Fue
en Michigan, donde me apliqué con intensidad en la Teoría de las
Comunicaciones, dentro de la cual vi la semiótica, no fue sino hasta unos años
después que me di cuenta de las grandes diferencias entre la escuela
anglosajona de semiología y la europea continental, sobre todo la francesa,
quienes tienen al ginebrino Ferdinand de
Saussure (1857-1913) como fundador de esta disciplina.
El
bostoniano Charles Sanders Peirce (1839-1914) padre, entre otras cosas, del
pragmaticismo (para diferenciarla del pragmatismo de William James) como
filosofía, uno de los más portentosos lógicos de su tiempo y fundador
igualmente de los estudios de semiótica, de la verdadera, fue para nosotros, la
brumosa clase del 76, nuestro guía en los laberintos del buen pensar y del buen
decir.
Para
Peirce lógica era semiótica y como tal, la estudió desde dos puntos de vista: “…una teoría del razonamiento científico y
también una teoría del razonamiento de los hombres prácticos acerca de los
asuntos de cada día- más adelante explicaba - Defino la lógica… como el estudio de las leyes formales de los signos”.
Los
gringos no se andan por las ramas, mientras para los europeos el acto de la
comunicación es algo retorcido, profundo y complejo que no se puede explicar
sino luego de un exhaustivo preámbulo sobre la imposibilidad de comunicarnos,
por aquello de que las palabras son polisémicas y cada quien entiende como
puede o quiere. Para mis profesores en
el norte, la materia se resumía en: “Comunicación
es un proceso de transmitir un mensaje de modo que el recipiente lo entienda”
y a partir de allí fuimos descubriendo el fascinante mundo de las
comunicaciones.
Luego
de mi regreso a Venezuela me sumergí en lo que significa comunicaciones para
los europeos, en el transcendentalismo y la antropología, en la semiótica descrita
por Eco, en la metafísica de las comunicaciones elaboradas por Habermas Jurgen,
en lo que consideraba el poeta Paul Celan, cuando se refería al horizonte del lenguaje,
que “trasciende la utilidad humana de la
comunicación”, en los problemas sobre los límites del lenguaje explorados
por Wittgenstein, o como plantea Derrida, el lenguaje como una fuerza
independiente del sujeto, constantemente en movimiento, impidiendo la
estabilización de los significados, haciendo de la comunicación un caos.
Para
Peirce el conocimiento se sostiene en una estructura tríadica: el objeto, el
carácter mediador del signo, y la mente del intérprete. Su Teoría de la Interpretación y su idea de
una semiosis sin límites, que conforman toda una filosofía ontológica del ser
humano, me ayudaron a mantener la carreta en buen rumbo mientras surcaba las
áridas planicies de la incomunicación, que según entendí, se trataba lo más
importante para la escuela de comunicación europea.
“Cualquier cosa que algo sea,
además de eso que es, también es un signo”- decía Pierce, convirtiendo la
semiótica en filosofía, para entender su teoría de los signos hay que adentrase
primero en su sistema de categorías fundamentales que básicamente trata de las
cosas primeras, que son independientes de otras, las segundas, que son
relativas a otras, y las terceras, que son un medio entre dos, afirmaba: “Todo el universo se encuentra penetrado por
signos, si es que no se compone exclusivamente de ellos”.
Peirce
fue un pionero al momento de poner en entredicho el determinismo, la creencia
de que todo hecho particular del universo está determinado por leyes, que se
impuso como doctrina científica en el siglo XIX, desmontó la teoría de la
necesidad haciendo del azar un elemento absoluto pero sujeto a la domesticación
estadística, es decir, por medio de la observación y las matemáticas,
utilizando el método inductivo (él lo llamaba abducción aunque con
particularidades propias) se podía hacer del azar una probabilidad que, en un
mundo irreductiblemente fortuito, adquiere sentido y forma, es por ello que
para autores como Ian Hacking, Peirce es uno de los padres fundadores de la Teoría
del Caos.
Esta
manera de pensar de Peirce está emparentada con las usadas por los mejores
investigadores del mundo de la ficción, desde el detective Dupin, de Edgar Allan Poe, pasando por Sherlock Holmes y
terminando en Dr. Gregory House, personajes que desentrañan del mundo de los
signos, significados que están ocultos para un observador sin entrenamiento, “… cada signo debe tener su
interpretabilidad , una que le sea propia, antes de obtener un intérprete”,
es solo por el método científico que se puede llegar a la verdad, y la
contribución de Peirce, fue agregar a la deducción y a la inducción, “la
abducción”, algo como un instinto, una percepción de conexiones entre aspectos
del mundo que escapan a nuestra percepción normal.
Con
el postmodernismo, la metafísica de las comunicaciones se fue haciendo más y
más nihilista, al punto, de negar la posibilidad real de la comunicación, el
lenguaje fue tomado como instrumento de opresión y explotación por el sistema
mercantilista, la única manera de salir de la trampa era dándole significados y
usos no convencionales, elevando a los poetas a la figura de guerrilleros del
lenguaje, era el credo de France-Lanord el de resaltar el valor del silencio en
una sociedad histérica por el ruido, el chismorreo y la basura periodística, de
esta manera, el absurdo venció a la razón y se fueron por el despeñadero de la
incredulidad y la relatividad, el resultado: la gran desconfianza que se ha
sembrado en el acto que nos distingue como humanos, una destructiva crítica al
mensaje, llena de todas las intrigas posibles y un discurso tan complicado que
termina por ser inteligible, hasta finalizar en la idea de que no es quien
habla quien utiliza el lenguaje, sino el lenguaje, utilizando al hablante.
En
palabras del filósofo norteamericano Allan Bloom “El descubrimiento del sótano del alma, su exploración y la atracción a
sus oscuros contenidos ha sido por mucho tiempo la especialidad del pensamiento
Continental. Los oscuros deseos y la búsqueda de los elusivos cimientos de
todas las cosas son los temas del siglo XIX y XX.”
Me
resulta un misterio de cómo los europeos aún pueden entenderse entre ellos,
aquí en Latinoamérica la mayor parte de nuestras escuelas han adoptado este
modelo europeo (y socialista), con ello, la libertad de expresión se ha visto
debilitada así como el derecho humano a la información, con este pensamiento
sobre las comunicaciones se corre el peligro de extraviarnos en el laberinto de
la deconstrucción, amenaza con enmudecer a todo un continente, como sucedió en
Cuba y está sucediendo en Venezuela, Argentina, Ecuador, Brasil y Bolivia.
Cuando
las comunicaciones son vistas como accesorias, que pueden manipularse para
inculcar ideologías, se transforman en algo regulable, donde existe un
proveedor y un usuario, se transforma en una actividad sujeta a cesura y a
delitos, obviando lo fundamental, la necesidad humana de poner en palabras la
experiencia del mundo, por ello es un derecho humano fundamental, y quienes se
lanzan a cercenarlo, aunque sea en la más mínima de sus manifestaciones, están
poniendo en peligro el edificio entero de la libertad, necesaria para expresar ese
mundo simbólico.
Hemos
visto en Venezuela como el proceso de comunicaciones se ha transformado en operaciones
psicológicas por parte de un aparato de investigadores, operadores e ideólogos
manejados desde Cuba, he escuchado al profesor Carlos Lanz referirse a las
comunicaciones como fracturas del orden mental de los venezolanos para fines
meramente políticos, preparatorios para la violencia y la desestabilización
política, para este comunicador, ya fallecido, la información que circulaba en
nuestro país no tenía ninguna veracidad, vivíamos del oportunismo político de
grupos de interés, para él, los venezolanos éramos simples ratones en un
inmenso experimento de manipulación en la 4ta. República, esta era la situación
extrema- alegaba Lanz- a la que se llega por el camino de una comunicación
instrumental, carente de significado, sin ética. Me gustaría saber la opinión
del desaparecido intelectual a la luz de la dictadura mediática impulsada por
el actual gobierno, lo que describía era un juego de niños en comparación con
los excesos y el sometimiento comunicacional de este régimen militarista.
Chávez
se quejaba de lo malo que resultaba su proceso de comunicación, nunca entendió
que su gobierno no hacía comunicación,
lo que transmitía en su propaganda, era alienación, manipulación, trataba de
suplantar la realidad con unas ideas absurdas, no dialogaba, no escuchaba,
hablaba y hablaba, y cuando era confrontado con el fracaso en la imposición de
su pensamiento, culpaba a sus comunicadores, que de más está decir, eran y son
bien malos, y para muestra, allí están los presentadores fascistoides de
Venezolana de Televisión, “el canal de
todos los venezolanos”.
Cuando
llega Maduro al poder el concepto de comunicaciones se empobrece de manera
importante, su primera necesidad era ocultar no informar, engañar, no ser
verás; el estado en que se encontraba el país, gracias a las políticas
socialistas, era realmente calamitoso y si había que continuar por esa ruta,
era necesario crear un modelo mediático de la realidad e imponerlo a “trocha y
mocha”.
Se
incrementó de manera sustancial los actos de censura en los medios públicos y
se creó la amenaza en contra de los medios privados; CONATEL, el organismo
regulador de los medios radioeléctricos, cayó en manos de los mas
fundamentalistas de la tribu chavista y se orquestó una serie de regulaciones
que incidían hasta en las señales por satélites para evitar que los venezolanos
nos enteráramos de lo que ocurría en nuestro entorno inmediato, ya la
televisión estaba copada por los intereses del gobierno, la radio igual, apenas
quedan algunas islas de libertad, pero el éxito de las redes sociales por
internet les jugó una mala pasada y fue entonces que CANTV, la telefónica del
gobierno y que controla la banda de transmisión de internet, empezó a
manipularla para reducir su eficacia en la transmisión.
No contento con esto, atacó de manera
despiadada a los periodistas venezolanos por reportar la realidad que asumía
imágenes de violencia callejera y represión policial, acusó a las telenovelas
de promover el odio social, a los que escribían columnas de opinión de alentar
la guerra, a quienes reportaban desde la calle las protestas de fomentar el
miedo y las enfermedades mentales, con esto asfixió a la prensa impresa con la
falta de recursos para adquirir papel, al hacer ilegal las protestas y tratar
de regular las manifestaciones públicas trataba de amordazar al pueblo en su
derecho de exigir derechos, su intención era aislar al país, nada entraba, nada
salía, las posibilidades de recibir y enviar correos también lo amputaron, las
posibilidades de poder viajar las redujeron al mínimo, no había posibilidades
de enterarse de lo que pasaba en el mundo, las revistas y libros desaparecieron
de la vida del venezolano, la censura fascista era total y aún así, la gente
seguía comunicándose aunque fuera por señas…
Si
quieren saber cuándo hay dictadura en un país, vean a sus medios de
comunicación, averigüen el estado de la libertad de prensa, del derecho a estar
informados, si existen aberraciones como lo son “las cadenas” que diariamente
se imponen a la fuerza en contra del pueblo, si ven las enormes vallas y
gigantografías del líder del gobierno diciéndose que es del “pueblo”, entonces
tendrán los verdaderos indicios de una dictadura en pleno proceso.
El
gobierno de Maduro diariamente, hora tras hora, minuto a minuto hace un enorme
y costoso esfuerzo por convencernos de que el mundo que nos pinta y dice que
vivimos es lo mejor del socialismo, de que somos felices y que todo se lo
debemos a él y a su padre Chávez, sólo que olvida una cosa, que Charles S. Peirce
dijo hace ya más de cien años, y es que la gente, por muy ignorante que sea
para comprender el mundo real lo toma, lo reinterpreta y lo reconstruye a la
luz de lo posible, y esa Venezuela que nos vende el chavismo nunca encaja en
nuestra mente porque nunca encaja en nuestros bolsillos, en nuestros estómagos,
en nuestra salud, en nuestras casas y barrios y en nuestras esperanzas. –saulgodoy@gmail.com
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