Bienvenidos a la política, con “p” minúscula, una forma de vida que se gana a costas de las necesidades de los demás, una profesión cuya materia prima son las esperanzas y los deseos por una vida mejor, y donde en algunos casos, cuando la popularidad se pierde (básicamente es una carrera en la que ser popular es importante) y no se quiere abandonar el poder, algunos son capaces de recurrir incluso a la trampa y la mentira, y nos hacen creer, que sin ellos, es imposible el progreso, la justicia y la paz.
Por
supuesto, alguien debe ocupar esos cargos de administradores del estado, el
asunto está en las intenciones de esas personas ¿Lo hacen para asegurarse ellos
ventajas? ¿O lo hacen porque se sienten y entienden lo que significa ser un
servidor público?
Pero
la pregunta va mucho más allá ¿Qué hace que un pueblo o nación, acepte o elija
a un grupo de personas como sus administradores, como gobierno y permitirles,
que en nombre de unos nebulosos ideales y unas fantasiosas promesas, permita
que estos políticos los arruinen, los maltraten, los engañen, los usen y
todavía se sientan conformes y agradecidos con estos asaltantes de camino?
Aparte
del factor ignorancia, que es el primero que salta a la vista, hay sombras que
se mueven en la profundidad insondable del alma humana que podría muy bien
explicar esta sadomasoquista relación, esta vocación para ser víctimas en el
caso del pueblo, y la prestancia en convertirse en agresor, por parte del
político.
Es
muy significativo esto, de tener una autoridad electoral parcializada y
haciendo lo inefable porque la oposición pierda, conformada por partidarios del
chavismo, apoyados por los demás poderes públicos y la hegemonía comunicacional
del estado, nuestro Consejo Nacional Electoral, como apéndice del partido de
gobierno, hace prácticamente imposible que los venezolanos puedan expresar su
voluntad soberana de manera limpia y transparente, y aún así, quienes se dicen
de los partidos de la oposición se lanzan en esta locura arrastrando a quienes
todavía creen en ellos.
Ir a
unas elecciones donde se sabe que el árbitro está vendido, las cartas marcadas
y los dados cargados, es poco menos que una compulsión suicida, en vez de
aprovechar el momento para poner en evidencia al régimen, los partidos
políticos se ponen de lado del gobierno y le ofrecen una nueva oportunidad de
legitimar su imagen de gobierno democrático.
Si
este fuere el caso, si los venezolanos nos lanzamos por ese barranco,
descubriríamos que nuestro pueblo, definitivamente sufre de una gran pereza
mental, de una voluntad disminuida, y unos lideres parasitarios, agresivos y
propensos al crimen, y que juntos, políticos y votantes, hacen de la política,
de nuestra política, uno de los mejores negocios del mundo.
Definitivamente
hay una gran fragilidad en este tipo de comportamiento, que consiste en un gran
número de personas basando sus decisiones existenciales en un juego muy
parecido a la lotería, donde el azar juega un papel principal, porque escoger
un gobierno es una decisión que va a afectar la vida de mucha gente, y por varios años, esa
gente que dice va a defender nuestros intereses, proteger nuestras libertades,
estimular la economía del país, ese
grupo que quiere gobernar mi país, esos políticos que dicen poder complacer
nuestra necesidad de cambio para una vida mejor, suponen estar moral e
intelectualmente preparados para llevar esta delicada tarea a cabo, pero su
primer acto, es bajarse los pantalones para que el chavismo abuse de ellos… de
nuevo.
Detengámonos
un poco en esto que acabo de exponer, todos los políticos, y esa es su
naturaleza, creen que ellos son suficientemente capaces, que poseen una
conducta probada e intachable, con el mejor interés y con los valores
necesarios para llevar a cabo el mandato de la gente y gobernar en su nombre,
no solo lo creen, lo predican a los cuatro vientos.
Por
supuesto, a pesar de que todos los hombres somos imperfectos, débiles,
propensos a errores, los políticos se venden como bastiones de la integridad y
sus electores le atribuyen fortalezas y grados de pureza que los coloca por
sobre el común denominador, un error de percepción que tiende a pagarse muy
caro.
Pero
a parte de todos estos artificios y trucos publicitarios que nos venden hombres
entregados a la causa del bien común, a una vida dedicada al servicio público y
la realización de los sueños del otro, hay un aspecto que todavía me parece más
importante para descubrir, y es cómo fue que caímos en este juego.
El
socialismo light se enquistó en
nuestro país como alternativa al comunismo, nutriéndose de una mala versión de
lo que es democracia, el socialismo light construyó un sistema político de partidos
que le robó al ciudadano su capacidad, no solo de decisión y participación política, sino de emprendimiento, haciendo que
el estado fuera el elemento necesario en la vida cotidiana de todos.
Los
partidos políticos y no los ciudadanos empezaron a ser el alma de Venezuela,
sus organizaciones tenían que ver en todo con nuestro bienestar, desde la
vivienda, la escuela, nuestro trabajo, la salud, los alimentos, los servicios
públicos, nuestra seguridad… y de esta manera nos acostumbraron a que la
política era solo ir a votar, a votar por quienes ellos decidían, serían
nuestros representantes.
A eso
lo llamaban “maquinaria”, es decir una organización que se encargaba de llevar
al poder a sus miembros más dilectos, los escogían a dedo, en un conciliábulo
secreto, y amanecíamos con un nuevo candidato o unas listas ya confeccionadas.
Creí
que esta práctica estaba superada, que era parte de nuestro pasado, 16 años
soportando a estos reptiles chavistas, luchando en contra del gobierno para que
no nos atropellara, y ahora resulta que esos vicios democráticos, que fueron
justamente por lo que perdimos al país, reviven de las cenizas en la llamada
Mesa de la Unidad.
Nos
dicen que no hay tiempo, que no hay dinero, que es muy complicado hacer
primarias para todos y nos presentan a unos “atornillados” que nadie escogió
sino un dedo, mientras a otros, los obligan a medirse ante el pueblo.
Luego
que nos han vendido la idea de que tenemos que ir a votar, ahora le tienen
miedo al cuero del tigre, y le tienen miedo porque saben que muchos de ellos se
han portado mal, han sido unos debiluchos y hasta colaboracionistas con este
infame gobierno, no se han fajado como los buenos, no nos han acompañado en
nuestras luchas, pero ahora quieren la papayita, y el caso del estado Miranda
es patético, uno de los estados más importantes del país, y no vamos a tener
primarias, porque ya los puestos están tomados, como si fuéramos todos unos
oligofrénicos profundos.
Que
vagabundería, estoy seguro que ninguno de los que quieren atornillarse en esas
listas ganaría si hubiera primarias, nos quieren hacer ver que ya no hay
opción, es una jugada de laboratorio, ha
sido la misma mesa la que no ha querido hacer su trabajo y someter a todos los
candidatos a la Asamblea Nacional al escrutinio popular en unas primarias,
esperó calladita para entramparnos al último momento.
Y
como la vida que llevan estos políticos es tan buena, como los negocios que
reportan los partidos políticos son tan jugosos, sucedió que los viejos líderes
de esos partidos no querían retirarse, y sus sucesores, que aprendieron las
malas mañas, quieren cobrar.
Pues
para hacerles la historia corta, a Venezuela le tocó lo peor del militarismo y
del comunismo nos vino un iluminado, un hombre providencial que nos prometió lo
que todos queríamos escuchar. 16 años
después, estamos en el medio de un desastre de proporciones bíblicas,
arruinados, en medio de una carestía general, con una hiperinflación
incontrolable, en el país con mayores índices de pobreza y violencia del mundo,
y una mafia de narcotraficantes y terroristas haciendo lo que les da la gana en
el gobierno.
Y
para combatir a esta dictadura, lo que nos encontramos, otra vez, es la vieja
manera de hacer política, a los mismos partidos y líderes del pasado, otros no
tanto pero con el alma arrugada y con ganas de seguir gozando de la democracia,
venezuelan style, imponiéndonos unos
candidatos que le están robando una oportunidad a personas que pudieran
entender la política de otra manera.
Y se
lanzan a la fiesta electoral con un árbitro corrupto, unas reglas infames y un
gobierno tramposo, y siguen diciéndonos
que ante la posibilidad que los revolucionarios repitan, sus candidatos son la
alternativa, es lo que se llama una elección diabólica, votar por el menos
malo, díganme si a estas alturas de nuestra vida republicana es justo que
sigamos en esto.
Moraleja:
la próxima vez que un político te diga que él es el indicado para gobernar el
país, tómate tu tiempo, lee estas líneas, y piensa, estas a punto de tomar una
decisión existencial. – saulgodoy@gmail.com
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