“Nada existe, pero pensarlo, lo hace existir”.
Adagio
popular.
Russell
Kirk en 1990 escribió un corto ensayo titulado ¿Civilización sin Religión? En el cual expresaba su inquietud sobre
la viabilidad de nuestra civilización sin Dios, y lo hace al hacer un balance
de los excesos en que la vida moderna se ha sumido: sexo desbocado, consumismo
sin freno, violencia al por mayor, drogas, deshumanización, materialismo,
arropado todo por medios de comunicación que trae a nuestras casas el retrato
de un mundo desencajado y en problemas.
Russell
dice que estas aflicciones son síntomas de una desintegración social y
personal, estamos entrando a una nueva época, a un nuevo período de la historia
humana post-cristiana, un mundo post moderno que rompe con nuestro pasado y
proclama tiempos nuevos.
Pero
en este punto hay una división importante de opiniones, por un lado el
humanismo secular aplaude la nueva era en la que nos estamos embarcando, entre
ellos el nuevo marxismo, los ultrapositivistas o cultores de la ciencia como el
nuevo ídolo para adorar, y en el bando contrario, Kirk escoge a un grupo de
literatos que desde hace ya algún tiempo vienen advirtiendo sobre esta
calamitosa situación, Orwell, Huxley y Tolkien, quienes en sus obras de ficción
recogen como profetas, la instauración del reino del mal.
Y no es para menos, pues como dice Malcom Muggerige:
“Así como los astronautas suben hacia la
vasta eternidad del espacio, en la tierra los cerros de basura crecen; así como
los cultivos de la academia extienden sus dominios, los brazos de sus alumnos
no alcanzan los frutos; así como el culto fálico se impone, igual hace la
impotencia. En medio de una gran riqueza,
hay una gran pobreza; en medio de grandes desarrollos de la medicina, las
enfermedades se multiplican; ante una gran población, reina la decepción. Atragantarnos nos ha dejado hambrientos;
sedarnos nos ha llenado de nerviosismo; diciéndolo todo y escondiéndolo todo;
unidos en la carne y por siempre separados.
De modo que avanzamos por el valle de la abundancia que lleva a las
tierras yermas de la saciedad, pasamos por los jardines de la fantasía;
buscando ardientemente la felicidad y encontrando la desesperación cada vez”.
El panorama es tan lúgubre que algunos profesores de
ética han recomendado construir y mantener pequeñas comunidades con carácter,
mientras la sociedad se desliza hacia su ruina, pero ante un paisaje tan
desolador Kirk nos recuerda al sabio Edmund Burke, a quien hemos dedicado
varios escritos, que no creía estos momentos catastróficos determinaran de
manera alguna los resultados fatales que pudieran esperarse, en el último
momento de alguna de estas sociedades: “…que parecieran estar a punto de saltar a
un inimaginable abismo de desgracia y desastre, de pronto emergen. Empiezan un
nuevo camino, un nuevo rumbo, y se abren a nuevas búsquedas; aún en lo más
profundo de la calamidad, sobre las mismas ruinas de su nación, han construido
las bases de una perdurable grandiosidad, y esto sucede sin cambios aparentes
en las circunstancias que les trajo el desastre… es entonces que un simple
soldado, un niño, una joven que sale de la puerta de posada, han cambiado el
rostro de la fortuna, y casi que a la misma naturaleza.”
Burke sabía de lo que hablaba, ese soldado era
Arnold de Winkelried quien se abalanzó sobre las lanzas austríacas para salvar
a su país, ese niño era el joven Aníbal a quien su padre había enseñado que
Roma sólo entendía el lenguaje de la guerra, y la joven era Juana de Arco, los
tres cambiaron el curso de la historia, en diferentes momentos y bajo
circunstancias extremas.
Y Burke lo sabía por experiencia propia, Inglaterra
entre los años de 1796 a 1812 sufrió una serie de derrotas ante sus enemigos y
conflictos internos que la llevaron a casi desaparecer, pero de la noche a la
mañana tuvo el coraje y la fuerza para renacer de sus cenizas y convertirse en
un poder mundial. Nuestra Venezuela ha
tenido no pocos momentos similares y gracias a la providencia y a la fuerza de
sus hijos, pudo sobreponerse aún en las peores circunstancias.
Pero volviendo a la tesis fundamental de Kirk en su
artículo, la cultura es un signo distintivo de la naturaleza humana, la cultura
nos eleva y diferencia de las demás especies que sólo tienen instintos, la
cultura es lo que dejamos una vez que desaparecemos, “El arte es la naturaleza
del hombre” decía Burke, sin arte ni cultura la naturaleza humana se extingue,
y fue justamente en la cultura donde encontramos el hogar de la religión,
cualquiera que esta sea, no importa sus creencias o denominación, donde hubo
culto, donde la gente se reunía para adorar a sus dioses o a Dios, allí nació
la cultura y este es un hecho que los historiadores, sociólogos y antropólogos
han descubierto una y otra vez, religión y cultura iban de la mano.
Dice Russell al respecto: “De estos pequeños nudos de adoradores de Dios, en Egipto, en el fértil
creciente, India o China, de allí crecieron simples culturas, pues aquellos
hombre unidos por la religión vivían en comunidad, trabajaban juntos en
relativa paz. En la actualidad, esas
simples culturas pudieron desarrollarse en culturas intrincadas y en grandes
civilizaciones. La cultura
Norteamericana de nuestros tiempos tiene sus raíces, así nos parezca extraño,
en unos pequeños nudos de adoradores de Dios en Palestina, en Grecia, en
Italia, miles de años atrás”.
Es entonces cuando se hace la pregunta ¿Y qué pasa
con una cultura que ha nacido del culto a Dios cuando los pueblos dejan de
creer? Porque para algunos pensadores, el avance de la cultura pareciera
apuntar a prescindir de las creencias religiosas, “superar” esa etapa primitiva
de la adoración a Dios para buscar en la razón y la ciencia un adecuado sustituto,
es en este punto que Kirk recurre las parábolas, recurre a las distopías, a los
trabajos de escritores de literatura que se han paseado ya por estos escenarios
y nos entregan un mundo inhumano, fragmentado, en decadencia donde reina la
muerte.
Algunas de estas tendencia modernas tienden a
sustituir a Dios por el patriotismo, una religión civil que venera figuras y
documentos históricos, que ponga a las virtudes nacionales en un altar y les
rinda culto, tal como hizo el Nacionalsocialismo en Alemania, tampoco ha
funcionado el comercio, ni el dinero, ni los grandes empresarios, menos aún los
científicos y los militares.
La receta que nos presentan estos literatos para no
caer en una distopía, es desandar nuestros pasos y rescatar el misterio, porque
cuando el culto perece, la cultura empieza su camino a la decadencia, debemos
de nuevo imponer el orden espiritual sobre el orden material.
Venezuela está viviendo una versión infernal de una
distopía materialista, no es el cientificismo que se encuentra en otros países
más avanzados, es algo mucho más primitivo y que tiene que ver con magia y
vudú, con una colección de dogmas inservibles del siglo XIX, con una
escatología sobre el poder y el dinero que tiene enfermos a mucha gente, es el
irreprimible darwinismo social de simios dominantes sobre la manada; estas
reflexiones de Russell me han dejado en claro que nuestra iglesia, como
organización, no está funcionando como debería, que hay muchos problemas
ideológicos y de orden moral que la aquejan y la hacen inoperante, pero
afortunadamente la iglesia somos todos, no solo los curas y el Vaticano, la
iglesia vive en cada uno de nosotros.
Hay una historia que cuenta Kirk de la decadencia
del Imperio Romano y que tuvo que ver con unas excavaciones arqueológicas realizadas
en York, en Inglaterra, y fueron los restos de un cementerio de soldados, de
los caídos en una de las última campañas que dieron las legiones romanas, la
mayoría de los huesos encontrados presentaban terribles muestras de una
desnutrición avanzada.
Fue en York que el moribundo Septimus Svero, luego
de su campaña en contra de los escoceses, fue preguntado por sus brutales hijos
Geta y Carayaca: “Padre, cuando ya no
estés aquí ¿Cómo vamos a gobernar el Imperio?
El viejo emperador tenía su lacónica respuesta lista- Páguenle a los
soldados, el resto, no importa. Y pronto
vino el momento en que los soldados no pudieron ser pagados y la civilización
se hundió en pedazos. El último ejército
en Italia, que se dice estaba compuesto únicamente por caballería, peleó aliado
con la liga del General bárbaro Odoacer, en contra de Teodorico, Rey de los
Ostrogodos en el año 491, con la derrota de Odoacer, las legiones romanas se
retiraron hacia sus hogares, para nunca empuñar las armas de nuevo.”
Pero sigo creyendo al igual que Burke, que los
venezolanos tenemos la fuerza y los recursos para despegarnos de este atraso
que nos hunde y surgir como una esperanza para un mundo en problemas, hay una
inmensa braza de religiosidad en nuestras almas que solo espera a ese soldado,
a ese niño o a esa joven, que ya están entre nosotros, cientos de ellos, miles,
que nos señalarán cual es el camino, un camino que ya todos sabemos cuál es, que
ya es inminente y que Dios nos dirá, llegó el momento. -
saulgodoy@gmail.com
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