La gente que apoya al chavismo, en su gran mayoría, es
gente muy pobre, sin oportunidades, sin preparación ni educación formal para
afrontar un mundo tecnológico industrial; pero como consumidores sí representan
una fuerza importante, aunque sea sólo de aquellos productos masivos y de bajo
costo, porque sus núcleos familiares son muy débiles, signados por ambientes de
violencia familiar, generalmente sostenidos por la madre, quien tiene que
afrontar continuos embarazos que la hacen aún más pobre y limitan sus
oportunidades de un trabajo estable y digno.
Los hombres, cuando no están mantenidos por el gobierno,
sólo consiguen ocupación en los trabajos más duros del mercado, en obras de
construcción, en la vigilancia privada, como jornaleros para la limpieza de
vías públicas, o en el campo, o como estibadores en los puertos… algunos pocos
logran ganarse el sustento en el mercado informal, como buhoneros, trabajando a
destajo o formando parte de alguna actividad ilícita.
Los niños crecen confrontando la desnutrición y
enfermedades endémicas, lo que muchas veces los incapacita físicamente para su
proceso de crecimiento y aprendizaje, viven disociados de sus núcleos
familiares, en las calles, el contacto con la escuela es esporádico y, desde
muy temprano, tienen que valerse por ellos mismos, bien en pandillas,
trabajando o asociados a los mercados informales y la delincuencia.
El chavismo ha detectado y se ha activado dentro de ese
grupo de la población, a sabiendas de sus innumerables necesidades y los ha
movilizado con un programa de actividades y organizaciones políticas, que los ha hecho
sentirse incluidos, ser parte de algo más grande que sus carentes vidas, les ha
dibujado un futuro que nada tiene que ver con su triste realidad, les ha
prometido la salvación haciéndoles creer que ellos mandan, que son gobierno,
que están participando en una revolución salvadora e histórica; por medio de
engaños y fraudes, se han valido de sus penurias para cultivarlos como votantes,
como masa para marchas y concentraciones en apoyo al gobierno, pero lo más
cruel e injusto de esas políticas es que al chavismo le conviene conservar a esas
personas en su miseria, por lo que su “inversión social” se hace para que no
avancen, para dejarlos donde y como están, objetivo éste que ha sido
públicamente confesado por importantes miembros del chavismo.
Estos latifundios de pobreza, que el gobierno ha
fomentado, son el caldo de cultivo perfecto para los grupos violentos, que
anidan en ellos para hacer florecer la insurgencia, que a su vez atenta contra
la integridad y seguridad de toda la sociedad.
Un nuevo escándalo para el gobierno de Maduro le ha
estallado en el rostro con la escandalosa corrupción en el Estado Delta Amacuro
y el plan de alimentación para las
escuelas bolivarianas, que durante los últimos tres (3) años un grupo de
facinerosos, incluyendo altos funcionarios del Ministerio de Educación, han
estado robándole a los niños de esta región tan deprimida y necesitada, su
comida escolar; unas bestias humanas se enriquecen con el hambre de niños en
nuestro país, con los más humildes y por un gobierno que se dice de los pobres,
es el más claro ejemplo de que este gobierno criminal no puede seguir
exterminando a nuestra población a fuerza de hambre, enfermedades y miseria,
aunque les aseguro, las investigaciones van a ser desviadas, el asunto será
tapado y los corruptos seguirán impunes porque no hay dolientes, no hay
justicia, lo que existe es un manejo inmoral del problema de la pobreza, una
hipocresía que no tiene perdón de Dios, donde los denunciantes son perseguidos
y los asesinos de niños son premiados.
A la pobreza hay que atenderla y transformarla en
desarrollo, libertad y conocimiento, no necesariamente para practicar la solidaridad,
la bondad y el amor cristiano (es conocido que la práctica de la solidaridad hace
“sentir bien” a la gente, ya que incrementa la presencia de la oxitoxina en el
torrente sanguíneo, elevando la sensación de bienestar. La segregan las madres
al amamantar a sus bebes, pero también se presenta cuando ayudamos a los otros
y pensamos que lo hacemos sin ningún interés). En mi humilde opinión, y
compartiendo la teoría de los valores del filósofo sueco Axel Hägerström
(1868-1939), a la pobreza hay que
conquistarla como una necesidad de seguridad individual y colectiva, no como un
sentimiento u emoción hacia los otros, a la pobreza hay que tenerle miedo,
porque allí se afilan los cuchillos para nuestras gargantas y mal podemos
dejarla en manos de quienes desean precisamente la violencia de clases.
Ese grupo de venezolanos pobres, por su condición
cultural, es el más expuesto al populismo y lo menos que pudiéramos hacer, por
nuestro propio beneficio, es darles amparo y ayudarlos a salir de esa
calamitosa situación; al final, se trata de una decisión meramente egoísta y de
sentido común: no pueden coexistir en paz unos pocos que están bien, con una
mayoría que está mal.
Esta manera de ver el problema de la pobreza no es grata
para quienes están acostumbrados a asumirlo como un problema moral; los que
trabajan por el estímulo de sentirse bien, de recibir bienestar espiritual, e
involucran obligaciones religiosas como el sustento de sus acciones para el
mejoramiento social de sus semejantes tienen un problema fundamental, esos
“premios” no son suficientes para mantener la constancia y la frecuencia de sus
obras de bienestar social, pero si se involucra su seguridad personal y la de
su familia, las cosas cambian, el combate a la pobreza se manifiesta en
programas por objetivos, en políticas públicas mucho más efectivas que el simple
llamado a la caridad.
Es por ello que la agenda chavista para los pobres es
pura demagogia, sus “Misiones” no son sino maneras de mantener la pobreza a
perpetuidad, no resuelven el problema de raíz y apenas tratan de reducir sus
efectos, paleando la situación pero manteniendo sus causas; la pobreza es, para
el Socialismo del Siglo XXI, un semillero para el descontento y el reclamo
social que sostienen a los gobiernos populistas, fácilmente convertible en
violencia por medio de la prédica del odio social.
La oposición, al hacer suya esta lucha contra la pobreza,
debe estar muy clara; la pobreza no se erradica, eso es imposible, una
fantasía, porque siempre existirán personas en el fondo de la escala social, lo
que sí podemos derrotar es la miseria, podemos elevar las condiciones sociales
de nuestros ciudadanos reduciendo los márgenes de pobreza.
Debemos crear mecanismos de inclusión, de oportunidades
que propicien el efectivo el control de la pobreza sin los compromisos
políticos y mezquinos que los comunistas pretenden con las comunas, sin la alienante
servidumbre hacia cualquier “líder lengua de trapo” que les promete el paraíso
sin trabajo y sacrificio.
Esos barrios tenebrosos, esos niños abandonados, esas
madres adolecentes sin ningún futuro, si no hacemos algo al respecto, son una
amenaza a nuestras vidas y la de nuestros hijos; pero, debo recalcar, el
enemigo no es la pobreza ni los pobres, el verdadero enemigo somos nosotros
mismos, incapaces de activarnos para ponerle coto a una situación que ya no es
responsabilidad única del gobierno de turno, sino de los que aquí vivimos.
Visto de esa manera, atender la pobreza, como un asunto
de seguridad antes que un arranque de bondad, como cuestión de interés personal
antes que “de amor” o de segregar hormonas de la felicidad, hace la labor más
comprensible, confiable y útil, y por lo tanto, constante y programable. Eso es mejor que estar esperando que alguien,
por puro “sentimiento” - o por obligación, si se trata del gobierno – colabore
y no solucione. - saulgodoy@gmail.com
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