Uno de los autores que más disfruto, cuando leo de política, es el profesor Leo Strauss, un erudito y gran lector y comentarista de clásicos, que hizo carrera académica en la Universidad de Chicago; gracias a él llegué a interesarme por Maimónides, uno de los personajes más interesantes de toda la Edad Media.
Luego
de descubrir a este insigne medico cordobés e investigarlo, me encontré que compartía
conmigo dos intereses muy especializados, las hemorroides y los venenos, y pude
conseguir sendas copias de los tratados que son fundamentales para cualquiera
que escribe novelas negras y sobre la condición humana.
Al
pobre Strauss le han endilgado una fama de Gran Sacerdote del Imperialismo
Norteamericano, especialmente para los que gustan de teorías conspirativas, y
al magnífico Moisés Maimónides la de Gran Gurú del sionismo internacional;
ambos personajes son personas non gratas
del imperialismo comunista, que hoy se practica con ciego fervor en mi país,
aunque estoy seguro de que ninguno de los líderes de la revolución ha escuchado
siquiera sus nombres, ni saben de lo que estoy escribiendo.
Pero
demos luz a esas pobres criaturas de la oscuridad.
Strauss,
descendiente de una familia judío alemana, estudió a fondo los clásicos griegos
y los principales autores medioevales sobre política, principalmente a Platón y
Maquiavelo (Strauss fue , ni más ni menos, un aventajado alumno de esa lumbrera
del derecho constitucional que fue el super nazi, Carl Schmit), conoció de las
traducciones árabes de las doctrinas que nos vienen de la Grecia antigua,
diferentes a las que estamos acostumbrados, los árabes salpimentaron esos
textos con una hermenéutica propia y sus conclusiones son, quedando un poco
corto en la descripción… mas esotéricas.
Maimónides
fue un gran comentarista de esos textos; de hecho, aparte de sus tratados sobre
medicina, astronomía y lo que hoy podría ser calificado como antropología,
escribió una obra fundamental, una Guía
para perplejos, donde elaboraba una filosofía política, considerada como imprescindible
para quienes les hayan hincado el diente, y aunque en apariencia es un trabajo
para convencer a los judíos del Yemen para que no se conviertan a las predicas
de los falsos profetas, es un verdadero tratado sobre gobierno, ciudadanía y
ética, como pocos se han escrito, y cuya influencia arropó hasta el mismo
Benedicto Espinoza.
Maimónides
aborda la relación vital que hay entre lo público y lo privado, más especifico
aun, entre el gobierno del individuo, del esfuerzo en dar un orden a su
cotidianidad como hombre, sobre el cómo gobierna su propia conducta dominando
sus impulsos, conquistando al animal que lleva adentro y realizándose como ser
humano, es decir, con la moral como guía, de manera que, sólo entones, el
individuo puede embarcarse en ordenar el mundo común con sus congéneres.
Para
este autor, la política tiende a la perfección del hombre, esa es su razón
teleológica, no es la consecución del poder, ni la conquista de un espacio
vital, ni la supremacía de una nación sobre otra… para ponerlo en palabras
simples, para ser exitoso en la política, conquistar a la bestia que mora en
nosotros es el primer y definitivo paso.
Los
hombres no pueden vivir juntos si no hay ese dominio por las apetencias
(opiniones correctas y bienestar del cuerpo, dice la Torá); es por ello
fundamental que pensamiento y acción estén lo más cercanos posibles. Maimónides,
que era un practicante del mesianismo, asociaba a Dios con la virtud moral y el
conocimiento de Dios a la contemplación.
Pero
en igual medida reconoce las grandes diferencias que existen entre los hombres,
sobre todo en su pensamiento y proceder moral; es aquí donde aparece la figura
del legislador, la figura política que, en aras de la convivencia,
perfeccionará lo que es deficiente y eliminará lo que hay de exceso, buscando
siempre el justo equilibrio. Eso quiere decir que el legislador debe hacer
posible una sociedad que haga viable que el hombre pueda gobernar su conducta.
Aquí
vemos claramente la idea de un gran sistema retroalimentándose, donde el hombre,
como individuo, es responsable de que continuamente exista ese mundo posible,
el mundo común entre los hombres, donde la política tenga sentido.
Y
aquí aparece uno de los postulados fundamentales de Maimónides: la función
primordial de un gobierno es proporcionarle al individuo las condiciones
mínimas para que este pueda gobernar sus emociones; un pueblo hambriento, sin
salud, acosado por la violencia y la desesperanza, no puede hacerse cargo de
dominar sus impulsos animales, para ello necesita de sosiego.
En palabras de la estudiosa Helga
Jorba: “La sociedad
ordenada puede proveer al hombre de la integridad personal y material necesaria
en su camino hacia la perfección, por eso la misión del legislador o soberano
–el que tiene la facultad de guiar, orientar y obligar-, será trabajar para
superar la diversidad natural y conseguir una comunidad ordenada que haga más
fácil el gobierno de la conducta”.
Pero,
advirtamos, el orden social no es un fin en sí mismo; no basta un gobierno que
imponga orden, pues el gobierno no es algo aparte o una persona diferente a sus
miembros, no es en la masa en la que reposa la verdadera soberanía, no es en lo
comunal que reposa la política, ésta es, exclusiva del individuo, un estado no
es un colectivo en funciones de gobierno, un estado son un conjunto de hombres
haciendo política, desde lo individual hacia lo social.
Parece
complicado pero es sencillo, sólo
el hombre puede hacer política, todas esas entidades que hemos inventado, para
fines de gobierno, como el estado, los partidos, las organizaciones no
gubernamentales y todas las demás instituciones, son ficciones jurídicas, entes
metafísicos para ordenar lo social, grupos que no tienen la capacidad de pensar
más allá de sus miembros.
Los partidos
políticos en vez de impulsar y promover la acción política de los individuos,
les ha robado su protagonismo, sus espacios y su voz, todo queda en y para la
organización y sus directivos, son ellos los que se convierten en vocería de
los grandes grupos haciéndoles creer a sus seguidores que su responsabilidad
política esta saldada una vez que voten por ellos, que no hace falta movilizarse,
protestar, reclamar, promover cambios, que esa es labor de los candidatos y sus
maquinarias partidstas.
Y aquí hago unas
consideraciones personales: lo público, modernamente, reduce al individuo al mínimo
posible, en aras de favorecer las organizaciones colectivas, con la idea de que
se manejan de mejor manera los intereses grupales; el impulso de la idea de la sociedad
civil organizada es una manera de imponer la organización social sobre la
verdadera política, que viene exclusivamente del individuo; estas grandes ``organizaciones colectivas están en manos de unos pocos individuos, cuyo menor
interés es conseguir sosiego para los suyos o una mayor perfección del
individuo para lograr una mejor sociedad, todo lo contrario, al saltarse la
necesidad de hacer menos brutal la vida y menos animal al hombre, lo que
procuran son intereses personalistas, principalmente la consecución de poder, travestido
este interés como metas democráticas, pero ausentes de toda humanidad.
Y lo digo
por la Mesa de la Unidad, algunos de cuyos directores hacen lo imposible por
diferenciar la organización social (los partidos) de la verdadera política (el
ciudadano y sus problemas), ante un gobierno que lo que ha buscado y busca es
sembrar violencia, muerte y hambre, implantar el desasosiego, para que el
venezolano se bestialice y no exista orden social.
La política
que parecieran privilegiar los miembros de la MUD es la electoral, la del juego
de los números, la de un concurso de popularidad que nada tiene que ver con la
realidad del país, al contrario de la opinión de algunos analistas que
favorecen el juego de los grandes partidos en contra de la política del hombre
común, creo que la verdadera anti política es justamente la de los partidos
políticos del stablishment queriendo
robarle el protagonismo a la gente de la calle para poner en agenda solo lo que
concierne a los intereses de esas organizaciones, que se comportan más como
agencias de colocaciones, de sus candidatos para los puestos en la
administración publica.
Por ello el desdén con el que tratan cuando la
sociedad actúa por su cuenta, quizás haya sido un error haber participado tomando una plaza con los
militares rebeldes al régimen, dejando de votar en unas elecciones, saliendo a
las calles a levantar barricadas, buscando salidas inmediatas a una situación
desesperada, acciones estas, que al hacerse a espaldas de los partidos, hacen
que estos políticos profesionales lanzan
sus acusaciones y críticas desde la comodidad de sus espacios, para demostrar
que, sin ellos, no hay política posible, sin darse cuenta, que todas estas
acciones públicas de la sociedad lo que hacen es tener un efecto acumulativo
que, poco a poco, van empujando la situación hacia un cambio real. Hasta los momentos, hemos entendido la
democracia como un desplazamiento de la responsabilidad política de los
ciudadanos, a los partidos y a otras organizaciones políticas (ONG’s,
sindicatos, medios de comunicación, grupos religiosos, universidades, etc.);
este desplazamiento ha tenido como consecuencia que una organización política
(la organización chavista) se haya hecho dueña del poder y que para poder preservarlo eternamente, ve
y trata a la sociedad como su enemiga, pretendiendo manejarla a su antojo y,
como no ha habido una evolución del animal que todos tenemos dentro, nuestra
sociedad se comporta más, como una manada, que como una sociedad de individuos
civilizados, plurales y democráticos, buscando
nuestros propios intereses, dominados por nuestros impulsos más bajos,
esperando siempre por un conductor y que otros hagan lo que nos corresponde
hacer.
Creo que Maimónides está más
vigente que nunca y valdría la pena su rescate en estas horas menguadas. –
saulgodoy@gmail.com
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