Cuando
se haga un balance de la obra de este gran actor, director y productor de cine,
no me cabe la menor duda que sus trabajos sobre la música y los músicos
destacarán por su propio peso y valía.
Acabo
de ver la película que produjo sobre los 40
años del Festival de Jazz de Monterrey, un buen documental que recoge la
historia de este importante encuentro jazzístico (esa locación fue escenario de
una de sus películas, Play Misty for me
-1971- donde Eastwood hace de un discjockey de la radio, perseguido por una
loca obsesiva que lo ama hasta la muerte), este festival que por décadas ha
sido referencia para los amantes del género es mostrado desde adentro; recoge
con inteligencia y colorido el esfuerzo organizativo y la pasión que existe por
este evento musical.
El
Jazz ha sido una poderosa inspiración en la obra de Eastwood y el año de 1988
vio nacer dos de sus más importantes trabajos, Bird y el documental biográfico Theolonius Monk, Straight, no chacer.
Bird, es para mí una obra maestra de
la cinematografía; se trata de la vida de Charlie Parker, el saxofonista de
color que cambió la ruta del jazz a fuerza de pulmón y un talento que no era de
este mundo; Clint es el director y productor y su trabajo en la iluminación y
la creación de ambientes es solo comparable con ese otro maestro de la luz, el
director británico Stanley Kubrick.
La
actuación de Forest Whitaker (Oscar al mejor actor 2007) como Parker es
impresionante y la música es sencillamente Bird, un viaje de sonoridad e
improvisación único; es una película homenaje en la que se respetó en todo
momento la historia e integridad de Parker, a quien Eastwood vio tocar en 1946.
Siempre
admiré la música de Monk por su complejidad y sentimiento, pero no sabía quién
era, y cuando vi la cinta Straight, no
chacer, quedé de una sola pieza; fue una sorpresa ver al maestro embutido
en gruesos abrigos invernales con su sombrero africano, dando vueltas como un
niño hasta marearse en una estación de tren, oírlo hablar sin entender lo que
decía, jugar a que perdía el equilibrio y se caía, parecía un loco, no podía
creer que aquel hombre que lucía tan desorientado, fuera el mismo que me había
hecho soñar con su música.
Durante
la película es impresionante verlo sentarse al piano y transformarse en lo que
realmente era, uno de los genios musicales del siglo XX, un virtuoso.
Eastwood
tuvo la suerte de toparse con 14 horas de película (en blanco y negro) filmadas
por los hermanos Blackwood en 1968 y que casi nadie sabía que existían, tomó
estas latas y completó la producción con imágenes de Monk en Japón y algunas
escenas con presentaciones del músico que la CBS había grabado, Clint armó uno
de los documentales fílmicos más hermosos de su carrera, aunque no fue un éxito
de taquilla, es una rareza muy buscada por los amantes del Jazz.
En
el año 2010 realizó el documental, Dave
Brubek: in his own sweet way, para celebrar los 90 años de su amigo y gran
pianista del jazz.
La
otra película que debo mencionar, aunque ya no es de jazz, es Honkytonk Man (1982), donde Eastwood
encarna la vida de Red Stowell, un cantante de música country (de vaqueros) que
viaja de Oklahoma a Nashville en un peregrinaje con el fin de participar en la
competencia de música sureña, el Grand Ole Opry, es una carrera contra el
tiempo, Red está enfermo de tuberculosis y no le queda mucha vida. Según el escritor Norman Mailer en una
crítica que estibio en aquellos años, se trataba del reto más discreto y sin
embargo el más arriesgado que asumió Eastwood en su carrera, una peligrosa
apuesta para su productora Malpaso que resultó en una de sus mejores
actuaciones.
Honkytonk Man es un reconocimiento de Eastwood a los artistas
pioneros de la música country como fueron Hank Williams y Jimmie Rodgers, una
película trágica, humana, llena de humor y amor y que tiene a la música como
personaje principal. Su relación con la música
country viene de larga data, en 1959 produjo un disco de sus canciones
favoritas vaqueras que a pesar que no tuvo buenas ventas, sigue siendo un
clásico del género, unos años después Eastwood tiene en su haber una canción,
con la artista country Merle Haggard, que llegó al número uno de los éxitos en
las listas de música country en USA.
Su
última película que se acaba de estrenar (agosto 2014), The Jersey Boys, es basada en el éxito musical de Broadway sobre la
vida del cantante Frankie Valli y su grupo Las Cuatro Estaciones, según algunos
críticos se trata de una película musical que no quiere ser un musical, y que
debemos esperar a la última escena para ver a Eastwood como un extraordinario
director de musicales.
Varias
de sus piezas escritas para películas las considero pequeñas obras maestras
como la composición para piano que hizo para la película, In the Line of Fire , la música de Los Puentes de Madison; en lo que respecta a música incidental, su
trabajo en Mystic River con la
Sinfónica de Boston y los coros del Festival de Tanglewood es reconocido como caso
de estudio en algunas escuelas, personalmente de mis favoritas se encuentra la
canción Gran Torino cantada por
Clint sobre los créditos de la película homónima, la música es muy bella y la
letra refleja la condición existencial de la vejez en el personaje de la cinta.
Para
los que admiramos a este consumado artista, muchas veces, la fuerza de su
imagen como vaquero, policía o militar, que conforma su más tradicional
iconografía, ocultan algunas joyas como las que he expuesto, y que hablan de un
Clint Eastwood mucho más sensible y accesible, que preferimos en ese cine de
autor, a las grandes producciones de los estudios tradicionales. – saulgodoy@gmail.com
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