Ese
grupo de supuestos líderes y de organizaciones políticas, con su cortejo de
dolientes y plañideras, que andan de reunión en reunión tratando de levantar el
cadáver de la MUD, luego del síncope que sufrió, creen que recurriendo al manido
discurso de la unidad, con los señuelos de unas elecciones o de un referéndum
igualmente trampeados, intervenidos, ilegítimos, que el gobierno les ha tirado,
a ver si muerden y arrastran los pocos incautos que quedan en el país, quieren
de esta manera seguir en el juego, a pesar de los desaciertos, traiciones y
negocios que montaron en el curso de su accionar.
Creen
que pueden pasar lisos, sin ninguna consecuencia… pues están equivocados, por
dos razones fundamentales: primera, la manera de hacer política de la que
vivieron es prácticamente inviable ante las necesidades del país, el sistema de
partidos políticos, tal como lo concibieron, ya no funciona, ni aporta nada para
la recuperación de Venezuela; la segunda, el socialismo está muerto, es una
ideología basura, que lo que hizo fue arruinarnos, que permitió que los más
incapaces se hicieran cargo de una política de dádivas y regalos que ya se
agotó, que no sirvió sino para envilecer al pueblo…
Recuerdo
que Henrique Capriles tenía un programa diario en la radio y transmitía desde
cualquier sitio del Estado Miranda, reparando escuelas, regalando materiales de
construcción, obsequiando bultos, libros, loncheras, canchas deportivas… como
si fuera un San Nicolás y todo el año fuera navidad; era el representante del
estado benefactor, socialismo puro, acostumbrando a la gente a tener cosas porque
se las regalan, a que alguien viene a resolverle sus problemas, el papá
bonachón del estado personificado en un gobernador que se dedicaba a cultivar
votantes, seguidores, fans, repartiendo lo que supuestamente era un derecho de
la gente, su pedacito de la riqueza petrolera… patético y primitivo, por decir
lo menos, pero comparado con los chavistas, que lo único que hacían era robar,
Capriles se convirtió en casi un santo, repartiendo lo que no era suyo.
También
vimos una figura que parece eterna, la de Henry Ramos Allup, semejante a un
vampiro conservado por la sangre de sus víctimas, que ha permanecido desde que
tengo memoria, dirigiendo las riendas de la organización Acción Democrática,
que siempre es parte del gobierno, de cualquier gobierno, pareciera que en ese
partido no hubiera elecciones nunca, o que el hombre es tan popular que siempre
gana la secretaría del partido, que ronda los salones del Congreso y los
estudios de televisión con su verbo de tribuno, cual Bruto esperando al César
para apuñalearlo por sorpresa cuando venga a saludarlo, siempre destacando las
virtudes del estado democrático, entendido única y absolutamente como el
derecho al voto.
Otro
es Henri Falcón, un criptochavista, porque ya a estas alturas es difícil
dudarlo, cuando su actitud y la de sus acompañantes lo certifican cada vez más,
ahora tras esa salida electoral que presenta el gobierno para elecciones
municipales, una trampa muy mal montada y obvia para quien no obnubile en
fanatismos; y las organizaciones y personajes que apoyan a Falcón no hacen otra
cosa que colaborar con el régimen, pareciera que les gusta que les hagan
trampas y caer por tontos.
Henri,
me imagino, lo que hace es verse ante el espejo, desnudo, señalando con el dedo
al estilo de Bay Watch, aquella serie
de surfistas rescatistas de los noventa, mirando fijamente a sus sufragantes,
levantando la ceja derecha y levantando la trompita de guaro, que no aguanta
dos pedidas, y pontificando: “sólo salva el voto”.
En
situación similar se presentan Copey, el Mas, todavía tengo mis dudas sobre
Voluntad Popular, pero su concurrencia a las reuniones con estos políticos y su
silencio en cuanto al carácter de su ideología socialista lo tiñen de sospecha
y lo hacen parte de la comparsa. Y así los otros partidos evangelistas, frentes
y alianzas, amplios (sólo de nombre), que estarían dispuestos a concurrir en la
mentada unidad.
En
Primero Justicia, con la ausencia de Julio Borges del país (pero no de los
medios de comunicación), pareciera que hay un grupo desojando la margarita
entre seguir las líneas trazadas por su padre fundador, o cambiar el carril de
su locomotora y explorar otras maneras no tradicionales de hacer política.
Las
personas que participan en el partido Un Nuevo Tiempo, la mayoría de ellos
nativos del estado Zulia y entre los que se encuentra el actual presidente de
la Asamblea Nacional, es un claro ejemplo de la inconsistencia, del doble
lenguaje y de la opacidad; lleno de hombres y mujeres con muchas malas mañas de
la política de los grandes partidos políticos clientelares, lo únicos que
quedan son ellos, en su carácter de clientes del gobierno, recogiendo de donde
hay para lo que sea, se apertrechan detrás de la legalidad y los buenos modales,
pero son infaustos para propiciar una salida de este gobierno de mafias, solazándose
en el discurso cantinflero y creyendo que nadie les ha visto el juego.
Dejo
a María Corina y a Ledezma fuera de ese cónclave, porque han demostrado
independencia de criterio y una oposición frontal al régimen. Y hay otros
grupos que orbitan sin definirse ante la perturbadora presencia de ese hueco
negro que es el chavismo y que a medida que se hace más pequeño se vuelve más
hambriento y demoledor.
En mi
opinión, es un error creer en una unidad mientras se mantenga la puerta abierta
a cualquier bicho de uña que quiera participar en la oposición; hay diferencias
de criterio insalvables, desde las ideológicas hasta las prácticas, pasando por
permitirle al chavismo un segundo debut en la política, si se normalizaren las
circunstancias del país, como para efectos meramente prácticos, entre los que
se incluye concurrir o no a unas elecciones cocinadas por el gobierno.
Si la
unidad de objetivos se va a concentrar en sacar al chavismo del poder - ya anda
diciendo el muy pulcro y recto de Capriles que “sólo si es democráticamente” -
hay una serie de principios y prejuicios que han salido a la luz de parte de
cada uno de los factores de la supuesta oposición, que oscurecen esos
objetivos: unos que no quieren que los militares participen, otros que no
quieren intervenciones extranjeras, otros que sólo por medios electorales, y
así vamos sumando una serie de exigencias que, por sí solas, hacen imposible la
unidad en algo tan sencillo como un fin común, sacar a la impresentable figura
de Maduro de Miraflores.
De
modo que, para ponerlo en términos alegóricos, queremos construir una casa, y eso
es lo único en que estamos de acuerdo, porque a partir de allí contamos con
veinte estilos diferentes, veinte materiales distintos y en veinte lugares
dispares, y vamos a desgastarnos en tratar de lograr lo imposible.
De lo
que sí podemos estar seguros es de que el 80% de los partidos de la oposición
que quedan son todos socialistas, creen en que es posible continuar la vida
loca de los partidos tradicionales, se tienen por grandes negociadores, por
demócratas a carta cabal… y no pasan de ser unos mercaderes de votos, que creen
en el gran estado benefactor, en la centralización del poder, y en que los
pobres son sus mejores soportes, por lo que nunca van a hacer nada por cambiar
su condición.
Más
de sentimiento y pocas ideas, memes y no argumentos, promesas y no realidades,
ilusiones y muchas mentiras, educación barata y objetivos colectivos…
bienvenidos al mundo de los gobiernos en telenovelas, como si fueran reality shows, con líderes carismáticos,
capaces de hacer milagros, de un mundo que es una enorme torta de derechos, sin
responsabilidad ninguna, de una vida suave y fácil, sin mucho trabajo, sin
competencia, todo gracias a papá estado, que nos resuelve la vida y nos dice lo
que tenemos que hacer.
Debemos
construir un muro que nos separe de ellos. No es cuestión de rehuirle a la
unidad; pero se une lo que se puede unir, el aceite y el agua son antagónicos,
como lo es el ruido del silencio, como el día de la noche… cada uno ocupa su
lugar y el sólo pensar en verlos juntos es anti natura, una contradicción en
términos. Esa supuesta oposición, conformada por factores adeptos y adaptables
al gobierno revolucionario del siglo XXI, no pueden ser jamás oposición al
chavismo; ellos sí son parte de ellos, no de nosotros.
Comprendida
esta imposibilidad de unión debemos diferenciarnos y hacer nuestra propia casa,
como creemos debe funcionar el país que queremos, con un gobierno mínimo que se
ocupe principalmente de la defensa nacional y de aquellas tareas que la
sociedad civil no pueda asumir, jamás propiciar un estado que pueda
sobreponerse a nosotros y oprimirnos.
La
mayor parte de las instituciones deben pertenecer al sector privado o a la
sociedad civil organizada, incluyendo la justicia, la policía, los servicios de
salud, educación, agua, electricidad, etc.
Y, al
final, siempre caemos en el voto y en los partidos que promueven las “fiestas”
electorales, y en el clientelismo político, en la confusión entre el estado y
la cosa pública con los líderes de los partidos, en el crecimiento desmedido de
la administración pública y el apartar a los ciudadanos y sus organizaciones de
la participación de construir nación.
Hemos
defendido por años que el voto es un privilegio de los ciudadanos y que su
único requisito es saber leer y escribir; pero una persona sin las luces
mínimas es más un animalito que un humano, porque justamente en la capacidad de
entender las letras y los números radica la capacidad de expresar y entender la
cultura del pueblo al que se pertenece.
La
sociedad civil es una cantera inagotable de recursos, ideas, trabajo e
instituciones, el estado lo que ha hecho hasta el momento es frustrar su
desarrollo, negarle las oportunidades de gobernarse, ha impedido su crecimiento
y especialización; la sociedad civil organizada puede ser mil veces más
eficiente y productiva que la burocracia del estado.
Y ligado
a ese estatismo a ultranza, a ese centralismo enfermizo y a ese reducir la
política solamente al voto, los partidos políticos tradicionales han desarmado
al ciudadano, le han robado su iniciativa y envuelto todo el caramelo en
socialismo.
Concluyo
entonces que ninguna persona que manifieste ser socialista puede alegar
pertenecer al género humano, porque está ligando, atando, condicionando su
forma de pensar a una forma política que, por siglos, ha demostrado ser
propiciadora de matanzas, pogromos, exterminios masivos, guerras, apartheid,
campos de concentración, persecuciones, violaciones masivas de derechos humanos…
El
socialismo es una ideología que castra a las sociedades para reducir las
poblaciones de los países a menesterosos, a pedigüeños, a proyectos de justicia
social y atención de los necesitados; una sociedad, bajo esta ideología y
partidos políticos que le sirven, jamás permitirá que los pueblos se levanten
en sus propios pies, y tengan las armas para defenderse de situaciones tan
adversas y terribles como las que propiciado el Socialismo del Siglo XXI. En
todos los documentos fundacionales, los partidos que he mencionado se declaran
socialistas o progresistas, o alguna de esas palabras que connotan la entrega
de la libertad ciudadana al estado.
Decir
que se es socialista a estas alturas de la historia es tan abominable como
decir que se es racista, pederasta, uxoricida… o, lo que es lo mismo, chavista. -
saulgodoy@gmail.com
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