lunes, 26 de enero de 2015

No hay técnica inocente


 El libro del profesor Jacques Ellul (1912-1994), La Sociedad Tecnológica tiene una historia interesante; el autor era un abogado, sociólogo, teólogo, anarquista, ecologista y católico comprometido, profesor de la facultad de leyes de la Universidad de Bordeaux, fue uno de los líderes de la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuando publicó La Technique, L’eujen du siecle (1954), éste sería la primera parte de un tríptico sobre la técnica y la tecnología; la obra no pasó de ser una curiosidad académica en el mismo tenor que otras obras sobre el tema, como la de Mumford, la de Spengler o la de Giedion, pero despertó el interés del británico Aldoux Huxley, quien la recomendó para su traducción al ingles en Norteamérica con unos colegas en California; en 1964 fue publicada en los Estados Unidos y desde entonces se ha convertido en un clásico de la filosofía.
Y a pesar del tiempo transcurrido desde su aparición no ha perdido vigencia. El tema de la tecnología y la técnica ocupa un espacio importante en mi biblioteca personal, creo que es el tema del momento y nos marca de manera determinante.
Cuando Ellul habla de la técnica va mucho más allá de la técnica mecanizada, que es el sentido más generalizado de la expresión, y es que existen muy diversas técnicas dentro de un campo concreto de actividades; Ellul se refiere a la Técnica como la unidad ideal de todas esas otras técnicas, apunta a cualquier complejo de medios estandarizados que se usan para obtener un resultado predeterminado.
Harold Lasswell las define como: “El ensamblaje de prácticas por las que uno utiliza recursos disponibles para alcanzar valores.”
Y hay técnicas para todo, en la educación, en los deportes, en el entretenimiento, en la actividad militar, en la construcción de viviendas, entre otras, pero principalmente, en la política y la economía.  La técnica tiende a la eficiencia, a potenciar el trabajo por lo que rechaza el desperdicio, la redundancia, el error y todo elemento ajeno a su fin.
Una vez que es designado un objetivo, la técnica trata de lograrlo de la manera más directa, con los medios necesarios y en el tiempo más corto posible (el momento).
Ellul se percata de que la economía capitalista, al permitir grandes concentraciones de capital, obliga al estado a aumentar su control, y en este crecimiento va implícita la necesidad de planificación que, en aras de la eficiencia, impone un centralismo económico, y en el caso de los partidos políticos, un plan.
El hombre tecnológico está deslumbrado por los resultados, por los procedimientos, por el know how, como valores superiores; todos los demás valores humanos (poéticos, simbólicos, religiosos, ambientalistas, lúdicos, morales, de resistencia, etc.) son desechables e innecesarios para los fines técnicos.
Es por ello que la economía se ha tecnificado a grados superiores, saltándose los valores éticos que una vez fueron parte de la estructura productiva, produciendo esperpentos como mercados de Bonos Basura, fondos buitres y creando crisis con productos financieros que nada tienen que ver con la realidad, ni con las necesidades humanas.
Una de las principales advertencias que hace Ellul en su trabajo, es señalar que para la técnica, el hombre no es más que una pieza del engranaje. El progreso que pregona la técnica es deshumanizante y ha creado un malestar social producto de la tecnificación de los procesos, instituciones, programas... La influencia de la técnica alcanza hasta la misma participación de los actores sociales, convirtiéndolos en sub-rutinas de las herramientas de planificación. La espontaneidad y las reacciones naturales del hombre son desterradas.
Especial atención pone Ellul en la tecnificación de la política, porque la técnica abarca todos los aspectos materiales del mundo, la cultura, la economía, todo lo que se refiere al hombre, su educación, en los procesos de comunicación e información y, muy particularmente, en la propaganda.
Dice que el marxismo ha desarrollado la política hasta grados de tecnificación inhumanos; el manejo de grandes masas, de sus necesidades y las maneras de satisfacerlas han llevado a la creación del estado totalitario: la técnica dicta la centralización absoluta de todos los aspectos económicos y sociales, con el uso de la fuerza para imponer los procesos, lo que lleva al control de la sociedad, al exterminio y la represión de los indeseables, a la anulación de la protesta, a la necesidad de un pensamiento único y la instauración de estados de excepción, donde el humano deja de ser humano y se convierte en un “error” del sistema que debe ser corregido.
Si las sociedades permiten que la técnica tome el control de los procesos humanos, si permite que en nombre de le eficiencia la técnica se enseñoree en sus centros de poder, el resultado final sólo beneficiara a un plan, no a los intereses humanos, en un juego ciego y absurdo.
En una parte del libro, Ellul entra en contradicciones con la visión que tiene el historiador británico Arnold Toynbee sobre la historia; éste la divide en tres periodos, de uno técnico pasa inmediatamente a uno organizacional, entendiendo este último como un periodo caracterizado por la aplicación de técnicas gerenciales administrativas.
Ellul prontamente nos dice que Toynbee está equivocado en su apreciación, debido a que separa el período técnico del organizativo, cuando en realidad son la misma cosa, la organización es un aspecto de la técnica.
Ellul trae a colación el concepto de Sheldon de organización, para el cual “Es un proceso que consiste en asignarle tareas apropiadas a individuos o grupos, de manera de obtener, en una eficiente y económica manera y por la coordinación y combinación de todas las actividades, unos objetivos sobre los que se han puesto de acuerdo.”
Y toma la definición de estandarización de Antoine Mas, que dice que este proceso “Significa resolver por adelantado todos los problemas que pudieran impedir el funcionamiento de una organización… de anticipar ambos, las dificultades y sus soluciones. De allí que la estandarización crea impersonalidad, en el sentido que la organización depende más en métodos e instrucciones que en individuos.”
Toynbee- según Ellul- separa centurias y fenómenos que deberían permanecer unidos;  y esto se debe a que Toynbee creía que el período de organización, que nos distingue en la actualidad, podía de alguna manera resolver los problemas que el periodo de la técnica había creado, pero ocurre lo contrario: el ideal de la organización es profundizar el de la técnica, que no es otro que estandarizar todo lo que abarca, es parte de una lógica para máquinas que, lamentablemente, reina y manda en las disciplinas humanísticas, como la sociología y la historia misma.
El libro de Ellul es complejo y profundo, es una lectura que recusa la pereza, y aunque podemos diferir con algunas de las ideas que propone el autor, se trata de una visión de largo aliento sobre un tema que es vital para nuestra civilización. – saulgodoy@gmail.com







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