La Malinche, es una figura que para los mexicanos, encarna la traición
y la entrega imperdonable de la vida de su pueblo al invasor; para
algunos fundamentalistas del indigenismo, el escritor Octavio Paz
entre ellos, esta mujer india, que fue entregada a Cortés como regalo
y luego usada como intérprete, encarna el mito romántico del
nacimiento de la identidad nacional mexicana como “La Chingada”, la
violada, la vende-patria que ayudó a los conquistadores a someter al
pueblo azteca al yugo español, pero además, se trata de la mujer que
inició el mestizaje, al darle un hijo a Hernán Cortés.
Esta visión está siendo duramente cuestionada hoy en día por varios
sectores de la intelectualidad mexicana, que ya no ven a La Malinche
como símbolo de los que se alían con el extranjero para traicionar a
su país y sus valores; las nuevas tesis arrojan luz sobre el papel que
jugó como estratega, como soldado, como feminista y como símbolo de
fusión entre dos culturas, y a esto debo agregar, como espía.
Según una versión, Marina, que fue el nombre cristiano de esta india
luego de su bautismo, era natural de la región de Xalixco, hija de
padres ricos y nobles, fue capturada y vendida como esclava por las
tribus de Xicalango, quienes la ofertaron en la feria de Coazacualco,
cerca de Tabasco; allí fue vendida al señor de Potonchan, quien la
ofreció como regalo, junto con otros jefes de Tabasco, a los españoles
en sus primeros encuentros, es claro que la joven india sufrió
humillaciones y violencia de sus captores aborígenes.
El cronista Bernal Díaz del Castillo la describe como una mujer
hermosa e inteligente, que luego se destacaría por su valor ante el
peligro, fue el primero en referirse a ella como Doña Marina, en señal
de respeto. Andrés de Tapia, uno de los capitanes de mayor confianza
de Cortés, dijo que aquella india conocida como Malintzin por los
nativos, hablaba con fluidez tanto el Nahuatl como el Azteca, por lo
que le fue asignada a Francisco de Aguilar, quien era el traductor
oficial de los españoles, ya que éste entendía el azteca pero no el
nahuatl.
Los cronistas dicen que la joven aprendió el castellano en cuestión de
días pues tenía facilidad para los idiomas, fue así como llegó a
sentarse al lado del gran jefe de los conquistadores como su “lengua”
(así lo refiere Cortés en sus cartas, donde apenas menciona a esta
extraordinaria mujer), o sea, su traductora.
Pero, de acuerdo a los testimonios encontrados, era mucho más que una
simple traductora, manejaba no sólo política militar, diplomacia y
ayudas a la población, sino que se convirtió en el filtro de
información secreta de dos culturas enfrentadas, en un juego como
doble agente; por un lado era respetada y obedecida como mujer noble
por los aztecas, para enterarse de lo que sucedía, debía contar con
una extendida red de informantes a lo largo y ancho del imperio; si
bien Cortés no le permitió tener esclavos, sí le concedió el
privilegio de tener damas de compañía, que eran usadas en labores de
espionaje, lo que le permitió disponer de información para salvarle el
pellejo a los conquistadores en varios atentados y celadas, como fue
el caso de la trampa que le montaron a Cortés en Cholulan, gesto éste
que le valió un acercamiento más intimo con su jefe y amo, y confianza
por parte de los demás conquistadores.
Es poco menos que arrogante pretender que La Malinche se sintiera
parte de un “pueblo” o una “nación”, que son conceptos occidentales, y
menos aún luego del trato a que fue sujeta como esclava de tribus que
ella consideraba como enemigas, los aztecas eran tan invasores como
los españoles.
Los aztecas eran los guerreros que dominaban y explotaban con crueldad
a muchos pueblos en la comarca, incluyendo su propia gente; el
concepto de “traición” es un malabarismo mental hecho desde la
modernidad, aquella mujer actuaba con mente propia y con base en unos
intereses que nadie hoy puede presuponer, Carlos Fuentes decía que la
victoria de los otros indios en contra de Moctezuma fue la victoria
del mundo indígena contra sí mismo.
Le permitieron largas conversaciones a solas con el rey azteca
derrotado, probablemente por manejos que ella propició; su sola
palabra podía poner en movimiento la maquinaria militar española con
fines destructivos, o perdonar la vida de muchos prisioneros, ¿Y por
qué no? Incitar al pueblo azteca a lapidar sin piedad al derrocado
Moctezuma… la venganza es un plato que se come frío.
La investigadora Rosario Pérez-Lagunes, en su tesis de postgrado
(Universidad de Virginia), El Mito de La Malinche, hace un comentario
que resume este proceso de revisión de quien era, ni más ni menos, la
bisagra entre dos poderes, dice- la investigadora- parafraseando un
diálogo de teatro sobre La Malinche: “Yo inventaba una verdad hecha de
mentiras cada vez que traducía de ida y de vuelta entre dos mundos…
Despreciada por unos y otros. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la mentira?
Yo sólo quería un ideal”.
SOBRE EL NOMBRE DEL BLOG. El hortador era, en una galera (barco con muchos remos), quien marcaba el ritmo entre los remeros para que esta pudiera maniobrar y surcar los mares. Quienes remaban no ve¡an hacia donde se dirig¡an, simplemente lo hac¡an al ritmo del hortador Se usaba un tambor para tal prop¢sito. En su mayor parte los remeros eran esclavos o prisioneros, llamados galeotes, que cumpl¡an condenas por sus cr¡menes en el trabajo mas duro e infame que exist¡a.
“Yo inventaba una verdad hecha de
ResponderEliminarmentiras cada vez que traducía de ida y de vuelta entre dos mundos…
No imagino cuantas veces en la realidad se habrán presentado situaciones como estas, en la actualidad algunos traductores utilizan su inteligencia en pro de las buenas relaciones, son embajadores de paz, también los hay quienes hacen lo contrario y si, nadie nota sus méritos. Saludos!