lunes, 22 de diciembre de 2014

Latinoamérica malvada





No fue un error, ni una mala interpretación de la realidad, ni siquiera pudieran alegar que fueron engañados, fue pura y simplemente un acto de violación colectiva, canibalizaron a mi país, coadyuvaron a su ruina, se hicieron cómplices, con su silencio cobarde, de los terribles delitos en contra de lo DDHH y la democracia que se cometieron y todavía se cometen en Venezuela.
Los gobiernos de izquierda en Latinoamérica, bajo el liderazgo y la tutela cubana, se conformaron en un cartel político financiado y bajo el liderazgo de Hugo Chávez Frías en su rol de “hijo “de Fidel Castro, bajo la idea de la unión, la soberanía y la independencia del sur de la América, un complejo entramado de relaciones, tratados y pactos, organizaciones, financiamientos y apoyos, por los cuales el comunismo volvió a levantar sus banderas y afilar sus garras en el continente.
Más que nunca está vigente en nuestro continente ese pensamiento de Simone Weil que dice: “El Marxismo es una verdadera religión, en el mas impuro sentido de la palabra. Tiene especialmente en común con todas las formas inferiores de la vida religiosa el hecho de haber sido continuamente utilizado, según la expresión tan justa de Marx, como un opio del pueblo.”
Los éxitos políticos de la izquierda latinoamericana en alcanzar el poder por medio de elecciones, fue la vía para fortalecer una serie de regímenes caracterizados por el autoritarismo, la violencia y la imposición del comunismo ahora disfrazado como “Socialismo del siglo XXI”.
Venezuela fue un caso de excepción, con sus grandes reservas energéticas, con su músculo petrolero y la insolencia y el atrevimiento de Chávez como líder ad hoc de un nuevo militarismo rojo rojito, su incansable diplomacia de maletines llenos de dólares, sus amenazas veladas de insurrección social y movimientos subversivos fue, poco a poco, cambiando el mapa político de la región.
La manera como gobernó al país, con mano de hierro, absorbiendo para sí todo el poder de las instituciones y haciendo su sola voluntad en nombre del pueblo, le aseguró la más absoluta impunidad; su conducta era el de un tirano que no respondía sino a los intereses de La Habana y a la agenda que Fidel Castro le tenía reservada al continente, un juego de peones para garantizar su propia sobrevivencia.
Para que Chávez pudiera hacer y deshacer con los ingentes recursos del país, tuvo, puertas adentro, que acabar con una serie de libertades e instancias que la democracia venezolana había construido con mucho esfuerzo y trabajo, en pocas palabras, para lograr lo que Chávez hizo para Cuba, tuvo que sacrificar a varias generaciones de venezolanos, someter al país a un régimen de terror, de manipulación continua y empobrecerlo brutalmente.
Y lo hizo sin ningún pudor, a la vista del mundo y sin resistencia alguna, los petrodólares callaban a muchas bocas, abrían puertas y compraban conciencias, su agresiva política intervencionista lo llevó a designar y financiar campañas, a remover y designar funcionarios en los organismos internacionales.
Su compra de adhesiones y votos en los foros multilaterales se hizo célebre, al punto, de lograr una nutrida concurrencia clientelar internacional, un bosque de manos alzadas para defender a Venezuela de los excesos del gobierno socialista en contra de su población fue el resultado, una estrategia que desangró las finanzas del país.
Chávez, en su papel de representante del socialismo, de líder de los pueblos oprimidos y de su carácter casi apostólico del discurso cristiano del amor y la solidaridad, embaucó a mucha gente que no quería creer en las denuncias en su contra como violador en su país, de los derechos humanos y como un destructor de las instituciones, incluso la propia iglesia católica fue duramente hostigada, a sus representantes insultó y persiguió como le dio la gana.
Y copiando el modelo de la revolución cubana, se encargó de arruinar y expropiar los principales medios de producción privados en el país, instauró un sistema de controles y vigilancia sobre la población, destruyó las posibilidades de empleo, intervino de tal manera la economía que muy poco quedó donde el estado socialista no fuera el dueño, desterrando toda posibilidad de emprendimiento de los particulares, esto, sumado a la violencia callejera que se encargó de fomentar con grupos armados y el hampa común, hizo que una importante parte del país, principalmente jóvenes profesionales, emigraran a otros países.
Fue de esta manera, con los testimonios de los emigrantes venezolanos, con las pruebas que presentaban organizaciones internacionales de DDHH, con las torpezas que cometía el régimen violando las normas de convivencia internacional, que lentamente se fue conformando un expediente en contra del socialismo del siglo XXI, y se encendieron las alarmas.
Pero a pesar de todo el cumulo de evidencias sobre la dictadura en Venezuela y su estrago en la fibra fundamental de la sociedad venezolana, en el desmontaje de sus libertades y de la democracia, los países cómplices latinoamericanos, muchos de ellos con un trágico pasado militarista de derecha, prefirieron seguir alimentándose de las prebendas y negocios que les ofrecía el régimen, y como la gran mayoría pertenecían a ese tenebroso club de la izquierda internacional, el juramento de silencio que los unía les hizo mirar al otro lado, la solidaridad automática prevaleció por encima del interés y la salvaguarda de todo un pueblo, prefirieron sacrificarnos como animales en un matadero.
Latinoamérica en este acto de cobardía y pragmatismo, dejó claro ante el mundo y ante sus propios pueblos que la unidad de nuestras naciones es una quimera, que son solo intereses políticos y económicos los que privan, que les tiene sin cuidado que se desangre a una población con tal de que ellos tenga su tajada del botín.
Raymond Aron el intelectual francés que intento explicar la realidad de su tiempo en Europa descubrió que:”Al tratar de explicar la actitud de los intelectuales, despiadados para con las debilidades de las democracias, indulgentes para con los mayores crímenes, a condición que se los cometa en nombre de doctrinas correctas, me encontré ante todo con las palabras sagradas: izquierda, Revolución, proletariado. La crítica de estos mitos me llevo a reflexionar sobre el culto de la Historia y, luego, a interrogarme acerca de una categoría social a la que los sociólogos no han acordado aun la atención que merece: la inteligentsia.”
Los intelectuales, los hombres de cierta cultura y preparación, los que están mejor informados y tienen la posibilidad de comunicar al grueso de la población lo que entienden del mundo, de las relaciones humanas, del orden en las cosas, esos intelectuales latinoamericanos infectados por esta chinkungunya mental, que como bien decía Carlos Rangel no es el marxismo, sino más bien la teoría leninista del imperialismo y la dependencia la que nos tiene postrados, la gran mayoría de estos intelectuales siguen de rodillas ante el ídolo comunista, son los grandes culpables que hayamos perdido el camino de la civilización prefiriendo conservarnos en el mito y el retraso.
Ese gran complejo de inferioridad que siente los latinoamericanos hacia los Estados Unidos de Norteamérica, el tener que presenciar pegados a ellos el desarrollo de su sociedad y con una historia paralela a la nuestra, el que hayamos sido incapaces de proporcionarnos vías y maneras para nuestro propio progreso, nos hace sentir humillados, y ante el contraste tan marcado, asumimos que la culpa fue de los gringos, que el imperio fue quien nos robó nuestro futuro y hemos convertido esta mentira en justificación para cada uno de nuestros males y errores.
Ese ejemplo de verdadera solidaridad y hermandad que una vez dio Venezuela, sola y asediada por el militarismo de la derecha y de la izquierda, allá por los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, su papel combativo y de ejemplo democrático, su apertura de auxilio y de verdadera humanidad hacia los perseguidos por las dictaduras militares, su implacable posición de denuncia y defensa de las libertades políticas, que le valió invasiones y atentados por parte de países vecinos pero que logró ser factor de cambio positivo en el continente, esa gesta, nos fue pagada con traición e indiferencia, cuando llego el momento de ser solidarios con nosotros.
Si estuviera en mi poder, y ahora que estamos a las puertas de cambios fundamentales en nuestro destino, cerraría todas las embajadas de los países cobardes que se beneficiaron con nuestro dolor y lucha por la sobrevivencia, suspendería todo tipo de relación con esos regímenes hipócritas y falsos, metería en el congelador todo tratado y participación en foros donde tuvieran presencia y les negaría toda participación y ayuda, los venezolanos dignos y decentes sabemos quiénes son los que nos dieron la espalda, algunos son vecinos nuestros, pero no pasan de ser simples parásitos sin una pizca de humanidad, prefiero tenerlos lejos que dentro de nuestra casa.
Con Chávez y ahora con Maduro hemos aprendido una dura lección de convivencia, no podemos contar con mas nadie sino con nuestra propia fuerza y convicción, nuestros pocos aliados, aquellos hombres y mujeres del mundo libre que nos dieron no solo su comprensión sino su ayuda desinteresada entre las que destaco, la lucha que ha estado llevando el senador norteamericano Marcos Rubio y otros tantos que como él, bridándonos un apoyo fundamental en hacer conocer y aliviar nuestro sufrimiento, a ellos nuestra eterna gratitud.
Los tiempos que vienen son para nuestro país unos de introspección y trabajo en solitario, debemos curar nuestras heridas, fortalecer nuestro espíritu y prepararnos para el futuro, estoy seguro que prevaleceremos, en cuanto a Latinoamérica, bien pueden vivir sin nosotros como bien lo han demostrado y querido. – saulgodoy@gmail.com







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