viernes, 5 de diciembre de 2025

En la exasperante espera.

 



 

La estrategia militar del Presidente Trump para el Caribe se ha tomado su tiempo, desde el pasado mes de Agosto cuando se ordenó la primera movilización de barcos de guerra para la intervención en Venezuela; antes de eso, hay que contabilizar el tiempo que se tomó el aparato de inteligencia norteamericano coleccionándo la información necesaria para trazar tanto la política como la logística armada, un tiempo que desconocemos, pero presumimos fue largo y anterior a la orden ejecutiva para actuar, esto incluye hechos claves como el cierre de la embajada norteamericana en Caracas, durante la presidencia de Baiden, y las expropiaciones de empresas norteamericanas, durante el gobierno de Chávez.

Como toda estrategia militar, sabemos que ésta cobra vida propia y vive en su propia dimensión temporal; los objetivos empiezan a cambiar desde el mismo inicio de la campaña Southern Spear, las variables se multiplican, los riesgos aumentan, las previsiones cambian, y a medida que se obtiene nueva inteligencia, se hacen los ajustes, se incrementan las tropas, el poder de fuego…

Igualmente, es importante el elemento de seguridad para los soldados y naves norteamericanas; para el presidente Trump, las bajas en sus tropas son de extrema importancia y, de acuerdo a sus declaraciones, una de sus preocupaciones es la conservación de vidas civiles venezolanas inocentes en los sitios de posibles conflagraciones, lo que complica la toma de decisiones, teniendo en cuenta que el gobierno narcoterrorista de Maduro está acostumbrado a movilizar civiles en los lugares donde se concentran, siguiendo esa tradición de terroristas de usar escudos humanos.

La doctrina militar norteamericana tiene como precepto principal no involucrarse en conflictos que no puedan ganar y, en el caso venezolano, esto se complica, ya que hay presentes en el país fuerzas insurgentes colombianas involucradas en el negocio de las drogas, células terroristas de Hamas y Hezbolah, que operan en ciertas regiones, componentes cubanos en sectores claves, incluyendo a las Fuerzas Armadas, a esto se suma el equipo militar chino y ruso adquirido por el régimen y, posiblemente, sus operarios e instructores, personal técnico en instalaciones petroleras, y no se descartan fuerzas mercenarias contratadas por el gobierno de Maduro… Washington está claro que Maduro perdió pueblo ya hace mucho tiempo.

Hay dos condiciones que el tirano Maduro no ha podido negar debido, entre otras cosas, a que toda la evidencia apunta a su responsabilidad: la primera es que se robó las elecciones nacionales en el mes de julio de 2024, lo que lo convierte en un usurpador del gobierno e ilegítima su mandato, de manera que no es el presidente de la República de Venezuela. El segundo elemento, que lo marca, es que efectivamente es un narcotraficante, cabeza del llamado Cartel de Los Soles, según consta en una demanda pendiente en un tribunal penal de New York y que lo tiene solicitado para que responda por sus delitos en USA.

Lo de terrorista le viene dado por las innumerables denuncias en su contra por violaciones de derechos humanos, por someter a ciudadanos venezolanos y extranjeros al secuestro y las torturas en penitenciarías en manos del estado, por haber cometido crímenes violentos en otros países por medio de organizaciones internacionales criminales. Se trata en resumen de un hombre violento, sin ningún escrúpulo por violar la justicia y utilizar las leyes a su favor.

La carta del “Pollo” Carvajal, recién publicada, ha recorrido el mundo entero, convalidando muchos de mis análisis sobre el verdadero alcance de esa tenebrosa organización narcoterrorista, y el temor de muchos otros analistas, que habían alertado sobre el “Deep State” o estado profundo, construido en las principales instituciones norteamericanas durante los gobiernos demócratas y que han estado trabajando para corroer las bases éticas y la seguridad nacional de Estados Unidos.

Durante el tiempo transcurrido en posicionar sus fuerzas armadas en el Caribe, el presidente Trump se ha cuidado de ganar para su causa la voluntad de gobiernos y personalidades de países del área en su cruzada por erradicar las fuentes y rutas del narcotráfico, y que tanto daño le han causado a su país. Pero, como era de suponer, la naturaleza del narcotráfico no reconoce fronteras ni autoridades legítimas, su poder de corrupción y degeneración moral se ha desbordado y sostiene a gobiernos que se benefician no sólo de los ingresos manchados de sangre, sino también de la deriva autoritaria que implica sostener liderazgos políticos complacientes con el tráfico de drogas.

Bajo esta perspectiva, el desmontaje del negocio de drogas ilícitas y peligrosas implica neutralizar las redes del negocio en otros países que son socios y alcahuetes del negocio multimillonario; lo que ahora implica neutralizar a Cuba, Nicaragua, Colombia, México, España… Venezuela sería sólo el tope del témpano de hielo en una lucha a muerte contra una de las amenazas más harteras y mortales de toda sociedad organizada.

Lo que se descubrió en Venezuela fue como una organización criminal internacional, con vínculos con gobiernos fundamentalistas del Medio Oriente y África, grupos terroristas y grupos locales de delincuencia política, pudo hacerse con el gobierno de una nación, lo que los elevaba de “ranquin” dentro de los grupos delincuenciales, ahora tienen vocería internacional, embajadores, representantes en organizaciones de naciones, desde las cuales podían influir decisiones, manipular políticas públicas, controlar debates sobre seguridad hemisférica, mientras en las sombras financian campañas políticas de candidatos afectos a sus planes de dominio y atentados en contra de opositores.

Al colocar barcos de guerra frente a las costas de Venezuela, con la firme voluntad de extraer a los principales capos que manejan el negocio del narcotráfico a nivel mundial, se alborotó el avispero. Y si bien el Cartel de Los Soles no tenía como hacer frente a una fuerza superior y mucho más preparada de la que disponía, esta situación los tomó por sorpresa, no solo a los venezolanos, sino a toda la nómina internacional de socios y dolientes, que ahora teme ser desenmascarada y señalada como una comunidad de socios y cooperantes.

De esta manera, el tiempo discurrido en ajustar las acciones militares les brindó, a los países que se han beneficiado del narcotráfico (en todas sus facetas: producción de precursores, de las drogas, del tráfico, del comercio, de las ganancias financieras, del lavado del dinero) la oportunidad de iniciar una campaña mundial contra la extracción de los narcos de Venezuela.

Se confabularon las organizaciones internacionales como la ONU, algunos gobiernos europeos propensos a soluciones pacíficas, gobiernos amigos de los comunistas del gobierno venezolano, la internacional socialista, el Foro de Sao Paulo, la Corte Penal Internacional, gobiernos con cola de paja que temieron que se descubriera su participación en estos manejos subterráneos, hasta el mismo Vaticano, el partido demócrata de Estados Unidos, los gobiernos de Rusia y China… y cayeron en la trampa, haciendo su parte como abogados del diablo, reclamándole a Trump volver a las negociaciones, condenando el uso de la fuerza, dignificando a Maduro como jefe de Estado, como si se tratara de una persona civilizada… respondieron a aquel asedio, plenamente justificado a un gobierno autoritario y transgresor, en una cruzada política para salvar una supuesta estabilidad regional, esfuerzo que fue financiado por organizaciones y operadores que creen en Nuevo Orden Mundial de la izquierda más radical.

Ninguno de ellos protestó con tanto aplomo y vigor cuando la oposición política venezolana era recogida y llevada a campos de concentración, donde les esperaba la tortura o la muerte; tampoco protestan ahora, cuando todavía continúan masacrándonos ante la mirada impávida y el silencio cómplice de esos políticos, que hoy se rasgan las vestiduras por unos narcoterroristas que deben ser sometidos a la justicia internacional, entre otras cosas, por desconocer la voluntad mayoritaria del pueblo en unas elecciones democráticas y universales, envueltas en un medio de un ambiente de miedo y censura.

La presión mediática y diplomática se siente; los ojos del mundo están atentos a lo que va a suceder en Venezuela. La mayoría de los venezolanos soñábamos con unas navidades en libertad, pero ya se vislumbra en el ambiente la posibilidad de que los “demócratas” del mundo (el término más convenientemente usado de la historia) vuelvan a sentarse con esos desalmados, a los que lo único que les importa es un retiro dorado en paz, mientras sus factores vuelvan a jugar a la política, como si nada hubiera pasado.

 

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