La vida, de por sí es bastante complicada y muchas veces
incomprensible, la realidad, lo que llamamos realidad es un constructo de nuestra mente basada en el
lenguaje, en recuerdos, en usos y costumbres, en ideas y sentimientos que nos
proporcionan un asidero y nos crea una ilusión de orden en el cual sobrevivir, porque
el ser humano necesita del orden para poder funcionar y no perdernos en ese
marasmo de situaciones, eventos y accidentes que se suceden como si estuviéramos
en medio de un río de aguas turbulentas.
Para darle significado y orden a la vida partimos de las
cosas pequeñas que podemos controlar en nuestro entorno, en nuestro caso, de la
persona, del individuo, nos aseamos, nos alimentamos, cuidamos nuestro cuerpo,
nos refugiamos de la lluvia, buscamos la sombra cuando hace sol y al sol cuando
tenemos frío, construimos un techo, fundamos un hogar y nos hacemos de una
familia. De la familia nace el concepto de autoridad, de alguien que dirige la
vida en común, con sus normas, con las maneras de resolver conflictos, con la
asignación de responsabilidades, cultivando los afectos, asignando las
responsabilidades.
Desde ese núcleo partimos con el vecindario, con quienes
viven como nosotros y participamos de una vida en común, de espacios y
necesidades que nos afectan a todos por igual, estamos hablando de seguridad,
de abastecimiento, de salubridad y control sobre daños imprevistos, de la ayuda
mutua y de un orden social para la comunidad, y de esta manera nuestro
horizonte de convivencias va creciendo al entrar en contacto con otras
comunidades, y gracias a nuestra capacidad de raciocinio y de convivencia,
vamos imprimiéndole a la vida individual y colectiva, un cierto orden donde
podemos no solo sentirnos seguros, sino prosperar en nuestros emprendimientos,
ser creativos en proyectos que nos hagan a todos la vida más fácil.
Porque como decía el filósofo Thomas Hobbes, la vida puede
ser brutal, violenta y muy corta si no nos ayudamos unos con otros, de allí la
necesidad de crear gobiernos que nos permitan la libertad de ser creativos, de
poner en marcha los proyectos que se nos acurran, que podamos crear riqueza y
ser productivos, que nos proporcione un hábitat donde nos sentimos seguros, con
el que mantengamos a raya a nuestros enemigos y amenazas para poder ocuparnos
de lo que verdaderamente importa, que nuestras vidas tengan un propósito y un
significado.
Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo, y toda nuestra
historia como especie, como tribus, como naciones e imperios, están marcados
por avances y retrocesos en esta lucha por la supervivencia, algunos pocos han
sido exitosos, los menos han logrado sobrevivir en buenas condiciones de vida,
los más apenas pueden sobrevivir en medio de la pobreza y la violencia; la historia
nos enseña que aun los que han alcanzado una gran civilización y poder, les ha
tocado sufrir la decadencia y muchos de ellos ya han desaparecido.
Pero a los que hoy estamos vivos y luchando por una
existencia digna y en libertad, nos quedan las lecciones de quienes ya han
pasado por este difícil camino de perseverar y triunfar sobre las dificultades,
y hay lecciones que no podemos obviar si queremos tener la oportunidad de
conquistar para nosotros un lugar para poder crecer y prosperar teniendo cierto
control sobre nuestra existencia.
Lo primero es que debemos cultivar en nosotros y los demás
una vocación para la vida en comunidad, si bien nacemos como individuos,
nuestra existencia solo está garantizada si nos relacionamos con respeto y
solidaridad con nuestros familiares, amigos, vecinos y conciudadanos, si ellos están
bien, nosotros estaremos bien, pero para que esto suceda debemos guardar
ciertas consideraciones que son importantes: La primera es reconocer que somos
todos distintos, con diferentes habilidades y talentos, que puestos al servicio
de proyectos y empresas que favorezcan a la sociedad como un todo, cada uno de nosotros
se verá beneficiado de alguna manera.
La segunda, que muchas cabezas piensan mejor que una y
cuando se trata de liderar a un grupo, sea nuestra familia, vecinos o nación,
permitir que se exprese la opinión de todos y escucharlos para tomarlos en
cuenta, es de vital importancia para la toma de buenas decisiones.
La tercera, hablar siempre con la verdad, ninguna persona,
familia o grupo puede sobrevivir bajo el engaño, la mentira y la falsedad, ese
es el camino seguro al infierno y a la extinción, sembrar la confusión solo
trae desgracias, mientras más clara, consensuada y ordenada estén las ideas en
la persona o grupo, las metas serán más fáciles de alcanzar y los conflictos se
minimizarán.
Las figuras de autoridad en una sociedad son procuradoras
del orden y la estabilidad, las personas
recurren a ellas en busca de dirección,
pero si se creen predestinadas a ser conductores del destino del grupo, en vez
de instrumentos para revolver problemas puntuales y que en cualquier momento
pudiera otra persona sustituirlas, y ellas convertirse en seguidoras, sin tener
problemas de ego o querer perpetuarse como líder a toda costa, la sociedad
podrá ahorrase innumerables conflictos que solo perjudicarán la obtención de
las metas importantes.
Si estas figuras de autoridad se creen iluminadas, por
encima del común de las personas y dueñas de la verdad, lo más probable es que
ocupe su tiempo en dictar normas y leyes que lo que harán es entorpecer la
marcha de la sociedad hacia su realización, es probable también que estas
personas que se creen necesarias, se ocupen más de censurar y acallar las voces
disidentes que en darle solución a los más apremiantes problemas, creyendo que
si la gente no está enterada de una situación, esta desaparecerá.
Pero lo peor que resultaría de una conducción inconveniente
para la existencia de la sociedad, es que sus figuras de autoridad vivieran de
la mentira y para el engaño, que manipulara de manera criminal los medios de
obtención de su poder, incluyendo su propia identidad, que desprecie de manera
olímpica la voluntad popular y falsifique resultados electorales, que sus
discursos estén llenos de galimatías y ficciones, que falsifique la historia
para darse la razón, y que utilice la fuerza y el terror para que sus decisiones
imperen. Sería la receta perfecta para el desastre de un país.
Venezuela ya tiene varias décadas extraviando su rumbo como
sociedad, ha permitido que la política esté en manos de los peores y menos capaces
de sus miembros, al punto de tener un gobierno de personas enfermas de la
mente, criminales desquiciados que no entienden razones ni argumentos, el país
va directo al desastre, pero por circunstancias igualmente extraordinarias, en
el último momento han surgido líderes y voces alertando sobre el inminente
desastre, y con la ayuda de aliados y amigos ha podido, milagrosamente, en el
último momento, revertir la dirección de los acontecimientos.
Estamos en esa encrucijada, el país entero ha reaccionado
antes de que las sombras nos cubrieran para nunca más despertar, si nos
salvamos habrá sido por la angustia, el valor y la lucha de muchos venezolanos,
algunos de los cuales dejaron sus vidas como sacrificio por la libertad, los
venezolanos en el exilio han creado una red mundial donde han resonado nuestros
gritos de libertad y los gobiernos del mundo han escuchado y nos ponen
atención.
Estamos en la fase más delicada y difícil de nuestra ordalía,
podemos salvar el país pero hará falta un último empujón, necesitamos todo el
valor y la voluntad de nuestra gente para sacar a los locos y pordioseros que
han tomado por asalto nuestras instituciones, tenemos los líderes, la gente y
la fuerza de quienes se niegan marchar hacia el infierno en silencio y con la
cabeza gacha, preferible es la lucha que la resignación, todo indica que
podemos salvarnos y que el país pueda continuar, esta vez en la consecución de
la prosperidad, la seguridad y la libertad.