viernes, 16 de mayo de 2014

La guerra mediática


Los actuales administradores del espectro radioeléctrico del país son esos burócratas rojos rojitos que, una vez llegados al cargo, abrieron la temporada de caza contra los medios privados de comunicación, tratando de mostrase como simples técnicos, los cuales, en el “estricto cumplimiento de la ley”, cierran televisoras y radios, ponen fin a concesiones, sacan programas del aire, aplicando procedimientos administrativos contra presentadores, productores y periodistas, crean mecanismos infames para insertar gratuitamente  propaganda comunista del gobierno en la programación, hacen inspecciones y confiscan equipos, o bien se presentan como promotores de grupos ciudadanos para el control del contenido, de “fervientes vigilantes de la salud mental pública”, de verdaderos “demócratas” de la comunicación que entendieron que el éter, los cables, el torrente de información digital y los satélites son un bien exclusivo del gobierno bolivariano socialista.
Todo ese aparataje burocrático, costoso y altamente ineficiente, llamado Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL), es el disfraz institucional que oculta a la tenebrosa organización de censura mediática que obedece a un solo hombre, el inquilino de Miraflores, que no puede soportar la crítica de su forma de gobernar y entiende que, para silenciar a la oposición, debe vetarle los medios de comunicación independientes, es decir, tiene que acabar con la libertad de expresión.
CONATEL pretende ignorar cuál es el verdadero significado de ocupar una frecuencia en el espectro radioeléctrico, o en la grilla de programación de una cablera, que incluye la inversión de capitales, la creación de empresas, de puestos de trabajo, de una variedad de servicios públicos, de la formación de opinión pública, de la actividad publicitaria, de la responsabilidad social que se genera, del mantenimiento y engrandecimiento del patrimonio cultural, de la formación de valores, principalmente, el ejercicio de dos de los derechos humanos fundamentales como son el libre pensamiento y su expresión, y el de estar informados.
Todos estos funcionarios e ideólogos funcionan sobre la base de un presupuesto nacional, de dineros públicos, que canalizan de manera criminal para satisfacer las necesidades de propaganda y desinformación del régimen, es decir, del partido del gobierno, el PSUV, violando la Constitución, utilizando el dinero de todos los venezolanos para producir y transmitir una visión sesgada de la realidad y que sólo conviene a los intereses de unos pocos.
Detrás de esos eufemismos que el censor de turno esgrime, de “democratizar el espectro”, de un “apego estricto a la ley” y de que “los dueños de los medios no tienen argumentación legal”, se oculta la más feroz arremetida contra los más caros principios democráticos de libertad y diversidad de opinión; este gobierno fascista, nos está dando el más claro ejemplo de lo que el lingüista norteamericano Noam Chomsky llama “la imposición de una agenda” (agenda setting), que no es otra cosa que el interés de un grupo dominante de imponer “su verdad” por medio del abuso, tratando de esconder lo inocultable.
No contentos con la “hegemonía comunicacional” - ese legado goebelsiano que intentan instaurar - acaparando todos los medios de comunicación, por primera vez en nuestro país han dejado a la prensa impresa sin papel, han utilizado el control cambiario, que está en manos del gobierno, para negarle a las empresas editoras el acceso a los dólares que necesitan para importar el papel, recurso clave en la producción de diarios, libros y revistas, pero además, con la administración de las aduanas en sus manos, impiden que aquellas empresas, que han comprado bobinas de papel en el extranjero y las traen por los puertos venezolanos, tengan acceso a las mismas debido a que la nacionalización del material se hace impracticable.
Sólo el estado puede publicar sin problemas en esta competencia desleal por la información, de allí que haya arruinado la industria editorial, la de textos escolares por ejemplo, para imponer libros obligatorios en las escuelas, contentivos de material ideológico y de falsificación de nuestra historia, con el fin de manipular la educación de los más jóvenes.
Todo ese trabajo diabólico de censura, de mentiras, de ocultamientos, de desinformación, de propaganda, de manipulación y guerra psicológica sólo es posible en una dictadura; los engranajes trituradores de la libertad de expresión trabajan las 24 horas para sofocarla, utilizando como ariete el terror, con seguimientos y amenazas a periodistas, con allanamientos a sus moradas, con asaltos en la calle con el conveniente disfraz de hampa común, grabando sus conversaciones, permitiendo que los grupos fanáticos al gobierno los acosen e insulten a través de los medios de comunicación en su poder, presionando a sus empresas y superiores para que los boten de sus trabajos.
Todavía escucho algunas opiniones, de chavistas que me escriben, señalando que sí hay libertad de expresión el país, pues mis escritos siguen apareciendo y sigo vivo y en libertad; argumentan que en una dictadura no existiría tal posibilidad y no se dan por enterados del ambiente de violencia y amenazas en que los periodistas libres e independientes tenemos que trabajar y vivir; lo que sucede es que el gobierno tendría que hacer una verdadera matanza para acallar todas nuestras voces, tendrían que habilitar estadios completos para enterrar a los que jamás callaremos ante la ignominia.
Igualmente sucede con los periodistas extranjeros que vienen a cubrir los sucesos de nuestro país, son acosados, perseguidos, les roban sus instrumentos de trabajo, los golpean, los humillan y los expulsan como personas non gratas sólo porque cumplen con su deber profesional de informar; este gobierno quiere tender una manta sobre el país para que nadie se dé cuenta de lo que está pasando, por eso en las cadenas, los noticiarios oficiales, las explicaciones de los funcionarios y la propaganda “todo está bien”, “excesivamente normal”, “aquí no pasa nada”…
Desde el Ministerio de Información y CONATEL, todas esas asociaciones de usuarios de medios chavistas que hacen de “sapos” contra el periodismo libre, todo ese aparataje de medios de comunicación al servicio del régimen, radios comunitarias, pasquines de la revolución, de su guerrilla comunicacional, grafiteros, servicios de inteligencia, prensa internacional comprada, plumas mercenarias y estrategas cubanos del G-2, canales de televisión del Estado (incluyendo Globovisión) que tanto daño le han hecho al gremio de periodistas, en sus escuelas en las universidades y en sus puestos de trabajo, perpetran un crimen colegiado contra la sociedad venezolana; sus perpetradores no son demócratas ni periodistas.



A pesar de que cada día se apagan las luces de la información, se cierran ventanas para el mundo y se amordazan las voces del disenso, estudiantes y periodistas estamos dando la lucha fundamental en el frente de batalla; muchos de mis colegas, al final de cada jornada de terror, publican sus recuentos de los sucesos del día, los listados, los crímenes y las violaciones a nuestros derechos, para que el mundo pueda conocer las infamias del socialismo chavista. Mi llamado es para que todos los venezolanos sigamos luchando por nuestras libertades, hombro a hombro, hasta alcanzar la victoria, que significa una sola cosa, haber salvado a Venezuela del comunismo más retrógrado desde que Joseph Stalin tomara el poder en la Rusia del siglo pasado. –  saulgodoy@gmail.com


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