estas formas de arte se hicieron populares y marcaron un rumbo que empezó a ser asimilado al sur del Río Grande.

Cuando se inicia el siglo XX, la literatura Latinoamericana había transitado por una ruta donde lo fantástico era fundamental, todavía se sentía la herencia de los cronistas del descubrimiento y la conquista, que vieron monstruos, ciudades de oro, guerreras amazónicas y fuentes de la juventud en cada recodo de los grandes ríos que surcaban la selva, visiones que chocaron con la cosmología alucinada de los aborígenes, que tenían sus propias leyendas del origen del mundo, de serpientes aladas, visitantes de otros mundos y apariciones de ultratumba guiando a los vivos, conviviendo en un continente lujurioso y escarpado.

El río del cristianismo y el de las creencias de los esclavos africanos se unieron en un tormentoso afluente donde el sincretismo produjo sus propios avatares, los relatos de los mártires en un circo romano se confundían con los del chamán que exorcizaba demonios en la Nigeria profunda.

Vino la etapa colonial, luego los movimientos independentistas, conocimos a los héroes y a los mártires, vinieron los nacionalismos, el romanticismo y nuestros poetas se postraron ante los ídolos del nihilismo y el misticismo, nos arropó el modernismo y nuestros intelectuales vistieron las togas del escepticismo, mientras los más atrevidos se disfrazaban de surrealistas; con los intentos de industrialización llegaron las tormentas del marxismo y los tremores piro clásticos del capitalismo.

Vivimos durante mucho tiempo bajo el influjo de la novela realista, la consigna era retratar la realidad social imperante, pero a pesar de aquellos arrebatos, nunca olvidamos la utopía, pues es parte de nuestra naturaleza siempre esperar por un mundo mejor, somos grandes constructores de castillos en el aire, lo que de alguna manera nos daba cierta ventaja al momento de manejar escenarios sobre el futuro.

Poe, Verne, H.G. Wells, son nombres que ya son parte de nuestra cultura e influenciaron a nuestros inquietos creadores de principios del siglo XX, sobre todo a nuestros grandes estilistas que ensayaron recursos narrativos, y que si bien no eran todavía ciencia ficción, definitivamente abrieron las puertas a propuestas atrevidas, sobre todo en los cuentos. Todavía estamos esperando por las grandes novelas latinoamericanas de ciencia ficción.

 

II

Hay quienes afirman que porque en Latinoamérica, en general, no somos creadores y productores de alta tecnología, carecemos del marco cultural para realizar trabajos de buena ciencia ficción, pero somos consumidores, y eso cuenta; somos insaciables adictos del mercado globalizado de entretenimiento y espectáculos de los mass media y las redes sociales, donde la ciencia ficción ocupa un lugar privilegiado y vende millones de dólares en los servicios de videos por streaming, en publicidad, en los mercados de publicaciones (revistas, libros, comics), en la música, en los video juegos y los espectáculos asociados como clubes, grupos de opinión, en convenciones futuristas, en los circuitos de charlas; no podemos dejar de señalar que en los principales centros de producciones de material audiovisual en occidente y Asia, la ciencia ficción se ha convertido en el contenido más buscado para la realización de series y películas, prueba de ello es que hay un grupo de talentosos directores y productores de cine, que son de origen Latinoamericano y que están manejando grandes superproducciones en Hollywood y otros estudios, incluso en China.

Pero esta situación es reciente, ha sido un verdadero Boom del mercado del entretenimiento, y en la raíz de la creación de estas obras se encuentra la escritura de la literatura de ciencia ficción. Aunque todavía hay países como Venezuela, donde existe cierto desprecio – en el que se solazan intelectuales y seudointelectuales - por estas creaciones, consideradas menores en la literatura, o un arte banal, porque se trata al final del cuento de evasiones a la realidad, y eso “no es de gente seria”. Y, ¿no es la ciencia ficción una ficción pura y dura? El maltrato al género perdura en el discurso político, al asociar ciencia ficción con mentiras o delirios, o peor, cuando se trata a los escritores del género como intelectuales de tercera y cuarta categoría, y esto se refleja también en el medio académico y universitario y en el mercado de las publicaciones, la ciencia ficción sigue siendo un arte menor con un mercado escaso y poco apreciado.

Pero esto no fue siempre así, al principio del siglo XX en Latinoamérica los relatos de ciencia ficción eran consumidos casi exclusivamente por la clase pudiente e ilustrada, los intelectuales los tenían como divertimento, sobre todo en el sur, con grupos compactos como los de Borges y Bioy Casares, haciendo la observación de que, si bien Borges no escribió ciencia ficción como tal, su literatura se fue más hacia los escenarios de las paradojas lingüísticas y contradicciones metafísicas de la existencia, era un gran lector y admirador de la obra de importantes autores británicos y disfrutaba de los experimentos de su amigo Bioy.

Había pocos escritores con formación científica que pudieran elaborar sobre temas tecnológicos del futuro, pero sí había analistas políticos y observadores de la sociedad, pendientes de las tendencias y de los gustos en boga, capaces de proyectar futuros interesantes, contábamos con muchos utopistas, filósofos, sobre todo metafísicos, que podían plantear ideas abstractas y complejas situaciones psicológicas, y lo hacían con humor e ironía, con giros sorpresivos y de mucha imaginación. Arthur C. Clark acostumbraba a decir que “La ciencia ficción es algo que pudiera ocurrir- pero que usualmente no querríamos que pasara. Fantasía es algo que no puede pasar- pero a menudo desearíamos que ocurriese”.

En Venezuela nos marcó tremendamente la literatura comprometida con la denuncia social del pensamiento socialista, pero fue con el Realismo Mágico como se abordaron las primeros intentos de ciencia ficción, con escritores como Julio Garmendia, Luis Bito García, Pedro Berroeta, José Balza, que era la última generación que marcó este estilo y aproximación a la literatura.

Quienes hicieron la arqueología para establecer la prehistoria y los primeros intentos de la ciencia ficción en Venezuela se fueron por el análisis de ciertas obras de crítica social y política más que por las consecuencias de las tecnologías en el hombre, y lo cierto era que había muy pocas obras que se referenciarían en una fantasía científica. Una segunda ola de autores, entre los que se encuentran Armando José Sequera, Ednodio Quintero, José Gregorio Porras, Jiménez Ure, publican aproximaciones fantásticas sobre el tema; pero hubo de esperar hasta los años ochenta, cuando se inició en las universidades una cantidad grupos de discusión, de lectura y los primeros talleres sobre ciencia ficción; esto coincidió con algunos esfuerzos independientes por generar publicaciones, periódicos y revistas sobre el tema, pero eran esfuerzos locales, que llegaban a un público reducido.

Hubo esfuerzos como el de Ediciones Capriles, con el libro Fantasmas Computarizados (1988), en el cual escribí un par de cuentos y, junto a mis colegas Axel Capriles, María Sol Pérez Schael, Corina Esté y el filósofo Juan Nuño, se le dio una primera visita al tema de la Inteligencia Artificial.

Grupos como Ubik, editores de la revista Cygnus, el grupo Alfa, las revistas Koinos y Letraria, autores como Jorge De Abreu, Jorge Gómez Jiménez, Susana Sussmann, Ronald Delgado, que compartían su tiempo como editores y organizadores de estos grupos, llegaron a crear una red de soporte para el género, importante para la entrada del nuevo milenio.

Uno de los problemas de la ciencia ficción venezolana es que muchos de sus esfuerzos son puntuales, sin continuidad en el oficio, y la verdad es que ser autor en este género es difícil en un país que lee poca ciencia ficción, aunque en estos últimos años se ha convertido en un obsesivo consumidor de películas y series de CF, principalmente vía streaming y TV por cable.

Pasar de la narrativa fantástica a la de ciencia ficción propiamente es cuestión de acumular el momentum y los adecuados precursores para que se produzca el disparo… eso está sucediendo ahora en nuestro país.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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