Voy a tratar de hacer algo complicado en este breve espacio y es explicar la naturaleza del chavismo utilizando la metáfora de una puesta en escena, de una obra de teatro que un grupo de personas interesadas en obtener el poder le han impuesto al país, y como este ensayo, que manipuló todo un ideario y una cultura que ya estaban allí, transformó para siempre nuestra manera de ser y como nos vemos a nosotros mismos.
Voy
a utilizar como herramienta el capítulo 3 del libro de Alasdair MacIntyre, Tras la Virtud, un clásico de la
filosofía moral contemporánea, que explica la tesis del “emotivismo”, un tipo
de moral dirigida por las emociones como única guía para escoger una manera de
actuar.
Venezuela,
como muchos otros países del mundo está sujeta a una oleada de relativismo
moral que sacude la civilización occidental, es difícil a estas alturas decidir
que es bueno o que es malo debido principalmente a que todo lo que correspondía
a la naturaleza humana, lo que la civilización heredó de su pasado ilustrado,
los modelos de comportamientos basados en la racionalidad y de una moralidad
universal ha sido cuestionado.
El
concepto unitario de persona- nos dice MacIntyre- ese que heredamos de los
griegos ha perdido su unanimidad; el mundo se nos presenta compuesto de
diversas culturas y maneras de ver el mundo que hacen imposible sostener una
sola moral universal, aparte de la crítica marxista a todo el aparato cultural
humano que ha dejado al descubierto los mecanismos de construcción del hombre
moderno.
Desde
hace décadas hemos perdido ese “telos” sobre la persona humana y nos
enfrentamos a un mundo fragmentado y complejo sin un sistema de valores que sea
igual para todos.
Pero
en medio de este fárrago de tesis y opiniones queda algo que nos pertenece y
que se ha convertido en elemento clave al momento de tomar decisiones, y es la
emoción, que no tiene nada que ver con la razón, ni con la filosofía ni con la
teología, es simplemente esa “puntada”, ese sentimiento que nace en lo más
profundo de nuestra alma y que ultimadamente es lo que hace que yo crea que
estoy en lo correcto y que trate de hacer que los otros actúen de la misma
manera que yo.
Y
ante unos ideales abstractos, complicados y vacíos que no motivan a nadie siempre
queda esa salida que nos pertenece, nuestras propias preferencias motivadas por
la emoción, quizás no sea lo más sólido o permanente por aquello que los
sentimientos cambian con el tiempo, tampoco son muy estables ya que son dados a
la manipulación y cuando cambian, lo hacen sin aviso y sin protesto.
Los
afectos personales y los goces estéticos juegan un pauede mover tanto a una persona como un
“aria” de alguna ópera mueve a los privilegiados, igual sucede con el deseo de
obtener una pintura de Matisse original y pagar los millones de dólares que
sean necesarios para adquirirlo, como también bastaría con obtener una foto
autografiada y dedicada de la actriz y modelo Norquis Bpel importante en las decisiones últimas guiadas por el emotivismo, y de acuerdo a la condición social y cultural de los individuos o grupo estos afectos y goces tienen su nivel, el gusto por una buena “bachata” patista para otros, lo
que llena al hombre, es lo que busca.
Según
el emotivismo, lo bueno, es bueno porque yo lo apruebo y si yo lo apruebo
entonces tu deberías hacerlo también, estas intuiciones no se pueden probar, ni
explicar, puede ser utilitarista o no, toda acción se valora en términos de su
consecuencias comparadas con otras posibles consecuencias de otros cursos de acción
alternativos y posibles, en suma, el emotivismo es algo muy volátil y
cambiante.
Esta
es la moral reinante entre los colectivos armados cuando hacen justicia
callejera, o la de los integrantes de una alcabala militar al momento de
detener un vehículo y sus ocupantes a los que pueden “matraquear”, o la de un
ministro ante la oportunidad de imponer una “comisión” a su gestión
administrativa, o la de un juez cuando va dictar sentencia, las leyes, las
normas, las órdenes superiores, las costumbres, son apenas referenciales y si
la impunidad al no acatamiento de la ley está garantizado, entonces el
emotivismo es la única manera posible de acción.
Para
tener virtudes se necesita hacer un esfuerzo muy grande en informarse, leer,
tratar de entender el pensamiento de otros, hay que pensar y a veces en
profundidad, manejar ideas abstractas, pero no sólo pensarlas sino hacerlas
nuestras, tenerlas como guías y practicarlas.
Pero con las emociones es más fácil, muchas de ellas ya vienen
incorporadas a los roles que debemos representar en la sociedad, el policía, el
maestro, el político, el médico, el comerciante son todos papeles que nos toca
jugar de acuerdo a nuestra disposición y esfuerzo, en cada una de estas
actividades ya existen unos valores y unas expectativas grupales incorporadas,
son como la máscara del disfraz que elegimos para una fiesta, ¿Adivina quién
soy? Como decimos en carnavales.
Ahora,
una pregunta para mis amables lectores ¿Cuál cree usted que es el rol más
significativo en nuestra historia, el personaje que destaca en lo profundo de
nuestro inconsciente colectivo?
Una
gran mayoría estará de acuerdo en señalar que es el militar, para bien o para
mal, uno de los personajes que más destaca en nuestra historia como país, es de
acuerdo a uno de nuestras narrativas fundamentales, el héroe por antonomasia,
libertador de los oprimidos, el guerrero justiciero sembrado en nuestra cultura
como padres de la patria.
La
figura del militar tiene un fuerte arraigo popular como líderes y conductores
de los más altos intereses de la nación en tiempos de conflictos, se supone que
sea el portador del ideal bolivariano ese que habla de disciplina, de
sacrificio, arrojo y grandeza.
Al
militar lo hemos asumido como el garante de nuestra nacionalidad y se ha
convertido en un actor muy importante a lo largo de nuestra vida política
aunque esa imagen se haya venido modificando y mutando ante tanto protagonismo,
pues por su misma relevancia, a los militares les ha costado mantenerse quietos
en los cuarteles y han asumido un rol mucho más activo que lo deseable.
El
militar desde mucho tiempo ha sido y es parte fundamental del juego político
venezolano, de hecho han gobernado el
país más que los civiles, pero eso empezó a cambiar en el siglo XX, cuando
actores civiles de gran relevancia y aprovechando cambios mundiales en la
política, hicieron posible el establecimiento de un sistema democrático
civilista en el país, a los militares se les delimitó su campo de acción y su
rol aunque siempre tuvieron la inquietud de imponerse por las armas.
Paralelamente
en Latinoamérica apareció la figura del revolucionario, que aunque no era
propiamente un militar, se mimetizó en su aspecto y costumbres, adquirió su
disciplina y conocimiento en el combate y cuando tomaron el poder se
convirtieron en los militares del nuevo régimen.
El
revolucionario influyó de manera definitiva en el ideal romántico de nuestros
pueblos, y como la mayoría de los revolucionarios eran comunistas, ese nuevo
ideal fue impulsado por la poderosa maquinaria de propaganda soviética y china
en el mundo.
Y
entre las cosas nuevas que predicaban ofrecían la moral marxista, una especie
de reivindicación de los derechos de los oprimidos, una teología de la
liberación y de valores universales de igualdad, solidaridad y participación en
gobiernos colectivistas y formas de vida comunistas.
Pero
al igual que sucedió con la moral liberal burguesa, el marxismo no soportó su
propia crítica y al someterse al desmontaje estructural que aplicaba a otras
ideologías, al examinarse a sí misma, se descubrió utilizando los mismos
trucos e intereses de dominación de
clases que hacía el capitalismo, pero al contrario que al capitalismo, que su
disolución moral fue lenta y progresiva, el comunismo se derrumbó bajo el peso
de sus propios errores e inequidades.
Desde
ese momento el mundo se encuentra en una crisis de valores donde ha predominado
el emotivismo que justamente ha sido el que ha permeado en este nuevo proceso
del socialismo bolivariano del siglo XXI, inaugurado justamente por un militar,
el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías y quien ha creado un movimiento político
que se llama el chavismo.
Nadie
duda la habilidad que empleó Chávez en la manipulación emotiva del venezolano,
en terminar de demoler los principios y valores de una Venezuela enrumbada en
un modelo socialista-capitalista para llevarla por la senda de un comunismo
decimonónico, utilizando como modelo a la Cuba de Fidel Castro.
Chávez
creó una maquinaria electoral que le permitiría a los suyos perpetuarse en el
poder por medio de triunfos comiciales, mientras iba modificando el sistema que
regía al país vía cambios constitucionales y de leyes fundamentales,
militarizando las instituciones, abriéndole el paso a las milicias
revolucionarias y colectivos armados, instaurando el sistema comunal,
socializando la economía, estatizando las empresas, desconociendo el derecho a
la propiedad privada e imponiendo un férreo control centralizado de gobierno.
El
militar venezolano, ese que gusta de los uniformes de gala, de lucirse con una
miss en cada brazo, de verse en medio de edecanes corriendo por complacer sus
apetitos, de la tropa gritando a todo pulmón su obediencia al jefe, ese militar
convertido por el poder en empresario, en gerente de redes de distribución de
alimentos, combustibles y medicinas, ese militar capaz de transformarse en un
superministro, en un predicador, en un mafioso… el militar venezolano no parece
haberse dado cuenta del cambio fundamental de su rol y naturaleza, dejo de ser
un profesional de las armas para convertirse en un comodín de las necesidades
políticas de la revolución.
Weber
decía que ningún tipo de autoridad
puede apelar a criterios racionales para legitimarse a sí misma, excepto el
tipo de autoridad burocrática que apela precisamente a su propia eficacia. Y lo que
revela esta apelación es que la autoridad burocrática no es otra cosa que el
poder triunfante.
El
chavismo es reflejo fiel de estas pulsiones que la revolución a dejado al
descubierto y el resultado ha sido una anarquía que se refleja no sólo en los
niveles de inseguridad ciudadana que se registran sino en el desorden creciente
en la economía del país, todas las bases fundamentales del estado han sido
intervenidas por un populismo ramplón y sin dirección, situación esta, que
favorece solamente al crimen organizado y a los países extranjeros que medran
en esta situación entrópica.
Pero
ya parece que el factor emotivo está mermando y está siendo sustituido por un
realismo producto de esa ley de la selva que impera, la gente se está dando
cuenta que es el gobierno el que genera el caos, que son los militares los
culpables de tanta ineficiencia, que el ideal revolucionario es un engaño, que
el partido de siete millones de militantes es otra mentira, que el chavismo es
el responsable de tanta muerte, miseria y violencia gratuita, que la moral
revolucionaria es pura corrupción y crimen.
La
puesta en escena del chavismo está a punto de bajar el telón a su última
función, ya no hay nadie viéndola, como en el teatro japonés Nô, de
sentimientos y emociones exagerados, el público tiene una capacidad de aguante,
los actores están al límite de sus facultades histriónicas, los diálogos y las
acciones se repiten, el público está exhausto.
Ahora
es que Venezuela descubre que ha sido embaucada por unos ladrones disfrazados
de militares, por unos políticos que se decían del pueblo pero que amasaban
fortunas en el exterior, y por unos cubanos que se han dado cuenta que la
botija está vacía.- saulgodoy@gmail.com
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