Se
trata de una de las situaciones más extremas del poder militar en función
política, el gobierno decide prescindir de la población civil para sus
actuaciones, lo que significa que la democracia deja de existir, el estamento ciudadano
desaparece, y como consecuencia inevitable no hay libertad ni justicia ni
separación de poderes; es como si el país estuviera en guerra, toda la
actividad del país, sus recursos, factor humano, instituciones, empresas… absolutamente
todo queda bajo la égida de la cúpula militar y sus planes para un único fin, lograr la victoria sobre el enemigo.
Pero
en el caso de Venezuela no hay confrontación bélica, no hemos sido atacados por
una fuerza exterior, ni hay enemigo que nos amenace, sólo se cuenta con el supuesto
de una agresión imperialista, de una ofensiva mediática y una guerra económica
contra el socialismo bolivariano y su proceso, pero no hay ejércitos invasores
(salvo los que el mismo gobierno ha traído, mayormente de Cuba, y de algunos
elementos de la guerrilla Colombiana, la mayor parte de ellos terroristas), no
hay fusiles ni misiles apuntándonos (excepto los que tiene el gobierno en
sitios estratégicos, apuntándole a la población civil), no hay armas de
destrucción masiva…
Lo
que hay es una población descontenta y hastiada de un gobierno corrupto e
ineficiente, que practica una ideología inhumana, que nos quiere imponer a la
fuerza para perpetuarse en el poder, destruyendo la democracia. Para algunos
personeros del gobierno chavista somos “el enemigo interno”, eso de acuerdo a
la vieja doctrina pinochetista de seguridad nacional y que venía de las prácticas
del nacionalsocialismo alemán.
A
pesar de que formalmente no estamos en guerra, las que eran las Fuerzas Armadas
del país se encuentran comprometidas en operaciones militares contra la
población civil, que protesta desarmada en las calles; estas acciones han
llevado a un número importante de muertes, heridos, secuestros y destrucción de
la propiedad privada. Como si estuviéramos en guerra, vivimos en medio de un
racionamiento de alimentos, electricidad y agua, hay toque de queda, han
dividido las ciudades en guetos, que son atacados por escuadrones de la muerte
bajo la protección del que una vez fue ejército de libertadores, ahora asistiendo
al partido PSUV, el partido de gobierno, en su macabra labor de imponerle el
yugo del socialismo y la miseria al pueblo.
La
policía nacional y los servicios de inteligencia se ha convertido en
administradores y custodios de centros de torturas y exterminio de estudiantes, coordinan con
bandas armadas de paramilitares ataques a objetivos residenciales, donde
ejecutan ciudadanos con tiros a la cabeza en el medio de la calle, con el fin
de aterrorizar a la población para que acepte, mansamente, los grilletes de una
dictadura de izquierda.
Usando
el secreto como arma política, el gobierno se ha ocupado de introducir
legislación de guerra y control poblacional, utilizando fueros extraordinarios
y contra la Constitución Nacional, desconociendo incluso la voluntad popular
como la máxima expresión de la soberanía nacional; por órdenes superiores (del jefe de estado de
Cuba, el dictador Raúl Castro), se ha instaurado el comunismo en el país y
nuestro petróleo es usado para financiar la revolución castrocomunista en el
continente, donde ya controla políticamente muchos organismos multinacionales y
gobiernos.
Cuando
damos un paso atrás, para ver todo ese gran fresco ¿Con qué nos encontramos? Pues, con que el país ha sido tomado por un
componente multinacional de fuerzas militares enemigas de Venezuela, con que
los intereses del narcotráfico, el tráfico de armas y el blanqueo de capitales
ilegítimos han tomado a Venezuela como zona de tolerancia y tienen la capacidad
para lanzar operaciones de largo alcance con las armas que nos fueron
secuestradas.
Tanto
la democracia formal, como todas las instituciones fundamentales de la nación
han sido arrebatadas por la facción chavista y están en proceso de acabar con
sangre y fuego con la resistencia ciudadana, frente a países hermanos que ven
con horror o con resignación la masacre y la violación masiva de derechos
humanos, y son muy pocos los que se atreven a actuar; mis respetos al gobierno
y pueblo de Panamá, por asumir la valiente posición de decirle NO a una
peligrosa dictadura, pero necesitamos de los pueblos vecinos una mayor
cooperación y entendimiento del problema que acecha a toda Latinoamérica. Los
venezolanos ya estamos dejando nuestras vidas en la lucha por la libertad, pero
necesitamos que, como mínimo, dejen de favorecer al tirano, eso sería de gran
ayuda.
Venezuela
se ha convertido en un reducto de los movimientos antinorteamericanos y centro
de operaciones de los movimientos fundamentalistas islámicos, que ya tienen
tiempo operando en esta parte del hemisferio; China y Rusia han devenido en
garantes de los excesos económicos del régimen, a través de líneas de crédito
que parecen inagotables, logrando el compromiso de la soberanía del país, con
arreglos energéticos a largo plazo y un suministro constante de armas de todo
tipo.
El
comunismo internacional parece tener una nueva plaza, a escasas millas del
suelo norteamericano, y ya tiene la capacidad de desestabilizar el área; el
petróleo venezolano es usado como arma geopolítica, con la anuencia de los
gobiernos democráticos del área, mientras el chavismo consolida una acción
agresiva e incesante, penetrando en las clases populares y más necesitadas con
su ideología basura, posicionándose como ilusoria “solución” para los problemas
de injusticia social, minando a los gobiernos vecinos desde su interior,
brindando apoyo a sus grupos más radicales, manipulando la información y los
foros internacionales para que se acepte lo inaceptable, la perdida de las
libertades.
El
interés nacional ya no existe para el gobierno de Maduro; los chavistas sólo
viven y funcionan para esa extraña revolución que define a los ciudadanos
demócratas venezolanos como el enemigo, y de allí la persecución que se ha
desatado en contra los líderes políticos de la oposición.
El
hostigamiento que le tiene montado el chavismo a la empresa privada es irracional;
la guerra económica que promueve el gobierno contra los productores y sus
predios en el campo sólo puede obedecer a órdenes de un enemigo, que quiere
someter a la población a través el hambre y la falta de puestos de trabajo. No
nos caigamos a mentiras, se trata de una política de guerra para destruir a
Venezuela; el que sea practicada por unos mal llamados venezolanos, unos
colaboracionistas, indigna y aumenta la ira.
Venezuela
se encuentra en una situación de pre-guerra civil, con una inequívoca
característica, la gran mayoría del pueblo de Venezuela se encuentra frente a
la boca de fusiles con que los comunistas nos apuntan, y a pesar del gran poder
de fuego que tienen, están asustados, saben que van a tener que disparar y, de
esta manera, multiplicar el odio y la rabia contenidos por 14 años de
injusticias, crimen e impunidad.
La
confrontación se resume en un proyecto de país comunista y controlado desde el
extranjero, llevado a cabo por una camarilla de maleantes y sus secuaces contra
una sociedad democrática y libre, apegada a la norma constitucional.
El mundo está mirando, los expedientes por
violaciones masivas de derechos humanos ya están abiertos y sólo se van a cerrar
con sentencias definitivas contra los culpables. Los líderes de la revolución
ni siquiera saben con quién cuentan a la hora definitiva, sólo unos generales
acusados de colaborar internacionalmente con el terrorismo y el narcotráfico
asumen la vocería de unas FFAA, que actúan silenciosamente contra su propio
pueblo.
Pero
la hora de la verdad se acerca inexorablemente; cada minuto que pasa, cada
acción desesperada que toma ese sindicato del crimen, que es el PSUV, para
encadenarnos y hacernos menos libres, lo aproxima aceleradamente a su terrible destino.
– saulgodoy@gmail.com
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