Un
país como el nuestro, donnde las revoluciones son como las epidemias de dengue,
que aparecen y desaparecen para volver a reincidir dependiendo de las
condiciones ambientales, obliga a todos a estar de reposo, en cama, delirando
de fiebre y sintiendo descoyuntarse cada articulación, para luego, al signo de
la primera mejoría, levantarse, vestirse y reasumir la vida.
Ese
volver a la normalidad es lo que yo llamo transición; pasar del brote epidémico
a la salud, es un paso que toma tiempo y cuidado, restablecer las rutinas de la
sociedad, aun las más básicas como alimentarse asearse, vestirse, dar los
primeros pasos luego de haber estado postrados, recuperar los ritmos y
movimientos, cambiar la dieta para fortalecer el cuerpo, buscando elevar las
defensas para no recaer.
Toda
enfermedad tiene sus consecuencias, tanto en la persona como en su entorno; las
cosas que se dejaron de hacer, las obligaciones pospuestas, las deudas y los
costos en que se incurrieron durante la crisis.
En la
historia de nuestro país las revoluciones han sido comunes y Venezuela toda ha
tenido que pagar el costo de cada una de ellas; los revolucionarios, en nombre
de la libertad y en contra de la opresión, se manifiestan como agentes del cambio,
muchas veces violentos y con la promesa de un mundo mejor.
Algo
ha sucedido con esta revolución socialista bolivariana, que debemos estudiar,
comprender, para que nunca más nos ocurra; se trata, supuestamente, de la
primera revolución “pacifica pero armada” en nuestra historia, simplemente
llegaron por los votos de una mayoría de venezolanos, por vías democráticas y
se hicieron gobierno… a partir de allí se dedicaron a destruir la democracia, a
aumentar el numero de oprimidos y a cercenar las libertades.
Las
revoluciones son un síntoma de inmadurez política, las sociedades que no han
logrado su estabilidad política y social se caracterizan por un espíritu
nacional inmaduro, inquieto y propenso a sobresaltos. El que se produzca diferencias e injusticias insalvables
en su seno, el que no exista instancias funcionales para solucionar esos
conflictos, genera presiones que se materializan en grandes descontentos y en
movimientos revolucionarios.
De
las muchas revoluciones que Venezuela ha sufrido, quizás la más exitosa fue la
de 1810, que en realidad no fue una revolución tal como las conocemos,
explosiva, impactante, con un claro quiebre de las formas de gobierno y con
transformaciones sociales profundas; más bien fue un cambio de rumbo político
en cámara lenta, fue más un movimiento evolutivo que revolucionario… por
supuesto, desembocó en las guerras por la independencia, pero tomo casi dos
generaciones llevarla a cabo.
Todas
las otras revoluciones posteriores produjeron cambios cosméticos en nuestra
historia como país, nuevas proclamas y bandos, modificaciones en los símbolos
patrios y, sobre todo, cambios en la propiedad de algunos bienes y de nombres
en el protagonismo, por la sustitución de hombres en el poder, esto, a cambio
de grandes costos en vidas y recursos, en oportunidades perdidas y que
desafortunadamente nos llevarnos para atrás en nuestro desarrollo como nación.
Tardó
mucho el país en organizarse en las regiones que hoy lo distinguen, en los
estados, municipios y parroquias en las que vivimos, a pesar de esos cambios de
laboratorio que los socialistas bolivarianos quieren imponer, como es el caso
de las comunas.
Ya
entrabamos en el siglo XXI con una fisonomía propia y reconocible; lo más
importante, durante el siglo XX Venezuela fue afianzando una identidad, un alma
nacional, los 40 años de gobiernos democráticos fueron fundamentales, ya que
por primera vez el pueblo ejerció en libertad y con cierta permanencia sus
derechos fundamentales, supo lo que era el derecho a la libre expresión e
información, al libre tránsito, al emprendimiento, pudo disfrutar del derecho a
la propiedad… muchos de esos derechos y libertades eran imperfectos, con sus
conflictos y renuencias, con sus reclamos y ajustes, pero permitieron a la
sociedad en su conjunto gozar de oportunidades para su desarrollo que antes
eran solo ideas y declaraciones.
Entre
otras cosas, la democracia permitió una intensa migración interna, se estableció
nexos y asociaciones entre regiones, se entró en una dinámica comercial y
cultural que fortaleció la imagen-país.
Con
todos sus problemas e insuficiencias Venezuela se disponía como nación a entrar
a una etapa superior de desarrollo, teníamos la masa crítica necesaria, una
buena parte de la población estaba educada y preparada para afrontar los retos
del nuevo milenio, teníamos una industria petrolera de punta, que nos habría
permitido incorporarnos a la globalización y ser parte de la sociedad del
conocimiento y de los desarrollos tecnológicos… pero…
Todo
esto entró en el congelador de la historia una vez que el chavismo se hizo gobierno;
lamentablemente, una parte importante de la población leyó erróneamente las
señales en el camino, no hubo un liderazgo suficientemente fuerte y competente para contradecir el error… Venezuela escogió
la conducción más retrógrada y oscurantista posible, convirtió al Teniente
Coronel Hugo Rafael Chávez Frías, un reconocido golpista y comunista, en
Presidente de la Republica.
16
años después, con el país arruinado, azotado por la pobreza y el abandono, en
medio de una dictadura y sirviendo como colonia cubana, nos preparamos para dar
un nuevo giro en nuestro destino, y esta vez quizás sea la ultima oportunidad
que tengamos de llegar a ser parte del mundo civilizado.
El
problema es que igualmente, en el campo de la oposición ha montado su tienda un
oscurantismo peligroso, los partidos tradicionales y las nuevas organizaciones
que de éstos se han originado mantienen una visión y unas practicas
democráticas primitivas y hasta parasitarias, que sólo ven en el Estado una gran
piñata de la cual medrar, mantienen un clientelismo político, hegemonías de
claques dentro de las organizaciones y anteponen los intereses del partido a
los del país.
Esta
forma de entender las organizaciones partidistas fue una de las causas de que
se gestara y tuviera éxito la revolución chavista, que simplemente llevó a la
apoteosis esta manera de entender la política.
Veo
con mucha preocupación cómo se está generando una matriz de opinión según la
cual sin el chavismo el país no podrá avanzar, ni tendrá oportunidad de salir
de esta crisis, con lo que el chavismo pretende verse como una fuerza política
convencional, con la que se puede negociar y llegar a acuerdos de convivencia.
Resulta
que ahora, tras el fracaso rotundo del modelo económico y social que pretendían
imponerle al país, luego de los resultados de quiebra y miseria en los que han
sumido a la sociedad, quieren aparecer como si, en vez de un solo chavismo,
existieran varias versiones del mismo; algunos de estos movimientos
revisionistas y críticos al chavismo “duro” pretenden hacerse pasar como
inclinados a la posibilidad de cohabitación democrática… eso no es otra cosa
que la intención de asegurarse su sobrevivencia en la transición.
La
única razón que pudiera encontrar un político de la oposición para negociar con
un chavista sería la de conseguir dinero sucio; en medio de la crisis
financiera que asola nuestra patria, los chavistas organizados son los únicos
que disponen de grandes cantidades de dinero para comprar su absolución y la
posibilidad de seguir “enchufados”.
El
chavismo, en cualquiera de sus expresiones, es fascismo puro y con el fascismo
no se negocia, así como no se negocia con criminales, ni con secuestradores ni
con narcotraficantes.
El
chavismo en Venezuela sólo tiene un destino y ése es confrontar la justicia,
pedirle perdón al pueblo y afrontar sus responsabilidades; lo que estamos
presenciando con la burla a la Constitución y al pueblo, en la escogencia de
los representantes del Poder Ciudadano, es la treta del animal acorralado… Cuba
se les esfumó de sus planes, EEUU los tiene amenazados, el pueblo venezolano ya
no les aguanta otra jugarreta, designar gobierno a dedo y gritar que cumplen
con la ley acrecienta el rechazo y la furia del soberano.
Quien
pretenda ser socialista en este lugar y momento es un loco o un obcecado; luego
de la sobredosis de socialismo real que hemos sufrido, de conocer de primera
mano las aberraciones y distorsiones que una ideología, tan bonita y buena en
apariencia, puede acarrearle a un pueblo en búsqueda de la felicidad, todavía
con las heridas abiertas, no hay manera de que alguien nos diga que eso que
vivimos no fue producto del socialismo mejor intencionado. No fue que alguien
nos lo contó, no, Venezuela padeció el peor de los socialismos y casi se nos
fue la vida en ello.
Si es
verdad que un 30% de la población todavía sigue siendo chavista (yo no lo
creo), pues peor para ellos, o se adaptan a los cambios o se perderán en el
olvido. Quedarán sólo para encenderle velas al Comandante Chávez, que no es
sino una vergüenza para el país. –saulgodoy@gmail.com




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