lunes, 29 de septiembre de 2025

La matriz ambiental

 


Me preocupa que, a estas alturas del desalojo del chavismo del país, que no será inmediato ni pacífico, y ante la perspectiva de tener de nuevo un gobierno democrático, no se estén discutiendo las propuestas que sustentarán las bases de reconstrucción de Venezuela; los problemas se han definido principalmente en los temas petroleros, militares, educativos y económicos, si bien son importantes, no son los únicos en nuestro horizonte como nación.

Para muchos profesionales y técnicos, para expertos y consejeros nacionales e internacionales, que deben estar asesorando a las personas que tendrán la responsabilidad de conducir las riendas de un país en medio de una de sus peores crisis sociales y políticas, el asunto ambiental todavía es tratado como un asunto accesorio al grueso de los problemas del país.

En el discurso de los líderes que esperan gobernar esta difícil etapa en la historia de Venezuela, el problema ambiental es todavía tratado como un asunto auxiliar, fragmentado y circunstancial, como si fuera un mero accidente en la guerra que el chavismo, esa nefasta ideología de destrucción sistemática de nuestros recursos naturales, le ha propinado a nuestro país. El gravísimo problema ambiental es fundamental, el daño a nuestro medio ambiente ha sido profundo y extenso, y si no hay un plan de reparación sistemático y holístico que sirva de soporte a los demás programas de reparación, me permito dudar del éxito en cualquier plan de rescate.

A esto hay que aunarle las condiciones globales negativas que influyen de manera determinante sobre asuntos claves, como los cambios climáticos que nos afectan: la escasez de agua potable, la drástica disminución de las especies vivas, debida principalmente a estas variaciones, el errático comportamiento de temperaturas, vientos, mareas que inciden en cambios drásticos de temperaturas, el desplazamiento de placas tectónicas con su secuela de desastres, el incremento de elementos contaminantes y tóxicos tanto en la tierra como en la atmósfera, la desertificación, la explotación irracional de los recursos y un sinnúmero de problemas propios del postmodernismo, o del capitalismo tardío como lo llaman algunos socialistas, añadimos también las condiciones cosmológicas y planetarias, que aunque tengamos poco o ningún control sobre su ocurrencia, si podemos evitar o disminuir los daños posibles, como variaciones electromagnéticas, tormentas radioactivas, viento solar y un largo etcétera. En fin, la vida de todo el orbe se está haciendo cada vez más difícil.

Estas condiciones globales son enfrentadas en el seno de diversos organismos, por medio de tratados y compromisos internacionales en los diferentes foros que se ocupan de ello, algo que el chavismo se especializó en violar y desconocer, o simplemente ignorar, al punto de perder una vocería y participación que era apreciada, y esto debido a su falta de interés, morosidad e ignorancia. Para resumir esta manera perversa de hacer política, al chavismo le encanta presumir un supuesto ecologismo, cuando en la realidad lo hace para ocultar uno de los más abyectos crímenes ambientales de la región.

Todo ejercicio del poder político, entendidos en términos civilizados y contemporáneos, tiene dos elementos fundamentales sobre los cuales actúa: Territorio y Población, que son los ingredientes fundamentales sobre los que se construye la llamada gobernanza.

El Territorio es el espacio físico, los recursos naturales, la geografía, en donde la población existe y se desenvuelve; cuando hay una interacción inteligente y armónica entre población y territorio, este último se convierte en Habitat, en ambiente, y la actividad económica que surge de ambos elementos, actuando de manera racional y en balance con cada uno, resulta en riqueza, en prosperidad, en seguridad y estabilidad; si esto se logra, la política es exitosa, si no, lo más probable en que haya problemas sociales y crisis ambientales.

De nuevo, sabemos que nos estamos despidiendo de una forma de hacer gobierno, sumamente dañina para Venezuela, que ha sido el chavismo, el cual ha dejado en su paso una secuela de graves problemas sociales y un cúmulo de desastres ambientales que deberían ser prioridad para el nuevo gobierno.  Pero si la atención política solo se concentra en los problemas sociales sin atender el entorno físico, el cual, por su deterioro produce una gran cantidad de malestares sociales, es probable que el esfuerzo de reconstrucción de Venezuela quede a medio camino.

Muchos de esos desequilibrios físicos los arrastrábamos de mucho antes, tomemos el caso de la División Política y Administrativa del Territorio Nacional, un cúmulo de estados, municipios, territorios bajo administración especial, que heredamos de tiempos cuando el criterio era más político que científico y no se tomaba en consideración la realidad geográfica ni las continuidades geológicas, bióticas y principalmente, las hidrográficas debido a su importancia para sostener la vida.

Por muchos años, me he mantenido en campaña promoviendo las unidades que llamo “Ecoterritorios”, en vez de los Estados que actualmente conocemos, los ecoterritorios están basados principalmente en los caudales y reservas de agua que por lo general conforman la grandes cuencas, un elemento clave para el futuro inmediato de la humanidad y principal para el desarrollo de nuestro país. Necesitamos urgentemente un nuevo mapa político que, probablemente, incluya los actuales estados integrados en unas pocas unidades administrativas; eso facilitaría la sustentabilidad, la planificación, el desarrollo económico y una unidad socio cultural coherente.

Algunos problemas ambientales son tan graves, que hay extensas regiones de nuestro país donde es casi imposible la vida, la mayor parte de nuestras principales ciudades viven en un desorden agobiante principalmente por el uso anárquico que se le da al territorio. Cuerpos de agua, como el lago de Maracaibo, están prácticamente muertos; nuestros principales ríos están contaminados con sustancias venenosas, producto de una minería extractiva desquiciada, hemos perdido bosques productores de agua casi que con furia destructiva, nuestros parques nacionales son hoy territorios sin ley… todas estas circunstancias afectan de uno u otro modo nuestra calidad de vida.

Tomemos por ejemplo el delicado problema de la sanidad ambiental, el control de plagas, de enfermedades contagiosas endógenas, el enorme problema del manejo de desechos sólidos y sustancias peligrosas, la potabilización del agua, las plantas de tratamiento de aguas servidas, solo por nombrar algunos problemas que se han agravado durante estos 26 años de este empeño de destrucción que ha caracterizado al chavismo. La misma agricultura y ganadería se han convertido en algunas regiones en prácticas destructoras del equilibrio ambiental y han resultado en grandes áreas yermas que van a necesitar urgentemente procesos de terraformación.

Nuestros mares están sobre explotados del recurso pesca, mientras en otros recursos ni siquiera hemos empezado a conocerlos, los territorios insulares están subutilizados cuando no abandonados, contamos con la mitad un frente caribeño tan amplio y rico, prácticamente la mitad del territorio nacional está sumergido bajo el agua y aún así, vivimos de espaldas a nuestra fachada caribeña y atlántica.

No voy a seguir, porque para nadie es un secreto el abuso que ha padecido nuestro hábitat en estos tiempos catastróficos, porque antes del chavismo, Venezuela era uno de los países con un respeto y un ordenamiento ambiental adelantados para su época, ejemplo del continente, con un cuerpo de leyes e instituciones (la mayor parte todavía vigentes, pero convenientemente tergiversadas) que eran bastante acuciosas, especializadas y que hacían su trabajo, pero que se habían convertido en un obstáculo para la corrupción y el latrocinio que el chavismo perpetraba sin ningún pudor, al punto de que aquel exitoso Ministerio del Ambiente fue reconvertido en una vergonzosa taquilla de permisos para violar nuestra geografía con el mote de “Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo”.

Me atrevería a decir que el 80% de los delitos del chavismo tienen un fuerte contenido ambiental, esto, a pesar de contar con una Lay Penal del Ambiente que tipifica y castiga estos crímenes y que ha estado engavetada, todas esas minas, de oro, de diamantes, de uranio, de carbón, de tierras raras, de piedra caliza y otras piedras para la construcción, de turba, cobre, de hierro, plata, etc., tienen a los militares por detrás traficando ilícitamente con sus productos y muchas veces reduciendo a las etnias indígenas y sus trabajadores a una trágica condición de esclavos. Las personas que han ocupado la cartera de ministros del ecosocialismo, todos, sin excepción, deben ser procesados y castigados por garimpeiros y alcahuetes de estos indignos negociados.

El país que nos deja Maduro es un país devastado, como si hubiéramos sufrido una guerra sin conflicto armado; toda la destrucción de nuestro hábitat fue propinado por la ignorancia y la avaricia. El resultado que tenemos ante nuestros ojos afecta de manera profunda los temas petroleros, militares, educativos y económicos, que son precisamente a los que quiere dedicarse el nuevo gobierno, sin comprender o considerar que si no se articulan las políticas desde una visión ambiental, los resultados serán igualmente parciales, limitados y peligrosos.

El tema ambiental tiene que estar presente en la nueva configuración del negocio petrolero; esta actividad, que por su naturaleza es sucia, tiene que ser algo seguro y menos contaminante, afortunadamente existe la tecnología que pudiera darnos una gran palanca para desmontar esta amenaza. Igualmente sucede con el tema militar, vigilar para proteger el ambiente fue una de las funciones primordiales de la otrora Guardia Nacional, a través de la guardería ambiental; la institución militar con sus componentes de Marina, Aviación y Ejército deben cuanto antes retomar su misión de resguardar el territorio que es amplio y complejo, que se olviden de la política y se dedique a esta tarea prioritaria, compleja y necesaria.

En cuanto a la educación, se hace fundamental que las nuevas generaciones conozcan su país, local, regional y nacionalmente, porque no se puede querer algo que no se conoce, la educación ambiental es vital, me atrevería a decir que nuestros estudiantes deberían pasar igual tiempo en contacto con la naturaleza, aprendiendo de los ecosistemas locales y regionales, que encerrados en un aula. En relación con la economía, la actividad ambiental debería tener una importancia fundamental; la agricultura, los distintos mercados, la planificación urbana y de las comunicaciones, los parques industriales y los emprendimientos, todo está ligado a lo ambiental, es incluso parte fundamental de las expresiones de valor, se trate de monedas, papeles, deudas, garantías… todo al final pasa por tener una calidad de vida que valga la pena, ése es el verdadero valor de un país, de nada sirve tener acumulado el oro en bancos si el país se cae en pedazos o es invivible.

Incluso en el desarrollo de las ciencias y nuevas tecnologías, el cuidado del ambiente impulsaría la investigación y desarrollo en campos tan diversos como la biología, la química, la física, la oceanografía, la geología, las ciencias atmosféricas y hasta la astronomía, por nombrar algunas disciplinas. Pienso en los innumerables emprendimientos, grandes y pequeños, en un país son la creatividad a flor de piel, que podrían generarse desde la matriz ambiental, con sus consecuencias de presencia y prosperidad en el contexto global.

El tema ambiental tendría que encabezar las discusiones sobre la reconstrucción de Venezuela y debería ser el tema paraguas que cubra todos las demás, eso no lo estamos viendo en esos planes para la Venezuela que merecemos. Mientras el ambiente sea considerado como un daño colateral de todas las otras actividades, temo que esa anhelada reconstrucción se vería afectada por errores de base y ultimadamente destinada al fracaso. En varios foros a los que he sido invitado he promovido la idea de asignarle a la materia ambiental el 10% de todo el presupuesto nacional; 10% para el rescate del territorio, de nuestra casa, de nuestro hábitat, sería el dinero mejor empleado de todas las partidas presupuestarias.

 

 

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