La
expresión se refiere más a la prodigalidad con que se ejecuta la violencia, sin
ningún tipo de orden ni criterio, más que a su costo real, la violencia es
gratuita cuando hay mucha y para todos, y al contrario de lo que frase
describe, si tiene su costo, y es muy alto.
Los
estudiosos de la violencia, que ya se sabe, no es un fenómeno pues tiene sus
causas, fenómeno es todo aquello que carece de una explicación razonable, la
violencia al por mayor si tiene explicación, tiene responsables, motivos y un
costo, tanto para quienes la ejecutan como para quienes la ordenan.
La
violencia gratuita que está dispensando el régimen de Maduro en contra del
pueblo de Venezuela, no sólo fue prometida, sino que estaba planificada dentro
de unas opciones que el tirano tenía, al momento de imponerse como el jefe de
la tribu.
A
Maduro no lo quiere nadie, es una bestia que se regodea de ser una bestia, me
imagino que hasta su amo, Raúl Castro, le debe dar asco estar cerca de él.
Nicolás
Maduro no es el verdugo común al servicio del estado, que ejecuta a aquellos
que la ley de la tierra ha encontrado culpables de delitos en contra de su
seguridad, todavía para el verdugo había cierta consideración que se veía
reflejada en aquella costumbre, muy europea, de que la víctima de la ejecución,
le daba algunas monedas para que hiciera bien su trabajo, que se traducía en un
mínimo de sufrimiento para el reo.
Cuando
uno lo ve bailar y obligando a otros que bailen con él luego de la masacre,
cuando lo vemos tocar el tambor con rostro inspirado ante los músicos
horrorizados por su sangre fría mientras sus policías y Guardias Nacionales le
caen a palos a la gente, todos nos damos cuenta que se trata de un psicópata,
muy en la vena de los grandes asesinos de multitudes, como lo fueron Nerón y
Calígula.
Todos
sus lugares tenientes tienen cuentas con la justicia internacional, empezando
por el mamarracho de Diosdado Cabello, el hombre del mazo, criminales comunes
tan violentos y sanguinarios como su jefe, de una inteligencia mínima que se
han ensartado solitos en la estaca en la que se revuelven furiosos, culpando al
resto de la humanidad por sus propios errores al momento de cometer sus
delitos, creyeron que eran tan brillantes y audaces que nunca serían atrapados
en sus fechorías, y desafiaron a las policías de los cinco continentes -A que
no me atrapan- era su grito de guerra.
No
digamos nada del General Nestor Reverol, actual ministro de Relaciones
Interiores, Justicia y Paz (un título orweliano para una dependencia que hace
todo lo contrario) quien se quiere llevar a la tumba a cientos, quizás miles de
jóvenes venezolanos inocentes con él, porque no soporta que lo hayan pillado,
protegiendo a los carteles de la droga mientras ocupaba el cargo de jefe
antinarcóticos, ante la presencia de decenas de testigos, policías extranjeros que como él, supuestamente debían combatir el
narcotráfico.
Y qué
decir del vicepresidente de la república Tarek el-Aissami, un sirio-libanés con
raíces profundas en los movimientos terroristas del medio oriente involucrado
en la orgía del tráfico de drogas, de documentos de identidad, de armas, de
lavado de dinero y violencia exprés en contra de ciudadanos del estado que le
tocó gobernar, su rostro aparece en cuanto cartel de Se Busca que exista en
aeropuertos y puertos del planeta, y que igualmente, resentido y sintiéndose
atrapado, arremete en contra de los jóvenes universitarios que ya están
cansados de ser sus rehenes.
Así
como ellos, hay decenas de maleantes ocupando cargos en el alto gobierno, que
cada vez que salen de Venezuela para echarle un vistazo a sus fortunas mal
habidas en paraísos fiscales en el exterior, llevan el alma en vilo cuando
atraviesan una aduana o punto de control policial, ahora deben cuidarse de no
ser reconocidos por la diáspora de venezolanos que viven exilados de su patria,
y ser blanco de insultos, acusaciones y escándalos en lugares públicos, hasta
sus familias inmediatas deben sufrir de estos tratos y señalamientos por sus
crímenes.
Todos
ellos viven “enconchados” en Venezuela, lugar que tienen, no por hogar, sino de
guarida, rodeados de guardaespaldas, con el equipaje listo para salir
corriendo, con montones de efectivo a la mano para sobornar a quien sea, donde
sea.
Y así
vemos como bajando en la estructura del estado, en ese inmenso esqueleto de
instituciones del gobierno, en esa trama de complicidades que es la cadena de
mando chavista, encontramos a los cómplices de nivel medio, quienes hacen
posible que sus órdenes lleguen a las tropas, y las tropas mismas que son las
que asaltan hogares, roban a la familia, las gasean con químicos tóxicos,
torturan, matan, humillan, golpean, violan, todo en nombre del gorila mayor,
que se cree el más macho de todos los machos, el que más mea, y que deja todo
impregnado de las excresencias de sus glándulas, ese olorcillo desagradable a
almizcle y miedo de un rabipelao (pequeño marsupial que usualmente muere
arrollado en las carreteras).
Pues
bien, toda esa violencia gratuita que el chavismo está dispensando a los
ciudadanos de éste país, que en actitud de rebeldía y protesta, asqueados por
el comportamiento de quienes dicen ser sus gobernantes, lo que hace es ir en su
contra, parecieran que no se dan cuenta que entraron en una carretera sin
retorno, que los aleja cada vez más de la posibilidad de conseguir algún tipo
de aliento o simpatía por su causa u sus pesares.
Si
alguna vez tuvieron la oportunidad de retomar el proyecto político de Chávez,
si pensaron por un momento en reconstruir la institucionalidad perdida por
tantos errores políticos, ahora, con esta guerra en contra del pueblo, puedo
decirles como Dante en su letrero al averno, “Vosotros que entráis, abandonad
toda esperanza”.
El
chavismo quemó sus barcos, decidió pegarse un tiro en la cabeza, en nombre de
todo el proyecto político que una vez pretendió Chávez imponerle al país, estos
gorilas están bailando su danza de la muerte, ya no les importa llevarse a
quien sea por delante, 18 años tenían preparando éste gran final, propio de una
película de Sam Peckinpah, con gran cantidad de muertos, sangre y moscas.
Para
ello cuentan con la violencia institucional, cuidadosamente preparada en el
marco de las leyes, con el protagonismo de las FFAA y en los papeles
secundarios, con los colectivos armados, milicias, presos, cubanos, pranes, bandas delincuenciales, todos
disfrazados de Guardias Nacionales, en medio de una de la crisis económica y
social más importante de nuestra historia, sin comida, sin medicinas, sin
seguridad, sin productividad y con una inflación galopante.
¿Cree
de verdad el chavismo que luego de esto, tiene alguna oportunidad de poder? ¿De
convertirse en una fuerza política? ¿De tener algo que decir sobre el país?
¿Cree de verdad Maduro en la Constituyente de la que habla? ¿Cree la oposición
política, que todavía es posible contener al pueblo en el redil del pacifismo y
la constitución?
Lo
que está sucediendo en las calles de Venezuela es el epílogo de un error
político-electoral que el pueblo de Venezuela cometió por su ignorancia, se
puso a jugar con la democracia y le dejó la puerta abierta a la gente de la
peor ralea que tenía el país, el crimen y las mafias tomaron por asalto el
gobierno y ahora nos están matando porque no queremos ser sus esclavos.
Lo
hace con la violencia colectiva más descarnada que se tenga memoria y sus
protagonistas son las FFAA, nuestros soldados, los garantes de la Constitución
y las leyes, quienes supuestamente serían nuestros guardianes, la primera línea
de ataque la tienen las fuerzas de choque de la Guardia Nacional, ellos son los
que reparten palos, gases, tiros, los que apresan a nuestros jóvenes para luego
torturarles y darles de comer mierda ¿Quién es esta gente? ¿Quién puede
dispararle a quema ropa a nuestras bellas muchachas que van a la calle a
defender sus derechos? ¿Quién descarga a
la cara de gente desarmada bombas lacrimógenas para que mueran descerebrados en
el asfalto?
Como
buenos comunistas para los chavistas la represión es apenas un engranaje de la
acción burocrática, una orden ponen en movimiento el aparato del horror, el
presidente decide, el ministro ordena, el alto mando agencia a los cuerpos de
seguridad, sus oficiales administran pertrechos, transporte, estrategia, los
comandantes del cuerpo los instruyen, las tropas se reparten las armas… en
palabras del sociólogo Zygmunt Bauman, todo el aparataje represor está
dispuesto de modo de que no exista ninguna valoración moral sobre lo que
realmente acontece sobre el asfalto, herir, matar, apresar, torturar, desaparecer
a seres humanos, son formas de proceder técnicos, son pasos que se dan para
resolver un problema meramente práctico, o un problema político para sus
“jefes”.
En
una primera oleada eran los muchachos adscritos a estos organismos militares y
policiales, a quienes le metieron una cartilla de odio antes de soltarlos a la
calle y quienes regresaron asqueados de su labor de asesinos y abusadores
quienes arremetían en contra de la manifestación pacífica de ciudadanos, esa
tarea agota rápidamente, frustra a la tropa y los disminuye como seres humanos.
Pero
en una segunda oleada vinieron los colectivos, la delincuencia organizada y
pagada por el gobierno de Maduro, dispuesta a todo, estos sí gozan con la tarea
de matar gente, coordinados por el expolicía Freddy Bernal, el encargado del
programa de biocontrol de las bolsas de comida CLAP, son motorizados
enmascarados que atacan a mansalva residencias, siembran el terror entre las
barricadas, secuestran a manifestantes rezagados, penetran en las
urbanizaciones disparando a diestra y siniestra, protegidos por la policía y la
Guardia.
El
asunto es que mancharse las manos de sangre inocente se lo dejan a los
criminales, los Generales simplemente coordinan acciones a buen resguardo,
envían los prisioneros a tribunales militares, cursan las órdenes, planifican
los ataques y elaboran los informes a sus jefes, un escalafón más arriba están
el Alto Mando, en la Sala Situacional de la que nunca salen, gordos y comiendo
bocadillos, recibiendo partes de sus subordinados en el frente, preparando los
resúmenes para el Comandante en Jefe, otro nivel más arriba están los
políticos, dando declaraciones en las televisoras adeptas al gobierno, siendo
entrevistados para sus diarios, preparados por el G-2 cubano, culpan a la
oposición, presenta pruebas con declaraciones de jóvenes torturados para rendir
acusaciones absurdas en contra de los líderes políticos democráticos, culpando
al imperio de tener las manos metidas en el golpe.
Y por
último, en algún bunquer escondido, el obeso Maduro, resoplando, indignado
porque todos esos malagradecidos quieren tumbarlo, girando instrucciones por
líneas seguras de que no quiere sobrevivientes, que todo tiene que ser arrasado,
mientras por el teléfono directo a La Habana está Raúl Castro muerto de la risa
con la confusión mental que tiene su agente en Venezuela.
Los
únicos que sienten el miedo de la gente en la calle son las tropas, son quienes
verdaderamente se manchan de sangre las manos, muchos de ellos extranjeros
disfrazados, mercenarios, penados por homicidio, todos recargados de odio,
lidiando con la brutalidad usual con lo que los comunistas trabajan contra la
oposición, todos los demás, encerrados en sus oficinas y refugios, en aire
acondicionado, atendidos por mesoneros frente a los monitores, lejos del rumor
de la batalla, sólo ven las fotos y los videos de la represión.
Ellos
están conscientes que luego de esta enorme orgía de destrucción y muerte, no
hay marcha atrás, lo saben pero no lo admiten, sus días en el poder están
contados.
Para
ellos todo es virtual, quizás por ello es tan fácil mandar a reprimir, a no
dejar piedra sobre piedra, lo que hacen, lo hacen investidos de autoridad, en
el marco de la ley y bajo las órdenes del Presidente de la República, para
excusar sus acciones, la ley vale, para correr con las consecuencias se necesita
una nueva constituyente, sólo se les escapa un detalle… la última palabra la
tiene el pueblo de Venezuela, y tengo la impresión, que ya se está cansando de
tanto pacifismo y constitución. - saulgodoy@gmail.com
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