“Decir que Dios
retiene su omnipotencia, a fin de que el hombre pueda actuar, o que él permite
la libertad, no explica nada: si Dios retirara un instante su potencia, el
hombre cesaría de ser”.
F.W. Schelling,
Tratado Acerca de la Libertad Humana, 1809.
“Si se admite un ser supremo originario, se ha decidido
con ello también sobre el dominio y la servidumbre. “Una causalidad absoluta en un ser deja a los otros sólo una pasividad
incondicionada”. La causalidad incondicionada del ser originario aniquila
nuestro Ser-libre”.
Martin Heidegger,
Schelling y la libertad humana, 1971.
Tanto Schelling como Heidegger pusieron su dedo sobre la
razón política de las iglesias, es decir, de las religiones organizadas, que
juegan con la libertad del hombre en la creencia que era por la voluntad de
Dios, que se imponían a los creyentes las normas morales y los ritos, como
forma de control social.
Las iglesia, en especial la Cristiana, ha estado desde el
primer día de su existencia trabajando en el control político de la sociedad,
de allí la importancia de su asociación con el Estado como instituciones
rectoras de la cultura política, y aunque varias veces en la historia se
confundían la Iglesia y el Estado en una misma institución, fue finalmente el
Estado el que se impuso como el ente rector, al menos en el tema político.
La historia de la Iglesia Católica en occidente tuvo
resultados diferentes que en oriente, siguieron los destinos de la escisión del
Imperio Romano, la Iglesia llamada latina tuvo una historia signada por los
imperios, las guerras, los grandes cataclismos que sacudieron a Europa, pero
principalmente por los movimientos revolucionarios, de la ilustración, la
reforma, que provocaron rupturas, divisiones, herejías, críticas y no poca
violencia.
La iglesia oriental u ortodoxa, sometida a monarquías absolutas y regímenes de fuerza no
experimentó tales cambios, fue una evolución mucho más pausada y ajustada a las
culturas predominantes al este de Constantinopla, las misiones que enviaba Roma
se encontraron con un obstáculo difícil de superar, eran culturas que lejos de
la influencia de occidente conservaron su carácter propio, especialmente en el
mundo eslavo.
Los ejemplos que
dieron Grecia y Bulgaria de conformar organizaciones religiosas que priorizaban
las lenguas locales, los usos de sus pueblos y sus propios líderes religiosos
calaron en los pueblos de la llamada Rus de Kiev, una extensa región de
llanuras muy fértiles irrigadas por un complejo sistema hidrográfico, nos
explica el historiador británico Paul Bushkovich en su obra Historia de Rusia (2013)
El
contacto más íntimo [con los bizantinos] se produjo con los nómadas
turquistanos de la gran estepa. Aproximadamente a partir del 750 d.C., la
estepa estaba gobernada por los cátaros, un pueblo nómada que tenía su centro
en el bajo Volga y exigía tributo a las tribus del sur de la Rus. El pueblo
cátaro, o jazar, era un caso único: sus gobernantes, los kagan, se habían
convertido del paganismo al judaísmo y poseían copias de la Biblia hebrea. Los
imperios nómadas tenían una vida breve: a mediados del siglo X reemplazaron a
los cátaros los pechenegos (patzinakos) túrquicos, suplantados un siglo después
por el pueblo kipchak, o poldovski, como los apelaban los rus. En la estepa,
los kipchak vivían en una serie de grupos, cada uno en uno de los grandes ríos,
los más destacados de los cuales fueron el Dniéper, el Donets del Norte y el
Don para la Rus. La migración anual a los pastos de invierno o de verano
implicaba el paso de grandes manadas de caballos, ganado vacuno, ovino e
incluso camellos, seguidas por los kipchak con tiendas de lona montadas sobre
carros. Su religión era el antiguo paganismo túrquico centrado en el cielo y
los antepasados.
En Kiev se forjó la leyenda del nacimiento de la “Rusia
Blanca”, con supuestos orígenes vikingos de la dinastía Rurikovich, quienes
poco a poco se fueron haciendo los señores de la comarca, ese fue el origen de
la idea de un Imperio Ruso.
En Kiev lo que había en aquel siglo X, era una alianza de
tribus gobernados por la dinastía Rurik y que gracias a la influencia de los Romanoi (bizantinos y griegos), se
fueron convirtiendo al cristianismo, posteriormente recibieron misioneros
jesuitas que propagaron la fe en el extenso territorio.
Pero las diferencias doctrinales se hicieron pugnases, al
punto que fue necesario recurrir a los concilios para encontrar áreas comunes
en la doctrina, aun así, persistieron las diferencias, la profesora Anna
Hamling, de la Universidad de Brunswick, cuando analiza el estado de la Iglesia
ortodoxa rusa en el siglo XIX nos comenta:
Varios
elementos del Credo Niceno no fueron definidos con precisión; por eso la
Iglesia Ortodoxa todavía admite mucha libertad de interpretación. Como
doctrina, la Iglesia reconoce a Cristo
como la cabeza de la Iglesia. La doctrina se basa en el Evangelio, en la
tradición y en las decisiones de los concilios ecuménicos. Por consiguiente se
interpreta el Evangelio según los pronunciamientos de los concilios ecuménicos.
Una de las diferencias fundamentales entre la Iglesia Ortodoxa y la católica
reside en el hecho de que la Iglesia Ortodoxa no reconoce al Papa como la
cabeza de la Iglesia. La Iglesia Ortodoxa reconoce a María como madre de Dios
pero no define como dogma la doctrina de la inmaculada concepción de María. La
tradición de exponer los iconos tiene mucha importancia en la Iglesia Ortodoxa.
El sentido de los iconos reside en la relación entre Dios y el hombre. El
hombre creado “en la imagen de Dios” lleva el icono de Dios dentro de sí mismo.
Se canta la liturgia en la Iglesia Ortodoxa. Los sacramentos se parecen mucho a
los de la Iglesia Católica. No se celebra la misa diariamente. Los curas pueden
casarse. Se ofrece la comunión a todos los miembros después de la confesión
excepto a los niños hasta la edad de siete años en que pueden recibir el
sacramento sin confesarse. La misa en la Iglesia Ortodoxa es muy elaborada,
decorativa y de gran belleza.
Hay una autonomía manifiesta
en varios otros aspectos, por ejemplo, el Pope Kirill, el funcionario de mayor
rango en la Iglesia Ortodoxa, acaba de canonizar al Zar Nicolás y a la Zarina
Alejandra basado en que fueron mártires de la Revolución, una decisión que tomó
por sorpresa a muchos observadores de la actual Rusia; quienes les hemos
seguido la pista a estos personajes, sabemos que muchos aspectos de su vida
pública y privada no están a la altura de tal dignificación, sobre todo en el
aspecto espiritual y moral, pero hay un elemento político que se ha convertido
en la basa de mayor valor en este juego geopolítico.
La guerra contra Ucrania,
cuya narrativa oficial por parte del Kremlin ha variado desde una intervención
relámpago, como se decía en los discursos oficiales cuando se inició el
conflicto, hasta una guerra santa para la reconquista de Kiev, que ha sido
históricamente el centro religioso de Rusia, que es ahora el motivo que aduce
el presidente Putin para justificar un esfuerzo bélico que se ha prolongado en
el tiempo con un altísimo costo en vidas, materiales y bienes.
Esta guerra ha provocado una
importante ruptura entre la Iglesia Ortodoxa de Ucrania y la de Rusia, entre
otras cosas porque el patriarca ruso, como es de esperar, se puso de parte
Rusia condenando a los ucranianos por su tendencia occidentalista, traicionando
las tradiciones auténticamente eslavas, como fue haber permitido marchas por
Kiev de grupos celebrando el orgullo gay, pervirtiendo las costumbres y
desobedeciendo a las autoridades eclesiásticas, por su parte, más de 300
sacerdotes ucranianos se declararon en rebeldía en contra del patriarca por no
haberse pronunciado por la destrucción de más de 1200 iglesias ortodoxas.
Sorpresivamente lo que Putin
creía le iba a tomar un mínimo esfuerzo, se ha convertido en un complejo
problema que le ha valido un tremendo retroceso en sus relaciones con el resto
del mundo, incluyendo la aplicación de sanciones internacionales que han
afectado la marcha de la economía rusa, la juventud rusa a pesar del esfuerzo
de desinformación del gobierno, no quiere ir a una guerra colonialista, hay
problemas de abastecimiento de algunos productos básicos, el mercado de trabajo
ha sufrido un retroceso notable, las deserciones en las filas del ejército son
cada vez mayores, la vieja guardia del ejército rojo está de salida y sus
reemplazos no están a la altura de los objetivos militares.
Es por ello que Putin se ha
refugiado en una ideología de extrema derecha, mucho más autoritaria y
punitiva, y la iglesia, que se ha conservado en el pasado medioeval, sumisa
ante el poder y obsecuente con el líder político, ha desempolvado la idea del
imperio soviético recargado, negándole al pueblo ucraniano el derecho a la libre
determinación e independencia.
¿Cómo justificar la barbarie,
los crímenes de lesa humanidad, las violaciones de los derechos humanos, la
destrucción indiscriminada de un país? ¿Cómo argumentar poner en peligro la paz
en la región por una apetencia imperialista? Solo le quedaba apelar al rescate
de un pasado glorioso, en recuperar un tesoro espiritual perdido.
Pero detrás de esta fachada
de guerra con ribetes religiosos, están apareciendo preocupantes componentes de
un esfuerzo en proceso entre grupos islámicos, aliados de Rusia en el mundo,
dentro de los cuales se cuenta el gobierno de Maduro en Venezuela, pero
principalmente con China, que están liderando un frente antioccidental y
aprovechando las circunstancias, para tratar de cambiar el mapa geopolítico
mundial.
Europa del este ya está
sintiendo los embates de este enfrentamiento sordo y subterráneo, el reciente
enfrentamiento entre Serbia y Kosovo es preocupante y producto de las tensiones
que se han liberado en Rusia, las crisis que se han generado a nivel
internacional en aspectos estratégicos como la energía, la escasez de los
alimentos, en un ambiente post pandemia que no tranquiliza a nadie, y la
elevación de los conflictos en zonas de conflicto en el medio oriente, en
Latinoamérica y sobre todo en Taiwán, hablan claramente de días inquietos y de
una alta incertidumbre sobre el futuro inmediato.
Lo más preocupante es que el
liderazgo en occidente no está en su mejor momento, la perspectiva de una
posible recesión económica, las consecuencias del cambio climático y el avance
del socialismo en el mundo indican una debilidad de pensamiento y unas
limitaciones importantes para la acción, que van afectar las resultas de esta
nueva etapa para la humanidad.
Parece increíble que en pleno
siglo XXI siga siendo el tema religioso el que motorice muchas de las
estrategias políticas que están sobre el tapete, o por lo menos son la excusa
para declarar guerras santas. - saulgodoy@gmail.com
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