Creo que la novela 1984 de George Orwell, es uno de esos raros monumentos de la literatura que se imponen en el paisaje de la historia de la humanidad como una advertencia, leer esta obra de anticipación es como una buena purga necesaria cuando nuestro organismo está lleno de basura y venenos que necesitan ser expulsados cuanto antes, para poder seguir existiendo.
He
estado por escribir este artículo sin saber cómo elaborarlo, quería que fuera
una referencia directa a nuestra situación como país ya que, mucho de ese
sistema totalitario descrito magistralmente en la obra es casi una copia de los
que el chavismo está logrando en Venezuela, es como si hubieran tomado la
novela como hoja de ruta y lo hubieran seguido a pie juntillas.
Por
supuesto eso no es así, no se trata de que un pervertido oficial del partido
del PSUV o un ilustrado funcionario de la inteligencia cubana tomaron el libro
de Orwell y dijeron “Vamos a proceder de esta manera”, no, lo que Orwell temía
y yo secundo, es ese temor que el socialismo tiene un su seno el germen del
totalitarismo, en su ADN existe el gen del fascismo, el socialismo, a parte del
candor de sus ideas humanitarias, de la pureza de sus ideales igualitarios,
progresistas, solidarios tiene consigo la sombra terrible y tenebrosa del
régimen policiaco, de la represión más inhumana.
Y
no son temores infundados, ya han ocurrido en la historia reciente, la
experiencia Nazi, el Estalinismo Ruso, el Maoísmo en China, el régimen militar
de Ho Chi Min en Vietnam, el horror de Pol Pot en Camboya, de Milosevic en
Serbia, de Fidel Castro en Cuba, de la dinastía asesina que encabezó Kim Il
–sung de Corea del norte, de Maduro en Venezuela, son todos socialismos
llevados a sus últimas consecuencias, sacrificando la democracia en aras del
proyecto político totalitario.
Ningún
venezolano puede permanecer indiferente ante el retrato que nos hace Orwell en
la novela 1984, nos concierne, es
como si hubiera sido escrita para nosotros, razón fundamental para recomendar
su lectura o relectura inmediata, ese llamado de advertencia se nos hizo desde
mediados del siglo pasado, nos llegó muy tarde.
Cuando
Orwell empieza la escritura de su novela, ya estaba afectado por la
tuberculosis terminal que sufría, al punto que uno de sus temores era morir sin
haberla culminado.
Por
cierto, no se llamaba 1984, sino El último hombre de Europa, título que
posteriormente fue cambiado por los editores antes de la publicación del libro.
Corría
el año de 1947 cuando Orwell se traslada con su hermana Avril, su pequeño hijo
adoptivo Richard y una niñera que hacía de ama de llaves, la Sra. Watson, a la
lejana e inhóspita isla de Jura, en lo más remoto de Escocia, para aislarse del
mundo y escribir su novela, tenía 44 años de edad.
Dos
circunstancias marcaban este viaje a las Hébridas, la inesperada muerte de su
esposa Eileen, y el éxito internacional que había alcanzado su libro La rebelión en la granja, que lo había
convertido en una celebridad, y por primera vez alcanzaba un desahogo en sus
finanzas personales.
Sin
duda para ese momento la trama de la novela estaba grabada con fuego en su
mente, solo necesitaba el momento para escribirla y la isla de Jura era lo más
lejano y diferente a ese Londres en ruina y en guerra, que pintaba en su obra.
Jura
era un peñón en el medio del mar, frío, lluvioso, con una sucesión de días
grises y noches tormentosas, con apenas 190 habitantes la mayor parte viviendo
en el pueblo de Craighouse, muchos eran ovejeros y pequeños granjeros, aunque
habían algunos cotos de caza de familias pudientes que venían en verano, ya que
era abundante el alce salvaje, había pequeños bosques pero una gran parte de la
isla era fundamentalmente árida. No el
mejor lugar para un enfermo de tuberculosis que ya manifestaba ataques
convulsivos de toz, hemorragias y fiebre.
En
el año de 1984 la BBC hizo una programación especial Recordando a Orwell, recogiendo varios testimonios de amigos y
conocidos que luego, fueron parte del libro de Audrey Coppard, Memoria y Evocación de George Orwell,
del que tomamos este pasaje de la Sra. Margaret Nelson quien fue la vecina y
quien le rentó la casa en Jura a Orwell: “Recuerdo muy claramente a Orwell cuando llegó y lo enfermo que parecía.
Terriblemente enfermo y agotado: un rostro muy triste. Por supuesto, acababa de
perder a su mujer y tenía que cuidar a su niñito Richard a quien habían
adoptado; se le veía sumamente triste, agotado y enfermo.
¿No era sorprendente que viniera a vivir a un lugar como
este un hombre en semejante estado? ¿No era la vida mucho más dura entonces que
ahora?
Mucho más dura, porque el teléfono más próximo estaba en Craighouse, que
está a unos cuarenta y cinco kilómetros, la gasolina estaba racionada, la única
tienda estaba en Craighouse y nuestra única comunicación era por el camión del
correo que venía tres veces a la semana y que solamente llegaba hasta aquí.
Después, alguien en bicicleta llevaba el correo hasta Barnhill, o más tarde, lo
llevaban en automóvil una vez a la semana”.
No solo se
fue al fin del mundo, sino que en la isla alquiló una de las granjas más
apartadas, los últimos cinco kilómetros antes de llegar a su casa, había que
hacerlos a pie, por una carretera que si llovía, se embarrialaba con un fango
espeso que succionaba las botas de goma y no las soltaba.
Se cuenta
que mientras Orwell escribía la novela dormía con una pistola debajo de la
almohada.
Llegado a
este punto debo hacer una aclaratoria, 1984
no es una obra de ciencia ficción tal y como está catalogada en algunos cánones
de literatura, es una obra de anticipación política a pesar de la presencia de
algunos artilugios futuristas, su tema no es la especulación científica, 1984 es una obra que pertenece al
género de las distopías, en términos muy sencillos, una utopía que se agria y
en vez de tener un final feliz, termina en catástrofe.
Expliquemos
primero el concepto de utopía utilizando el de los estudiosos Negley y Patrick
quienes en 1952 propusieron: “Tres
características distinguen a la utopía de otras formas de literatura o
especulación A) Es ficción. B) Describe un Estado o comunidad determinado. C)
Tiene como tema la estructura política de ese Estado o comunidad imaginario…
Desde luego, las utopías son expresión de una filosofía y una teoría políticas,
pero también descripción de Estados imaginarios, en los cuales ya se ha llevado
a la práctica esa filosofía y esa teoría en las instituciones y los
procedimientos de la estructura social.”
En este
sentido Orwell había observado con detenimiento en diferentes países y momentos
históricos como el socialismo se transformaba de acuerdo al pragmatismo
político, de una manera de vida, sencilla, sin autoritarismo, en condiciones de
igualdad y solidaridad humana, tal como él lo vivió en las trincheras de
Cataluña Durante la guerra en España, en un monstruo totalitario e inhumano
cuando los regímenes socialistas permitían que el fascismo y el militarismo
echaran raíces en sus aparatos burocráticos como fue testigo de la Alemania
Nazi y la Rusia Estalinista. La gran
víctima de este insensato cambio era la democracia, al convertir el hombre
individual en hombre masa, la democracia se convertía en un estorbo para los
fines del totalitarismo, que era el poder por el poder.
Orwell fue
testigo de excepción en constatar que en nombre del socialismo el pueblo era
esclavizado y la oposición política exterminada ante pelotones de fusilamiento
o dejadas morir de hambre y frío en campos de prisioneros.
¿Cómo podían
principios humanistas convertirse en lo contrario sin perder su carácter
socialista? Esa transformación le preocupaba porque la veía a su alrededor en
Inglaterra, la situación de guerra que vivía su país, el militarismo que se
adueñó de la vida política se transmitió al socialismo militante, al partido
laborista que expresaba su simpatía por las causas obreras en Alemania y Rusia
sin estar muy claro a donde conducía aquel empuje industrial bélico, ignorando
el sacrificio humano que imponía la hegemonía del Estado sobre su población, la
conculcación de las libertades, la imposición de la censura y sobre todo, el
uso de la mentira y la desinformación como método de control.
Orwell llegó
a ser un autentico socialista, crítico e inteligente, cuestionador de las
contradicciones entre la realidad y los principios, fue, como es natural un
defensor a ultranza de la verdad, sabía que con la mentira y el error no se iba
a ningún lado, por ello era un enemigo declarado de las organizaciones
totalitarias, aquellas que obligan a los hombres a pensar y actuar de manera
diferente a como les dicta su corazón y la razón, con el interés de acumular
adeptos y convertirlos en autómatas de sus credos, de allí su encono en contra
de la iglesia cristiana y del comunismo, pero también del capitalismo.
Debo
destacar algo para la compresión de la obra 1984, y es que Orwell creía firmemente que el capitalismo tenía sus
días contados, que iba rumbo a su desaparición como opción de organización y
vida para las naciones del mundo.
En 1984, el
capitalismo no existe, es el socialismo el que reina trasvertido en
totalitarismo, de hecho el partido único socialista de Oceanía, en la novela,
se llamaba INGSOC, una palabra compuesta por las primeras letras de Inglaterra
y socialismo, el régimen que impera es uno de terror sobre la sociedad, las
tres máximas del partido son: Guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia
es fuerza.
Bien, ya que
sabemos lo que es una Utopía, veremos lo que dicen los expertos sobre la
Distopía, y para ello utilizaremos la explicación que nos da el erudito
venezolano, ya desaparecido, Issac Pardo en su monumental obra Fuegos bajo el agua: “… el neologismo distopía que suele
considerarse como sinónimo de anti o contrautopía. Sin embargo, puesto que el
prefijo dis (etimológicamente =
mal), más que antagonismo denota alteración, en nuestro sentir debería
reservarse el término para las obras donde lo utópico aparece utilizado de tal
manera que sus resultados son contrarios al espíritu de la utopía; es según
Chad Walsh, la “utopía invertida”, que más propiamente podríamos llamar,
pervertida”.
Hay dos estudiosos
de la teoría literaria y de los estudios culturales, que han hecho importantes
aportes al estudio del genero de la ciencia ficción, y paralelamente y
necesariamente, estudian la literatura utópica y las distopías. Son el profesor de origen serbio Darko Suvin,
de la Universidad de McGill en Canadá, y el profesor, ya fallecido, Raymond
William, de la Universidad de Cambridge en Inglaterra, uno de los fundadores de
la llamada Nueva Izquierda y pionero
del “materialismo cultural”, ambos son marxistas irredentos y conocedores
profundos de la literatura de anticipación.
Ambos
académicos, sobre todo William, ha estudiado extensamente a Orwell, los dos
tienen trabajos muy completos sobre 1984
y siempre se han mostrado incómodos con la posición de Orwell frente a la tesis
de la vocación totalitaria del socialismo, ¿Por qué el socialismo y no el
capitalismo? Se preguntan, ¿Cómo pudo Orwell no entrever que era el capitalismo
el que finalmente tomaría el mundo de la post-guerra y se haría imperial?
“El partido te dijo que rechazaras la evidencia ante tus ojos y oídos. Esa
es su orden final y la mas esencial” le espeta su torturador a Winston,
el personaje principal, les dice “espera
un momento allí! Las piedras son duras, el agua mojada, los objetos que no
tienen sostén caen hacia el centro de la tierra”
Nada de lo
que es real importa, importa es lo que dice el partido, ese es el paradigma del
socialismo convertido en dogma, es la experiencia que Orwell quiere transmitir,
y que Suvin y Williams asumen es la advertencia no solo para el socialismo sino
para cualquier ideología llevada al paroxismo del poder.
Uno de los
pilares fundamentales del totalitarismo es obligar a la sociedad a creer en
hechos y personas aún en contra de la evidencia de que son falsos, y quienes se
atrevan a contradecir estas “verdades” corren el riesgo de hacerse daño, que se
les castigue por estar en contra de la mayoría.
Cuando Lenin
dio su golpe de estado con la Revolución de Octubre en 1917, la necesidad de un
gobierno fuerte lo llevó a desechar el espíritu del socialismo por la rápida
militarización del gobierno y el uso de la fuerza para imponer el partiinost, el liderazgo efectivo del partido, este cambio
o mejor dicho ruptura, fue lo que provocó el enfrentamiento con su antiguo
camarada y amigo Trotsky, y uno de los primeros cambios fue la abolición de
todas las facciones políticas que existían dentro del socialismo para
concentrase en la del partido como único eje de la revolución, fue en ese
momento que muere la democracia en la incipiente revolución. El partido convertido en una escalera
burocrática fue lo que le permitió a Stalin llegar al poder, haciéndose
indispensable para Lenin en su meta de que la revolución socialista, estuviera
apoyada por la mayoría, que eran los campesinos.
Cuando Lenin
muere y José Stalin toma el poder, decide instaurar su dictadura.
A partir de
ese momento todo movimiento socialista en el mundo que decide irse por el
camino de hacer fuerte la fórmula del partido único, para consolidar la
revolución, tiene que arrancar de raíz los ideales socialistas (y democráticos)
y sustituirlo por el culto al partido, no es una opción, es una tendencia
fatal. El socialismo para consolidar su
posición, necesariamente debe asesinar a la democracia, acabar con la disidencia
e instaurar una dictadura.
Por supuesto,
existen aquellos socialistas que primero son demócratas y si viven bajo las
reglas de la democracia estarán dispuestos a perder elecciones y una vez en el
gobierno a perder el poder, y a convivir con la diversidad, y a debatir, y a
competir, para estos socialistas los principios e ideales de una forma de vida
socialista van primero, pero para los “socialistas puros” el poder, una vez que
se alcanza no se entrega, y porque el socialismo es superior moralmente a cualquier
otra ideología, y es el futuro cierto y único de la humanidad, la democracia es
un juego innecesario, una vez que se instaure el socialismo, todo el mundo
estará agradecido.
El
socialismo es excluyente así no lo declaren y muchos, lo nieguen, en un análisis
que hace Antonio Robles Egea sobre los partidos socialistas a finales del siglo
XIX nos dice: “La política socialista
revolucionaria considera a todos los partidos burgueses, sin matización al
respecto, como representantes de la economía capitalista y portadores de una
ideología conservadora o reaccionaria. Esta
postura de los partidos obreros lleva a su autoaislamiento en el sistema
político, el cual aparece en la mentalidad socialista como una constitución de
la burguesía y, por tanto, como un campo de batalla donde luchan los
partidarios del orden económico dominante contra los socialistas.
Imposibilitada toda colaboración política, la tarea de los partidos socialistas
consiste en mantener y extender las organizaciones proletarias y luchar por reformas
concretas de carácter político y social, esperando desde las premisas de un
marxismo vulgarizado que las contradicciones internas del capitalismo les
condujeran de manera inevitable a la toma del poder político”.
Esa
diferenciación persiste hoy en día, y sigue haciendo inadecuada la integración
del socialismo a la democracia.
Nos recuerda
Misses Von Ludwig en su obra Gobierno
Omnipotente: “Los socialistas
marxistas alemanes llamaron a su partido socialdemócrata. Entendían que el
socialismo era compatible con el gobierno democrático; el programa de la
democracia sólo podía realizarse plenamente dentro de una comunidad socialista.
En la Europa occidental y en los Estados Unidos prevalece todavía esa opinión.
A pesar de la experiencia que los acontecimientos, desde 1917, han
proporcionado, muchos se aferran tercamente a la creencia de que la verdadera
democracia y el verdadero socialismo son idénticos. Rusia, el país clásico de
la opresión dictatorial, es considerada democrática porque es socialista. Sin
embargo, el amor de los marxistas a las instituciones democráticas no era más
que una estratagema, un subterfugio para engañar a las masas. En una comunidad
socialista no hay sitio para la libertad. Donde el gobierno es dueño de todas
las imprentas, no puede haber libertad de prensa. Donde el único patrono es el
gobierno, que designa a cada uno la tarea que ha de realizar, no puede haber
libertad para elegir una profesión o un oficio. Donde el gobierno tiene poder
para fijar el lugar en que uno ha de trabajar, no puede haber libertad para
radicarse donde uno quiera… En una comunidad socialista el ciudadano individual
no puede tener más libertad que un soldado en un ejército o que un hospiciano
en un orfanato. Pero el Estado socialista —objetan los socialistas— difiere de
semejantes organizaciones en una cosa esencial: los habitantes tiene derecho a
elegir el gobierno. Olvidan, sin embargo, que en un Estado socialista el
derecho de voto se convierte en una farsa. Los ciudadanos no tienen más fuentes
de información que las suministradas por el gobierno. La prensa, la radio y las
salas de reunión están en manos de la administración”.
Debo
agregar, y es mi opinión personal, cualquier persona que se haya dejado engañar
en su buena fe por las doctrinas socialdemócratas o socialcristianas o cualquier
otra derivación de la doctrina socialista, es, en esencia, un potencial
colaborador o tonto útil de la extrema izquierda, en el caso de Venezuela, del
llamado chavismo o también conocido como el Socialismo del Siglo XXI.
Los
socialistas tienden a justificarse entre ellos, a protegerse, a ayudarse pues
no importa si uno es radical y el otro moderado, siempre existen vasos
comunicantes y principios comunes, en apariencia dan la impresión de que son
enemigos pero siempre dejan puertas abiertas para la colaboración y el entendimiento,
por ello es que las dictaduras socialistas son tan largas y se hacen tan
fuertes, porque empezando, ningún socialista va a reconocer en el otro a un
dictador y menos a un tirano.
Los
socialistas se lavan las manos entre ellos, atajan las rebeliones, dejan libres
a los reos revolucionarios, eluden las sanciones, calman la resistencia y
siempre anteponen el marco constitucional para minimizar las contra
revoluciones, cuando se es socialista se es miembro de una hermandad donde los
crímenes y los delitos que se cometen por la justicia social se esconden bajo
la alfombra y se silencian.
Orwell al
terminar de escribir la novela le sigue un oscuro período de entradas y salidas
de sanatorios y hospitales, a duras penas consigue revisar el texto y dejarlo a
punto para su publicación que no ocurriría sino en 1949, ya a pocos meses de su
muerte.
Malcom
Muggeridge, escritor y comentarista de radio había conocido a Orwell antes de
su partida a Jura, y luego a su regreso lo siguió frecuentando, incluso en el hospital,
fue uno de los pocos que le vió en sus últimos días y de sus memorias
transcribe ésta del 20 de diciembre de 1949: “Fui a ver a George Orwell, que está muy mal. Parece haberse consumido y
tiene un aspecto céreo. Dijo tristemente que le están poniendo inyecciones de
penicilina y que les cuesta trabajo encontrar donde clavar la aguja. Lo creo.
Habla todavía.de ir a Suiza y de pescar ahí. Y mencionó que había decidido
comprar un traje de lana azul porque considera que es muy viejo para llevar pantalones
de pana, etcétera. Me entristeció más de lo acostumbrado. Es curioso que,
estando convencido de que va a morir, no parece lamentarlo...”
Murió de una
hemorragia en la madrugada del 21 de Enero de 1950, tenía 45 años.
El retrato
que hace del mundo en 1984 es uno de
los mas desoladores y terribles de toda la historia de las obras de
anticipación, un mundo abarcado por el totalitarismo, por un sistema político
siempre en guerra, en constante movilización de su población quienes son
vigilados las 24 horas, por cámaras en sus habitaciones, por sus vecinos, por
espías del partido, por la policía del pensamiento, ¿Quién no se imagina los
ojos penetrantes del Hermano Mayor vigilándonos desde las paredes o las fachadas
de los edificios con ese ominoso mensaje: El Hermano Mayor te está mirando?
Como buen
gobierno autoritario, el nivel de vida al que somete a la gente es cercano a la
miseria, los productos del Estado son deficientes y muchos como la ginebra y el
chocolate son falsificaciones de los verdaderos y no saben a lo que dicen ser,
las viviendas son precarias, el Londres que nos describe es una ciudad en
ruinas.
La sociedad
es constantemente bombardeada por información de los frentes de batalla, de las
traiciones y conspiraciones descubiertas en contra del gobierno; en 1930 los
investigadores lingüísticos Edward Sapir y Benjamin Lee Worf introdujeron la
noción que los pensamientos humanos, y por tanto su percepción del mundo
estaban determinados por el lenguaje.
En los
ochenta, Noam Chomsky propuso su Problema
Orwelliano, preguntándose cómo era posible que un individuo con un
conocimiento tan limitado del mundo inmediato, en medio de evidencias
ilimitadas pudiera sortear la vida y sobrevivir.
Pues en aras
de estas dos posiciones algunos expertos han estudiado el Newspeak, que es la lengua oficial de Oceanía, el mundo que nos
presenta Orwell en 1984, una neolengua que el gobierno crea sobre las
bases del Oldspeak (el inglés
tradicional) que el gobierno totalitario del Hermano Mayor emplea para dominar
a la población, una práctica común en los regímenes dictatoriales donde se
moldean mensajes utilizando herramientas sociolinguisticas, que sirven a los
intereses de dominio alterando y manipulando los sentidos léxicos y semánticos
del discurso.
Nos
enteramos de entrada que en Oceanía cada año se disminuye el vocabulario común
de las personas sustituyéndolo por una serie de vocablos compuestos con el fin
de abarcar incluso, significados contradictorios, “campofeliz” (campos de
trabajo forzado), “sexocrimen” (cualquier uso del sexo que no sea para atraer
partidarios a Ingsoc),
“doblepensamiento” (pensar en dos conceptos contradictorios al mismo tiempo
favoreciendo el significado que el partido quiera), “crimenpensamiento” (pensar
diferente al partido) y otros.
Todos los
dictadores tratan en sus discursos de hacer aparecer sus crímenes y abyecciones
como justas y nobles, sus errores como grandes éxitos, sus derrotas como
victorias, y a medida que el mundo se va conformando con la fantasía del
dictador, en la misma medida la verdad se va diluyendo y la realidad perdiendo
sentido.
El
totalitarismo se presenta con la idea de que se trata de un poder absoluto,
único e invencible, contra el que nada es posible para derrotarlo y sustentado
no solo por la historia, sino bendecido por el pueblo, por los más altos
valores morales, entre ellos, la justicia social.
Su principal
carta es fomentar la desesperanza, su promesa, la salvación, sus instrumentos,
la muerte, la violencia, la represión, el miedo y la propaganda.
El Estado
fascista que se apropia de la representación del pueblo, invade todos los
órganos estadales: parlamento, judicatura, fuerzas armadas, a los que convierte
en instrumento del partido de gobierno, y con fuerza ciega arremete en contra
la sociedad, aplastando todo intento de competencia por el poder.
Y cuando el
mundo totalitario empieza hacerse ficticio, sostenidos por mentiras, por
campañas mediáticas proclamando todo lo contrario a lo que sucede, evadiendo
una crisis financiera promoviendo una bonanza económica que no existe,
eludiendo responsabilidades con posibles epidemias graduando médicos mal
preparados para enfrentarlas, desatendiendo un surgimiento de crímenes
violentos fomentando el turismo a zonas de alto riesgo, nos encontramos con un
quiebre de la realidad que muchas veces es caótico y con grandes pérdidas de
recursos y vidas.
Los
gobiernos socialistas totalitarios levantan muros para aislar a sus pueblos del
mundo exterior, controlan la información que llega, la manipulan para sus
propósitos, convierten el país en un inmenso campo de concentración. 1984
no es la dictadura común que busca el dominio de los cuerpos, su verdadera
intensión es adueñarse de las mentes, de la voluntad de sus seguidores y posteriormente
de quienes se le oponen, en una palabra, el control total de la persona,
vaciándola de contenidos y llenándolas con unos nuevos creados por el partido,
nuevos hombres que puedan ser desechados como basura porque nada valen, porque
lo que importa el es Estado socialista y el líder que lo conduce.
Les invito a
mis lectores a leer la novela 1984
de George Orwell, cualquier parecido con nuestra realidad en Venezuela, no es
coincidencia, es socialismo. –saulgodoy@gmail.com
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