lunes, 24 de marzo de 2014

Lo impensable


He estudiado la obra de Raymond Aron (1905- 1983), uno de los intelectuales franceses que más respeto. Les dernières années du siècle (Los últimos años del siglo) fue su obra póstuma, escrita pocos meses antes de su muerte, luego de haber terminado su extraordinaria Memorias. Una vez leído ambos libros, me llamó la atención que, a pesar de su gran dominio de la geopolítica y de la historia, Aron nunca pudo imaginarse el surgimiento de China como potencia mundial (de hecho, la relega a un segundo plano y sólo le confiere importancia regional); igualmente, no avizora el decaimiento de la hegemonía global de la Unión Soviética.
Su última visión del mundo fue la del despliegue, por parte del Presidente Reagan, de la famosa Guerra de las Galaxias, el dominio del espacio para triunfar en la guerra de la próxima generación, la guerra nuclear recogida en el acrónimo inglés de M.A.D. (Mutual Assured Destruction), que era el precario equilibrio basado en el miedo a la mutua destrucción.  
Luego de rumiar aquellas páginas de análisis económico del mundo para la época, de cómo estaba compuesta la estructura que dominaba el escenario internacional en esos años, de cómo fluían las relaciones entre los estados y las organizaciones supraestatales, de cómo funcionaba la disuasión y el control de armamentos, me di cuenta de lo fácil que es para un experto equivocarse en sus prospectivas.
El factor sorpresa, lo aleatorio, lo impensable, surge en forma de imponderables en el camino de la historia y cambia su curso por derroteros que nadie podía haber determinado, lo que demuestra, una y otra vez, lo equivocado que está el marxismo en su visión historicista, en tratar de hacer “ciencia” con los asuntos humanos, en atribuir causas y efectos a los grandes movimientos de la historia, despreciando y dejando fuera de la ecuación al azar, ese gran determinante de todo lo que acaece en el universo.
Aron (que no era de la izquierda) venía de vivir y analizar la Primera y la Segunda Guerras Mundiales en toda su complejidad, vivió y estudió el decurso de la Guerra Fría, y para principios de esa década de los ochenta aún no ocurría la caída del muro de Berlín, que fue en noviembre de 1989, ni la aparición de las agresivas economías de los Tigres Asiáticos, ni las crisis de Wall Street, ni el surgimiento del islamismo como fuerza desestabilizadora del orden mundial; el mundo que avizoraba era uno de continuidad y equilibrio entre los factores de poder en su época.
Justo cuando Aron dejaba el mundo, bajo su diagnóstico de “Paz imposible, guerra improbable”, el orden internacional entraba, a vertiginosa velocidad, en otra dimensión, que daría al traste con la bipolaridad USA-Unión Soviética y presenciaría el encumbramiento de esa otra civilización, la China.
La gran lección de ese último libro de Aron es que ni siquiera lo impensable respeta los fines de siglo; lo impensable ocurre, a pesar de que, tozudamente, hagamos actos de fe sobre nuestro futuro inmediato, porque en la vida no hay garantías, ni sistemas perfectos, ni ideas milenarias… donde y cuando menos lo pienses, salta la liebre y el camino es otro, los actores son diferentes, las fuerzas cambian.
Y hablando de cambios sorpresivos e inminentes, Maduro y el chavismo siguen  apostando a recetas que ya han fracasado en el mundo, el socialismo no pasa de una ilusión, de buenos deseos que se convierten en pesadillas e imposiciones a punta de fusil, el país entero es una sola llaga que no deja de supurar muerte y miseria y ellos insisten en marcar el camino; Jorge Giordani, ese indigente espíritu que convierte en basura todo lo que toca, el apócrifo gran Gurú de las finanzas, que pretende imponernos un mundo perfecto, controlado e indexado, no deja de sorprendernos con su insistencia en que el camino que escogió para el país es la ruta al paraíso, a pesar de las evidencias de corrupción, comida podrida, hospitales en ruinas, crisis ambientales, industrias básicas en quiebra, desabastecimiento e inflación incontrolada, se atreve a seguir insultando nuestra inteligencia con más planificación estalinista que, desde una oficina llena de geniecillos del mal, pretende controlar toda la economía del país.
Pero los últimos acontecimientos que sacudieron la política del país dan cuenta de cuán azarosa es la vida de las naciones. Maduro nunca vio venir la protesta estudiantil, no con la fuerza y la magnitud con que se presentó en todo el país; los órganos de inteligencia cubanos tampoco pudieron predecirla, se prendió la chispa en el Táchira y, en cuestión de días, tenía el incendio a las puertas de Miraflores.
Su reacción brutal a los acontecimientos sólo agravó la situación, el uso de sus escuadrones de la muerte trabajando en cooperación con las Fuerzas Armadas terminó de liquidar la institucionalidad de los organismos de seguridad, ya Venezuela entera sabe quién es el enemigo y que las órdenes vienen de La Habana.
Al mismo tiempo, las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia para poner presos a los alcaldes opositores, violando las normas elementales del justo proceso, saltando a la torera la Constitución Nacional, terminó de desarticular el aparato judicial como instancia solemne y confiable para resolver los conflictos.
La trampa que se montaron en la OEA, con la censura y el veto clientelar de los países comprados, para que la diputada María Corina Machado no pudiera expresar su visión de los graves acontecimientos en Venezuela, logró todo lo contrario a lo que se proponían, provocando el repudio mundial de esa organización, actualmente en manos del crimen y la dictadura.
Maduro sigue creyendo en la efectividad de sus convocatorias para la paz, como manga para forzar a los venezolanos, como si fuéramos ganado de su propiedad, a recibir en el brete el hierro candente de su marca; mal asesorado por el castrocomunismo, nos trata como si nuestro pueblo fuera el de Cuba, exhibiendo su infinita torpeza y desconocimiento, al punto de que no ha advertido que desbarató toda posibilidad de resolver el conflicto “por las buenas”; mientras, su posición personal y política se desmorona y pierde ascendencia entre los militares. Puso a los cubanos a desempolvar el plan “B” y ha abierto una caja de Pandora, en el plano nacional como internacional, para justificar esas “otras vías” que nadie se atreve a mencionar.   

Un ejemplo de cómo el azar puede cambiar la historia en un pestañar – saulgodoy@gmail.com

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