La concepción de
Estado que tiene el actual gobierno tiene mucho que ver con la idea de un Reich,
de un Führer, de un Volks,
de un Blut und Boden, con una
doctrina muy a lo Volgemeinschaft y con
una visión de Vernichtung en cuanto a la oposición.
Es muy probable que Chávez no tuviera ni idea de lo que
estas palabras significan pero si sabe lo que es ser un Líder único, contar con
un solo partido, si conoce de patria, socialismo o muerte, de soberanía popular
y guerra total en contra de los enemigos.
Quizás nunca hayan leído a Carl Schmitt, Martin
Heidegger, Alfred Bäumler, Erick Wolf, Frederick Georg Jünger y tantos otros
intelectuales que justificaron el nazismo, pero sus conceptos de soberanía
absoluta, su idea sobre el parlamentarismo como un engañó a la voluntad
popular, sobre la ley como instrumento del líder para gobernar, sobre la
aclamación popular como expresión de soberanía, sobre la inutilidad de las
elecciones, el uso de la fuerza máxima en contra de los enemigos y la cobardía
de las naciones como rasgo de vasallaje son en cambio, ideas con las que no
solo comulgaba sino que practicaba.
Chávez y su grupo de golpista son apenas una muestra de
lo que el nacional socialismo es capaz de crear, una banda de violentos que
creen en su superioridad de voluntad e ideales para crear una nación dominante
y dominada, el que crean en algunas confusas ideas comunistas es accesorio, el
sello nazi lo llevan en la frente.
Nuestras cárceles son lo más parecido a campos de concentración
y donde van a parar los presos políticos, las posiciones anti sionistas de los
chavistas y los ataques en contra de la iglesia católica es un claro indicativo
de la intolerancia por venir, tenemos conflictos en formación con los países
vecinos, estamos embarcados en una loca carrera armamentista, la sociedad está
militarizada y bajo el régimen del terror, no hay libertad de expresión y los
“camisas rojas” ya son un recordatorio constante de nuestro nazismo
tropicalizado, que a falta de raíces arias, buenos son los antecedentes
Caribes.
La política, para nazis y chavistas, se reduce a una
relación de amigos y enemigos, los amigos concurren y aceptan el dominio y para
ellos cargos, privilegios y poder mientras sean absolutamente leales, lo que puede llegar a significar
tener que dar la vida por el líder cuando este se los pida. Para los enemigos,
la destrucción cuando no se puedan doblegar y controlar.
Este mundo en blanco y negro de los que están conmigo y
los que están contra mí, es el resultado de una ideología que nada tiene que
ver con el comunismo sino con el totalitarismo, esa visión que no acepta y
comprende al “otro” sino como amenaza y riesgo, Schmitt elaboró largamente
sobre el asunto concluyendo de manera brutal que ninguna identidad puede ser
conformada sin la existencia del enemigo, interno y externo, de allí la
condición del revolucionario y de allí el sentimiento nacional, existe porque
hace diferente a las naciones, se creen superiores y se ven obligados a
conquistar y si no, a destruir.
Para el fascista la ley es instrumento de acción, no es
ideal, ni virtud, ni compromiso civilizatorio, es una herramienta tan efectiva
como el machete o el fusil al momento de implantar la necesidad totalitaria de
su existencia, negadora de toda diferencia
y opuesto.
Hitler se burlaba de los que pretendían ser
representantes del pueblo por medio del voto popular, “La soberanía termina en
las urnas” como bien lo expresaron los ideólogos nazis, veinte millones de
personas expresando su voluntad particular no hacen la voluntad popular, ésta,
solo se conseguía en la calle, en las aclamaciones multitudinarias, en los
plebiscitos de los estadios llenos, en las marchas cívico-militares.
De allí que poco a poco pero, de manera implacable, se
fueran cerrando los mecanismos de participación, en la Alemania de Hitler los
comunistas fueron perseguidos, el partido Popular Nacional Alemán (DNVP) fue
disuelto, lo mismo ocurrió con el Partido del Centro, con el KDP, todos sus
militantes fueron absorbidos por el Partido Nazi.
El parlamento alemán empezó a perder poder cuando otorgó
las primeras leyes habilitantes y se plegó a un mecanismo, muy parecido por
cierto, al parlamentarismo social de calle, donde las leyes se discutían en las
plazas públicas delante de los grupos de los “camisas pardas”, hasta que llegó
el momento en que ni eso era necesario.
Los magistrados se vieron obligados a prestar juramento
de obediencia al partido y el poder judicial se corrompió, cuando las acciones
judiciales pasaron de manera sumaria a los organismos de seguridad del Estado.
Mientras esto ocurría el Ministerio para la Ilustración
Popular y la Propaganda en manos del genio maléfico de Goebbles, anunciaba al
mundo una Alemania progresista, pacífica, libre y democrática, amante de la paz
y para excusar su carrera armamentista se valía del argumento del derecho de
las naciones a defenderse.
Según el analista Sebastian Haffner, el nazismo no era
una ideología sino una caracterología, la cosmovisión que presentaban apelaban
a determinados instintos y personas, no muy brillantes pero ávidos de la
aventura revolucionaria, dispuestos al sacrificio y a la violencia, necesitados
de pertenecer a una causa que se les vendía como heroica y justa, pero que en
realidad era para conformar gavillas que perseguían brutalmente a los
“vencidos” y desarmados, en una lucha que parecía legal pero de fines
inhumanos, una complicada recetas de ideas donde se mezclaban inflexibilidad,
disciplina, ascetismo, codicia, corrupción, excesos colectivos y venganza.
El partido nazi, no era conformado por un grupo de
ciudadanos preocupados por el bien común, sino una multitud de secuaces y
cómplices tratando de agradar al líder máximo, con la intención de dominar al
pueblo, dispuestos a ir a la guerra de conquista, traicionándose entre ellos y
degradándose hasta convertirse en los causantes de la destrucción de la nación
alemana.
Luego de la desaparición física de Chávez, el gobierno
fue tomado por uno de sus subalternos convenientemente designado por el líder
supremo como “su hijo”, y resultó ser un matón de siete suelas, cuyo baño de
sangre fue en contra de los estudiantes que reclamaban sus derechos
fundamentales en la calle pacíficamente, teniendo el control del aparato
militar y a sus comandantes comprometidos con el partido nazi venezolano, el
PSUV, su reinado tomó el cariz violento de quien se cree ungido por el padre
fundador del Reich chavista.
De esta manera entra Nicolás Maduro a la historia del
país manejando un gobierno diseñado y operando para el dominio de un pueblo,
pero la historia tiene sus giros inesperados, los venezolanos no somos
alemanes, el país no es precisamente una potencia productiva de nada, excepto
de manganzones con apetitos por la buena vida y por el menor esfuerzo.
Venezuela, que vivía cómodamente de su industria
petrolera, al entrar al Reich
chavista le entregó la industria a uno de los hombres más incapaces del país
quien no tuvo que esforzarse mucho por destruirla, descuidó el mantenimiento de
la planta física, despidió a los mejores trabajadores y en su lugar puso a los
camisas rojas del partido, descuidó a sus clientes tradicionales, sembró la
corrupción en el manejo de los ingresos creando múltiples fondos y empresas
mixtas donde los líderes del partido tenían su ”tajada” del negocio, descuidó
el asunto de la seguridad industrial y al cabo de pocos años se producían tal
cantidad de accidentes y paradas de plantas que, si el enemigo nos hubiera
bombardeado continuamente, no hubiera sido tan efectiva la destrucción.
Sin ingresos para sostener las hambrientas hordas de
chavistas inscritos en el PSUV, sin dinero para los centenares de Generales y
Almirantes que ahora componían su enorme fuerza armada, sin ingresos para
sostener la masa clientelar de chavistas en la calle, ni para pagar los sueldos
de los obreros camisas rojas en las dependencias del gobierno, sin dinero para
comprar comida, combustible, medicinas y amigos, Nicolás Maduro, el heredero
del Reich chavista contempla nervioso
las opciones que le quedan, aceptar La Salida que le proponen sus enemigos
políticos y renunciar, por lo menos quedaría con vida y quizás podría disfrutar
algo de lo expoliado, o encerrase en el bunker bajo tierra y beber la cicuta
con la Primera Combatiente y su perro para no afrontar las consecuencias del
desastre.
Lo que sentimos los venezolanos no es un deja vú, sino la certeza de que el
fascismo socialista renace de sus cenizas en nuestro país. –
saulgodoy@gmail.com
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