martes, 1 de abril de 2014

Los políticos necesarios



Nos dejó escrito el gran intelectual venezolano Ramón Díaz Sánchez lo siguiente: “Una de las más exactas definiciones de la política es la que pinta esta actividad como la ciencia de las oportunidades. Esto significa muchas cosas: plegarse a las circunstancias, actuar sin vacilaciones, golpear sin piedad, mentir sin titubeos y traicionar sin remordimientos. Tender la mano al enemigo de ayer y apuñalar al amigo de hoy. Echarse, en suma, los prejuicios a la espalda.”
Es un buen resumen de lo que ha sido la política en nuestro país caribeño, todo se vale por alcanzar el poder, todo se permite para conservarlo, y por esta versión inmoral de la política, casi bestial, es que estamos como estamos.
¿Tienen que ser necesariamente nuestros políticos unos bichos de uña? Soy de la opinión que no, si a esa ciencia de las oportunidades se le añade una pizca de honor, de responsabilidad y de auténtico amor por la patria, creo que podríamos contar con otro tipo de político, no menos arriesgado, sagaz y decidido, pero sí mucho más autentico y constructivo.
Con esta visión que Ramón Díaz Sánchez nos presenta de la política, es imposible sumar a ella la moral, “echarse los prejuicios a la espalda” es precisamente negar el horizonte ético, sacrificar principios por pragmatismo o permitir que una ideología o intereses personales o grupales dirijan nuestras acciones, al punto de convertirnos en sus esclavos.
La filosofía política nos dice que es, justamente, en la política donde se hace más necesaria la moral, la agenda política debería consistir en el servicio público que sólo tiene sentido si se toma en cuenta el bien ciudadano, si promueve la discusión de los asuntos colectivos para llegar a acuerdos entre los diferentes intereses, que pugnan por imponer sus puntos de vista; si la política se desvía sólo para atender necesidades personales y de exclusivos grupos de interés, entonces se genera lo que se conoce como la antipolítica, esa terrible percepción de que la sociedad puede funcionar sin políticos y sin partidos, o al revés, que los partidos pueden funcionar sin la sociedad.
Desde el momento en que un político alcanza el poder, y dispone del Estado y sus conciudadanos como a él le da la gana, es decir, concibe a los otros hombres no como son en realidad, sino como él quisiera que fueran, entonces estamos hablando de otra cosa que no es política, y de otras formas de organización que no son un Estado.  La tragedia de Venezuela es que no ha tenido la oportunidad de madurar como sociedad, de donde viene el poder social, y ha permitido que el Estado evolucione, por la continua intromisión de políticos inmorales o, en el mejor de los casos, amorales, quienes son, justamente, los que no admiten que las instituciones se fortalezcan y creen esos balances y controles que hacen de bridas para el poder. Hay quienes creen que se puede ser político pasando por encima de la voluntad popular, de las leyes, de las costumbres… que negociar es poner todo en el juego, incluso su propia estima y respeto.
Es lamentable que desde el Tribunal Supremo de Justicia, precisamente, se está promoviendo una unidad del Estado, que ha servido para fortalecer el poder de un hombre o de una gavilla socialista.  El desmontaje de la división de poderes es un claro reflejo de la barbarie que nos postra, obra de esos magistrados que, irresponsablemente están destruyendo el sentido de orden y justicia en el Estado venezolano, sustituyendo la voluntad popular por sentencias cocinadas al apuro de las circunstancias; en el caso de la Asamblea Nacional, se está utilizando el derecho, de la manera más vulgar y parcial posible, para justificar la dominación de unos aprovechadores de oficio contra un pueblo, un claro reflejo de ese morbo fatal del que habla Ramón Díaz Sánchez.
Ser político no implica ser mejor hombre o mujer que los otros, pero involucra una obligación como servidor público; más que una distinción, es una responsabilidad, y en tiempos de incertidumbre y peligros, cuando los valores de la sociedad se hacen relativos y priva el pragmatismo por encima de la justicia, cuando se está a punto de desaparecer como nación, cuando se está perdiendo la República, se necesitan políticos de verdad, no manipuladores electoreros, ni operadores de campañas, que sólo velan por sus propios intereses y sus parcelitas de poder .
Voy a citar al filósofo mexicano Enrique Dussel, un marxista declarado y que ha apoyado el régimen de Chávez, el cual, en su libro 20 tesis de política, nos dice: “…todo ejercicio del poder de toda institución (desde el presidente hasta el policía) o de toda función política (cuando, por ejemplo, el ciudadano se reúne en cabildo abierto o elige un representante) tiene como referencia primera y última al poder de la comunidad política (o pueblo), en sentido estricto.  El no referir, el aislar, el cortar la relación del ejercicio delegado del poder determinado de cada institución política con el poder político de la comunidad (o pueblo) absolutiza, fetichiza, corrompe el ejercicio del poder del representante en cualquier función.  La corrupción es doble: del gobernante que se cree sede soberana del poder y de la comunidad política que se lo permite, que lo consiente, que se torna servil en vez de ser actora de la construcción de lo político. EI representante corrompido puede usar un poder fetichizado por el placer de  ejercer su voluntad, como vanagloria ostentosa, como prepotencia despótica, como sadismo ante
sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas.  No importa cuales aparentes beneficios se le otorguen al gobernante corrompido, lo peor no son los bienes mal habidos, sino el desvío de su atención como representante: de servidor o del ejercicio obediencial del poder a favor de la comunidad se ha transformado en su esquilmador, su "chupasangre", su parásito, su debilitamiento, y hasta extinción como comunidad política”.
Y aquí quiero hacer un acto de fe, creo que los políticos son necesarios para la existencia de un país, los partidos políticos son importantes, al igual que otros grupos organizados, para que las personas tengan voz y puedan concretar sus reclamos y aspiraciones; pero no podemos permitir, y hay maneras de lograrlo, que nuestros políticos renuncien a su verdadera misión: tener como norte la verdad, conservar la unidad de la nación, soportar el imperio la razón y defender  la libertad.
La oposición venezolana, sus cuadros democráticos, se encuentra infiltrada por un enemigo mortal, disimula ante quien se debe, se mimetiza entre la resistencia a la dictadura, pero sostiene pactos oscuros y secretos para traicionar la lucha por la libertad, mantiene organizaciones políticas que se hacen pasar por defensoras de los principios republicanos, pero funcionan como plataformas para la continuidad de una manera de hacer política, que es justamente la antipolítica.
Debemos aprovechar este momento glorioso para las fuerzas libres y democráticas del país, este bautizo de sangre y sacrificio para hacer una limpieza de la casa, de nuestra polis.
Nuestros auténticos lideres son hoy perseguidos y hostigados como María Corina Machado, o encarcelados en las mazmorras del SEBIN como Leopoldo López, no andan de nalgas agarrados con el vice-presidente ni aceptando invitaciones a Miraflores.
Ya sabemos quiénes están conspirando contra nosotros, quiénes pretenden ponerse al frente de la protesta, no para que triunfe y logre resultados, sino para suprimirla y disolverla; para ellos, los estudiantes son un peligro; para ellos, el descontento social que no controlan es un riesgo para sus propias agendas, que no son las nuestras.
Ya esta bueno de chupasangres y parásitos, que se quieren montar en la cresta de una gesta que pare un nuevo país; simplemente, tenemos que quitarnos de encima el peso muerto que, por lo visto, tiene detrás  financistas e intereses transnacionales.

El enemigo no sólo está allá afuera; lo tenemos adentro y está apostando a nuestro fracaso. – saulgodoy@gmail.com

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