María Martínez Sierra ( 1874-1974) fue la esposa del
renombrado dramaturgo y director de teatro español Gregorio Martínez Sierra,
quien se encumbró como el rey del vaudeville y el teatro popular de finales del
siglo XIX y principios del XX; fue una pareja singular con una enorme
contribución a la cultura española de la anteguerra civil, fundadores de
revistas como Helios y Renacimiento, entre otras, promotores
culturales de editoriales y movimientos artísticos que agruparon a lo más
destacado de una generación, se les atribuyen ser los padres del teatro
simbolista en España, tienen un lugar de honor en la poesía modernista, que no
es poca cosa, sus trabajos en las tablas incluían versiones de los clásicos de
Shakespeare y Moliere, fueron los primeros en montar obras del joven Federico
García Lorca, introdujeron a Ibsen, Pirandello, Bernard Shaw y Maeterlink,
introdujeron nuevas técnicas y conceptos en escenografía, experimentaron con
los musicales… todo esto, unido a su propia creatividad y un trabajo intenso
los convirtieron en los más reconocidos empresarios del entretenimiento en su
tierra, muy pronto su fama se esparció, cosecharon éxitos en París, en New York,
e incluso, en Hollywood fueron contratados para hacer algunas películas.
Luego de muchos años de misterios y encubrimientos,
resulta que ella fue la verdadera fuente creadora de la mayoría de las obras
que aparecieron con el nombre de su marido. En un artículo del periódico
español El Mundo, del 2002, se
anunciaba con bombos y platillos la publicación, por primera vez en España, de
su obra autobiográfica Gregorio y yo, medio siglo de colaboración, donde María confiesa su definitiva
autoría de piezas tan famosas como Canción
de cuna y la letra para la obra de Manuel de Falla El Sombrero de Tres Picos, entre otras muchas, que incluyen
novelas, ensayos, libros de viaje y zarzuelas.
Una revelación que ya muchos expertos conocían y que
no desmerita en lo absoluto la obra y vida de Gregorio Martínez Sierra, de los
pocos que hispanos que vio su nombre en las marquesinas de Broadway y que
motivó a su mujer a escribir pequeñas obras maestras en el trajín de
presentaciones y giras de su compañía, en una época en que las mujeres no eran
tomadas en cuenta sino para ser señoras de la casa.
Las investigaciones realizadas por escritoras de la
talla de Alda Blanco, Patricia W. O´Connor y Antonina Rodrigo han puesto en el
tapete la increíble vida de una mujer que de soltera se llamaba María De La O
Lejárraga y que llegó a ser quizás la más cosmopolita de las mujeres españolas
de la generación del 98. Fue una feminista a ultranza, activista política a
favor del voto para la mujer y otras causas sociales, su destacada posición en
las filas socialistas la llevaron al Congreso como Diputada y luego al exilio
cuando cayó la República.
Su vida estuvo rodeada de artistas y gente exitosa,
frecuentó los mejores lugares de la Europa de su época, estuvo en contacto con
lo último en la moda, estilos de vida y escándalos de la alta sociedad, incluyendo
su vida personal que se debatía entre amores lésbicos, las aventuras
extramaritales de su marido y su pasión por el teatro. Gozaba de la amistad de
los más grandes músicos y pintores, escritores de la talla de Benito Pérez
Galdós y Juan Ramón Jiménez.
María Martínez Sierra muere a los casi cien años de
fructífera vida, en Argentina, a donde fue a parar luego de un doloroso
peregrinaje por Francia, EEUU y México, fue en Buenos Aires que por fin logra
encontrar la paz, suficiente para escribir sus memorias y una copiosa
correspondencia que todavía es estudiada, reconocida como una de las
intelectuales feministas más importantes del mundo, María De La O ha despertado
dentro del mundo académico un interés enorme, principalmente por su variedad y calidad
literaria.
En un magnífico trabajo de investigación para la
Universidad de Wisconsin, la profesora Alda Blanco escribió un ensayo con el
sugestivo título de Desde la pared de
vidrio hasta la otra orilla: El exilio de María Martínez Sierra, en el
mismo, nos introduce a ese mundo extraño y doloroso de los exilados y
refugiados de las dictaduras y como esta mujer, que estuvo en lo más alto de la
cultura y sociedad de su tiempo, se convirtió de pronto en una paria, sin
hogar, sola, con una maleta de aduana en aduana. Vivió cinco años en la Francia
ocupada por los nazis, aislada del mundo, media ciega, sus amigos la
encontraron, gracias a las gestiones de
la Cruz Roja, viviendo en la miseria en Niza.
La profesora Alda, trabajando su correspondencia, nos descubre como tuvo que probar que las
obras que supuestamente escribió su marido, en realidad eran de ella, y esto,
para poder cobrar los derechos de autor y tener con que vivir.
Con 76 años a cuestas decide probar suerte en los EEUU
pensando en su exitoso pasado, pero New York no le brinda otra oportunidad, en
Los Ángeles logra vender algunos guiones para el cine, cobra aliento, va para
México pero no le gusta, se enrumba a Argentina creyendo tener allá una mejor
oportunidad con el teatro, tampoco tiene suerte, se dedica a las traducciones,
a escribir algo de comedia, escribe para la radio y para las revistas.
A los 94 años escribía para una revista de jovencitas,
fue en Buenos Aires que termina su obra Gregorio
y yo, una de las memorias más hermosas y melancólicas que he leído en mi
vida, la obra fue publicada en México, en 1953, en una edición limitada, fue un
libro únicamente conocido por estudiosos.
La manera de cómo llegué al tema fue fantástica y
sobrenatural, una amiga, que fue una de las médiums más importantes de
Venezuela, pero médium de verdad, con trabajos reconocidos por la policía del
Zulia en la resolución de asesinatos y secuestros y por gente importante en
Maracaibo, me pidió que le investigara a un espíritu que se le estaba
incorporando en las montañas de Sorte, una tal María De La O, aparentemente una
escritora española, quien la tenía desconcertada… -
saulgodoy@gmail.com
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