Me equivoqué con
Donald Trump, y como cualquier persona que se encuentra en un error necesito
rectificar, como muchas personas creí que el presidente Trump representaba la
verdadera agenda republicana y conservadora de la política de USA, una agenda
que se fue construyendo poco a poco desde que los padres fundadores de esa gran
nación declararon su independencia de la corona británica, con un ideario
expresado de manera diáfana en esa brillante constitución de 1776, que se
convirtió en ejemplo de humanismo y racionalidad para el resto del mundo.
También creí que Trump
era la persona indicada para desmontar la infame ideología WOKE, que el partido
demócrata y la izquierda globalizada querían imponerle a Norteamérica (y con
ello, al mundo) desde los oscuros pasillos de un estado profundo se fraguaba
una conspiración que llegó a afectar al mismo presidente Trump desde su primera
presidencia.
Me tomó por sorpresa la
oscilación del péndulo político en USA hacia los extremos, de una agenda
marxista con tintes fascistas durante los gobiernos demócratas, envuelta
en una amplia política de beneficencia
social y con programas ambientalistas y humanistas, dirigidas por el comunismo
internacional, pasamos a un estado personalista, autoritario, que dentro de un
marco populista, signado por la visión de un “auténtico americano” desatando
una persecución violenta contra la disidencia, desmontando al estado y sobre
todo, desatando una campaña de odio en contra de los inmigrantes ilegales y de
los grupos más débiles de la sociedad norteamericana.
Antes de que alguien
pudiera reaccionar, el país estaba siendo gobernado a punta de decretos
presidenciales, conducido por un solo hombre sin el acompañamiento de las
instituciones de gobierno y de espaldas a la cordura y la prudencia, muy
pronto, los Estados Unidos se encontraba en conflicto con el resto del mundo,
amenazando a sus aliados con medidas unilaterales y ambiciones imperialistas,
imponiendo un toque de queda dentro de sus fronteras y con una retórica de
guerra en contra de sus vecinos.
Toda esta situación de
incordios, discursos agresivos, y acciones arrogantes estaban siendo
sustentados por una retórica de volver a la grandeza americana, pretendía
regresar a tiempos mitológicos de cuando USA era un país importante y líder
mundial en la construcción de un mundo más próspero y en paz. El presidente
Trump consciente del peso específico que tenía su país en la economía y las
finanzas del mundo, no dudó ni un momento en utilizar su poder para lograr unos
objetivos que todavía se perfilan oscuros y poco claros, su estrategia de imponer
tarifas y condiciones al comercio internacional, de pretender imponer sanciones
de manera unilateral, de cerrar el flujo de ayudas a programas humanitarios, de
retirar apoyos y sustraerse de compromisos adquiridos, confundió a sus aliados
y adversarios creando una atmosfera de inestabilidad y amenazas.
Muy pronto el orden
internacional, ya precario de por sí, se vio sacudido por movimientos bruscos
de países que tomaron la oportunidad para actuar en ese vacío de poder, lo
convirtieron en un factor de ventaja que aprovecharon sin ningún rubor, sobre
todo en regiones donde existían conflictos armados y amenazas de guerra, sobre
todo en el medio oriente, en Ucrania y China.
Pero existía un grave
problema no resuelto al interior del ethos del presidente Trump, en su pasado
como magnate de la construcción en New York, como descendiente de emigrantes,
con su gusto por la cultura eslava, por su condición de hombre blanco y macho
alfa, que de acuerdo a varias biografías vivía de demanda en demanda en juicios
en su contra, acostumbrado a ser el centro de la vida social en su exclusivo
entorno lleno de excesos y de amistades peligrosas, fue en esa vida como
empresario multimillonario que forjó su gusto por una corte de acompañantes y
consejeros que lo acompañarían en su carrera política.
No fue muy difícil que
las ideas racistas o etno-nacionalistas, como la llaman algunos analistas, fueran
promovidas desde su entorno, estas teorías caducas de la supremacía blanca tan
populares entre las minorías inseguras ante lo diferente, lo llevaran a
cultivar un estilo populista para pescar sus apoyos en ese mundo de las
minorías de trabajadores blancos, de la esposa suburbana de los oficinistas, de
los empresarios agrícolas, de esos hillbillies, blancos pobres que viven
en las montañas de los Apalaches, tan magistralmente descritos por el
que hoy es su vicepresidente, el señor J.D. Vance en su libro Hillbilly
Elegy. Eso, como el ingrediente electoral, pero con un arrastre importante
entre los poderosos empresarios y banqueros de Wall Street, Silicon Valley y de
los grandes medios digitales, quienes le proporcionaron capital y proyección a
su proyecto Make America Great Again (MAGA).
MAGA fue promovida
como una manera de rescatar la soberanía de la nación norteamericana en manos
de organizaciones internacionales que le restaban autonomía al gobierno, toda
crisis internacional fuera esta humanitaria, de salud, armada o ecológica,
dejaba de ser prioritaria para Trump quien confiaba en que los muros que estaba
construyendo protegerían a la nación, que sus policías y Guardia Nacional pararían
cualquier tumulto o amenaza, y con capacidad de respuesta interna lo
suficientemente fuerte para detener cualquier peligro.
Pero el elemento
racista y la actitud retadora y agresiva del presidente, absolutamente
inaceptable en un mundo civilizado, y que fue aumentando de volumen, levantó
mundialmente una ola de rechazo y como a muchos, me indispuso en contra del proyecto del presidente Trump, su
artillería retórica se enfiló en contra de estudiantes chinos a quienes
calificó como invasores, luego en contra de los mexicanos, que ya desde el 2016
los venía acusando de narcotraficantes y violadores, a las mujeres negras como
personas subnormales, y a las minorías latinas como personas sucias, fue un
trago demasiado grueso para dejarlo pasar.
De hecho tanta ha sido
su agresividad y falta de delicadeza (decencia) para con sus propios ciudadanos,
por el solo hecho de cuestionar sus prácticas y no estar de acuerdo con él, que
hay en marcha todo un movimiento anti MAGA y anti trumpista que pudieran
terminar en un desastre político. Me recuerda al presidente Chávez en el tope
de su popularidad, o en los peores momentos de Maduro, personalidades
atormentadas por sus propios demonios y que dejaban una estela de dolor y
angustia a su paso y que su único interés era culminar sus proyectos y visiones
personalistas.
En los primeros días
de su mandato creí que Trump atendería el problema de los líderes autoritarios
y criminales en Latinoamérica, en especial el caso venezolano, que ya venía
siendo objeto de sanciones y medidas de observación por parte de diferente
instancias de su gobierno, sobre todo medidas restrictivas para que el crudo
venezolano pudiera ser explotado y comercializado, pero el caso venezolano dio
un giro importante de un día para otro, cuando las acciones delictivas del
llamado Tren de Aragua en USA, se convirtieron en bandera para iniciar un
pogromo en contra de la emigración ilegal, la gran cantidad de venezolanos que
de manera ilegal habían llegado a ese país eyectados por las condiciones de
miseria promovidos por la dictadura de Maduro y la enorme demanda de
solicitudes del beneficio del Estatus de Protección Temporal (TPS) que se cursaban
en el servicio de emigración, se convirtieron en presas fáciles y llevaron al
presidente Trump ha tomar medidas de persecución y punitivas en contra de
nuestros nacionales y mostrarlos como sus trofeos.
Estoy consciente que la
mayor parte de esos migrantes venezolanos que huyen del totalitarismo, debido
principalmente a la carencia de cultura migratoria y a la falta de información
sobre las leyes de los países a donde acudían buscando un mejor futuro, faltaban
a estas normas creyendo que estaban en algo parecido a Venezuela, pero no eran
criminales, pero por otro lado me indignaba la cantidad de chavistas que se
iban a USA a gozar del dinero robado y a la vida de magnates que se daban sin
ningún rubor, pero pronto el ambiente cambió y aquella esperanza de una segunda
oportunidad se convirtió en una persecución sin tregua.
Pero insisto, son los
norteamericanos quienes deben darle un parado al fascismo que ahora se cierne
sobre ese gran país, las mentiras que tratan de ocultar importantes personeros
de la vida pública utilizando el poder político como arma, solo pueden ser
contrarrestadas por las instituciones gubernamentales y civiles, que ya
empiezan a actuar para ponerle frenos a los abusos y ocultamiento de crímenes
en el alto gobierno, ya algunos republicanos están reaccionando al sentir el
enorme rechazo que estas políticas de un Reich que nadie quiere, así se vistan
sus perpetradores con la bandera de las barras y estrellas y se proclamen los
auténticos americanos.
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